Soy doble doctor y catedrático de la Universidad Complutense. En 1993, conseguí el doctorado por la Universidad Complutense (Departamento de Historia Contemporánea, Facultad de Geografía de Historia, 1993) y en 2007 por la Universidad de Tokio (Facultad de Humanidades. Departamento de Estudios de Área) (地域文化研究。教養学部。東京大学). He sido investigador visitante en las Universidades de Tokio (Departamento de Estudios de Área, 2002-3), Harvard (WCFIA, Weatherhead Center for International Affairs, 2008-9, 2010), California, Berkeley (Center for Japanese Studies, 2016) y en la University of the South Pacific (2012, Laucala Campus, Suva, Fiji). He enseñado en los campus de Somosaguas y Moncloa de la Universidad Complutense y en otras universidades, como Keiō (慶應大学1993-94), Tokio de Estudios Extranjeros (東京外国語大, TUFS, 2015), Ateneo de Manila (Metro Manila, 1992), Wisconsin (Madison, USA, 1998) y Puerto Rico (2010). En dos ocasiones fui miembro del Jurado del Concurso de Oratoria en japonés, en 2018 el Ministerio de Exteriores de Japón me concedió un agradecimiento por mi “impulso a la investigación sobre Japón” y en 2020 he sido miembro del jurado de los premios Casa Asia.
En la parte de la docencia, aún me queda dedicarme por completo a enseñar sobre Asia. En 1996 entré en el Departamento de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas de la Complutense por medio de un contrato de Expansión de Personal de la Fundación Japón. Pero una vez se cobró el dinero nipón, me quedé en la calle en el año 2000: “no tienes apoyos políticos”, me aseguró una vicerrectora. En 2005, el retorno a la Complutense fue totalmente distinto: entré en el Departamento de Historia de la Comunicación Social de la Facultad de Ciencias de la Información en 2005, llegué a Profesor Titular en 2008 y conseguí la acreditación a catedrático en 2015. Al poco, por una reorganización general de departamentos en la universidad, regresé al Departamento de Relaciones Internacionales (ahora denominado Relaciones Internacionales e Historia Global) donde me convertí en catedrático en 2019. Quizás fue Justicia Poética. Ahora aspiro a dedicarme por completo a enseñar sobre Asia. Está difícil, he recibido incluso reprimendas por escrito por enseñar con perspectiva global; es decir, por referirme también a Asia, África y el mundo árabe -cuando impartía la asignatura Historia de la Comunicación Social. También he fracasado en tres ocasiones intentando cambiar de departamento para enseñar sobre Historia de Asia; la legislación dice que debe aprobarlo el departamento y la faceta académica no siempre es prioritaria en la decisión, como se demostró cuando el departamento de ciencia política de la Universidad del País Vasco rechazó nombrar emérito al catedrático Francisco Llera. La lógica de la burocracia está por encima y, si lo consigo, sería una segunda carambola poética, de esas que tanto necesita la universidad para seguir mejorando.
Embajadores, altos cargos varios y amigos todos
18/I/2019
El Ministerio de Exteriores de Japón ha tenido a bien otorgarme un diploma por mi contribución al conocimiento de su país en España. Lo agradezco, pero permítanme que lo revierta y que aproveche la ocasión para ser yo quien agradezca a la administración japonesa haberme permitido conocer e investigar sobre Japón, pero también haberme conocido a mi mismo gracias a Japón y a ser quien soy, académica y personalmente.
Fallé en los dos primeros intentos, un Concurso de Redacción y una Solicitud de Beca, y conseguí la beca en la segunda intentona, aunque al final salí en la hornada siguiente, la de 1990. Y como tantos otros, el 6 de abril de 1990 fue un día clave en mi vida; tras llegar al aeropuerto de Narita, conocí a tres de mis mejores amigos en la actualidad, Anne, Carolus y Fernando, y llegué a la residencia de Komaba. Tenía entonces 29 años y para entonces la personalidad suele estar ya formada, pero durante los dos años de investigador me formé como especialista y como persona gracias a la generosa beca del Mombushō (ahora, Mombukagakushō), que se extendió otros tres años para hacer un segundo doctorado. Tras regresar a España, el Mombushō me siguió ayudando con la suscripción a revistas, pero la ayuda ha sido básicamente de la Fundación Japón, primero una a la Universidad Complutense dentro del programa de Expansión de Personal que me permitió impartir docencia en la Universidad por primera vez y después otra de un año para volver comovisiting scholara la Universidad de Tokio para acabar la segunda Tesis Doctoral y, de paso, echar un capote en uno de los períodos más difíciles de mi vida. Este último verano tengo que agradecer de nuevo otra experiencia maravillosa a la Fundación Japón, con una gira de conferencias en Panamá, México y Costa Rica.
