Florentino Rodao

 

 

Encuentros en Cathay,
(Taipei: Fujen University) Vol. 11 (1997): 117-145.

 

 

A lo largo del presente siglo, la situación más complicada para la diplomacia española en Asia Oriental ha sido la experimentada en China entre los años 1939 y 1941. Al acabar la Guerra Civil en España, los dos principales objetivos para el gobierno de Franco fueron la recuperación de los derechos de Extraterritorialidad y recomenzar la presencia oficial en ese país. La explosiva situación bélica de entonces y la perspectiva de un gobierno central en la China dominada por Japón, no obstante, llevaron a que tuviera una repercusión muy superior a la que merecían, tanto en el plano interno, por las disputas entre las diferentes facciones de la diplomacia española, como internacional, por la utilización propagandística de algunos hechos.
El presente trabajo trata sobre los intentos de defender los intereses españoles tras el fin de la Guerra Civil, con dificultades tanto de tipo jurídico (principalmente, la recuperación de ese privilegio de la extraterritorialidad para los súbditos españoles) como militar (una guerra en la que era difícil ponerse de acuerdo si las tropas niponas vencerían definitivamente o no) o político (Madrid se vio involucrado en presiones muy diversas, desde los varios bandos chinos, hasta Japón, Italia, Francia y el Reino Unido). La defensa de cada uno de estos intereses se mostraba incompatible con los otros, pero los problemas principales fueron la escasez de interlocutores directos, la falta de concreción en los objetivos y, en definitiva, la escasa importancia de las relaciones hispano-chinas en sí, que las hacía dependientes de cualquier otro factor exógeno.
Para este trabajo, nos centramos en los meses que van desde la victoria franquista en la península (abril de 1939) hasta el reconocimiento final del gobierno de Wang por España (julio de 1941), puesto que es el período donde mejor se pueden comprobar las dificultades del nuevo gobierno de Madrid para actuar en Asia y, en general, de lograr una autonomía de actuación en la zona. Vamos a estudiarlos según las distintas fases por las que se desarrollaron, empezando por una explicación de la complicada soberanía en China, siguiendo con la llegada del primer diplomático español y con la visita de la Misión Económica Española de 1940, y acabamos con el reconocimiento definitivo del gobierno de Wang Jingwei o Wang Ching-wei por Madrid, en julio de 1941.

 

Autoridad y Legitimidad en China

Es difícil comprender la desmembración política de aquellos años en China, puesto que a la anarquía existente en las décadas de 1920 y 1930, cuando el territorio estaba dividido entre los Señores de la Guerra, se añadieron nuevos problemas derivados de la ocupación nipona de las zonas más pobladas y más ricas de China. La situación la resume una frase acuñada durante la Guerra Civil española y recogida en un reciente libro: “Las cuatro Chinas y las dos Españas”[i], que como veremos más adelante es simplificadora.
El territorio chino estaba falto de un gobierno central desde los años posteriores a la caída de la monarquía (1911), pero durante la época imperial ya había comenzado su desmembración en zonas de influencia de distintos países y en distintas áreas especiales administrativas, regidas directamente por las potencias extranjeras y gozando de un estatus especial. En el período que nos ocupa, las de Quingdao (Tsingtao), Xiamen (Amoy) y la isla de Hainan estaban gobernadas por la marina japonesa y otras, como las de Tianjin o Shanghai, por entidades internacionales. Esta ciudad era la más importante y conviene que nos detengamos en su papel en la China de entonces. Era el centro económico del país: por ella pasaba la mitad del comercio de China y en éstos años seguía siendo la capital industrial y bancaria del país, a pesar de la multitud de problemas que afectaron al país y a la ciudad en particular:: incendios, inundaciones, restricciones impuestas por los japoneses y destrucción sistemática de una parte de su área industrial en 1937. Tenía tres áreas administradas por tres autoridades diferentes: la Zona Internacional o International Settlement, gobernada por un Consejo municipal elegido en base a sufragio restringido y sujeto bajo diferentes aspectos a la tutela de los cónsules de los países que gozaban de la extraterritorialidad, la Concesión Francesa, al sur, gobernada por el Cónsul de Francia y el Gran Shanghai, por autoridades chinas[ii]. La gran mayoría de los representantes diplomáticos en China residían allí, tanto los acreditados en Chongqing ante los nacionalistas como los que lo hicieron en Nanjing ante los pro-japoneses. Ejercían su labor en una situación legal extremadamente complicada proveniente de no haber un estado de guerra oficialmente declarado entre China y Japón (que consideraba el conflicto como “incidente” o jihen) y porque las tropas niponas, aunque controlaban el Gran Shanghai, no podían hacer lo mismo en las otras partes, so pena de arriesgar una declaración de guerra. Eran dificultades continuas que impedían clarificar situaciones diplomáticas complicadas como podía ser la española, y a ellas se añadían las situaciones personales de sus cónsules, que en muchos casos mezclaban funciones diplomáticas y consulares. El español Pedro de Ygual expresó este contexto de forma muy nítida: “todos convivimos como podemos”.[iii] Entre otras situaciones atípicas heredadas de antiguo, estaban las de la ciudad ocupada de Cantón (Guangzhou), la independencia de Tíbet y la cambiante situación en la lejana Xinjiang, en ocasiones dependiente de las autoridades rusas y en otras de las chinas.
A partir de 1937, con el estallido de la Guerra Chino-Japonesa, pasaron a ser tres los bandos aspirando a la formación de un gobierno central: los comunistas, los nacionalistas del Guomindang y los japoneses. Los primeros controlaban zonas rurales del interior, y tenían su capital en Yan’an, en la actual provincia de Shaanxi. El Guomindang, por su parte, era el heredero teórico de la obra del héroe nacional, Sun Zhongshan (Sun Yat-sen), pero sus aspiraciones a ser el gobierno central estaban a la baja, reducido como estaba su poder a las provincias del interior en el centro y sur del país. Su capital provisional estaba en Chongqing, en la fértil provincia interior de Sichuan, una vez que había sido expulsado recientemente de sus dos anteriores capitales, Nanjing y Wuhan. Mantenía una relativa lealtad de los restos de los antiguos Señores de la Guerra: el de Long Yun (Lung Yun) en Yunnan, la región al sur desde donde se pudieron recibir ayudas de los aliados en los momentos más difíciles, el de Yan Xishan (Yen Hsi-shan) en Shansi, el de Li Zongren (Li Tsung-jen) y Bai Chongxi (Pai Ch’ung-hsi) en Kwangsi. Aunque el Guomindang estaba apoyado por los gobiernos de Francia y el Reino Unido, no estaba totalmente alineado con las democracias occidentales; su ejército, por ejemplo, había recibido apoyo y entrenamiento alemán hasta comienzos de 1938 y su líder, Jiang Jieshi (Chiang Kai-shek) estaba muy influido por las ideologías totalitarias. Consideraba, mirando el ejemplo de Alemania e Italia, que China necesitaba un líder poderoso para conseguir un resurgimiento nacional[iv].
El último bando que aspiraba a la formación de un gobierno central fue el de los militares japoneses, que tenían bajo su control las zonas costeras y más pobladas. Su idea de país era más restringido, puesto que partes importantes de China habían sido desgajadas, bien anexionadas al Imperio Japonés, como Taiwán, bien separadas, como el estado independiente del Manchukuo. Además, habían preferido implantar gobiernos regionales. En el norte de China, a raíz de la guerra generalizada, estaba instalado un llamado Gobierno Autónomo Federado en la Mongolia Interior, creado bajo la imagen del Manchukuo y gobernado por un príncipe mongol, y otro bajo el nombre de Gobierno Provisional de la República de China, dirigido por Wang Kemin (Wang K’o-min), controlando las provincias de Hopei, Honan. Shansi y Shantung, que a partir de marzo de 1940 paso a llamarse Consejo de Asuntos Políticos del Norte de China. En el sur de China, también se implantó el llamado Gobierno Reformado, dirigido en Shanghai y Nanjing por Liang Dhongzhi (Liang Hung-chih), que había formado con el gobierno de Pekín un Consejo Asociado para el Gobierno de la República de China en 1938. Fue sólo a partir de 1939 cuando los militares japoneses pasaron a considerar positivo para sus intereses la implantación de un gobierno central, tras la defección de Wang Jingwei. Su gobierno, llamado Gobierno de la China Central o Gobierno Reformado, fue el único que pudo haberse convertido, entre los pro-japoneses, en un gobierno central y con jurisdicción sobre buena parte del país.

Wang había sido una figura prominente en el Guomindang que paulatinamente se había distanciado de la dirección central. En 1938, llegó a proponer aceptar los tres principios propuestos por el entonces primer ministro japonés Konoe Fumimaro (vecindad amistosa, defensa común frente a los comunistas y cooperación económica) como base para unas negociaciones que debían conducir a una paz entre China y Japón. La desviación fue considerada como una traición por sus antiguos camaradas del Guomindang, que atentaron contra su vida en la primavera de 1939, tras lo cual se refugió en territorio japonés. Allí le fue ofrecido el gobierno de lo que él llamaba Gobierno Nacional de China y pasó a buscar reconocimientos internacionales, entre los cuales el de la España de Franco sería uno de los más factibles.

