Florentino Rodao
ÁLVARO JIMENA MILLÁN
Universidad Complutense de Madrid

 

SUMARIO:
  1.  INTRODUCCIÓN.
  2. UN ESCENARIO SECUNDARIO DE LA POLÍTICA EXTERIOR FRANQUISTA.
  3.  VIAJES PARA CAMBIAR LA IMAGEN DE ESPAÑA.
  4.  EL IMPULSO PERSONAL DE FELIPE GONZÁLEZ Y LA DIPLOMACIA ESPAÑOLA EN LA CAÍDA DEL PRESIDENTE MARCOS EN FILIPINAS.
  5. CONCLUSIÓN: DE LA CAPILARIDAD AL ESFUERZO INSTITUCIONAL.

 

 

1. Introducción

 

En los relatos sobre la política exterior durante la Transición española, Asia está completamente ausente. La importancia de los asuntos internos, unida al bajo perfil de las relaciones con los países de la región y a la falta de contenciosos de importancia, podrían ser las razones que llevan a los protagonistas de esa etapa a asegurar que la influencia del continente asiático en la política exterior de la transición “tendía a cero”.Es necesario, no obstante, revisar en profundidad este lugar común. Consideramos que la influencia de Asia merece ser más estudiada, puesto que la Transición también vivió el impacto del creciente papel de Asia en el mundo: al abrirse en busca de aires democráticos, con ellos llegaron también esencias asiáticas, tanto de forma directa como indirecta. A esta minusvaloración ha contribuido el eurocentrismo tradicional de la sociedad española, renuente a sacar a Asia del ámbito de lo exótico, pero también la historiografía española, que ha mostrado parecidos sesgos a pesar de analizar los hechos con posterioridad.

 
En este capítulo vamos a estudiar las relaciones bilaterales de España con los países más importantes del continente asiático entre 1973 y 1986. En ese tránsito, que va desde la política exterior propia de un régimen autoritario a la de una democracia plena, analizaremos la actividad oficial en la región, tanto la que perseguía objetivos internos como la que se dirigía hacia países occidentales, considerados más importantes, y, más concretamente, hacia la política española. En primer lugar, estudiaremos
el contexto de las relaciones con los países asiáticos durante el franquismo, seguiremos con los primeros viajes para presentar al mundo la nueva España democrática y acabaremos con el análisis de la mayor concienciación española por la necesidad de impulsar la relación con Asia, impulsada por el presidente Felipe González, incluyendo su interés por los proverbios chinos y los bonsáis japoneses.

 
Ante la imposibilidad actual de acceder a los fondos del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación –explicada en otro punto de la presente obra–, hemos utilizado como fuentes las ublicaciones periódicas sobre la política exterior española, prensa de la época y entrevistas semi-estructuradas realizadas a diplomáticos y otros protagonistas de la Transición dentro del grupo de investigación de Historia de las Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense de Madrid. Somos conscientes de los condicionantes metodológicos de las fuentes orales, tales como la subjetividad –tanto del entrevistador como del entrevistado–, la interpretación de la memoria, la reinterpretación retrospectiva o la tergiversación deliberada de los hechos 2. Con ello, este estudio pretende hacer un primer análisis global de esta relación, que podrá ser completado una vez sea posible el acceso a la documentación primaria en diversos archivos, en especial el del Ministerio de Asuntos Exteriores. 3

 

 

2. Un escenario secundario de la política exterior Franquista

 

Al igual que en otros escenarios, las limitaciones de las relaciones diplomáticas del régimen condicionaron la puesta en marcha de una nueva política exterior democrática en Asia. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, el franquismo mostró interés en dos ocasiones hacia la región: tras estallar la Guerra Fría, en su búsqueda por acercarse a Estados Unidos, y en 1973, poco antes de la muerte del dictador, al establecer relaciones con la República Popular China. En la primera de ellas, Madrid planificó un acercamiento a Washington a través del escenario asiático para salir del aislamiento internacional en el que se encontraba el régimen. España se esforzó por acercarse a los regímenes anticomunistas surgidos en Asia y entre 1945 y 1952 firmó tratados de amistad con Filipinas, Japón y Tailandia, además de alcanzar una relación privilegiada con Taiwan. En la región, además, Manila fue un aliado privilegiado que apoyó al régimen franquista incluso en los momentos más duros de su aislamiento. 4

 
Así, en junio de 1950, al estallar la guerra de Corea, la región acaparó una atención especial. En Washington, José Félix de Lequerica, el máximo representante español, defendió la necesidad de aprovechar el conflicto para impulsar las relaciones hispano-norteamericanas y llegó a publicar una declaración en apoyo de la intervención norteamericana. 5 En Tokio, por su parte, el diplomático español Francisco José del Castillo se cargó de razones para impulsar la causa franquista entre los militares estadounidenses, ayudado por el general norteamericano Charles Willoughby. Pero una vez finalizado el conflicto y firmados los acuerdos hispano-norteamericanos de 1953, el interés por la región volvió a decaer.