Como tantos otros becarios del Mombushō, sin Japón y sin sus ayudas mi vida habría sido muy distinta. Quizás habría acabado presentando una tesis doctoral, pero mucho peor y con más agobios, y dudo mucho que hubiera entrado en la Universidad o que hubiera realizado una segunda tesis. Pero las ayudas de los japoneses han ido mucho más allá de ese dinero. Nunca olvidaré cuando se juntaron todos los de la oficina de idiomas para aplaudirme al recibir el diploma del curso intensivo de japonés de seis meses. Había debido regresar a Madrid, ya que mi padre sufrió una operación grave que me comunicaron, precisamente, el día de mi 30 cumpleaños (y Día de la tercera edad allí), y no había podido asistir a la ceremonia oficial, pero recibí tantos aplausos como en la ceremonia oficial. Y tampoco nunca olvidaré la multitud de esfuerzos por animarme a seguir mi camino, como este 18 de enero de 2019, otro de los hitos de mi vida junto al 15 de diciembre de 2001 o el 15 de agosto de 2015. Gracias, por tanto, a Japón, a sus diferentes administraciones y también a la multitud de japoneses que han puesto su granito de arena, desde esos oficinistas que me hicieron un homenaje a medida, hasta los trabajadores de esta embajada y los diplomáticos que tanto me han tenido que aguantar, entre los que quiero mandar un agradecimiento especial al embajador Hayashiya y los profesores de las universidades, entre los que quisiera destacar primero al profesor Masuda y después al gran pilar de mis conocimientos sobre Japón, Keiichi Tsunekawa, a quien admiro tanto intelectual como personalmente, lo que indica mucho para un profesor de Todai. Por último, un agradecimiento particular a un alumno que me invitó a su boda, hace un cuarto de siglo, de quien no sólo puedo recalcar su bonhomía y calidad personal, sino su capacidad intelectual, que de eso se algo más. No sólo se preparaba las lecturas y los ejercicios, sino que recuerdo las numerosas ocasiones en que comenté sobre su capacidad de aprendizaje “las caza al vuelo” porque no olvidaba ni una palabra. De hecho, al presentarme a su mujer en la boda como su profesor de español, mi respuesta fue decir que también él era mi profesor de japonés, porque ciertamente aprendí mucho. A pesar de que, en teoría, mi japonés debía superar mucho a su español. A raíz de mi experiencia puedo no sólo darle la enhorabuena por su próximo acceso al trono imperial sino también extenderla al propio país, por tener en esa posición a una persona tan capaz, personal e intelectualmente.
A decir verdad, no han sido solo los japoneses. También aquí en España muchos hemos sentido el aliento y el apoyo por impulsar un mayor acercamiento a Japón. El Ministerio de Exteriores y sus diplomáticos han sido un gran apoyo, bien personalmente, bien en sus iniciativas por acercar los dos países, desde la Expo Aichi de 2006 o más recientemente en los 150 años de las relaciones diplomáticas mutuas. Gracias a su programa Baltasar Gracián, del Ministerio de Cultura, miFranco y el Imperio Japonés(2002) fue publicado en japonés (2012). La Complutense me ha permitido el tiempo y la docencia necesaria para seguir haciendo lo que más me gusta, esto es, enseñar e investigar y ahí de nuevo quiero señalar a mi Tsunekawa español, Juan Carlos Pereira. Perdónenme que agradezca en especial a mis padres, cuyo estado de salud (la edad ya se sabe que no perdona, mi padre cumplió 94 años el lunes pasado) les ha impedido estar aquí; no dudo de la alegría que les habría proporcionado. Por supuesto, familiares, amigos, compañeros y alumnos, muchas gracias a todos y permítanme no explayarme.
