Cuadernos de Historia

Florentino Rodao

 

 

 

España perdió definitivamente su Imperio en 1898 tras la derrota con el ejército de los Estados Unidos y desde entonces dedicó sus esfuerzos coloniales a Guinea Ecuatorial y Marruecos, en el continente africano. Pero aparte del dolor por el desastre militar y la aversión hacia los Estados Unidos por el statu perdido en un tiempo en que la importancia de las naciones se medía según la extensión de kilómetros cuadrados bajo su bandera, es necesario diferenciar lo que pasó en el caso de las colonias en el Caribe (Puerto Rico y, principalmente, Cuba) y en las del pacífico (Micronesia y, principalmente, las Filipinas). La pérdida del poder en Cuba significó  la debilitación forzosa de unos lazos muy fuertes entre ambos territorios, tanto culturales como económicos y, de hecho, un buen número de los principales bancos en la España contemporáneas fueron fundados  a partir de las masivas repatriaciones de capital enviadas desde Cuba a fines de siglo. Los lazos con las Filipinas, por otro lado, no eran tan fuertes y, más aún, se podría decir que surgió progresivamente un sentimiento en la península de haberse liberado de una pesada carga: no había habido beneficios de tal colonización y el dominio en Manila era ampliamente percibido como el mas ineficiente de todos y controlado por las órdenes religiosas. Las “almas” habían sido el único “beneficio” tras trescientos años de gobierno sobre las Filipinas, pero este argumento incluso comenzaba a dejar de considerarse tan positivamente tras el incremento del pensamiento anticlerical entre los intelectuales españoles. Después de todo, Estados Unidos había hecho un favor en el caso de las Filipinas y de Micronesia, aunque no en relación a Cuba, la llamada Joya del Imperio. Habían sido ya bastantes aventuras en el extremo Oriente y desde esos momentos sería mejor para España olvidarse de todos esos territorios. El interés pasó a ser exclusivamente exótico y el conocimiento superficial prevaleció.

Como una de las consecuencias obvias de ello, las relaciones oficiales con la región disminuyeron dramáticamente e incluso se pensó en abandonar una de las dos embajadas ya instaladas, la de Tokio o la de Pekín. Por otro lado, cualquier hecho ocurrido en la región ha sido infravalorado a lo largo del siglo XX y, con ello, cualquier hecho que aconteciera a esas antiguas colonias en Filipinas, aparte de las sentidas menciones a los fuertes lazos mutuos y a su identidad hispana. Sin embargo, había también lazos privados que habían llegado a ser tan importantes como para continuar funcionando sin depender en absoluto de ese desinterés oficial. Los lazos entre España y Asia Oriental anduvieron por su propio pie después de 1898, sin tener en cuenta ese apoyo oficial y fueron sostenidos principalmente por esos intereses privados. Consideramos necesario discutir esos intereses y, por razones de claridad, los hemos dividido en intereses comerciales, culturales, demográficos y misionales. Nos abstenemos de señalar los de carácter políticos por su limitada importancia y por su naturaleza eminentemente cambiante. La elección del año 1945 es por dos razones, la primera porque este año puede ser considerado el punto mas bajo de la presencia hispana (la información recolectada, sin embargo, es anterior al final de la segunda Guerra Mundial en algunos casos) y la segunda porque, después de la guerra, los pilares sobre los que se basaba la presencia española cambiaron totalmente: desde entonces las relaciones oficiales con los gobiernos de Asia Oriental pasaron a dominar y aquellos intereses privados en Asia perdieron la capacidad de configurar la política de Madrid hacia la región.

 

INTERESES COMERCIALES

En el caso de China y Japón, los intereses económicos fueron los únicos que permanecieron en los contactos oficiales entre Madrid y Tokio o Pekín, pero su importancia ha sido pequeña. El vino fue el principal producto exportado por España durante el período de posguerra, siendo también la única mercancía que era vendida en cantidades que no fluctuaron excesivamente. Hay que añadir otros productos, como las conservas o algunos minerales en bruto. Las importaciones fueron principalmente de productos semi-manufacturados, con artículos específicos de cada país como la seda japonesa o el tabaco y el azúcar filipino, así como importaciones coyunturales, como arroz. Son difíciles de conocer tanto las cifras exactas como sus características concretas, por el papel clave como intermediarios que tuvieron los puertos de Singapur, Hong-kong y Port-said, en el Canal de Suez, donde muchas mercancías procedentes o destinadas al Extremo Oriente eran vendidas.

Los problemas que afectaban al comercio español eran, al igual que con el resto del mundo, la falta de una estructura empresarial fuerte: predominaban las empresas de tipo familiar en el comercio de importación y exportación, concentradas en Kobe o Shanghai. La práctica de estas pequeñas empresas era funcionar como agentes radicados para realizar las compras a cuenta de los clientes, examinando las mercancías, vigilando los embarques y abonando los pedidos por medio de créditos bancarios, aunque en estos casos se retenían las cantidades hasta recibir la autorización del giro. Con la Guerra Civil y la guerra Chino-japonesa, la mayoría de estas empresas en Kobe y en Shanghai sucumbieron, en parte porque la situación de guerra hizo sucumbir el comercio mutuo y en parte también porque la política cambiaria española tras la victoria de los nacionalistas restringió fuertemente el acceso a las divisas extranjeras con lo que los españoles hubieron de emplearse en compañías de otras nacionalidades. El problema más continuamente mencionado, e interrelacionado con esa falta de una estructura comercial fuerte, fue la falta de una línea de navegación directa desde España, aunque algunas de las que cubrían trayectos con Europa del Norte paraban en Barcelona.