 
Como hemos señalado, en la década de 1970 se llevó a cabo el establecimiento de relaciones diplomáticas con la República Popular China. Tras el acercamiento de Estados Unidos al régimen maoísta en los momentos de mayor radicalización de la política interior, Madrid siguió la iniciativa estadounidense y el 7 de marzo de 1973 rompió las relaciones oficiales con Taipei para establecerlas con Beijing. Esta decisión motivada desde fuera de España 6, hay que enmarcarla, a su vez, en el esfuerzo del entonces ministro Gregorio Pérez Bravo en pos de la normalización de las relaciones exteriores del franquismo, cuyo resultado, en el caso de China define Luis Palacios como “concienzudo y sistemático”. 7

 
El testimonio de Jaime de Ojeda, el primer diplomático enviado a Pekín, indica que, más allá del obvio seguimiento de Washington, había un bagaje de desinterés que se plasma en la forma en la que se llevó a cabo ese nuevo comienzo de las relaciones mutuas. Por un lado, la improvisación, agravada por el contexto del último franquismo, con cambios constantes en el Ministerio. Tal improvisación y los retrasos en el envío de un representante, que se realizó una vez cumplido el plazo estipulado de seis meses –y con el representante en París esperando para poder viajar a España–, revelan una carencia clara de la política exterior española. Además, la única instrucción con la que llegó a la capital china el embajador Ángel SANZ Briz, unos meses después, no parece responder a una profunda reflexión previa, pues se limitaba a: “Recordar a los chinos que existimos”.8

 
El factor ideológico de las relaciones hispano-chinas parece subsumido por la visión orientalista, dentro de variadas motivaciones. La dictadura española enlazó la nueva relación diplomática a las perspectivas económicas y comerciales bilaterales, tal como aparece explícitamente en la documentación diplomática. 9 También parecen reveladores los tópicos que emergen en dicha documentación, incluyendo las bromas entre el jefe del Estado y su ministro López Rodó sobre el representante chino en España. Y aunque Luis Palacios considera el realismo como la razón última para el establecimiento de relaciones 10, parece que las imágenes estereotipadas basadas en la mentalidad orientalista típica del general Franco, fueron determinantes, tanto para su aprobación personal como de la sociedad española. Aun dentro del contexto global de la Guerra Fría, China era percibida, básicamente, a través de la imagen de Marruecos, epítome de los estereotipos orientalistas del dictador. De hecho, es factible señalar esta visión orientalista como el hilo conductor de la interpretación oficial de lo que iba ocurriendo en Asia y, por tanto, de la acción oficial en la región. La prensa española, por ejemplo, halagó con reiteración a Mao Zedong entre el final de la guerra civil china y el comienzo del período comunista, entre los años 1947-50, coincidiendo con la opinión del propio general Franco, quien también habría admirado a Ho Chi Minh por su patriotismo “y sus empeños en expulsar a los japoneses primero, a los chinos después y a los franceses más tarde”. 11

 
El general Franco, además, pareció comprender desde esa óptica la lucha del Vietcong, tal como le espetó directamente al presidente norteamericano Lyndon B. Johnson, cuando éste le propuso que España participara en la guerra de Vietnam. Franco rechazó tal solicitud y argumentó que no tenía mucho sentido dar la batalla en ese país, pues “la subversión en el Vietnam, aunque a primera vista se presente como un problema militar, constituye, a mi juicio, un hondo problema político”12.  Asimismo, mostró una cierta simpatía hacia la lucha del pueblo vietnamita, asegurando comprender que esos pueblos “se inclinen en general por el comunismo”.13

 
Podemos concluir así que para Franco su ideología e incluso su carrera militar eran secundarias frente a esa visión orientalista, que fue su marco de referencia para interpretar el conflicto. En consecuencia, puede afirmarse que las percepciones y la búsqueda de beneficios indirectos a través del escenario asiático predominaron sobre las relaciones bilaterales y sobre el contexto de la Guerra Fría.

 

 

 

3. Viajes para cambiar la imagen de España

 

Tras la muerte de Franco, el deseo de España por mostrar su evolución ante el mundo desencadenó una inesperada atención hacia Asia. Ante la habitual pasividad del Gobierno español hacia la región, hechos, en principio, ajenos a la relación bilateral incrementaron la importancia del continente asiático, tales como algunos acontecimientos políticos o las visitas reales a la zona. En 1979, por ejemplo, estalló la primera guerra entre dos países oficialmente comunistas, la de China contra Vietnam. El conflicto ni siquiera provocó la reacción oficial española. 14 Por el contrario, sí resultaron especialmente significativos los viajes del Rey Juan Carlos para cambiar la imagen de España en Asia, así como en el resto el mundo. Por ello, en este apartado nos centramos en el cambio de la relación con los países de la región a partir de la nueva imagen ofrecida por el monarca españolen esos desplazamientos oficiales. Comenzaremos por el viaje realizado a la China comunista, para seguir con el impacto en las relaciones con otros países, como Japón o Indonesia, tras un viaje multidestino realizado a finales de octubre de 1980, y acabar con el viaje del monarca a la India en 1982.