También quiero decir, con toda la humildad posible, que creo que Japón no ha hecho una mala inversión. Escuchando mi japonés comprendo que se piense que ha sido un dispendio absoluto, pero fui allí para aprender de Japón y creo que he ayudado a darlo a conocer de la forma que sabemos hacer los académicos. He tratado temas sensibles con investigación de archivo y con perspectivas metodológicas, sabiendo que me lo iban a juzgar por la calidad, no por las ventas ni por el apoyo político de uno u otro grupo. En la Universidad, he sido profesor ya 17 años, habiendo conseguido la acreditación a Catedrático. He impartido asignaturas en exclusiva sobre Japón (Cultura Japonesa cuatro años, un total de 8 cursos; cursos de Doctorado de Percepciones en la política exterior Japonesa) y numerosos seminarios, pero sobre todo hedado la latasobre Japón. No sólo en las asignaturas relacionadas con Asia (Relaciones Internacionales en Asia y el Pacífico o Asia en el siglo XX, estos dos últimos años está dedicado a Japón) sino en las generales, como Historia del Siglo XX, ahora llamada Historia del Mundo Actual, o Historia de la Comunicación Social. En ocasiones ha sido desagradable porque sigue habiendo alumnos y profesores desinteresados en obtener u ofrecer una visión global. Por eso, creo que también debo luchar por ofrecer un mejor conocimiento de Japón, aunque estos esfuerzos vayan para mi currículo vital que creo también es muy extenso. En ocasiones siento que algunas universidades están (estamos) yendo por detrás de la sociedad, pero este no es el momento de darnos golpes de pecho.
Para acabar, me quería centrar en el legado que estoy creando, y en especial los dos libros sobre Japón que he escrito, enPlaza y Janésy enCrítica, uno en su adolescencia (2002) y otro en estado de Buena Esperanza. Durante los dos el proceso editorial está siendo muy largo. La películaPearl harborapareció cuando acababa de entregar el primero, y cuando me enteré de que en un mes y pico se iba a exhibir y se lo comenté a la editora para aprovechar la oportunidad, ella me dijo que no había tiempo. Apareció a los seis meses: perdió ventas inmediatas, pero ganó en calidad. Del deCrítica, puedo decir algo parecido, lo entregué en septiembre y aparecerá en marzo. De los dos puedo decir que han ganado mucho con este cuidado, a cargo de dos excelentes editoriales y la espera puede parecer exasperante, pero ayuda a esa visión de Vuelo de Aguila que expresa Jürgen Osterhammel en su último libro. Capaz de observar tanto desde una perspectiva amplia (temporal y geográfica) pero también la microhistoria de cada uno. Franco y el Imperio Japonésno se vendió mucho, pero para mi sorpresa sigue teniendo mucha vida, se publicó en japonés (2012), se ha republicado en digital (2013) y aparece en multitud de blogs y citas: se sigue leyendo y lo han llegado a denominar como un clásico.La Soledaddel País Vulnerable. Japón desde 1945(2019) espero que se venda más, pero también que, como el anterior, tenga una larga vida.
Espero que aporte una visión novedosa. Al hablar de Japón, la división tradicional es entre losJapan-Bashersy losJapan-Lovers, pero espero que mi libro no sea clasificado ni en una ni en la otra categoría: creo que uno de los que más daño ha hecho a Japón es Ezra Vogel, autor delJapón como Número 1. En todo caso creo que tenemos que ver a Japón como el país precursor, el país que con sus defectos y virtudes va por delante del resto en muchos aspectos. Creo que de Japón podemos aprender mucho, como ha sido con la crisis de la Burbuja (1989) que nosotros vivimos después (2008), creo que nosotros debemos aprender de esa preocupación por la ciencia que siempre han mostrado los japoneses o de esa cultura del desastre que permitió que “sólo” hubiera 20.000 muertos en el Triple Desastre. Unas será más fácil y otras más difícil, como ese comportamiento temerario de los japoneses que para mi explica el éxito japonés en la posguerra y del que hablaba Baltasar Gracián en el siglo XVII, producto de la opinión de los ibéricos que vieron actuar a los samurais cuando realmente luchaban, antes del Japón unificado en 1600. El objetivo de mi libro, creo, ha de ser aprender lo aprendible de los japoneses, errores incluidos, y espero seguir contribuyendo a ello toda mi vida. Porque me gusta y porque creo que es mi obligación después de cómo se ha portado Japón conmigo.