Los intereses económicos españoles en Filipinas tuvieron unas características diferentes a los de China o Japón y mantuvieron su importancia hasta el final del período que cubre el artículo, y a pesar de haberse sometido a unos gobernantes coloniales diferentes. No podemos dedicar a esta cuestión la importancia que merece, pero es interesante resaltar que en ese Archipiélago aún seguían ejerciendo el poder económico y político, en esencia, las mismas familias de raíz española que lo habían tenido antes. Aunque apegadas culturalmente a España y a sus valores, sabemos poco sobre las conexiones directas de sus empresas con otras semejantes españolas, ya fuera por parte de las casas principales o de sus filiales, puesto que la mayoría de sus beneficios y su riqueza venían gracias al comercio con Estados Unidos. El intercambio directo España-Filipinas se incrementó desde 1898, de un total de 7 millones -entre importación y exportación- a 13 ó 14 millones de pesetas en el período anterior a la II República, bajando después hasta los 4 millones en 1936. Desde 1908 predominaba la exportación de Filipinas a España, pero el desequilibrio era compensado por el capital neto enviado a la península; era enviado por diversos conceptos, como importe de rentas de bienes radicados en Filipinas, cuyos dueños residían en España, pensiones enviadas a familiares en la península por aquellos que trabajaban en Filipinas o cantidades procedentes de la liquidación parcial o total de los intereses poseídos por españoles repatriados.[1]

En el período anterior a la Guerra del Pacífico se desarrollaron dos procesos que afectaron los lazos hispano-filipinos a un plazo medio: La fuerte caída en los beneficios del capital especulativo, producto del fracaso de las inversiones en minas de oro[2] y la desnacionalización masiva de la elite que hasta entonces había mantenido la ciudadanía española.[3] En consecuencia, si bien en la década de 1920 las dos terceras partes del comercio exterior de Filipinas había estado en manos españolas, al acabar la guerra mundial sólo era en una mínima parte, no porque ese comercio hubiera cambiado de manos, sino porque esas manos habían cambiado de nacionalidad.

Entre las Compañías españolas destaca claramente la “Compañía de Tabacos de Filipinas”, denominada popularmente como Tabacalera. Creada en 1881, basada en Barcelona y puesta en marcha con capital francés, su expansión se dio principalmente en el primer tercio del siglo XX, durante la dominación norteamericana. Mantenía en época normal a unos 200 empleados españoles y además se estimaba que, después de la administración pública, era “la organización que (en Filipinas) da de comer a mayor número de gente”[4]. Tabacalera comerciaba con prácticamente todos los productos de exportación del país, especialmente tabaco, azúcar, copra y aceite de coco, importando también con preferencia marcas españolas de vinos, aceites y conservas. También tenía empresas subsidiarias como “Tabacalera Steamship Co.”, “Tabacalera Insurance Co.”, “Central Azucarera de Tarlac”, “Central Azucarera de Bais” y “Compañía Celulosa de Filipinas”. Estas sociedades  constaban para la ley filipina con derechos y obligaciones como tales, aunque el capital en su mayor parte o en la totalidad fuera español.

Además, estaban las llamadas Compañías Familiares, que constituían el patrimonio de determinadas familias poderosas, como “Ayala & Cía”, “Elizalde & Cía”, “Lizárraga Hnos.”, “Roxas & Cía.”, “A. Soriano & Cía” y “R. Pérez Samanillo”. La casa Ayala y la de Pérez Samanillo funcionaban casi exclusivamente  como administradoras de los bienes raíces familiares, mientras que las demás funcionaban en una forma parecida a la Compañía de Tabacos, con unos campos de actuación muy diversos. De ellas, la más conocida e influyente era la de Soriano y sus propiedades incluían minas de oro, propiedades inmuebles y el lucrativo conglomerado de San Miguel. De este personaje, con acceso directo al Cuartel General de Franco en España y Gran Cruz del Mérito Naval, tenemos poca información sobre sus negocios en España “aunque se sabe que entre ellos figura la “Editorial Calleja” y se insinúa como mera probabilidad que figure entre los mismos también algo relacionado con “Bolsa negra” a cambio de dólares”.[5] Otras empresas importantes eran “Banco de las Islas Filipinas”, “Banco Hipotecario de Filipinas”, “San Miguel Brewery”, “Philippine Sugar States Ins.”, “La Insular, Fábrica de Tabacos y Cigarrillos”, “La Yébana, Fábrica de tabacos y cigarrillos”, “Commonwealth Insurance Co.”, y “Tuasón y Sampedro”, además de otras en diversos campos.