 

Retomando la relación mutua

Tras su victoria definitiva, el gobierno franquista buscó reanudar los lazos oficiales en China. Ya que “nadie conocía lo que aquí pasaba y era en los momentos en los que acabábamos de ganar la guerra”[v], tal como se recordaba después, la solución fue destinar a un diplomático en Shanghai sin instrucciones concretas y con el objetivo de actuar tras haber estudiado la situación sobre el terreno. Ciertamente, no había objetivos en China más allá de la búsqueda de la vuelta al statu anterior al conflicto, y permanecía sin saberse claramente ni lo que ocurría ni lo que se quería conseguir allí: la falta de información, por tanto, era el problema más acuciante. Se desconocía, por ejemplo, el procedimiento para designar a su representante, hasta el punto de que se pensó en nombrarle ante los japoneses cuando éstos no ostentaban en Shanghai ningún poder oficial[vi]; pero más allá de los problemas protocolarios, el entonces gobierno español tampoco tenía constancia oficial de otros intereses claves para la presencia hispana en China, como había sido el fin efectivo de la Extraterritorialidad para los españoles por medio de una sentencia de un tribunal de Shanghai contra los misioneros agustinos. Una vez llegado a Shanghai, Ygual también encontró con fuertes dificultades para ejercer su labor: sus colegas diplomáticos dudaron de la validez del nombramiento y, según él cuenta, difundieron una consigna en la prensa para ignorarle. Mientras tanto, las autoridades de Shanghai no le reconocieron los privilegios por no estar reconocido el gobierno de Franco por el del Guomindang, lo que supuso tanto la ignorancia oficial hacia sus mensajes como dificultades en la aduana, así como que su correspondencia fuera censurada en Hong Kong.[vii] En cuanto a la colonia española de expatriados, sufrían fuertemente por la indefensión que suponía ese fin de la extraterritorialidad y además sus relaciones internas estaban muy deterioradas, principalmente entre los falangistas (especialmente pelotaris vascos, tanto en Shanghai como en Tianjin) y el resto de la colonia[viii]. Problemas importantes para una vuelta a la normalidad que, en definitiva, se podrían resumir en la falta de información, en la hostilidad latente hacia el nuevo régimen de Franco por su amistad hacia el invasor japonés y en la indefensión de la colonia.
El origen de estas dificultades se remontaba a la Guerra Civil: al haber reconocido el Guomindang al gobierno republicano y haberse quedado este gobierno sin representantes por pasarse todos los diplomáticos a los nacionales en 1937, se dio oficialmente por acabado el derecho de los súbditos españoles a la Extraterritorialidad. Los súbditos españoles pasaron, por tanto, a la jurisdicción de las autoridades chinas y los primeros afectados fueron esos misioneros agustinos, condenados a pagar 700.000 Dólares chinos, más intereses, a la empresa China Realty Company. Por su lado, España carecía de funcionarios que pudieran ser considerados como sus representantes en China: los tribunales de la carrera diplomática en el bando nacional habían depurado provisionalmente a la mayoría de los representantes españoles en Asia por no haberse adherido a tiempo. El plazo fijado había sido demasiado corto para las distancias con esta región, tanto para comunicarse por correo como para que los afectados pudieran haber recogido información suficiente sobre el desarrollo de la guerra. Solo uno se había adherido a los Nacionales desde un principio, Manuel Vázquez Ferrer, pero nunca enviaba comunicaciones y, de hecho, la información sobre esa sentencia contra los agustinos fue remitida a Exteriores por uno de esos depurados provisionales, Justo Garrido Cisneros, que permanecía residiendo en Pekín y lo había leído en la prensa[ix].
Con el fin de la Guerra Civil y la llegada de Ygual, algunos problemas comenzaron a subsanarse. Gracias en parte a dos viejos conocidos en el cuerpo, el embajador británico en China desde febrero de 1938, Clark Kerr y el cónsul italiano, el comandante Neyrone, su status como cónsul fue aceptado y el Consejo Municipal de la Concesión Francesa le acabó reconociendo su condición diplomática, aún sin exequatur. Otras dificultades fueron solucionadas gracias a Italia, que durante la Guerra Civil había ayudado decisivamente a la implantación de los diplomáticos franquistas en Asia[x]; gracias a Roma se consiguió esa información sobre cómo designar a Ygual (Ministro y Cónsul General, es decir, juntando las funciones consular y diplomática) o la protección de los intereses de la colonia española. Ygual, por ejemplo, solicitó de motu propio al cónsul italiano en Tianjin la protección de los ciudadanos españoles allí[xi].
La vuelta a la Extraterritorialidad, no obstante, resultaba algo más complicado; aunque las autoridades chinas le entregaban al consulado los ciudadanos españoles culpables de delitos, fueron concesiones que se hicieron de forma graciosa y ello no daba una seguridad suficiente para que sus súbditos se sintieran protegidos. Ygual, por tanto, pasó a tener como principal objetivo aparente la recuperación de este privilegio que se remontaba al siglo XIX. Informó a Madrid resaltando la necesidad de evitar el abandono de la nacionalidad de “varios religiosos españoles con importantísimos [subrayado en el original] negocios en Shanghai”;[xii] refiriéndose a esos agustinos que, temerosos de la posibilidad de que los tribunales chinos pudieran entrometerse en la administración de sus propiedades, habían pasado a inscribirse en otros consulados europeos. Y además, dio una serie de pasos para tomar contacto directo con los nacionalistas chinos usando al embajador británico, Clark Kerr, como intermediario. Este recomendó seguir los contactos por medio de Londres y a raíz de ello el embajador español allí, el Duque de Alba, fue implicado en las gestiones. La conclusión a la que éste llegó era previsible: España tenía que establecer relaciones oficiales con Chongqing. Hasta que no se diera ese paso, no se podía aspirar a recuperar la Extraterritorialidad. Ygual actuó por iniciativa propia, como ya hemos visto buscando conseguir más apoyos para que Madrid se decidiera por buscar relaciones con el Guomindang[xiii]. El objetivo era difícil, porque había que vencer las reticencias de unos y de otros, pero además tenía un calado más profundo: el establecimiento de relaciones entre los nacionalistas chinos, cualquiera fuera la razón, marginaría las relaciones con Japón y ayudaría a alejar a España de las potencias del Eje.
En Madrid no se escapaba el significado político de ese posible acercamiento al Guomindang y se limitaron a nombrar a un secretario en Pekín, José González de Gregorio (aunque en esta ciudad la función principal se había reducido a mantener el edificio de la Legación) y a aceptar la iniciativa de pedir al cónsul italiano en Tianjin la protección de los españoles, sugiriendo incluso la extensión de esa petición a toda la colonia bajo los ejércitos japoneses. Su propuesta de acercamiento a Chongqing iba demasiado alejada de la línea oficial y el ministro Jordana, sin negarlo taxativamente, le pidió que no siguiera por ese camino, poco antes de ser relegado de su cargo: “razones de aspecto general y de mayor importancia deben prevalecer sobre aquellas [la recuperación de la Extraterritorialidad] y abstenernos de esta iniciativa que nos colocaría en una situación difícil con países con los que tenemos estrechas relaciones.[xiv]” Las instrucciones posteriores, por su lado, fueron muy vagas y recuerdan a las primeras que le habían dado cuando en España no se sabía nada sobre la situación en China: “… debe ir sorteando las dificultades que se le presenten, sin adquirir ningún compromiso y apoyándose en la ayuda de los representantes de otros países amigos[…] por ejemplo, Italia.[xv]
Ygual comprendió pronto que ese apoyo italiano suponía un patronazgo que dejaba a los españoles poca capacidad de decisión. Así, fue presionado para hacer una visita al alcalde pro-japonés del Gran Shanghai, que después fue utilizada de forma propagandista. Disgustado, actuó de nuevo sin consultar a Madrid, y realizó unas declaraciones a la prensa señalando que esa visita había sido sólo de cortesía, con el único deseo de defender los intereses de los españoles. Añadió, además, que la gratitud hispana a Alemania o Italia no significaba estar atados a estos países mas allá de lo derivado por el Pacto Anti-komintern[xvi]. Y en una carta enviada al embajador británico expresó algo una intención que no podía reconocer ante sus superiores: negaba que el gobierno español estuviera dispuesto a seguir la política de Italia en China. Poco después, la actitud de la otra parte cambió; el británico pasó a proponerle viajar juntos a la capital del Guomindang, en una actitud que era una premonición de una nueva postura hacia la España de Franco. Por primera vez, Jiang accedía a entrar en tratos con Madrid, a pesar de que seguía apoyando claramente la invasión japonesa en su país.
Ygual había conseguido ya la mitad de su objetivo y el cambio podría ser entendido como un éxito suyo. No obstante, también fueron determinantes en este acercamiento los cambios en el contexto, desde el estallido de la II Guerra Mundial hasta los preparativos para la próxima formación de un gobierno colaboracionista en la China Central. Wang Jingwei se había instalado en Nanjing por estas fechas y había conseguido convencer a los hombres fuertes de los otros tres gobiernos pro-japoneses de Pekín, Shanghai y del norte de China para formar un gobierno nacional aparentemente unificado. Aparentemente, su esfuerzo tenía posibilidades de hacer nacer un gobierno capaz de administrar una mayoría de la población china; ello supondría un cambio en el equilibro de fuerzas, muchas expectativas de cambio y, sobre todo, temores en la China nacionalista. El propio Ygual cambió de punto de vista a raíz de estos acontecimientos que se desarrollaron paralelamente al estallido de la Guerra en Europa y pasó a creer que el gobierno de Jiang Jieshi en Chongqing estaba próximo a su fin. Propuso, en consecuencia, una actitud de espera ante “los futuros acontecimientos que, según dicen, han de ser inminentes”[xvii]. La situación había dado un giro radical respecto a la de unos meses antes: ahora era el Guomindang el que desearía con el reconocimiento de España hacer un nuevo acto de soberanía y Madrid la que dejaba de estar interesada, puesto que esperaba ser beneficiada de una hipotética victoria japonesa. La decisión en Exteriores pasó a ser “abstenerse de toda iniciativa de reconocer a un gobierno abocado a desaparecer pronto.[xviii]” y al Duque de Alba le instruyeron discreción[xix] para que no fuera “pillado con un reconocimiento no deseado de Chongqing, colocándonos en una situación falsa con respecto a Japón” [xx]. Era la hora de Wang Jingwei.