 
La visita de los Reyes a China, en junio de 1978, es el mejor ejemplo de la utilización del continente asiático para influir en otros escenarios. Del 17 al 21 de junio los monarcas recorrieron la República Popular acompañados del ministro de Asuntos Exteriores, Marcelino OREJA. Ciento veintisiete periodistas completaron la expedición, estableciendo un récord en los viajes oficiales de los Reyes y evidenciando con su presencia la importancia dada por el Gobierno español a la primera visita de Juan Carlos a un país socialista como jefe del Estado.15 De hecho, en la preparación del viaje por parte de la Moncloa se incidía en que el programa debía ser “toda una premiere” y para ello debía evitarse cualquier tipo de monotonía en su recorrido.16 Beijing también concedió una relativa importancia a la visita, puesto que se trataba de la primera oficial de unos monarcas europeos a la República Popular, y organizó en el aeropuerto una masiva recepción a cargo de unos 5.000 niños. Para los observadores extranjeros, además, el viaje permitía vislumbrar la disputa entre las diferentes facciones en el Partido Comunista China (PCCh). La asistencia a la cena de recepción celebrada en el Palacio del Pueblo de intelectuales y artistas depurados durante la Revolución Cultural fue considerada un síntoma significativo
y, pocos meses después, el IX Congreso Nacional del PCCh encumbró a Deng Xiaoping.

 
Los intereses extrabilaterales, de nuevo, fueron más importantes. Por parte de China los puso en evidencia Deng Xiaoping en su discurso, cuando, al referirse a las similitudes entre España y China, aprovechó para destacar que la guerra de la Independencia (1808-1814) era una muestra de la tradición española contra la opresión extranjera, en una velada alusión al enfrentamiento chino de esos años con la Unión Soviética. Por parte española, esta visita a un país socialista con el que no había disputas a corto plazo trajo a la agenda política el debate en torno a la dirección de la nueva política exterior española. El presidente Adolfo Suárez debía decidir entre una política exterior alejada de las grandes potencias, en la que se reforzaran los lazos con el movimiento de los países No Alineados, o relegar decisiones comprometidas –entre otras, la adhesión o no a la Alianza Atlántica– para centrarse en mejorar la imagen de la Monarquía, tanto en el interior como en el exterior. 17

 
Una declaración del Rey contribuyó al debate. El monarca manifestó su preocupación por las tensiones entre las “potencias con pretensiones hegemónicas” y declaró que España podía ayudar en las relaciones entre los países del primer mundo y los menos desarrollados.18 Sus palabras provocaron el apoyo del diario El País, que destacó que la imagen de la visita de los monarcas al mausoleo del expresidente Mao no sólo demostraba el alto contenido político del viaje a China, sino que podía ocupar un “puesto irremplazable” en la Historia de España. 19 Frente a este enfoque “tercermundista”, como se calificaba entonces, otras publicaciones, como Cambio 16, a través de su director, José Oneto, 20 o el diario catalán La Vanguardia, se limitaron a calificar la visita como “poco menos que un viaje obligado”.21 Esta polémica pudo provocar el deseo del ministro OREJA de limitar la discusión y señalar poco después a este mismo diario que la visita se había enmarcado, simplemente, en una política de “universalización de las relaciones exteriores del nuevo Estado español”. 22

 
La visita real también recompuso la presencia del maoísmo en el panorama político español. Algunos de los partidos más activos de la izquierda estalinista en esos momentos, como eran el Partido del Trabajo de España (PTE) o la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), quedaron en una situación difícil de justificar ante la sociedad. La visita del Rey al mausoleo de Mao, ante el que depositaron una corona de flores, podría parecer un guiño a esas organizaciones, que aprovecharon el interés suscitado por el viaje para aumentar su presencia en los medios y regodearse de las numerosas ventas de obras socialistas chinas en la Feria del Libro de Madrid. Una de las publicaciones de la ORT, En Lucha, publicó un artículo que describía la China que visitaban los Reyes, como un país en el que no había “ni paro ni inflación” y en el que se estaba construyendo el socialismo “sin depender de ninguna potencia extranjera”. 23

 
El partido maoísta insistía en la ventaja de que los pueblos de Europa conocieran la realidad china para alcanzar el éxito con su propia “lucha liberadora”. 24 La atención mediática permitió también vislumbrar un doble discurso o las contradicciones de estos partidos, como mostró el secretario general de la ORT José Sanroma Aldea, camarada Intxausti, al admitir que el viaje a China se trataba de “el hecho más notable y positivo” de la política exterior del Rey Juan Carlos, aun cuando subrayaba que era monarca “por encima de su voluntad”. 25 Por otro lado, la victoria definitiva de Deng socavó el espacio político de esos partidos, puesto que Beijing inició un proceso de reconciliación con los partidos comunistas de la Europa occidental. Esta actitud condujo a la normalización de sus relaciones con el Partido Comunista de España a finales de 1980, tras la visita de su secretario general, Santiago Carrillo. 26

 
Previamente, su colega italiano, Enrico Berlinguer, también había viajado a China, siguiendo el consejo del mariscal yugoslavo Josip Broz Tito. El PCCh, de hecho, se convirtió en uno de los principales partidos hermanos que ayudaron al PCE 27 pero no intentó por ello que los comunistas europeos siguieran las iniciativas chinas. En todo caso, los partidos “pro-chinos” perdieron en poco tiempo buena parte de su importancia dentro de la izquierda española.