Florentino Rodao
CV Vivencial 1994
Madrileño nacido en 1960 de profesores de clases sociales diferentes y separados poco antes de las bodas de plata. Tras estudiar en colegios públicos y licenciarse por Historia Contemporánea en la Universidad Complutense, realizó diversos trabajos hasta que la vida le llevó por el camino de la investigación. Fue camarero de la tarde-noche, animador turístico, guía en Ibiza, subdirector de un Colegio Mayor internacionalizado (N.S. de Africa) y trabajó en el Archivo del Ministerio de Exteriores en un proyecto de informatización. Mientras tanto, colaboró en la puesta en marcha de la Asociación Española de Estudios del Pacífico y en la organización de congresos y conferencias relativos al Asia Oriental, producto de lo cual son algunos libros, coordinados o en edición conjunta, como “Estudios sobre Filipinas y las Islas del Pacífico”, “España y el Pacífico” y “El Extremo Oriente Ibérico. Investigaciones Históricas y Estado de la Cuestión”.
Sus trabajos científicos han estado centrados en la presencia hispana en el Oriente durante la época contemporánea; su Tesina fue sobre “Relaciones Hispano-siamesas hasta 1939” (de la que prepara sacar un libro), su Tesis Doctoral por la Universidad Complutense sobre “Relaciones Hispano-Japonesas, 1936-1945” y la que está realizando por la Universidad de Tokio (donde ha vivido cuatro años) sobre la presencia española en Filipinas tras el 98, enfocado en los años 1935-46. Ha enseñado en la Universidad Complutense informática aplicada a la historia, ha sido profesor visitante en la Universidad “Ateneo de Manila” y en Tokio, profesor asociado en la “Keiô”, Sus aficiones principales son los Toros (le gustaría ser un entendido), bailar la música latina (le gusta visitar garitos salseros allá donde vaya) y viajar (se apuntó a participar en un congreso sobre Historia del Pacífico en Tarawa, Kiribati, no precisamente por la temática). Si existen lo de las segundas patrias (o lo de las primeras), para él son Colombia y Japón, una le ha enseñado a vivir intensamente y la otra a adaptarse y evolucionar sin necesidad de dejar de ser uno mismo. No sabe exactamente cómo se puede encuadrar lo que anhela, pero se apunta a lo del tener un mundo nuevo en el corazón, aunque supone que difícilmente se podría llevar a la realidad y que si así ocurriera no se parecería en nada a lo soñado; le gusta definirse como “Tertuliano vivencial”, quizás influido por una novela de Luis Landero que leyó con pasión viajando en los trenes atestados de Tokio.
Mi querido Renay Chinea, feliz entre los felices, poeta entre los poetas, cubano entre los cubanos, se ha sentido identificado con la biografía de mi padre, al fin y al cabo él es otro de los que empezó con una mano delante y otra detrás y ha acabado teniendo una mujer encantadora, unos hijos que le adoran y la mejor pizzería en Calella de Palafrugell, allá donde Serrat escribió ese entrañable canción Mediterráneo. Eres único, Renay y lo que siento es que no tengamos una foto juntos de la última vez que te fui a ver
A Tino Rodao. Prendado, como yo, de un espectro que vuelve y se agiganta.
¿A donde van/
los ojos de los muertos/
que nos siguen./
Ámbar la mirada de mi padre/
relampagueante/
en las horas de a deshoras/
Y en algunos soles/
de invierno como hoy/
en este atardecer/
de entusiasta tramontana/
cuando tiemblan las ramas por el viento/
y es plateado el Álamo/
y añil descolorido el cielo que lo estaña/.