 

Perspectivas favorables para un gobierno pro-japonés

El invierno de 1939-40 fue el más difícil para la pervivencia del gobierno del Guomindang. La perspectiva de un gobierno nacional chino presidido por una personalidad prestigiosa como Wang podría arrastrar a otros generales y cuadros del Guomindang y dejar políticamente marginado al gobierno de Jiang Jieshi.
Fue en estos momentos cuando el gobierno de Franco tuvo una decisión importante en sus manos, porque su inclinación hacia cualquiera de los dos gobiernos podía influir de forma significativa en su lucha interna. Ambos intentaron que se decantara hacia ellos: el interés del gobierno nacionalista chino se puede comprobar por una extraña proposición para comprar armas y mercurio españoles que llegó directamente a la Presidencia del Gobierno.[xxi] Los japoneses también lo solicitaron y señalaron el argumento más apropiado a los oídos españoles, que Italia ya tenía propósitos de hacerlo[xxii]. Hicieron llegar el mensaje desde diversos lugares, por medio de las embajadas en París y en Roma y directamente en Madrid, pero no por medio de la Legación de España en Tokio, donde el Embajador pro-aliado Santiago Méndez de Vigo se enteró por medio de la prensa[xxiii]. La diplomacia franquista, por tanto, se encontraba ante una disyuntiva que le permanecería a lo largo del año 1940: el pro-japonesismo frente a la posible recuperación de la Extraterritorialidad.
Para el comienzo del año, la disyuntiva fue fácil de resolver porque el gobierno del Guomindang, “al decir del señor Ygual esta llamado a desaparecer pronto”[xxiv], según indicó la Dirección de Ultramar en Exteriores. Madrid, en consecuencia, decidió apostar plenamente por la caída de Jiang y ordenó de nuevo al embajador en Londres la suspensión de esas negociaciones en las que ya habían sugerido la discreción. Si unos meses antes se había escrito que era preferible una solución de hecho a “orientaciones doctrinales delicadísimas en la situación presente”[xxv], en esos momentos unas y otras se veían coincidir. España se veía beneficiada de seguir la estela italiana en Asia y fue aparentemente unánime la decisión de apostar por el triunfo de los japoneses, esperando ser recompensada por el hecho de no haber mantenido nunca relaciones con Jiang. La propuesta del Guomindang, en definitiva, fue rechazada: España reconocería a Wang, al igual que Italia.
La posición española, ciertamente, dependía cada vez más de Roma y multitud de pruebas hay sobre ello. Cuando llegó la noticia de la propuesta nipona de reconocimiento desde París, por ejemplo, el nuevo ministro de Exteriores, Juan Beigbeder, ordenó “preguntar a nuestra Embajada en Roma actitud Italia”[xxvi]. Más que dependencia, además, habría que hablar de supeditación: una vez que Italia había decidido a reconocer a Wang[xxvii], España habría tomado la misma decisión. La orden del Ministro a su Embajador en Roma fue clara “En cuanto llegue reconocimiento por Italia nuevo Gobierno Chino sírvase VE informar telegráficamente sobre el mismo y condiciones en que tenga publicado”.[xxviii] Y tras las gestiones consiguientes[xxix], García Conde le mostró a su homólogo japonés que Madrid “estaba muy bien dispuesto para acordar en su día igual reconocimiento [que Italia]”.[xxx] Beigbeder anotó en ese telegrama: “Tener presente para reconocimiento en cuanto lo haga Italia”. Las consideraciones ideológicas pasaron a tener más importancia y Roma había sustituido a Londres como principal fuente de información sobre China.
Pero a pesar de esa marcada subordinación hacia Roma en la política hacia Extremo Oriente, la postura hispana tenía un matiz distinto: deseaba recuperar la extraterritorialidad, algo que los italianos seguían disfrutando. Y ya que estaba decidido en Exteriores el reconocimiento de Wang, la discusión interna fue sobre cuándo se haría, la única baza que le quedaba. El embajador en Tokio, aunque informando también favorablemente sobre los avances japoneses, había propuesto una negociación[xxxi] y la idea no cayó en saco roto. Se preguntó tanto a Roma como a Berlín sobre las seguridades que se podrían recibir para que a España le fuera reconocida de nuevo la extraterritorialidad en China, mientras que a Méndez Vigo en Tokio se le inquirió sobre las probabilidades de una negociación “para cuando venga el momento en que bien conjuntamente con Italia, bien sólo, decida el Gobierno de España el reconocimiento de Wang”.[xxxii] España, que no quiso perder el contacto con Japón[xxxiii], sopesaba varias opciones: esperar al reconocimiento con Italia, retrasarse como probablemente haría Alemania, o anticiparse en solitario como muestra de esa amistad hacia Japón. Exteriores parecía inclinarse por ésta última; a pesar de que Méndez Vigo recomendaba esperar la llegada a Tokio del nuevo representante de Wang, la tendencia predominante era no considerar tan crucial la extraterritorialidad -a la que ya se veía, de cualquier manera, poco tiempo de vida[xxxiv]- y buscar beneficios políticos. No obstante, nunca se dejó de intentar un beneficio al reconocer al nuevo gobierno chino, y se decidió buscar para España el trato de nación más favorecida, con el fin de poder disfrutar de los posibles beneficios futuros que pudieran obtener otros países. España estaba dispuesta, por tanto, a reconocer a Wang en cualquier momento a partir de la constitución del gobierno de Wang, prevista para el 30 de marzo de 1940. Antes o después de Italia, en cuanto lo solicitara Japón y sin preocuparse excesivamente de lo que hiciera Alemania.
En la segunda quincena de marzo volvió a haber un giro en la situación: Japón pasó a dejar de solicitar el reconocimiento internacional de Wang. La constitución de un nuevo gobierno en la China central había debilitado el régimen de Jiang y algunos de sus generales se habían pasado al bando pro-japonés, pero Wang no había conseguido provocar una escisión importante en el Guomindang[xxxv]: aunque tambaleante, Jiang seguía resistiendo. Japón, por su parte, siguió manteniendo la esperanza de atraer a Jiang y retornar a la antigua alianza mutua contra los comunistas. En consecuencia, prefirió no echar toda la carne en el asador a favor del gobierno de Wang y esperar a las conclusiones de la misión del antiguo primer ministro, Abe Noboyuki.

 

De nuevo el contexto afectó decisivamente en los contactos entre españoles y chinos. Ygual volvió a cambiar de opinión, pasando a desaconsejar el reconocimiento de Wang: “aún le falta mucho para consolidarse”[xxxvi]. El Guomindang, por su parte, pasó a presionar de forma cada vez más intensa a Madrid, conocida ya claramente su postura favorable a Wang, y lo hizo en dos frentes diferentes. En París, fue entregada una nota protestando por el eventual reconocimiento del gobierno de Wang[xxxvii] y en Shanghai llegaron a prometerle a Ygual el reconocimiento del gobierno de Franco y la extraterritorialidad para España. Su única condición era que Madrid se olvidara de ese posible reconocimiento de Wang. De Ygual comprobó, por fin, que podía cumplirse el objetivo por el que había estado luchando desde su llegada a Shanghai. Pasó a defender enfáticamente la aceptación de las condiciones del Guomindang, tanto porque sería un hecho importantísimo para los intereses españoles en China como porque el gobierno de Chiang tenía “gran prestigio, larga vida y apoyo todos los países”. A cambio, proponía prometer a Japón reconocer a Wang “cuando hechos demuestren consistencia y autoridad nuevo gobierno y sea reconocido por otros países”.[xxxviii]
Esta propuesta de Ygual ante la oferta del Guomindang resultaba importante porque, por primera vez, proponía directamente hacer lo contrario de Italia. Fue significativo que Ygual prefiriera remitir el telegrama desde Tokio; la razón aparente era que esta Legación tenía la cifra más segura (envió el mensaje en mano por medio de un misionero), pero no puede escapar tampoco el hecho de que Santiago Méndez de Vigo era otro diplomático contrario al acercamiento a las potencias del Eje. Temía más la interferencia italiana en China que los probables desciframientos nipones. Además, el telegrama provocó el primer resquebrajamiento de la confianza en el futuro éxito del gobierno pro-japonés en China. La “firmeza, larga duración y prestigio” que De Ygual atribuía al Gobierno de Jiang rompió la coincidencia anterior entre las “soluciones de hecho” y las “orientaciones doctrinales”.
Pero los nuevos datos no cambiaron las decisiones, en parte porque se prefirió atender a otra recibida recientemente desde Tokio que se acoplaba mejor a las expectativas, afirmando que el Guomindang estaba destinado a desaparecer pronto[xxxix]. Madrid mantuvo la decisión favorable a Wang, porque aunque la aceptación de Chongqing colocaría a España en una posición más práctica, según afirmaba un informe de Exteriores, “no cabe duda que la reacción que produciría en el gobierno de Japón[…] habría de ser muy grande contra España y por tanto poco favorable a los intereses españoles en China”[xl]. El argumento es interesante; no era nuevo el deseo de mantener la supremacía de los intereses políticos, pero sí resulta novedosa la supeditación de los intereses españoles en China a la relación política con Japón. Y aunque, a pesar de la defensa apasionada de Ygual, no se aprobó la propuesta del Guomindang, se decidió buscar nueva información y, mientras tanto, sondear “lo que hay respecto al reconocimiento del Gobierno de Nankín por otras potencias y especialmente por el mismo Japón y si es posible dar a entender a este que el mantenimiento de nuestros derechos en China es asunto que interesa a España mantener dilucidado”.[xli] Madrid se planteaba nuevas dudas que implicaban, si bien muy levemente, una mayor reticencia a seguir los dictados italianos; preguntaron a Roma no sólo por su actitud hacia Wang, sino también por sus relaciones con el Guomindang[xlii].
Los italianos se dieron cuenta del ligero cambio e incrementaron la presión sobre Madrid, tanto por medio del envío de nueva información como por las gestiones directas, ante el Embajador español en Roma y visitando al Ministro Beigbeder en Madrid. Además, atacaron directamente al que consideraron culpable de las suspicacias, Pedro de Ygual, acusándole de falta de comunicación hacia sus colegas en China[xliii] y, sobretodo, de peón británico: “Se tiene motivo para estimar que dichas aperturas retrasadas [las gestiones para el reconocimiento de España] del Gobierno de Chunking sean inspiradas por aquel Embajador de Inglaterra”.[xliv] El significado de los contactos entre Ygual y Kerr, a quien en un párrafo anterior se le acusaba de emisario de Chongqing, aparece claros. El abierto desafío de Ygual a la posición italiana de valedora de los intereses de España había tenido respuesta y Exteriores cedió ante la presión italiana. El Ministro Beigbeder negó al embajador italiano, Francesco Lequio, los cambios en la postura española[xlv] y ordenó después a Ygual no “aceptar invitación Gobierno Chunking así como reanudar relaciones hasta recibir instrucciones”[xlvi]. Éste mostró su decepción muy claramente y lamentó “que mi punto de vista en defensa de los intereses españoles y mis trabajos de cerca de un año no merezcan la superior aprobación de VE”[xlvii]. Había sido derrotado, pero siguió perseverando en el mismo acuse de recibo de la nota de Madrid. Tras haber recibido una propuesta directamente del Ministro de Exteriores del Guomindang por medio del Embajador de Francia, Henry Cosme[xlviii], volvió a enfatizar la conveniencia de la propuesta de Chunking “que se haría privadamente y sugerida por ellos”[xlix].
Pedro de Ygual había conseguido un relativo éxito diplomático al conseguir de una de las mitades la aprobación, ciertamente gracias a su tenacidad. Pero no fue profeta en su tierra, antes bien se ganó la desaprobación cada vez más clara de sus superiores por seguir utilizando a Francia y al Reino Unido como intermediarios en lugar de a los italianos. La política tan decididamente pro-Eje de los comienzos de la España de Franco[l] no iba con él. Diplomático especialmente activo, De Ygual tuvo la característica de actuar sin instrucciones desde Madrid pensando que su conocimiento del país le daría una capacidad de influir que realmente no tuvo. Fue, precisamente, una visita de una Misión a China desde España la que complicó los hechos más aún.

