¿La ética como rasgo definitorio del siglo XXI?
Muhammad bin Salman (MBS), aparente asesino de Jamal Khashoggi, recuerda a otro Khashoggi que cobró reconocimiento internacional y fama de papel cuché, Adnán, a pesar de tener un trabajo que no suena muy bien: traficante de armas. MBS no será el primer dirigente de un país (si llega a ocupar el puesto) con un asesinato a sus espaldas, pero quizás Adnán Khashoggi sí que fue el último rico al que se le perdonaron totalmente las preguntas de cómo ganaba el dinero. El tratamiento a dos saudíes con manos sucias, pero dinero a espuertas, muestra cómo el mundo va cambiando. La admiración universal hacia quien tiene dinero y poder ha bajado decisivamente. Las razones son varias, pero en buena parte porque ya no hemos vivido en pobreza y quizás es una de las características de este puñetero siglo XXI. Por supuesto, la tecnología permite saber más, y en un principio puede ser un lavado de cara, greenwashing, pero ahora no solo basta con tener dinero y poder, sino que es preciso dejar claro que se ha conseguido de forma ética. Y también para las multinacionales y las empresas: ya no se mira a un lado si se utiliza mano de obra esclava, ni siquiera entre los subcontratados, porque afecta a la imagen.