 
El viaje de los Reyes a Japón e Indonesia en 1980 puso de manifiesto la urgencia por despertar de la modorra orientalista: las relaciones bilaterales podían también tener un contenido importante. Las buenas relaciones diplomáticas –los monarcas ya habían estado de visita oficial en el archipiélago cuando eran príncipes– hicieron posible que la visita a Tokio alcanzara la categoría de viaje de Estado. Además, en esos momentos el poderío económico de Japón provocaba múltiples expectativas para los empresarios españoles. El comercio con Japón era deficitario para España, a pesar de un acuerdo de 1966 que dificultaba las exportaciones niponas, y el déficit comercial había pasado de los 100 millones de dólares en 1979 a un total de 275 millones en 198028. La solución se vislumbraba en torno a la futura entrada de España en el Mercado Común Europeo y a la inversión directa de las empresas japonesas en España como trampolín hacia el mercado común. Pensando en esa posibilidad se desplazaron a Tokio los dirigentes empresariales José María Figueras, presidente de las Cámaras de Comercio, y Carlos Ferrer Salat, presidente de la CEOE, para reunirse con sus colegas japoneses. 29

 

 

 

No obstante, el ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez Llorca, no viajó con ningún otro responsable ministerial que pudiera imprimir un mayor impulso a esta faceta económica. La estancia en Indonesia, aunque solo duró dos días, volvió a resaltar la importancia de Asia para España. El bajo nivel de reservas de petróleo de España estuvo presente en el viaje, porque la delegación española hizo escala en Kuwait y Catar para cerrar acuerdos de abastecimiento. En ese sentido, Yakarta también resultó ser un destino interesante, pues allí se firmaron nuevos contratos de suministro de petróleo y para la construcción de una refinería, proyectada junto a la de varias cementeras. Pero, sobre todo, la visita dio un impulso político a la expansión del sector aeronáutico al incentivar la colaboración entre CASA (Construcciones Aeronáuticas S.A.) y la empresa estatal indonesia Nurtanio, que, tras un quinquenio de colaboración, habían acordado fabricar un nuevo modelo de mayor capacidad que el existente entonces, el llamado Aviocar. 30 A partir de ese año la balanza comercial comenzó a ser positiva para España y en 1983, cuando el volumen comercial superó la barrera de los 200 millones de dólares, el superávit llegó a ser de 108 millones. Sin importar mucho las atrocidades que el régimen del presidente Haji Mohammad Suharto estaba cometiendo, 31 Indonesia se convirtió en una buena oportunidad para los inversores europeos, y España fue uno de los pocos países que aprovecharon las trasferencias de tecnología para aumentar su presencia en la zona. 32

 
Con la India, el último país asiático visitado por los Reyes durante la Transición, los anuncios de unas brillantes relaciones futuras fueron más aquilatados. Las relaciones mutuas se habían mantenido en un perfil muy bajo hasta la década de los setenta por motivos políticos: Madrid prefería al aliado estadounidense, Pakistán, y recelaba de una República India que tenía acuerdos de amistad y cooperación con Moscú, que se mostraba molesta por las críticas occidentales a la URSS y que no había criticado la invasión de Afganistán en 1979. Los esfuerzos por impulsar las relaciones brillaban por su ausencia: sólo se recordaba una visita del ministro de Exteriores franquista Gregorio López Bravo con el todavía príncipe Juan Carlos. La invitación india había llegado a Madrid tras la visita real a China en 1978, y tuvo lugar en octubre de 1982, cuando el Partido Socialista estaba a punto de obtener la victoria en las elecciones generales. La importancia de la comunidad india en Canarias quedaba difuminada por la distancia y por unas estadísticas de intercambios comerciales directos mutuos que apenas se situaban en los 77 millones de dólares.

 
El viaje a la India del Rey Juan Carlos con el ministro Pérez Llorca, por tanto, tuvo poco contenido bilateral y parece que incluso la audiencia con la primera ministra Indira Gandhi reflejó una cierta tensión. 33 Una vez más, los intereses extrabilaterales tuvieron mayor importancia y la visita no fue mucho más allá de las recepciones protocolarias y las sesiones fotográficas ante los principales monumentos indios.

 
China, Japón y la India, en definitiva, fueron escenarios donde reforzar el papel de la Monarquía en la sociedad española. El relevo en la cúpula del poder, tras la muerte de Franco, ciertamente había cambiado la prioridad española al observar Asia, pero, más allá de esa renovación en la Jefatura del Estado, la relación con Asia mostraba continuidades importantes con el régimen anterior. Había una nueva generación en el poder que ya no había vivido la guerra de Marruecos, pero el espíritu orientalista
permanecía. Con democracia o sin ella, la necesidad de abrirse al mundo asiático siguió siendo ignorada.

 

 

 

4. El impulso personal de Felipe González y la diplomacia Española en la caída del presidente Marcos en Filipinas

 

 

La nueva etapa de la política exterior española tras la victoria del Partido Socialista, en las elecciones de octubre de 1982, supuso ligeros cambios. El nuevo presidente del Gobierno mostraba más interés por las cuestiones internacionales y estaba rodeado por un equipo más preparado para comprender la importancia de Asia en un mundo cada vez más globalizado. Su primer ministro de Asuntos Exteriores, Fernando MORÁN, era un diplomático que conocía bien el continente africano y que, además, supo situar a especialistas en los lugares más apropiados, como al embajador Pedro Ortiz Armengol en Manila. La primera concienciación clara de la importancia de Asia llegó en este período, como demostró el primer viaje del presidente González a China y Japón, en septiembre de 1985.