 

La Misión Económica Española a Japón

El hecho más importante de las relaciones entre el gobierno de Wang Jingwei y el de Franco es la visita de una numerosa comisión oficial de carácter teóricamente económico que, tras desplazarse al archipiélago japonés, aceptó continuar el viaje a través de los territorios continentales dominados por su ejército. Fue precisamente en la China de Wang donde la visita tuvo el contenido político más importante.
Entre los años 1939-40, varios organismos oficiales japoneses de carácter económico se encargaron de cursar invitaciones a países, principalmente latinoamericanos, para el envío de misiones económicas que permitieran estudiar las posibilidades de incrementar la cooperación económica mutua. Estas invitaciones estaban motivadas por el deseo de diversificar la compra de materias primas y aliviar la fuerte dependencia hacia Estados Unidos, precisamente en unos momentos en que las relaciones mutuas se deterioraban y Washington empezaba a utilizar su poder de restringir las exportaciones para obligarle a llevar una política militarista menos agresiva, principalmente en China[li] La razón de que predominara el interés hacia el mercado latinoamericano eran la gran cantidad de materias primas que allí podría obtener Japón y el despliegue principal fue en esta dirección; se envió como embajador especial para promover el comercio a Katô Sotomatsu, se organizó con todos los jefes de misión de todo el continente, se cursaron invitaciones para el envío de misiones económicas a Argentina, Perú, México, Paraguay y Bolivia y, finalmente, se impulsaron negociaciones comerciales directas con Chile.
La invitación a España tenía, en un principio, un objetivo semejante a las latinoamericanas: recibió también el nombre de Misión Económica y se buscaron miembros de los distintos ministerios para que pudieran conocer y aprovecharse de las posibilidades de cooperación hispano-niponas en los diversos campos, excepto en agricultura. La invitación se cursó el 15 de noviembre de 1939, en representación de la Cámara de Comercio de Japón, especificando que el proyecto era “con el fin de fomentar el intercambio comercial entre España y el Japón y de contribuir al estrechamiento de las relaciones de amistad entre los dos países […] con objeto de estudiar las condiciones comerciales e industriales […] y de ponerse en contacto con las personalidades de dichos centros japoneses”.[lii]

Posteriormente, los nipones concretaron más y apuntaron que los objetivos no eran sólo económicos, sino también “una misión de amistad enviada por España al Japón[liii].” La parte japonesa, no obstante, no pareció mostrar un especial interés en la parte política de la Misión ‑a excepción de quién pudiera ser el presidente‑ y se interesó más bien por la asistencia de personalidades ajenas al funcionariado, quizás altos cargos de entidades semejantes a sus Zaibatsu (conglomerados industriales), con los que poder concretar esa cooperación.
La selección fue difícil porque muchos querían ir. Aunque la invitación inicial era para un total de quince miembros, el número se fue ampliando progresivamente hasta llegar a los 20, a fuerza de solicitárselo a los japoneses,[liv] aunque finalmente no participó representante de conglomerado industrial alguno.[lv] El presidente de la misión fue Alberto Castro Girona[lvi] y el vicepresidente José Rojas y Morella. Los delegados, el Capitán de Navío Arturo Génova Torreulla, el Teniente Coronel de Artillería Alfonso Muñoz Cobo y Esteban, Mariano de Iturralde y Orbegozo, Aurelio Sol y Pagán, Joaquín Calvo Sotelo, Antonio Robert y Robert, el Capitán de Artillería Diego de LaCruz Solares, Enrique Chávarri y Rodríguez Codes, Fernando Ramírez Escribano, el comandante Rafael Martí Fabra, Isabel Argüelles Armada, Francisco Martí Vidal, José Antonio Balenchana y Pablo Moreno González. Las cuatro acompañantes fueron fueron Concepción Puruzana López, Victoria Rojas y Rosado, Luisa González Teruel y Amalia Arburúa de Lamiyer. En total fueron cinco representantes del Ministerio de Guerra, uno de Marina, cuatro de Asuntos Exteriores, cuatro de Comercio, uno de Hacienda y uno de Gobernación. El único no-funcionario era Francisco Martí, antiguo empleado de las aduanas chinas durante casi tres décadas, que fue escogido para servir de traductor, y la selección dentro de los ministerios fue por la capacidad de hablar idiomas. Recibieron 400 dólares en calidad de dietas a excepción de la falangista Isabel Argüelles, quien entró por indicación del Ministro Beigbeder.[lvii] José Rojas llevó la dirección política hasta su regreso precipitado, aunque también eran significados, por el Ministerio de Comercio, Iturralde y Ramírez.
La expedición salió el 12 de abril de 1940 en el buque Hakozaki Maru y llegó a Shanghai el 29 de mayo. Al llegar a Japón, la Misión tuvo una agenda protocolaria muy apretada, con una audiencia con el Emperador y visitas a los ministerios de Asuntos Exteriores, Hacienda, Guerra, Comercio e Industria, Marina, Agricultura y Ultramar. Además, impartieron dos conferencias y visitaron numerosas empresas. Entre las actividades de carácter cultural se mezcló un claro contenido político: algunas ciudades entregaron regalos para el General Franco[lviii], en la visita a la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio o Tôkyo Gaikokugo Daigaku, los alumnos les cantaron un “Cara al Sol” y las películas traídas desde la península, por ejemplo, incluían una sobre el entierro de José Antonio Primo de Rivera. La situación bélica de entonces incitaba ese interés político y, precisamente durante su estancia en Japón, les llegó la noticia de la entrada de Italia en la II Guerra Mundial. Esta entrada de un país tan importante para España llevó a Exteriores a ordenar la vuelta urgente de José Rojas y a la cancelación de la visita de Castro Girona a Filipinas[lix]. No obstante, la misión embarcó de regreso en Shanghai el 6 de agosto sin modificaciones, aunque llegó a considerarse la vuelta a través de la Unión Soviética. Fuera del territorio insular japonés, también se hicieron actividades semejantes a las realizadas en la metrópoli: visitaron el Manchukuo donde, a propuesta de los chinos, se dirigió un comunicado conjunto a la prensa en el que se señalaba la existencia de “una completa identidad de puntos de vista” y se mencionaba la conclusión de un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación que nunca se puso en práctica[lx]. Los miembros participaron en la exhibición de películas y en la realización de actos políticos tendentes a impulsar la amistad entre España y el Imperio Japonés[lxi].
Pero destaca, entre todas estas actividades, la visita a la sede del gobierno pro-japonés de Wang Jingwei en Nanjing. Fue la primera de una misión extranjera a este nuevo gobierno marioneta que no estaba aún reconocido siquiera por Japón; el significado político fue importante y la utilización propagandística, muy grande. Pedro de Ygual trató de evitarlo cuando se enteró por casualidad del plan e inmediatamente tomó un avión para encontrarse con la Misión en la capital de Manchukuo, Harbin. Explicó directamente a los miembros el significado político de tal visita a Wang[lxii] y logró que pidieran a Madrid reconfirmar la autorización para hacer la visita[lxiii]. Pero Exteriores lo reconfirmó inmediatamente y, con ello, se hubo de contentar con que la visita se redujera a cuatro miembros y a que le prometieran un carácter más privado durante los 3 días de estancia, entre los días 2 y 4 de agosto de 1940[lxiv]. El acto principal de esa visita fue la recepción con el presidente Wang, en la que éste mostró su entusiasmo por ser la primera vez que recibía el respaldo internacional, señalando que esperaba que esa visita fuera el primer paso en el establecimiento de unas relaciones normales[lxv]. Alberto Castro Girona, por su parte, debió dejarse llevar por la euforia del momento y hubo de hacer alguna promesa verbal de reconocimiento en un futuro próximo, pues después lo recordaron los chinos con insistencia[lxvi].
La visita de la Misión Económica española conllevó, de esta forma, una decisión política importante que logró decantar a España contra las potencias democráticas en China sin conseguir ningún beneficio a cambio. Además, no fue un desliz del que se pueda culpar a los miembros de la misión, sino que fue autorizado expresamente por Madrid. La única explicación a este desliz es el histórico desinterés por lo ocurrido en Extremo Oriente. Una anécdota del viaje nos lo puede hacer entender: cuando en una ocasión Castro Girona preguntó quien era el señor que aparecía en un retrato y fue respondido con una aparente sorpresa que era el doctor Sun Yat-sen, no tuvo reparo en afirmar que nunca había oído ese nombre[lxvii]. Es mas difícil comprender el desinterés por parte del Ministerio de Exteriores y la ligereza para autorizar este viaje a Nanjing. Quizás la única razón fuera devolver en la medida de lo posible el favor de haber invitado a veinte personas en un viaje con todos los gastos pagados. No obstante, para sacar las conclusiones creemos que nos podría servir una comparación con el reconocimiento del Manchukuo por el gobierno franquista: en noviembre de 1937, cuando los japoneses lo sugirieron como contraprestación a su propio reconocimiento al régimen nacional, los españoles aceptaron sin plantear problemas de ningún tipo y la contestación al telegrama fue con un solo día de diferencia. No se meditó un reconocimiento de un estado títere que hasta esos momentos sólo tenía relaciones con países sin una política exterior muy definida, como El Salvador o Guatemala, y cuando ni Italia ni Alemania lo habían reconocido. Un país más cercano habría merecido una mayor atención.
Aparte del excelente trato protocolario a los funcionarios españoles, los resultados de la misión no dejaron contenta a ninguna de las partes: los españoles habían ido a aprender y a sacar una información que les fue negada, porque las visitas a centros industriales se solían reducir a invitaciones a la ceremonia del té en salas apartadas, sin posibilidades de aprender nada fuera de lo escasamente permitido por los japoneses. Tampoco las Cámara de Comercio japonesas vieron incrementarse el comercio mutuo ni la exportación de materias primas, ni se firmó más que una declaración conjunta, ninguno cuyos puntos se pudo nunca poner en práctica.[lxviii] La misión mostró las dificultades para que las relaciones políticas amistosas pasaran más allá del contenido propagandístico; por ello, el más satisfecho hubo de ser Wang Jingwei, siquiera temporalmente, puesto que la visita podía presagiar un primer ansiado reconocimiento diplomático que les seguía negando sus propios patrocinadores en Tokio. Mucha publicidad fue dada a la visita y, según señalaba un miembro de la embajada norteamericana en Shanghai, “fue sentido sin duda que el “Gobierno nacional” había recibido un anticipo de ese “reconocimiento oficial”, para el cual [Wang] tiene aparentemente un deseo tan desmesurado”.[lxix]
Los diplomáticos norteamericanos vieron la visita de la Misión Económica movida “por puros motivos políticos […] y por el deseo de complacer al gobierno japonés”[lxx] y, aunque Tokio quería intensificar la colaboración económica, sólo fue posible hacerlo en el aspecto político, por medio de la propaganda. En este sentido, la Misión española tiene importantes paralelismos también con la Misión Fascista Italiana que, presidida por el Marqués Giacomo Paulucci di Calbodi, visitó Japón en 1938, durante la cual la utilización del arma propagandística fue masiva.[lxxi] Aparte de la propaganda, en pocas ocasiones fue posible dar un contenido concreto a la compenetración política de ambos gobiernos. Fue con el nombramiento de Ramón Serrano Suñer cuando los intereses de este tipo pasaron a predominar como nunca antes había ocurrido, tal como veremos en el siguiente capítulo.