¿A donde van los muertos por la vida/.
esos que siempre están viéndonos tanto/
la mano aliviadora de las hadas madrinas que hace tiempo se fueron/
pero aún alivian el dolor de media noche/
y espantan las fiebres/
en las caras compungidas de los niños?/
¿A donde los susurros que nos dieron/
la tarde/
los torrentes de agua por las canales y el techo/
xilófono vivaz en el tímpano más adolescente/
los cinco pétalos de invierno/
en el almendro espectral de la memoria/
que vi una noche/
entre Madrid y Chinchón/
Luciérnaga fugaz bajo la noche Castellana?/
¿A donde va/
El murmullo espantador de los pájaros de mal agüero/
La banda sonora de la madrugada/
en que tienes una gran revelación/
junto al río La Bija/
de Palmiches rojos/
en difíciles banquetes de reflejo dieciochesco/
fractales?/.
¿A donde va la banda sonora de la desconfianza/
Y el incontable amor/
que mueve las aspas:
Misteriosamente.!/
Y realza imperios donde alguna vez la sal fue todo/.
Y se miró atrás y era el fragor de un reino sometido/
que hoy, bajo la refulgente sal/
florece/
Como ahora,/
que relucen dos destellos/
en el rostro de tu padre ?.
Mi entrañable amigo Florentino acaso no fuera perfecto, como no lo somos nadie, pero albergaba muchas y grandes virtudes: honradez, servicial, trabajador infatigable, mucho sentido común (las veía venir), ahorrador sin límite (para los demás), conocedor del funcionamiento del mundo, emprendedor, sabía rentabilizar el tiempo…
Era un hombre de campo y de ciudad. Pasó muchos años en su pueblo natal llevando a cabo todas las labores de la agricultura rural, hasta que su hermana se lo llevó a Segovia e inició nueva vida en un mundo diferente. Allí cursaría los estudios de Bachillerato y Magisterio, y llevaría a cabo el servicio militar.
La vida no le fue fácil hasta poder llegar a vivir de su profesión de maestro.
Fue un trabajador nato. Después de estudiar la carrera de Magisterio, que era a lo más que aspiraban algunos jóvenes de los pequeños pueblos de España que, con mucho esfuerzo y dificultades, soñaban con abandonar el arado y la hoz, cursó las carreras de Psicología y Pedagogía; por encargo de una editorial elaboró libros de texto para alumnos de Educación Primaria, que le generaron importantes ingresos económicos. Y posteriormente publicó libros pedagógicos para el profesorado.
Superó con destreza la oposición a Maestro funcionario, posteriormente la oposición a Secundaria con destino en Ávila (que ejerció algún tiempo) y que al final de su vida profesional retomó en Segovia; y en el concurso- selección para el Servicio de Orientación Escolar y Vocacional (SOEV) de España obtuvo uno de los primeros puestos (solo eran tres por provincia). Esta función la ejerció durante varios años en la comunidad de Madrid,
En su academia, Centro de Orientación Educativa (C.O.E.), de la calle Fuencarral, preparó a opositores para acceso al Cuerpo de Maestros Estatales. También presentó ponencias en Jornadas y Congresos sobre Orientación Psicopedagógica, y ya jubilado colaboró en la ejecución del temario para acceso al Cuerpo de Maestros del Estado de la editorial Escuela Española.
Quería a sus hijos con todo el amor que un padre puede sentir por ellos. Y para ellos deseaba lo mejor; no eran palabras, era lo que sentía. A veces, llevado por este deseo, acaso fuese exigente y ambicioso como lo fue para él mismo. De todos y cada uno de sus hijos hablaba con cariño y amor, y es seguro que en su relación con ellos los avivara para que crecieran personalmente.
Leyó y escribió mucho. Ya jubilado, confeccionó un número elevado de documentos para ordenar su pensamiento intelectual, lo más destacado de su trabajo, sus creaciones, sus vivencias… Lo hizo con la finalidad de que fuera herencia para sus hijos. Alguna vez comentó que quizá no les interesase a los hijos ver lo que él pensaba y lo decía porque nunca le habían comentado (alabado ni criticado) respecto a alguno de esos escritos que él puso en manos de ellos. Siempre le aconsejé, que siguiese con su idea, pues antes o después acabarían leyéndolo todo. Creo que así lo hizo.