 
Las relaciones con China ya habían mejorado con el ministro MORÁN, que en 1983 había visitado al dirigente Deng Xiaoping, 34 y culminaron con ese viaje del presidente González dos años después. Pero también en este caso los aspectos extrabilaterales fueron más importantes. En esta ocasión, el Gobierno socialista rechazó una de las propuestas principales de la administración Reagan, la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) –también conocida como “guerra de las galaxias”–, tal como manifestó en una rueda de prensa conjunta con el jefe del Gobierno chino, Zhao Ziyang. 35 Zhao también aprovechó para agradecer los esfuerzos diplomáticos de España por convencer a los países latinoamericanos a fin de que establecieran relaciones con Beijing y las rompieran con Taipei. Para el recuerdo popular quedó la insistencia del presidente González en repetir un refrán que aprendió en su encuentro con el líder Deng, y que le sirvió en la rueda de prensa posterior para responder a las preguntas sobre la permanencia de España en la OTAN: “No importa que el gato sea blanco o negro, lo importante es que cace ratones”, dijo. 36 El periplo asiático resultó llamativo para la opinión pública, si bien, en clave interna, proporcionó argumentos para atacar al presidente del Gobierno. 37

 
La visita también tuvo consecuencias interesantes para las relaciones bilaterales. Además de un acuerdo de cooperación científica, el presidente González aprovechó la ocasión para llevar hasta China a un total de treinta y dos empresarios, a quienes la Cámara de Comercio Española en Beijing preparó más de cien entrevistas con altos cargos de diversos Ministerios y de corporaciones locales. Con algo de tardanza, España estaba decidida, por primera vez, a aprovechar la apertura al exterior de China 38. Por su parte, el país asiático había ya creado, en 1979, cuatro zonas económicas especiales y, en 1984, había designado abiertas a catorce ciudades costeras, medidas con las que intentaba fomentar la inversión extranjera. Y lo hizo a través de créditos blandos FAD (Fondos de Ayuda al Desarrollo), con un valor total de más de 350 millones de dólares y unas condiciones calificadas como las mejores que se “habían dado nunca”. 39 Así, se firmó un protocolo entre los ministros de Exteriores de ambos países, suscrito por sus respectivos titulares, Francisco Fernández Ordoñez y Wu Xueqian. Estos acuerdos permitieron la construcción en China, con empresas y financiación españolas, de una refinería de petróleo, una cementera y una planta de transformación de cítricos.

 
El interés de la Administración española por fomentar la inversión en el gigante asiático quedó patente, si bien con las zozobras propias de los períodos iniciales. Aunque esos créditos permitieron que las exportaciones españolas superaran a las importaciones desde China, 40 las incertidumbres sobre la reforma en el país asiático eran todavía importantes. La Secretaría de Estado advirtió explícitamente de que el proceso de reforma y apertura china podría verse frenado, 41 y, de hecho, dos de los tres grandes proyectos acordados en el protocolo mencionado fueron anulados. La relación con Japón también estuvo centrada en el ámbito económico, pero con dos asuntos prioritarios de carácter completamente opuesto.

 
El primero fue atraer la inversión nipona, temerosa entonces de que la futura entrada de España y Portugal en la Comunidad Económica Europea produjera la elevación de las tarifas aduaneras a la importación exterior, o lo que se denominaba entonces la “Fortaleza Europa”. Las empresas japonesas ya eran conscientes de ello. España llegó a ser el primer destino de las inversiones japonesas en Europa, pasando a atraer el 0,37% del total en 1978, al 6,5% en 1984. Para reforzar esta línea, el presidente González pronunció un discurso ante las seis asociaciones empresariales y económicas más importantes de Japón, el que incidió en la liberalización a las inversiones extranjeras con la ambición de convertir a España en uno de los países “más abiertos de todo el mundo” y a través del cual se podría acceder al mercado europeo. 42 El otro gran problema español con Japón también era opuesto al que tenía con China: un déficit creciente. Frente a un volumen de intercambios comerciales algo por encima de los 1.000 millones de dólares, el déficit superaba los 500 millones de dólares, pero era difícil de solventar y, ciertamente, siguió siendo un tema prioritario durante las sucesivas visitas a Japón.

 
Con este viaje a los dos países más importantes de la región, Felipe González despertó el interés español hacia el continente asiático. La expedición de empresarios que le acompañó en esa gira oficial fue bien valorada en términos generales, aunque los resultados obtenidos no fueron satisfactorios, según algunas publicaciones. 43

 
En Filipinas, la caída del presidente Ferdinand Marcos supuso una oportunidad para la política española en Asia. Durante el franquismo, las relaciones mutuas habían estado demasiado vinculadas a grupos e intereses muy limitados; de hecho, la única personalidad política del continente presente en los funerales del general Franco, fue la esposa del presidente filipino, Imelda R. Marcos. El régimen de Marcos se tambaleó en las elecciones presidenciales de febrero de 1986, frente a Corazón Cory Aquino, esposa de un opositor asesinado años antes. El dictador proclamó oficialmente su victoria pero las acusaciones generalizadas de fraude hicieron que las protestas aumentaran. Los manifestantes ocuparon una de las principales avenidas de la ciudad (EDSA o Epifanio De los Santos Avenue) y con el apoyo, primero, de la Iglesia Católica y, después, de varios altos mandos del Ejército, se produjo la caída definitiva del régimen. Estados Unidos inicialmente mantuvo una postura ambigua, puesto que estaba más preocupado por financiar la lucha contra las guerrillas comunistas y, aunque envió a un representante especial al país, Washington llegó a declarar que el fraude electoral se había registrado por ambas partes.