 

España, sin política en China

Pasado el verano de 1940, las expectativas creadas por el nuevo gobierno de Wang se habían difuminado, en buena parte por las limitaciones tan estrictas del ejército a la oferta a Wang para formar un gobierno nacional: Mongolia Interior permanecería fuera de su jurisdicción, el Norte de China sería virtualmente independiente, no se retirarían las tropas japonesas, serían asignados consejeros japoneses en las esferas mas amplias de la organización social, incluidos todos los niveles en las escuelas y, por último, Tokio mantendría el control sobre las finanzas y la economía chinas. Fracasada la opción Wang para hacer caer al Guomindang, ya sólo quedaba retornar a la solución militar, un camino al que eran espoleados los nipones por los triunfos de sus aliados en Europa. Dentro del Eje Berlín-Roma, por otro lado, el antiguo balance entre italianos y alemanes se desequilibraba cada vez más, según los italianos iban cosechando derrota tras derrota. La diplomacia de Mussolini, en consecuencia, había de someterse a las directrices alemanas sin la capacidad de influencia de antaño y la política en China fue un fiel reflejo de la situación descrita. Ya no sería posible que Italia arrastrara a los alemanes en la política de alineamiento hacia Japón, tal como había ocurrido en el caso del reconocimiento del Manchukuo.
Pedro de Ygual fue progresivamente radicalizando sus mensajes y, tras la visita de la Misión Económica, no sólo siguió en su empeño de intentar impedir cualquier acercamiento al régimen de la China Central, sino que adquirió un tono cada vez más amenazante hacia sus propios superiores: “un reconocimiento prematuro por parte de España al Gobierno de Nankín nos creará una situación muy difícil con los representantes de las otras naciones en las Concesiones, y especialmente con el Gobierno de Chiang, lo que puede traducirse en matanzas de nuestros misioneros en la parte de China que ellos dominan, o continuos atentados en personas y bienes españoles”.[lxxii] Desgraciadamente acertó, porque por esas fechas moría un misionero jesuita, Ricardo Ponsol, asesinado por las tropas del Guomindang. Sus propuestas ya ni siquiera fueron respondidas. Así ocurrió con una que hizo tras recibir varias notificaciones del Gobierno de Wang en las que se participaba de su formación, proponiendo a Madrid que se le autorizara a limitarse a acusarlas recibo sólo en su nombre.[lxxiii]
De Ygual fue destituido, finalmente, el 9 de noviembre de 1940, escasamente tres semanas después de la llegada de Ramón Serrano Suñer a la dirección de la diplomacia española. Tras conocer el punto al que habían llegado las diferencias entre el diplomático y sus superiores, la destitución no resulta extraña, pero también simboliza el empuje arrollador hacia una mayor subordinación al Eje, así como la supeditación de los intereses españoles en pos de esa victoria final que se preveía sobre los aliados. El papel de los diplomáticos en Oriente llegó a sus nivel más bajo y no tuvieron mucha idea de las decisiones hasta que ya estaban tomadas. El estudio de la diplomacia española en Asia, por tanto, pierde buena parte de su interés, por la falta de autonomía ante los dictados de Alemania.
Cuando, finalmente, el gobierno de Wang fue reconocido por Japón, el 1 de diciembre de 1940[lxxiv], España no tomó ninguna decisión propia. Nos puede dar idea de la importancia que Nanjing concedió a la promesa española de reconocimiento, el hecho de que poco después de su proclamación, el 16 de diciembre, el mismo Ministro de Negocios Extranjeros de Wang visitó el Consulado en Shanghai para manifestar las esperanzas de que pronto España reconocería a su gobierno “conforme a las promesas recibidas en la Misión Económica”.[lxxv] No fue así porque España ya no era capaz de moverse un ápice de la línea oficial y pronto se comprobó que las antiguas promesas de Castro Girona habían quedado en agua de borrajas.
Hasta pasado más de medio año no hubo ningún nuevo movimiento para el reconocimiento del gobierno de Wang, tal como ya veremos, pero en ese intervalo España tuvo la primera ocasión de probar la disposición de las autoridades japonesas en los intentos por recuperar la Extraterritorialidad, puesto que Ygual sólo había conseguido que se reconociera tácitamente.[lxxvi] En marzo de 1941, cuando un tribunal chino de la concesión internacional de Xiamen decidió la venta de la propiedad de un súbdito de doble nacionalidad, china y española, Gómez Saw‑huat, fue la primera vez que se llegó a plantear un pleito en la zona ocupada por el ejército japonés y, por tanto, delante de un Tribunal chino intervenido por consejeros nipones. Al igual que el tribunal pro-nacionalista, los pro-japoneses también pusieron en duda los derechos españoles de extraterritorialidad[lxxvii] pero, gracias a las protestas diplomáticas y probablemente por no enturbiar esas buenas relaciones políticas, las autoridades japonesas suspendieron la sentencia, aunque reiteraron el argumento de que era un problema entre chinos y españoles[lxxviii]. De esta forma, aún sin reconocimiento explícito, los súbditos españoles siguieron gozando de la Extraterritorialidad y no se volvió a plantear la cuestión hasta la caída del gobierno de Nanjing.
En la China ocupada por Japón, los favores que tanto esperaron los españoles por esa amistad mutua fueron muy relativos, al igual que lo ocurrido con italianos o con alemanes. Tal como hemos visto razonar anteriormente, la actuación japonesa llevaba un tinte antioccidental que implicaba también a esos europeos con los que estaba temporalmente aliada. Al igual que en otras zonas, los españoles ayudaron en la lenta penetración de los nipones en Shanghai, ayudando a que consiguieran el control del International Settlement, a conseguir la entrega de los títulos privados de propiedad de tierras de Nanjing o en las reuniones del Consejo del Cuerpo Consular[lxxix] pero las ventajas que obtuvieron respecto a otros occidentales fueron escasas: varios incidentes privados muestran una escasa deferencia y un ejemplo de ello es una patada de un soldado japonés a De Ygual que necesitó de una Nota Verbal del consulado para que la afrenta fuera reconocida. Quizás los que más sufrieron por este estado bélico en China fueron los misioneros quienes, mientras que por un lado estuvieron presos de las posibles represalias del Guomindang por las intimas relaciones entre las diplomacias nipona y española, por el otro fueron objeto de bombardeos esporádicos de aviones japoneses. Su único consuelo fue que sus protestas eran recibidas e incluso algunas tuvieron efecto: se retiró un intento del ejército de apoderarse de un colegio jesuita e incluso se les indemnizó por los daños causados por un bombardeos[lxxx]. Otros no tuvieron esa posibilidad.
El reconocimiento de Wang Ching-wei por España llegó finalmente el 1 de julio de 1941, mas de un año después de la fecha inicialmente prevista. Para entonces, como ya hemos dicho, la independencia de la política italiana en Asia Oriental y la pequeña autonomía de España eran ya cosa del pasado. Fue Alemania quien lo decidió y los italianos los que hubieron de limitarse a seguir el camino, tal como vemos en el famoso diario del ministro de Exteriores italiano, Galeazzo Ciano: “Los japoneses quieren el reconocimiento del gobierno de Wang Ching‑wei, y en Berlín están de acuerdo. Me lo telefonea Ribbentrop”.[lxxxi] España haría lo mismo, pero es interesante comprobar que la antigua relación especial entre españoles e italianos aún continuaba bajo la égida alemana. Los españoles también preguntaron en Roma qué actitud tomar ante el futuro reconocimiento de Wang[lxxxii] y así, a pesar de ser una decisión cien por cien alemana, el día anterior al acto llegaron a Exteriores en Madrid dos notas verbales por separado urgiéndolo e indicando el procedimiento a seguir. Una nota era alemana y la otra italiana y el procedimiento que indicaban variaba ligeramente; dentro de esta mínima opción, se siguió la sugerencia italiana ‑un telegrama del Ministro de Exteriores al representante en Shanghai para que éste lo entregara al Primer Ministro‑, aparentemente por una razón muy simple: había sido la primera en llegar.[lxxxiii] La capacidad de decisión española había descendido a límites mínimos. El día 9 de julio, el nuevo cónsul Alvaro de Maldonado cumplió la orden en Nanjing. Por supuesto, fue una decisión que no se consultó con los diplomáticos en la zona; a Méndez de Vigo le preguntaron en la Sección de Asia del Ministerio de Exteriores japonés por la noticia oficial sobre el reconocimiento y no pudo esconder su ignorancia: no lo sabía, y sólo se enteró la misma tarde del reconocimiento cuando visitó al Embajador de Italia[lxxxiv].
No hubo actos especiales tras el reconocimiento de Wang por el gobierno de Franco.[lxxxv] Ambos gobiernos, de acuerdo con el telegrama enviado por Serrano Suñer, se propusieron enviar representantes mutuos, y mientras que el chino llegó a Madrid en el año de 1942, ningún representante español llegó a residir en Nanjing, aunque se anunció.[lxxxvi] Y a pesar de esa amistad política, no se consiguieron avances en la extraterritorialidad; el Ministro de Exteriores chino le reconoció verbalmente al representante español los mismos derechos y prerrogativas para sus conciudadanos que antes de la Guerra Civil, pero nunca aceptó reconocerlo por escrito.[lxxxvii] Estas gestiones de Maldonado no parecían interesar excesivamente al Ministro Serrano Suñer, quizás el más predispuesto a olvidar la extraterritorialidad. El objetivo de mantener unas buenas relaciones con Japón parecía prioritario y ello llevó a que se respondiera a Maldonado en noviembre de 1941 que “no es posible en las circunstancias actuales invocar razones legales ya que este asunto carece de base jurídica para reforzar un argumento y emplearlo o esgrimirlo como un derecho. En términos generales es natural que la suerte de España es este aspecto sea la misma de las otras potencias que tienen igualmente reconocida su jurisdicción en China”.[lxxxviii] Seguía afirmando que le parecía normal que, habiendo dos chinas, si una había sido reconocida oficialmente por Madrid, también el gobierno de Chongqing se considerara desligado de este compromiso vis à vis, “(…) En realidad este es asunto de negociaciones directas en el que la habilidad del funcionario puede defender o entretener durante algún tiempo el statu quo actual con el gobierno de Nankín sin que a este departamento se le oculten razones que invoca VE para que un día llegue a desaparecer totalmente como ha ocurrido ya en otros países.”[lxxxix] Era una justificación política; sin la búsqueda de la extraterritorialidad, la autonomía de la política hispana hacia China disminuía y él era el responsable de este proceso.

