Manila es el único sitio del mundo, creo yo, donde el general Miguel Cabanellas tiene una calle. Desde el 24 de julio al 21 de septiembre de 1936 fue el presidente de la Junta de Defensa Nacional, pero el general Franco le invisibilizó por ser masón. En Filipinas, ni se enteraron de eso y he hecho habló en algún acto el hermanastro de Franco, producto de la estancia de su padre en Filipinas antes de 1898 (y de su matrimonio). En fin, ironías de la historia que son narradas de forma diferente a partir de un mismo despacho de EFE: El Diario.es, La Gaceta y Latin America Herald Tribune
El reducto franquista de Filipinas que desafía a la memoria histórica
Las calles dedicadas a falangistas y generales sublevados en 1936 son fuente de polémica en España mientras en el otro extremo del globo, en pleno centro de Manila, esconden la historia de una poderosa oligarquía cercana a Franco.
La calle Primo de Rivera, en honor al fundador de la Falange española, parte del barangay (barrio) de Singkamas hasta llegar al de La Paz en Pasong Tamo, un distrito obrero agitado por la frenética actividad de los puestos de comida y ropa, el rugido de los yipnis -pintorescos minibuses locales- y un enjambre de triciclos a motor.
La de Primo de Rivera deja a ambos lados las rúes de Aranda, Ponte, Mascardo (Moscardó) y Dávila, todos ellos veteranos de la campaña de Marruecos y protagonistas de la insurrección contra la II República, hasta llegar al cruce con Mola, cerebro del fallido golpe de Estado militar que dio inicio a la Guerra Civil española.
Después de más de tres siglos de colonización Filipinas dejó de ser territorio español en 1898, cuando Franco todavía era un niño. Entonces, ¿por qué este distrito del área de Makati rinde tributo a sus cómplices de la sublevación de 1936?
La clave reside en el apoyo que la oligarquía manileña, representada por influyentes familias de ascendencia española, brindó al bando rebelde tras el golpe y después de la guerra al dictador, según el historiador Florentino Rodao, autor del libro Franquistas sin Franco: una historia alternativa de la Guerra Civil desde Filipinas.
“De todos los países, Filipinas fue donde hubo más apoyo a Franco en la colonia española”, explica a Efe este profesor especializado en Historia de Asia de la Universidad Complutense de Madrid.
La Corporación Ayala, perteneciente a la ilustre familia con raíces españolas Zóbel de Ayala, desarrolló tras la II Guerra Mundial el plan urbanístico de los que entonces eran sus terrenos de La Paz, según consta en los registros municipales del barangay.
Este clan, hoy uno de los más ricos e influyentes del país gracias a su extenso emporio empresarial e inmobiliario, permaneció estrechamente vinculado al régimen de Franco desde que el dictador nombrara cónsul en Manila a su primer patriarca, Enrique Zóbel de Ayala, al término de la Guerra Civil.
El secretario del barangay Singkamas, Bienvenido Cerdeña, nos revela que en la construcción y nomenclatura de la zona “además de los Ayala participaron otras altas familias con raíces españolas, como los Gorricho, los Cervantes o los Bormaheco”.
La mayoría de estas familias, afincadas en la otrora capital del Imperio español en Asia y teñidas por el mestizaje a lo largo de las generaciones, se alinearon con Franco y pusieron a su disposición la amplia influencia política y económica que ostentaban.
En cuanto a los sucesivos gobiernos de Manila hasta 1975, su relación con el régimen “fue siempre muy cordial”, asegura el historiador Rodao.
“Filipinas fue uno de los países que se pusieron del lado de Franco cuando la retirada de embajadores de la ONU”, recuerda, en referencia a la resolución que aisló diplomáticamente a España en 1946.
La Iglesia Católica filipina también ofreció su apoyo a Franco de la mano de Michael O’Doherty, entonces Arzobispo de Manila, y Silvestre Sancho, dominico español que nombró al llamado caudillo “Rector Magnificus” de la Universidad de Santo Tomás.
Este fraile asimismo celebró misas por la memoria de José Antonio Primo de Rivera, a quien unían con Filipinas ciertos lazos familiares ya que su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, y su tío abuelo Fernando habían participado en la guerra de finales del siglo XIX contra los independentistas del archipiélago.
Curiosamente el barangay La Paz también dedica un pequeño callejón al general Miguel Cabanellas, uno de los protagonistas del levantamiento del 36 pero cuyo nombre fue silenciado por el franquismo y excluido para siempre de la nomenclatura urbana, a excepción de Manila.
“Como Cabanellas era masón pasó a ser ignorado por las autoridades rebeldes pero en Filipinas no se enteraron de la situación, por lo que conservó la calle”, explica el historiador.
Filipinas, el reducto que escapa a la ley de Memoria Histórica
Sábado, 28. Enero 2017 – 14:50
La calle Primo de Rivera, en honor al fundador de la Falange española, parte del barangay (barrio) de Singkamas hasta llegar al de La Paz en Pasong Tamo, un distrito obrero agitado por la frenética actividad de los puestos de comida y ropa, el rugido de los yipnis -pintorescos minibuses locales- y un enjambre de triciclos a motor.
La de Primo de Rivera deja a ambos lados las rúes de Aranda, Ponte, Mascardo (Moscardó) y Dávila, todos ellos veteranos de la campaña de Marruecos y protagonistas de la insurrección contra la II República, hasta llegar al cruce con Mola.