 

 

En estos momentos difíciles, la diplomacia española jugó un papel destacado gracias a la actitud del embajador español en Manila, Pedro Ortiz Armengol, que en los años precedentes ya había asistido a varios actos de la oposición filipina. Su labor fue crucial para que los embajadores europeos y de Japón mostraran su apoyo a Corazón Aquino, visitándola antes de que el apoyo de los militares inclinara definitivamente la balanza en contra del dictador Marcos. Ortiz Armengol, además, arrastró al Gobierno de Madrid a liderar el proceso entre los europeos (fue el primer embajador europeo al que convocó la nueva presidenta), basándose en la tradicional preeminencia que conservan los antiguos países colonizadores sobre sus excolonias. Además, España también fue una opción ante uno de los problemas más complicados de la caída del dictador, cuando las nuevas autoridades buscaban un país de acogida que le proporcionase un exilio definitivo. El Ministerio de Exteriores no descartó tal posibilidad “si con ello ayudara a la restauración de la democracia en Filipinas”. 44 Así lo reafirman los diarios de Ronald Reagan, que aseguran que el Secretario de Estado norteamericano llegó a tratar ese posible exilio con el presidente González. 45 No obstante, Felipe González acabó descartando la posibilidad de un exilio español para Marcos y el dictador filipino partió definitivamente hacia Hawaii, donde falleció años después.

 

 

La actuación española fue significativa. Al apoyar a Aquino desde el inicio de su campaña de desobediencia civil y llevar la iniciativa entre los diplomáticos europeos, la política exterior de España apoyaba claramente un movimiento democratizador en Asia, que coincidía, además, con su entrada en las Comunidades Europeas. Además, daba alas a las relaciones mutuas, que se beneficiaban de esta buena imagen y sobre cuya estela viajaron tanto el ministro de Exteriores, Francisco Fernández Ordoñez –el primero entre sus colegas europeos–, como, dos años más tarde, el presidente González.  Aún así, las expectativas quedaron frustradas por razones no aclaradas. Se menciona la desaparición del castellano en la Constitución de 1987 como lengua de uso oficial, y por tanto el final de su enseñanza obligatoria,  pero ello apenas reflejaba, como señaló el propio embajador Ortiz Armengol, “la realidad de la que surge”46: El español se había convertido en Filipinas en la lengua alternativa de un grupo de la población que suscitaba fuertes animosidades, por ser de aprendizaje obligatorio durante algunos semestres. La actitud más incomprensible se produjo por parte de la presidenta Aquino, que, a pesar de haber recibido una invitación de los Reyes poco después de su proclamación como presidenta, no realizó la visita hasta seis años más tarde, cuando ya había dejado el puesto.

 
Durante el primer mandato socialista, en definitiva, las relaciones bilaterales fueron ganando importancia, pero demasiado lentamente. El propio presidente Felipe González, en una reunión con los embajadores españoles en Yakarta, en 1988, habló de la necesidad de situar la sensibilidad de España con respecto a Asia “a un nivel similar al que tienen su socios en la CEE”.47

 

 

5. Conclusión: de la capilaridad al esfuerzo institucional

 

El balance de las relaciones con Asia no es tan desolador durante la Transición, como pudiera parecer a primera vista. Las continuidades con el período franquista fueron muchas. Siguió sin haber un interés definido hacia esa región y las visiones exóticas continuaron siendo decisivas para mantener la modorra orientalista, tanto a nivel político como económico y social. Las reformas educativas han hecho poco para corregirlo, porque la adaptación a los nuevos modelos territoriales y pedagógicos no ha cambiado el eurocentrismo de los contenidos y, por tanto, sigue favoreciéndose que la imagen de Asia mantenga un lastre exótico. Los cambios quizás han sido más formales que de contenido. La evolución generacional, la propia democratización y la mejora económica permitieron utilizar instrumentos novedosos, como las visitas del jefe del Estado, descartadas durante el franquismo, o los créditos FAD. La creciente importancia económica y comercial buscó la atracción de empresas japonesas y permitió diseñar esquemas de préstamos que pudieran facilitar la exportación. Y, entretanto, la percepción tan definida de que gozan China o Japón en la sociedad española permitió que el auge general se incorporase a aspectos políticos, financieros o tecnológicos relacionados con la imagen.

 

 

La evolución más importante quizás ha sido el creciente apoyo institucional a la relación con Asia. El caso del embajador Ortiz Armengol es significativo porque refleja una característica tradicional de la relación con Asia: la libertad de actuación, tan característica de los diplomáticos en ese continente, le permitió adoptar iniciativas que se demostraron exitosas, tras las que puede decirse que arrastró a Madrid a seguir con otras en el mismo sentido.

 
Algo parecido ocurrió años después, en Beijing, tras la masacre de Tiananmen de 1989, cuando la labor a contracorriente del embajador BREGOLAT frente a las condenas internacionales acabó modificando la postura inicial del palacio de Santa Cruz, e incluso propició la primera visita a China de un ministro de Exteriores occidental, el español Francisco Fernández Ordoñez. Los embajadores no fueron los únicos que se esforzaron personalmente en despertar un mayor interés español hacia Asia; también lo hizo el presidente Felipe González, con un impacto más amplio porque sus visitas oficiales implicaban a amplios sectores de la Administración y del empresariado.