 

Conclusiones

¿Hubo una posición definida de España hacia China en el período que va desde la Guerra Civil al de la Guerra del Pacífico? Sin duda hubo una dicotomía entre intereses económicos, centrados en la consecución de la extraterritorialidad y los políticos, centrados en la amistad con el Eje, en los que vencieron claramente los políticos. Pero también hubo una disociación entre el Ministerio de Exteriores desde Madrid, más preocupado por seguir a Italia o por satisfacer a Japón en sus demandas y entre los diplomáticos en la zona, más pro‑aliados ideológicamente, pero también más preocupados por la visión local de los intereses, que se preocupaba por la pérdida de la extraterritorialidad y por el juego de fuerzas en el propio país.
El período estudiado ve una evolución paulatina hacia el momento en el que la política exterior española ha estado sometida más directamente a las consignas del Eje, el período de Serrano Suñer. También se puede observar un creciente interés hacia Japón dentro de las relaciones exteriores de España que llevó a que por primera vez este Imperio pasara a ser un objetivo con importancia propia para Madrid, y a englobar a la relación con China con un carácter secundario. Y si bien el período intenso en las relaciones con Japón fue un período breve, que decayó desde poco después del estallido de la Guerra del Pacífico[xc] y no tuvo mayores consecuencias, en el caso de España y China, no obstante, los recuerdos perduraron bastantes años. La visión hispana de los nacionalistas chinos siguió siendo bastante sesgada y tendente a recordar su antigua alianza con los comunistas; la prensa lo trató negativamente hasta pocos meses antes de acabar la Guerra Mundial (a fines del año 1943 apareció el primer artículo en la prensa española hablando positivamente de Jiang, en el diario Ya) y el gobierno español incluso siguió manteniendo como exiliados políticos a los antiguos diplomáticos del Manchukuo y del gobierno de Wang hasta entrada la década de 1950.[xci] Desde la parte china, tampoco se olvidaron las actitudes de la diplomacia franquista y durante la posguerra mundial rechazaron en varias ocasiones los intentos de Madrid de reanudar las relaciones mutuas[xcii], a pesar de las crecientes concomitancias ideológicas y su radicalización política tras la derrota en la guerra civil ante el Partido Comunista. Fue solo en junio de 1952 cuando se restablecieron las relaciones. En buena parte, fue debido a la labor de intermediación de la Iglesia[xciii], pero también a la creciente polarización mundial tras el estallido de la Guerra de Corea, que llevó al establecimiento de relaciones del régimen franquista con un buen número de bastiones anti-comunistas en Asia, como Filipinas, Thailandia o Japón. El anticomunismo y la relación con Estados Unidos era prioritario[xciv]. Las relaciones bilaterales, de nuevo, volvían a estar completamente subordinadas a intereses mas vitales.
** Usamos el sistema pinyin para los nombres. En el caso de Wang Ching-wei, lo usaremos indistintamente puesto que las referencias de la época a él son en el sistema Wade-Giles.

Abreviaturas:

AGA-AE: Archivo General de la Administración, Asuntos Exteriores. (Alcalá de Henares)
AMAE-P: Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Expedientes personales. (Madrid)
AMAE-R: Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, Archivo Renovado. (Madrid)
APG-JE: Archivo de Presidencia de Gobierno, Sección Jefatura del Estado. (Madrid)
ARE: Archive du Ministère français des Affaires Étrangères (París).
CUS: Confidencial U.S. Diplomatic Records. (microfilm)
Dcho.: Despacho
FO: Foreign Office (Londres)
IEME: Instituto Español de Moneda Extranjera.
NARS: National Archives and Record Service. (Washington)
PRO: Public Record Office, (Londres)
Mae: Ministro de Asuntos Exteriores.
Tel.: Telegrama.