De su mujer siguió enamorado perennemente y siempre habló de modo positivo de ella. Mejor dicho, nunca pronunció una palabra de desprecio o rencor. Y aunque quiso e intentó recomponer la situación no le fue posible conseguirlo. Incluso el año que pasó como profesor en Suiza con los hijos de emigrantes españoles, lo hizo también con esa finalidad, buscando eludir discrepancias y olvidar las fricciones surgidas en el matrimonio.
Al jubilarse tuvo mucha ilusión en repoblar de árboles frutales la finca de su pueblo, en la que había un pozo. A cultivarlo dedicó mucha ilusión, tiempo y esfuerzo durante bastante tiempo. Y algunos años hasta recolectó manzanas en abundancia, que le hicieron sentirse satisfecho. Como todo ello lo vivía con tanta satisfacción y disfrute, al principio, a veces, pasaba días enteros allí faenando, y hasta dormía alguna noche. En esto, para él no había incomodidad ninguna; todo era gozo.
Una persona del pueblo escribió alguna palabra en la pared de la entrada a la finca con el ánimo de molestar (la envidia existe) y Florentino, que era mentalmente despierto, escribió al lado tres grandes letras mayúsculas (C M T) en el lugar más visible, que harían maquinar a quien escribió la frase malévola y a algún envidioso más. El significado de las tres letras para todos los que le preguntaron fue: Centro de Meditación Trascendental (él llamaba al lugar: “CE-EME-TE”. Todo esto, sin más explicación, parece que a algunos les intrigaba.
Antes de vivir en Madrid, estuvo algún tiempo en la zona de Arganda. De ese tiempo contaba vivencias interesantes y divertidas anécdotas.
Ya jubilado, sus frecuentes asistencias al Auditorio le hicieron pasar muy buenos ratos disfrutando de la música y el canto. En varias ocasiones le acompañé y aprovechábamos para conversar.
En los últimos años, como es natural, se fueron mermando sus facultades, que cuando hablábamos por teléfono él trataba de disimular. Noventa y cinco años cumplidos en enero de 2020 pesan, sin duda; pero a él no le tocaba aún irse. ¡Maldito virus o lo que fuese! Estoy seguro que estarás en el lugar que por méritos propios te corresponde, al que van los mejores. ¡Te lo ganaste a pulso Florentino! (1)
Faustino Cuenca Esteban, tu amigo para siempre.
Este texto recordatorio fue escrito al tener noticia de su fallecimiento, para desahogo personal.
DARLE LA VUELTA A LA SITUACIÓN
Mi amigo Florentino, 88 años, tres carreras y mucha vida en la mochila, me contaba que al acabar la Guerra Civil Española, en 1939, la cosa andaba muy mal en todo y particularmente en lo que a economía se refiere.
Siendo él un chaval, a veces en su casa sólo le daban pan para merendar, en las de los demás niños pasaba algo parecido, pero los críos se juntaban en la plaza del pueblo y se las arreglaban con su ingenio para una tarde merendar pan con queso y otra pan con chocolate: cogían un trozo grande de pan y otro pequeño (al que consideraban queso o chocolate, según tocase ese día) e iban mordiendo alternativamente al tiempo que decían: “ahora como pan, ahora como queso” (o chocolate si era la tarde del chocolate).
Moraleja: Si hay ingenio suficiente, se pueden solucionar muchos problemas. Y sobre todo se puede hacer de necesidad virtud.
Esta composición, que le entregué a él, la escribí hacia el año 1.995, basándome en las ideas que el repetía con frecuencia.
A Florentino, mi amigo
¡Basta ya de lamentarte!
No puedes volver atrás.
Lo que ocurrió, ya pasó.
Y lo hecho, ¡hecho está!
Ni una sola de tus quejas
lo pueden rectificar.
Que el agua va río abajo
¡y ya nunca más subirá!
Empieza camino nuevo,
no vuelvas la vista atrás,
a no ser para aprender
y en la próxima acertar.
Faustino Cuenca Esteban