 
Años después, y una vez acabado aquel período, es cuando los resultados se hacen visibles, al embarcarse España en el conjunto de iniciativas europeas tendentes a una mayor vinculación con Asia. Con el tiempo, la labor basada en esfuerzos individuales que se transmiten de forma limitada a la sociedad ha pasado a ser superada por la gestión institucional. El auge asiático en los ámbitos más diversos y esa labor capilar de un pequeño grupo de personas fueron convenciendo a una sociedad española poco interesada en sacar a Asia de la exoticidad, el lugar más fácil para interpretarla, aunque esa interpretación resultara simple e ineficaz. En resumen, la integración española en la Comunidad Europea marcó el comienzo de una etapa en la que Europa empujó a España hacia Asia, hasta que en el año 2000 fue la propia sociedad española la que se dotó de instrumentos propios para lograr su propio acercamiento.

 

 

1. Entrevista a Eugenio Bregolat realizada por el Grupo de Historia de las Relaciones Internacionales (en adelante, GHistRI), 25/10/2009.

2 Una elaboración más detallada en relación con los problemas metodológicos para el trabajo con fuentes orales, en RODAO, Florentino. “Distanciarse del pasado: oralidad y la memoria de un pasado fascista en Filipinas”, en, Isabel Martín Sánchez y Agustín Martínez de las Heras (Coords.): Historia y comunicación en la España Contemporánea. Libro Homenaje a la profesora María Dolores Saiz, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2010, pp. 403-417.

3. La solicitud de Álvaro Jimena para la consulta en el Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación de documentación relativa a determinados países asiáticos hasta el año 1986, con el fin de realizar este estudio, fue denegada en abril de 2012.
4. PILAPIL, Vicente: “The Far East”, en James W. CORTADA, (Ed.): Spain in the Twentieth Century World. Essays on Spanish Diplomacy, 1898-1978. Westport CN, Greenwood Press, 2008, pp. 225-226.
5. Esta declaración aseguraba que España sabía que “la resistencia armada” era el único remedio contra la amenaza comunista si se producía una agresión como la de Corea, en Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, R-2216-16, Lequerica a Martín Artajo, 1 de agosto de 1950. Más información en JIMENA, Álvaro: “«Hay que hacerla con sangre asiática»: Franco y la política exterior española ante la Guerra de Corea”, en Historia del Presente (aceptado para su publicación).

6. LUO Huiling ha señalado cómo el régimen franquista siguió “incondicionalmente” la postura de los Estados Unidos en relación a China. Vid. LUO, Huiling: Factor americano en el establecimiento de relaciones Entre España y la RPCh, tesis de fin de Master de Historia Contemporánea, Universidad Complutense de Madrid, 2012. Sobre este tema, también SÁEZ GARRIDO, Laura Mª.: El proceso de legitimación en la República Popular China en la década de 1970, tesis doctoral, Universidad Complutense
de Madrid, 2005.
7. PALACIOS BAÑUELOS, Luis: Franco-Mao 1973. Las relaciones entre España y China, León, CSED, 2013, p. 121. Una versión resumida del mismo autor en “Las relaciones entre España y China. Una larga historia”, en HAO (Historia Actual Online), (30), 2013, pp. 158-59.
8. Entrevista del GHistRI a Jaime de Ojeda, 25/01/2012.

9. PALACIOS BAÑUELOS, Luis: Franco-Mao 1973…, p. 122.
10. Valorando el pragmatismo político por encima de la ideología. Vid. PALACIOS BAÑUELOS: Luis, Franco-Mao 1973…, p. 165.
11. Vid. RODAO, Florentino. “España en Asia: hacia un salto cualitativo” en José María BENEYTO y Juan Carlos PEREIRA (Dirs.): Política exterior española: un balance de futuro, vol. 1, Madrid, Biblioteca Nueva/Instituto Universitario de Estudios Europeos, 2011, pp. 423-500.
12. Carta s.f. [julio de 1965], s.l. [Madrid], Fundación Francisco Franco. Disponible en: http://www.fnff.es/La_opinion_de_Franco_sobre_la_guerra_de_Vietnam_61_c.htm.
Definiendo este mensaje como “memorable”, PALACIOS, Jesús: Los papeles secretos de Franco. De las relaciones con Juan Carlos y Don Juan al protagonismo del Opus, Madrid, Temas de Hoy, 1996, p. 394. Mostrando las concomitancias con un artículo reciente aparecido en la revista Time, en ZAPARDIEL, Julio P.: España en la guerra de Vietnam. De la diplomacia a la intervención, 1964-1969. tesis de fin de Master de Historia Contemporánea, Universidad Autónoma de Madrid, 2012, p. 45.

13. Ibidem.
14. Así lo asegura Jaime de Ojeda, entonces destinado en Hong Kong, en su entrevista con el GHISTRI, 25/01/2012.
15. Los responsables de los principales medios españoles fueron convocados por la Casa del Rey para que informaran personalmente del viaje, entre otros, el director de El País, tal como declaró Juan Luis Cebrián, al GHistRI, 29/02/2012.