Citas

[i] José Eugenio Borao. España y China, 1927-1967.Taipei, Central Book Publishing Company, 1994. 283 pp.
[ii] Ojeda, M., “Relaciones entre España y China entre 1927 y 1937”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea. Vol. I. Madrid, 1980. pp. 218-19. Cf. AMAE-R, Leg, 941, exp. 12.
[iii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 13. Dcho. 26 de Maldonado a Mae, Pekín, 14 de agosto de 1940.
[iv] Eastman, Lloyd E. Seeds of Destruction: Nationalist China in War and Revolution, Stanford, Stanford University Press, 1984, pp. 30-31, en T’ien Wei Wu “Contending Political Forces during the War of Resistance” en James C. Hsiung & Steven I. Levine (ed.), China’s Bitter Victory. The War with Japan, 1937-1945. Armonk, New York: M.E. Sharpe, 1992, p. 55.
[v] AMAE -P. Ygual. Dcho. 147 de Ygual a Mae, Shanghai, 1 de diciembre de 1940.
[vi] Las anotaciones manuscritas sobre el telegrama desde Roma indican este desconocimiento: “¿Cómo se nombran [una palabra] en China sin [dos palabras] diplomáticos? Si ha tratado con el Ministro del Japón que telegrafíe a su gobierno y nos dirá la gestión que hay que hacer.” AMAE-P. Ygual. Tel. 56 de Embajador de España a Mae, Roma, 30 de enero de 1939. También, id., Tel. 143 de Conde (procedente de Garrido Cisneros) a Mae, Roma, 28 de enero de 1939. El Cónsul británico en la ciudad denomina este nombramiento “de acuerdo con las circunstancias”. PRO, FO, Exp. 34757 (9292/2612/41) no minuta. Tel. 545 de Clark Kerr a FO., Shanghai, 14 de junio de 1939.
[vii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Dcho 47 de Ygual a Mae, Shanghai, 22 de agosto de 1939.
[viii] Ver mi “Falange en Extremo Oriente, 1936-1945”, en Revista Española del Pacífico, N. 3, año III, 1993, pp. 89-92.
[ix] La situación de este ex-Embajador era muy confusa y fue criticada su actuación; la Sección de Ultramar anotó: “No se concibe cómo el Sr. Garrido remite la información sin el menor comentario y sin dar cuenta de haber hecho inmediatamente las enérgicas reclamaciones pertinentes”, y el propio Ministro escribió: “¿Pero como no ha sido relevado aún el Sr. Garrido?” AMAE-P. Garrido Cisneros. Dcho de Garrido a Mae, Pekín, 21 de noviembre de 1938. Garrido culpó a su ex-colega y enemigo Vázquez Ferrer.
[x] Sobre ello, ver mi Tesis Doctoral, Relaciones Hispano-Japonesas, 1937-1945. Universidad Complutense de Madrid, 1993 y Ferretti, Valdo, “Italia y el reconocimiento diplomático del gobierno nacional español por parte de Japón”, en Revista Española del Pacífico Nº 5, Madrid, 1995, pp. 225-230.
[xi] Además, sugirió nombrar un vicecónsul honorario en la ciudad. AMAE-R, Leg. 832, exp. 11. Dcho de 27 de junio de 1939.
[xii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Dcho. 47 de Ygual a Mae, Shanghai,. 22 de agosto de 1939.
[xiii] Aunque Ygual indicó a sus superiores que había hablado sobre un posible reconocimiento a cambio de la Extraterritorialidad, la documentación remitida por Clark Kerr indica que le fue preguntado, simplemente “si el gobierno chino estaría dispuesto a reconocer al gobierno español”. También hay discrepancia en la documentación sobre cuantas veces se entrevistaron sobre ello, Ygual señala que Kerr le dio esperanzas para luego ralentizarlas con las consultas por medio de Londres, mientras que según Kerr la pregunta y la respuesta suyas fueron al mismo tiempo. PRO, FO, Exp. 34757 (9292/2612/41) Tel. 545 de Kerr a FO, Shanghai, 14 de junio de 1939. Sobre la versión de Ygual, AMAE-R, Leg. 832, exp. 11. Carta de Ygual a Jordana, Shanghai, 27 de julio de 1939.
[xiv] AMAE-R, Leg. 832, exp. 11. Oficio de Jordana a Cónsul en Shanghai, Burgos, 9 de agosto de 1939.
[xv] Ibíd.
[xvi] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 13, Dcho 25 de Ygual a Mae, Shanghai, 21 de junio de 1939. Recortes con sus declaraciones (sin específicar título ni día).
[xvii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Despacho 58 de Ygual a Mae, Shanghai, 17 de septiembre de 1939.
[xviii] Ibíd. Anotación manuscrita al margen de 10 de octubre de 1939.
[xix] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Orden 363 de Mae a Embajada en Londres, Madrid, 17 de octubre de 1939. También Minuta 66, de igual contenido, a Méndez Vigo, firmada por Domingo de las Bárcenas. Para las dificultades que encuentra Alba en Londres, ídem., Dcho 1138 de Alba a Mae, Londres, 4 de noviembre de 1937.
[xx] Anotación de José Rojas a Informe de Fermín López Roberts a Beigbeder, quien da su conformidad, Ibíd. Madrid, 14 de octubre de 1939.
[xxi] Presidencia del Gobierno lo comunicó al Ministerio de Industria y Comercio, y desde aquí se informó a Exteriores, pero no sabemos la procedencia exacta de la propuesta, porque la nota hablaba de esta posibilidad “según información recibida”, sin añadir más datos. Fechada el 30 de diciembre de 1939. AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Nota del Director de Ultramar, Madrid, enero de 1940.
[xxii] Ibid. Dcho 60 de Lequerica a Mae, París, 14 de enero de 1940. Nota de Director de la Sección de Ultramar a Ministro, Madrid, 2 de febrero de 1940.
[xxiii] “El reconocimiento formal del nuevo gobierno [de Wang] será otorgado casi simultáneamente por Italia y por el Japón. Enseguida, dice el Asahi [Shimbun], vendrá el reconocimiento de Alemania y España” (el subrayado es nuestro). AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Dcho 28 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 30 de enero de 1940. Ver también Ibíd. Tel. 45 de García Conde a Mae, Roma, 6 de febrero de 1940
[xxiv] Ibíd. Informe de la Dirección de Ultramar de 16 de enero de 1940. No hay más información sobre este asunto en el Archivo del Ministerio, aunque se pide que los antecedentes e información necesarios se envíen directamente al Ministerio del Ejército y a la Dirección de Minas de Almadén y Arrayanes.
[xxv] Anotación de José Rojas a Informe de Fermín López Roberts a Beigbeder, quien da su conformidad, AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Madrid, 14 de octubre de 1939.
[xxvi] AMAE-R. Leg. 1736, exp. 12. Dcho. 60 de Lequerica a Mae, París, 12 de enero de 1940.
[xxvii] NARS-RG 457. SRDJ, pág. 06280. Tel. 140 de Amau a Tokyo. Roma, 19 de febrero de 1940. Ver también Ibid. Dcho 28 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 30 de enero de 1940.
[xxviii] AMAE-R, Leg. 1466, exp. 14. Tel de Mae a Embajada de Italia, Madrid, 7 de febrero de 1940.
[xxix] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Tel 7 de García Conde a Mae, Roma, 8 de febrero de 1940
[xxx] Ibid. Tel 137 de García Conde a Mae, Roma, 14 de marzo de 1940.
[xxxi] Se refiere a una “gestión contractual del reconocimiento”. AMAE-R, Leg. 1736, exp. 21. Dcho 431 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 18 de diciembre de 1939.
[xxxii] Ibid., exp. 11. Informe de López Roberts, Madrid, 15 de marzo de 1940.
[xxxiii] NARS-RG 457. SRDJ, pág. 06404. Tel. 55 de Yano Makoto a Tokio, Madrid, 11 de marzo de 1940.
[xxxiv] Ibid. Dcho 89 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 19 de marzo de 1940. Contestación telegráfica en Tel 17 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 18 de marzo de 1940, en contestación a Tel 5 de Beigbeder a Méndez Vigo, Madrid, 16 de marzo de 1940.
[xxxv] Ibíd. tels. 155 y 156 de Embajador de España a Mae, Roma, 20 de marzo de 1940. Ver despacho de la Agencia EFE. s.f. [27 de marzo?]
[xxxvi] Ibíd., exp. 11. Dcho 34 de Ygual a Mae, Shanghai, 10 de abril de 1940.
[xxxvii] Ibíd., exp. 12. El telegrama es de Wang Chung‑hui, Ministro de Negocios Extranjeros de la República China, París, de 6 de abril de 1940, con una nota de 30 de marzo. No hemos podido asegurar la fecha de este despacho, en el que solo consta la fecha de llegada a Madrid (24 de junio), aunque, de cualquier forma, la información llegó antes del 12 de abril. La Embajada española no hizo ofrecimiento alguno a los chinos y, en base a la falta de relaciones, devolvieron la documentación, pero enviaron por telegrama el texto traducido de la nota china.
[xxxviii] AEET. Carta de Ygual a Méndez Vigo, Shanghai, 12 de abril de 1940. Méndez Vigo lo extracta para Madrid quitando las referencias a Italia, Alemania y la primera sobre Japón. También quita énfasis a la posición tomada por Ygual. Ver también AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Dcho 34 de Ygual a Mae, Shanghai, 10 de abril de 1940.
[xxxix] Ibíd. Nota s.f. a Castro Girona. La información estaba basada principalmente en un despacho de Méndez Vigo, que señalaba que el gobierno de Chiang estaba batido constantemente por las armas y destinado a desaparecer. Verlo en Ibíd. Dcho 431 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 18 de diciembre de 1939.
[xl] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Informe de Alfonso Lara, de la Sección de Ultramar, de 22 y 23 de abril de 1940.
[xli] Ibíd.
[xlii] Ibíd. Tel. de Madrid a Embajador en Roma, Madrid, 24 de abril de 1940.
[xliii] Ibíd. Tels 218-20 del Embajador en Roma a Mae, Roma, 27 de abril de 1940.
[xliv] Ibíd. Apunte, s.l., 27 de abril de 1940.
[xlv] Ibíd., Tels 218-20 del Embajador en Roma al MAE, Roma, 27-IV-1940. Anotación manuscrita del mismo día.
[xlvi] Ibíd., Tel. 10 de Mae a LT, Madrid, 1 de mayo de 1940 para comunicar a Ygual.
[xlvii] Ibíd. Dcho 43 de Ygual a Mae, Shanghai, 4 de mayo de 1940.
[xlviii] La intermediación francesa posiblemente no era cierta; en esos momentos era inconveniente mencionar a Kerr. Ibíd.
[xlix] Añadía que la privacidad sería para “evitar con la publicidad inconvenientes con terceros países y sugerido (subrayada en el texto) por ellos como compensación de su anterior arbitrariedad [la suspensión unilateral de estos derechos en el año 1937]”Ibíd.
[l] AMAE‑P. Ygual. Anotación a mano de la sección de Ultramar contra la mediación francesa en Dcho 700 de Lequerica a Mae, París, 8 de mayo de 1940. Es interesante también notar su evolución propia; En 1939 afirmaba que los diplomáticos que más le habían ayudado eran el Italiano y el Inglés, pero en marzo de 1940, al recordar sus difíciles tiempos de la llegada, recuerda la ayuda de los embajadores del Reino Unido y de Francia “amigos particulares”. Ibíd. Dcho 32 de Ygual a Mae, Shanghai, 10 de abril de 1940.
[li] El embajador de Washington señalaba sobre ello, “[los japoneses] se dan cuenta que los lazos comerciales impiden que las diferencias políticas se agraven”. CUS. Parte 3, sección B. Tel 210 de Grew al Depto de Estado, Tokio, 28 de marzo de 1940. También sobre la Misión Económica Japonesa dirigida por Ryoichi Mizutani a Latinoamérica de enero de 1941 para comprar metales para la industria de guerra y petróleo a Colombia, Perú, Guatemala, Chile, Argentina, Brasil y Cuba, ver Ibíd., Dcho. 4635 de 12 de abril de 1940 y ARE, Japón. Guerre 1939‑45. Vichy.Asie. Serie E.18,. Sobre los esfuerzos japoneses para conseguir una independencia económica, ver Barnhardt., Michael A. Japan prepares for total war: The Search for Economic Security. Ithaca, NY, Cornell Univ. Press, 1987, 287 pp. y para el contexto del subcontinente americano, Humphreys, R.A. Latin America and the II World War, Athlone, University of London, 1981, Vol. I, pp. 54-55.
[lii] El plan inicial consistía en un máximo de 15 participantes “en representación genuina de las Autoridades competentes y Centros industriales”, el pago por Japón del viaje de ida y vuelta, más un mes de estancia y de que la llegada fuera el mes de febrero. El gobierno japonés también encareció que se tratara con reserva el asunto hasta que se acordara la fecha y forma de darla publicidad. AMAE-R, Leg. 1737, exp. 15. Nota verbal 46 de Legación de Japón a Mae, Madrid, 15 de noviembre de 1939.