Después de más de tres siglos de colonización Filipinas dejó de ser territorio español en 1898, cuando Franco todavía era un niño. Entonces, ¿por qué este distrito del área de Makati rinde tributo a sus cómplices de la sublevación de 1936? La clave reside en el apoyo que la oligarquía manileña, representada por influyentes familias de ascendencia española, brindó al bando nacional tras el alzamiento y la Guerra Civil, según el historiador Florentino Rodao, autor del libro Franquistas sin Franco: una historia alternativa de la Guerra Civil desde Filipinas. “De todos los países, Filipinas fue donde hubo más apoyo a Franco en la colonia española”, explica este profesor.
La Corporación Ayala, perteneciente a la ilustre familia con raíces españolas Zóbel de Ayala, desarrolló tras la II Guerra Mundial el plan urbanístico de los que entonces eran sus terrenos de La Paz, según consta en los registros municipales del barangay. Este clan, hoy uno de los más ricos e influyentes del país gracias a su extenso emporio empresarial e inmobiliario, permaneció estrechamente vinculado al régimen de Franco desde que el general nombrara cónsul en Manila a su primer patriarca, Enrique Zóbel de Ayala, al término de la Guerra Civil.
En cuanto a los sucesivos gobiernos de Manila hasta 1975, su relación con el régimen “fue siempre muy cordial”, asegura el historiador Rodao. “Filipinas fue uno de los países que se pusieron del lado de Franco cuando la retirada de embajadores de la ONU”, recuerda, en referencia a la resolución que aisló diplomáticamente a España en 1946.
La Iglesia Católica filipina también ofreció su apoyo a Franco de la mano de Michael O’Doherty, entonces Arzobispo de Manila, y Silvestre Sancho, dominico español que nombró al caudillo “Rector Magnificus” de la Universidad de Santo Tomás. Este fraile asimismo celebró misas por la memoria de José Antonio Primo de Rivera, a quien unían con Filipinas ciertos lazos familiares ya que su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera, y su tío abuelo Fernando habían participado en la guerra de finales del siglo XIX contra los independentistas del archipiélago.
Philippine Streets a Reminder of Powerful Families’ Ties to Franco
MANILA – Streets named after Falangists and generals who revolted in 1936 are a source of controversy in Spain, while in the Philippines’ capital, half a world away, they are a reminder of the links between powerful Filipino families and late dictator Francisco Franco.Primo de Rivera street, named in honor of Jose Antonio Primo de Rivera, the founder of the Franco dictatorship’s Falange political party, runs from the Singkamas barangay (neighborhood) to La Paz, a bustling workers’ district filled with food and clothing stalls and the sounds of roaring jeepneys (picturesque local minibuses) and swarms of three-wheel motorbikes.
Roads named after veterans of the Morocco campaign and leaders of the uprising against the Second Spanish Republic are found on both sides of Primo de Rivera, which also intersects with Mola, named after Emilio Mola, who masterminded the mostly-failed military coup that marked the start of the 1936-1939 Spanish Civil War.
The Philippines became independent in 1898 after three centuries under colonial rule. Franco (1892-1975) was still a young boy at the time, so why does this section of Makati city, part of Metro Manila, pay tribute to the generals who took part in his 1936 military uprising?
According to historian Florentino Rodao, the answer lies in the support shown by Manila’s oligarchy – made up of influential families of Spanish descent – to the rebels after the July 17, 1936, coup and to the dictator after his forces emerged victorious in the civil war.
Philippines was the former Spanish colony where support for Franco was the strongest, Rodao, author of the book “Franquistas sin Franco: Una historia alternativa de la Guerra Civil desde Filipinas” (Francoists without Franco: An Alternative History of the Spanish Civil War from the Philippines), told EFE.
After World War II, the Ayala Corporation – owned by the Zobel de Ayala family, which partially traces its roots to Spain – developed the urban plan for what were then family-owned lands in La Paz, according to the barangay’s municipal records.
The family – today one of the Philippines’ richest and most influential due to its vast real-estate and business empire – was closely linked to the Franco regime after the dictator named the first patriarch of the family, Enrique Zobel de Ayala, as consul of Spain in the Philippines following the end of the Spanish Civil War.
Apart from the Ayalas, several other families of Spanish descent with links to Franco, including the Cervantes, the Gorrichos and the Bormahecos, were involved in the construction of the area and the choice of place names, the secretary of the Singkamas neighborhood, Bienvenido Cerdeña, told EFE.
The Catholic Church of the Philippines also extended support to Franco through the then-archbishop of Manila – Michael O’Doherty, who died in 1949 – and the head of the University of Santo Tomas, Silvestre Sancho.
The religious leader celebrated masses in the memory of Jose Antonio Primo de Rivera, whose father, dictator Miguel Primo de Rivera, was an officer in the late-19th century colonial war against pro-independence rebels in the Southeast Asian archipelago.
On the other hand, the La Paz neighborhood also is notable for a small street named after Miguel Cabanellas, a leader of the 1936 military uprising who was scorned by the Franco regime and had no urban places named after him, except in Manila.
“Since Cabanellas was a freemason, he ended up being shunned by the rebel authorities; but they never learned of that situation in the Philippines” so the street’s name remained unchanged, Rodao explained.