16. Archivo del Ministerio de la Presidencia del Gobierno, Fondo Suárez, legajo 1927, carpeta 6. Sobre esta visita, entrevista a Taciana Fisac, que viajó como traductora oficial, Madrid, 28/09/2013, y GUTIÉRREZ ARAGÓN, Demetrio: El poder amarillo del año 2000. Crónica del histórico viaje de los Reyes de España a China, Barcelona, Caralt, 1978.
17. “Claves para un largo viaje” en El País del 22 de junio 1978. 18. Revista de Política Internacional, 158 (1978).

19. “Flores para Mao” en El País del 17 de junio 1978.
20. “El viaje a China”, en Cambio 16, (340), del 25 de junio 1978,
21. “Puntos de común interés”, en La Vanguardia del 18 de junio 1978.
22. “Los frutos de nuestra política en África no pueden ni tienen por qué ser inmediatos”, en La Vanguardia del 27 de junio 1978.
23. “La China que visita Juan Carlos”, En Lucha, (p. 202), del 15-22 de junio 1978.
24. “José Sanroma, Secretario General de la ORT, valora este acontecimiento”, En Lucha, (203) del 22-28 de junio 1978.
25. Ibidem.

26. “El presidente Hua Guofeng se entrevista con Santiago Carrillo”, en El País, 12 de noviembre 1980.
27. Entrevista del GHISTRI a Santiago Carrillo, 15/05/2011.
28. “España, cuña de Japón para sus exportaciones a la CEE”, en El País del 27 de octubre 1981.
29. “Hiro Hito considera la visita de los Reyes de trascendental para las relaciones hispano-japonesas” en El País del 29 de octubre 1980.

30. “España e Indonesia proyectan la fabricación en serie de un nuevo avión mayor que el Aviocar”, en El País del 31 de octubre 1979.
31. PÉREZ, Antonio “Cuando amarillo sobre negro da rojo: Migraciones, rebeliones indígenas y el regreso a la tradición en el Pacífico Occidental”, en Florentino RODAO (Coord.): Estudios sobre Filipinas y las islas del Pacífico, Madrid, AEEP, 1989, pp. 137-147.
32. Así lo afirmaba Eugenio BREGOLAT en su artículo “Indonesia, la cuenca asiática del Pacífico y la economía española”, en El País del 9 de junio 1984.

33. “Juan Carlos I se entrevistó con Indira”, en La Vanguardia del 26 de enero 1982.
34. MORÁN, Fernando: España en su sitio, Barcelona, Plaza & Janés, 1990, p. 233.

35. “El presidente del Gobierno critica la llamada guerra de las galaxias”, en ABC del 6 de octubre 1985.
36. “Los dos gatos y marxismo de Marx”, en El País del 14 de septiembre 1985.
37. ABC fue muy crítico con el viaje de Felipe González, porque no incluyó en la delegación empresarial que le acompañaba al presidente de la CEOE, José María Cuevas: “Balance de un viaje”, en ABC del 14 de septiembre 1985.
38. Como indica Andrés Herrera, este viaje sirvió para asentar los fundamentos de las relaciones bilaterales. Sobre todo, impulsó las relaciones comerciales al situar a China por primera vez en el “foco de la empresa española”. Vid. HERRERAFELIGRERAS, Andrés: España y China: del reconocimiento diplomático a la Asociación Estratégica Integral (1973-2005), tesis doctoral, Universidad Pública de Navarra, 2014, p. 168. El autor también destaca la labor pionera en el mercado chino de las empresas INCOTECO y ALSA.

39. “España construirá en China una refinería de petróleo” en El País, 7 de septiembre 1985.
40. “El Presidente del Gobierno visitará en septiembre China, Japón y Estados Unidos”, en El País del 15 de agosto 1985.
41. “Que se abran cien flores, que compitan cien escuelas”, en El País, del 1 de septiembre 1985.
42. “González afirma que España adoptará ‘uno de los sistemas más abiertos del mundo’ para inversiones extranjeras”, en El País del 14 de septiembre 1985.

43. La Vanguardia, que había dedicado cuatro reportajes a las oportunidades españolas en Asia en los días previos a la visita, afirmaba en un editorial que un viaje a China de ese calibre tenía que producir “más sólidos resultados” y reclamaba situar los esfuerzos españoles para introducirse en el mercado chino al mismo nivel que los de los otros países europeos, en “El viaje a China”, en La Vanguardia del 8 de septiembre 1985.

44. Así lo afirmó, según El País, Inocencio ARIAS, en aquel momento director de la Oficina de Información Diplomática: “14 embajadores de Europa y Japón expresan su apoyo moral a Aquino”, en El País del 21 de febrero 1986.
45. REAGAN, Ronald y BRINKLEY, Douglas: The Reagan Diaries, New York, Harper Collins, 2007, p. 398.
46. ORTIZ ARMENGOL, Pedro: “Las constituciones filipinas y las lenguas en que fueron escritas”, en Florentino RODAO (Coord.): Estudios sobre Filipinas y las islas del Pacífico, Madrid, Asociación Española de Estudios del Pacífico, 1989, p. 80.

47. BREGOLAT, Eugenio: La segunda revolución china. Una década como embajador en
Beijing. Barcelona, Destino, 2007, p. 378.

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