[liii] AMAE-R, Leg. 1737, exp. 15. Nota verbal 55 de la Legación de Imperial del Japón a Mae, Madrid, 19 de diciembre de 1939.
[liv] Ibíd. Nota de Beigbeder a Casa Rojas, Madrid, s.f [febrero de 1940].
[lv] Para la división de plazas según ministerios, ver Ibíd. Nota manuscrita de R. [Casas Rojas] a la nota japonesa. Comunicado a Industria y Comercio en 7 de diciembre de 1939.
[lvi] General africanista nacido en Filipinas, se había hecho hizo famoso por la toma de Xauen. Fue nombrado presidente por Beigbeder cuando ya estaba designado Rojas. AMAE-R, Leg. 1737, exp. 15. Nota personal de Beigbeder a Casa Rojas, Madrid, s.f. [febrero del 40]. Nota 657 del Subsecretario del Mae al Ministro de Industria y Comercio (IEME), Madrid, 18 de marzo de 1940.
[lvii] El criterio para la elección de los miembros en Comercio fue el conocimiento de idiomas y esta razón también aparece en el nombramiento de Martí Vidal. Casas Rojas había de ser en esos momentos el mejor conocedor de las relaciones con Japón y Castro Girona fue, aparentemente, por su intención de desviarse después a las Filipinas. Desconocemos la razón de la elección de los miembros del Ministerio del Ejército. Nota reservada del Ministerio de Industria y Comercio al mae, Madrid, 5 de enero de 1940. Sobre Isabel Argüelles, notas de 18 y 29 de marzo de 1940, Madrid, del Subsecretario Mae a Ministro de Industria y Energía y al IEME.
[lviii] Shimonoseki regaló un busto de Yoshida Shoin, ideólogo nipón del siglo XIX, “como recuerdo del patriotismo japonés a una nación que también a fuerza de patriotismo ha sabido superarse a si misma y derrocar al comunismo internacional” y Yamaguchi una maqueta del monumento a San Francisco Javier. APG-JE, Leg. 1, exp. 4.2.
[lix] AMAE-R, Leg. 1737, exp. 15. Tel 28 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 11 de junio de 1940. Nota manuscrita en la copia en el AMAE: “ha dicho el sr. Subsecretario que no se haga nada”. Ello parece la causa de que se suprima la extensión del viaje de Castro Girona a Filipinas. A los dos días de declararse España No‑beligerante, el Ministerio ordena a Casas Rojas “dadas circunstancias actuales y representante España en Rumania, caso se prolongue duración viaje sírvase VE regresar lo antes posible para tomar posesión su puesto que no puede quedarse más tiempo abandonado”. AGA, AE, Caja 5170. Tel 15 de 12 de junio de 1840 de Mae a Tokio para Castro Girona.
[lx] En este país no parecieron estar excesivamente satisfechos del escaso interés por esta visita, señalando en representante en Madrid que la visita era mas bien de carácter particular “no pudiendo considerarse esta visita como correspondiente a la que hizo a España, con carácter oficial, la Misión de Buena Voluntad y Económica del Manchukuo en octubre de 1938”. AMAE-R, Leg. 1737, exp. 15. Nota de Kwan Matsumura (Encargado de negocios a.i. de la Legación del Manchukuo) a Mae, Madrid, 28 de marzo de 1940 y Aide‑memoire de la Legación del Manchukuo al Mae, Madrid, 11 de julio de 1940.
[lxi] Dió la bienvenida el padre Cubria, OSA y también hablaron Diego de la Cruz, Martí Fabra y Calvo Sotelo. APG-JE, Leg. 1, exp. 4.2. Quizás por el fracaso de su gestión, quizás por la excusa que pone de la corta estancia y el calor, Ygual señala que las recepciones, “no han sido todo lo numerosas que habrían sido en otro momento”. AMAE, Leg. 1737, exp. 15. Dcho 94 de Ygual a Mae, Shanghai, 9 de agosto de 1940.
[lxii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Dcho 89 de Ygual a Mae, Shanghai, 1 de agosto de 1940.
[lxiii] “Gobierno Japonés propóneme Visita Nanking próxima semana ante peligro erróneas interpretaciones ruego instrucciones VE”. AMAE-R, Leg. 1737, exp. 15. Tel de Castro Girona a Mae, Shanghai, 27 de julio de 1940. La contestación: “puede hacer visita Nanking que consulta su telegrama ayer”. Ibid. Tel de 29 de julio de 1940 para General Castro Girona.
[lxiv] La prensa local lo dio mucha publicidad. CUS. Parte 3, sección B. Información del Cónsul USA (E.F. Stanton) al Departamento de Estado, Nanking, 2 de agosto de 1940.
[lxv] APG-JE, Leg. 1, exp. 4.2. Texto de Discurso de Wang Ching‑wei leído a Castro Girona. Fue dirigido al Caudillo como “Jefe de la República Española”.
[lxvi] No hemos podido encontrar los textos de los discursos ni en la prensa contemporánea ni en los archivos de Exteriores y únicas declaraciones de las que tenemos conocimiento no son de carácter estrictamente bilateral. También “Reanudación de las Relaciones Comerciales Hispano-chinas. La misión española ha sido muy agasajada en Pekín”, Arriba, 6 de agosto de 1940.
[lxvii] CUS. Parte 3, sección B. Dcho. 163 de Stanton al Departamento de Estado, Nanking, 14 de agosto de 1940.
[lxviii] Tampoco fue mejor para Japón con el resto de las Misiones Comerciales a Iberoamérica, pues aunque se mejoró algo el pequeño porcentaje en el volumen total, los Estados Unidos hicieron un gran esfuerzo para evitar que las materias primas de ese continente fueran a parar a manos del Eje. Ver Feis, Herbert..- The Spanish Story, New York, 1944, p. 152.
[lxix] CUS. Parte 3, sección B. Dcho 163 de Stanton a Depto. de Estado, Nanking, 14 de agosto de 1940.
[lxx] Ibíd.
[lxxi] Ver mi Relaciones Hispano -Japonesas, op. cit.., p. 219 Para un estudio de la política italiana en Extremo Oriente en estos años, Ferretti, V., Il Giappone e la Politica Estera Italiana, 1935-41. Giufre, Varese, 1983, 254 pp.
[lxxii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 12. Dcho de Ygual a Mae, Shanghai, 1 de agosto de 1940.
[lxxiii] AMAE-R, Leg. 1738, exp. 1. Propuesta enviada en tel 35 desde Tokio a Mae, 29 de junio de 1940; anotación en la copia en Madrid: “Dice subsecretario que no se haga nada”. En 1 de agosto vuelve a solicitar respuesta para este telegrama. AEET. Oficio de Ygual a Méndez Vigo, Shanghai, 26 de julio de 1940.
[lxxiv] Para la prensa española, ver Mundo, Núm. 32, 14 de diciembre de 1940 “El reconocimiento del gobierno de Nankín por el Japón, confirmación legal de una situación de hecho”, Arriba, el 1 de Diciembre de 1940: “Japón y el Manchukuo reconocen formalmente al Gobierno de Nankín”. Para información diplomática, AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Dcho 12 de Gregorio a Mae, Pekín, 14 de enero de 1941.
[lxxv] Información provista el Ministro de España de 16 de diciembre de 1940, ref. en AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Memorandum, Madrid, 25 de marzo de 1941.
[lxxvi] “Siempre sin admitirme el derecho de España”. AMAE-R, Leg. 1737, exp. 23. Dcho 122 de Ygual a Mae, Shanghai, 15 de octubre de 1940.
[lxxvii] AMAE-R, Leg. 1737, exp. 13. Dcho 84 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 8 de marzo de 1941.
[lxxviii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Dcho 206 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 30 de junio de 1941.
[lxxix] Ver, por ejemplo, AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Dcho. 42 de Ygual a Mae, Shanghai, 20 de abril de 1940, exp. 13, Dcho. 108 de Ygual a Mae, Shanghai, 22 de septiembre de 1940; Ibíd, Leg. 1737, exp. 9, Dcho. 85 de Ygual a Mae, Shanghai, 22 de julio de 1940.
[lxxx] El dinero fue entregado por el Cónsul General de Japón al de España y éste se lo entregó al Jesuíta Antonio Eguren, encargado en Shanghai de los problemas de la Compañía. AMAE-R, Leg. 1737. exp. 10. Dchos 57 y 170 de Maldonado a Mae, Tokio, 12 de abril y 2 de octubre de 1941. Quizás la decisión de corresponder a las solicitudes españolas tuvo que ver con el bombardeo a la misión de Langki, en mayo de ese año, con 40 muertos, 60 heridos y con daños importantes. Ver AEET. Carta 168 de Maldonado a Méndez Vigo, Shanghai, 6 de mayo de 1941. Ver también AMAE-R, Leg. 1737, exp. 10. Tel. 4 de Ygual a Mae, Shanghai, 3 de febrero de 1941; Tel. 1 de Serrano Suñer a Méndez Vigo, Madrid, 3 de febrero de 1941 y tels. 4 y 8 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 6 de febrero y 7 de marzo de 1941.
[lxxxi] Entrada de 26 de junio de 1940. The Ciano Diaries, 1949-1943: The complete unadbridged diaries of Count Galeazzo Ciano, Italian Minister for Foreign Affairs, 1936-1943, Gibson, Hugh (ed.), Garden City, N.Y., Doubleday, 1946, p. 428.
[lxxxii] The Magic Background of Pearl Harbor, Washington, US Department of Defence, 1977, Vol. II, p. A‑514. Núm. 988. Telegrama 414 de Horikiri (Embajador Japón) a Ministro de Negocios Extranjeros, Roma, 30 de junio de 1941.
[lxxxiii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Tel sn de Serrano Suñer al Cónsul General en Shanghai, Madrid, 30 de junio de 1941. Ver Notas verbales 708 de la Embajada alemana [s.f.] urgente y con llegada el 1 de julio y 5025 de Embajador Italiano Lequio, ambas de 30 de junio.
[lxxxiv] Méndez Vigo, en contra de ese reconocimiento, recuerda la cuestión de la extraterritorialidad que “significa una cuestión de prestigio” y que hace unas semanas el Embajador de Italia le había expresado que Roma no tenía intención de reconocerlo por el momento. AMAE, Leg. 1738, exp. 1. Dcho 212 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 1 de julio de 1941. Leg. 1736, exp. 11. Tel 25 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 1 de julio de 1941. Ver también Leg. 1738, exp. 8. Dcho 53 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 9 de junio de 1941. También, pocos días antes, el Duque de Alba le dijo a un funcionario del Foreign Office británico que el Dr. Quo Tab, presuntamente Embajador de Chunking en Londres, “sugirió un acercamiento entre China y España y que éste desarrollo que hace época iba a tener lugar”. PRO, FO, Serie 371, exp. 26905. C6643/46/41. Minuta de Conversación entre el Duque de Alba y Mr. Butler, Londres, 17 de junio de 1941. Sobre la ignorancia de Maldonado ante el futuro reconocimiento, AMAE-R, Leg. 1737, exp. 23. Dcho 104 de Maldonado a Mae, Shanghai, 30 de junio de 1941.
[lxxxv] AMAE-R, leg. 1736, exp. 11. Tel 7 de De Gregorio a Mae, Pekín, 4 de julio de 1941. Sobre felicitaciones, también id. Dcho 61 de Gregorio a Mae, Pekín, 4 de junio de 1941. También id. Tel 3 cif de Mae a Encargado de Negocios en Pekín, De Gregorio, Madrid, 5 de julio de 1941. Leg. 1737, exp. 23. Dcho 2 de Maldonado a Mae, Shanghai, 11 de agosto de 1941.
[lxxxvi] “Muy pronto será enviado a la capital de la China anticomunista un representante diplomático de España” Arriba, Madrid, 30 de junio de 1941. AMAE-R, Leg. 1737, exp. 23. Dcho 135 de Maldonado a Mae, Shanghai, 24 de julio de 1941.
[lxxxvii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 11. Dcho 39 de Maldonado a Mae, Shanghai, 29 de octubre de 1941.
[lxxxviii] AMAE-R, Leg. 1736, exp. 13. Dcho 122 de 13 de julio de 1941, ampliando el 84 de 14 de mayo.
[lxxxix] Ibíd.
[xc] Ver mi “España y Pearl Harbor. El estallido de la Guerra del Pacífico y sus repercusiones en el contexto político español”, en España y el Pacífico (ed. de Antonio García-Abásolo), Cordoba, Asociación Española de Estudios del Pacífico, 1997, pp. 283-294.
[xci] Borao, op. cit., p. 190.
[xcii] Sobre ello, es interesante AMER-R, Leg. 2420, exp. 23. Oficio 243 de Martín Artajo a Embajador en Washington, Madrid, 20 de septiembre de 1946.
[xciii] Borao, op. cit., pp. 197-98.
[xciv] Ver mi “Japón y Extremo Oriente en el marco de las relaciones hispano-norteamericanas, 1945-1953”,, en Revista Española del Pacífico, Vol. 5, 1995, pp. 233-241.

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