Una conexión que aparece como importante es la de estos capitales filipinos con China, siguiendo el mismo camino de los emigrantes chinos que dominaban la economía filipina. Una de ellas puede ser la “Chino-spanish Trading Co.”, una casa de importación y exportación  dirigida por Francisco Abóitiz y otra los frontones de pelota vasca, dirigidos por un antiguo pelotari, Teodoro Jáuregui, que . Estos, explotados por compañías de diversas nacionalidades en Tientsin, Shanghai y después en Manila, pasan por uno de los negocios mas importantes de los españoles.[6] La situación general de los españoles en China, no obstante, era diferente a Filipinas, por una parte porque su poder económico era mínimo y por otra porque podía ser prevista pronto la fecha final de esos privilegios que permitían los beneficios para sus negocios: los Tratados Desiguales acabarían igual que habían acabado ya en Siam o en Japón. Desde mediados del siglo XIX, España había comenzado a disfrutar de estas prerrogativas, tales como juzgar a sus propios ciudadanos, un funcionamiento libre en las concesiones internacionales y beneficiarse de la extraterritorialidad; pero el final de estos privilegios vendría pronto y no había otra opción que hacer lo que las grandes potencias decidieran.[7]

 

INTERESES CULTURALES.

Dentro de los lazos culturales entre España y el Asia Oriental conviene diferenciar los territorios que habían sido españoles y los que no. Entre los segundos no había afinidades especiales y en el siglo XX las imágenes mutuas estaban basadas en las ideas o la información que llegaba indirectamente, con preferencia a través de canales británicos. Alguna información directa llegaba a la península por medio de españoles o latinoamericanos residiendo en Asia que escribían en periódicos o revistas, mientras que los escritos de los misioneros también podían ser encontrados pero no llegaban a un público masivo. Pero no sólo China o Japón mostraban escasas afinidades con España, también esos territorios donde la presencia española había sido esporádica (tales como Pohnpei (Ponapé) en Micronesia, ocupada solo al final del siglo XIX) se sentían escasamente atraídos. No es necesario señalar que los territorios con unos lazos culturales mas fuertes con España eran Filipinas y Guam, pero también hay que enfatizar que esa identidad era sentida en un grado mudho menos si lo comparamos con los países latino americanos.

Las principales influencias que había dejado España en estos territorios fueron en la estructuración de la sociedad y en dos aspectos que aún permanecen: el idioma y la religión católica. Al empezar la Guerra del Pacífico, el español todavía mantenía su papel dentro de la sociedad filipina. Era hablado por aproximadamente un millón de personas, principalmente de las clases altas y medias-altas, como lengua para entenderse entre ellos y también era la lengua oficial en la administración de justicia o como lingua franca en el comercio, junto con el inglés. Había adquirido una curiosa situación tanto en la sociedad filipina como en la guameña porque, si bien había sido una lengua colonial, tuvo un carácter anticolonial como cierta forma de identificación nacional y de resistencia al poder de los Estados Unidos, simbolizado por el inglés. Su papel fue mucho más allá de la comunidad española[8]. En cuanto a la religión católica, en Filipinas y Guam era profesada por la práctica totalidad de la población nativa e incluso en Micronesia el catolicismo era seguido por un número tan importante como el de protestantes, aunque dependía mucho según cada isla. La percepción de esta identidad cultural hispana, además, era menos notada que en otros casos puesto que había sido profundamente asimilada dentro de la sociedad y de su estructura.

No hubo un afán importante desde España después del 98 por impulsar estos lazos culturales. Nunca habían sido apoyadas financieramente las menciones esporádicas en la península a las afinidades mutuas entre España y sus colonias y a la historia común nunca. Además, estos lazos estaban restringidos a grupos reducidos de aquellos que estaban especializados en el país o que tenían conexiones directas con España, ya fuera por razones familiares o misioneras. En Filipinas, sin embargo, la identidad hispana se había desarrollado mucho más allá de la comunidad hispana: los periódicos en español eran ampliamente leídos y la propia comunidad se podía permitir el pago a académicos, charlistas, poetas o escritores para visitar las islas con el objeto de realizar exhibiciones artísticas o pronunciar conferencias[9]. Estos esfuerzos por mantener un contacto directo con la península durante la primera mitad del siglo XX muestran que los lazos culturales estaban vivos, pero principalmente gracias a los esfuerzos hechos desde el lado filipino. El Hispanismo anduvo por su propio pie, principalmente impulsado desde el propio archipiélago.

 

INTERESES MISIONEROS

La religión católica quedaba como un pilar fundamental de los años de dominio hispano en el Extremo Oriente.  Además de los territorios que ya hemos señalado más arriba, en China había aproximadamente 3 millones y medio de católicos, con cantidades menos significativas en otros territorios. Debido a ello y a pesar que el cuidados de los fieles estaba a cargo de religiosos de muchas nacionalidades, los misioneros constituyeron la presencia mas difundida de españoles en el Asia Oriental y el Pacífico durante la primera mitad del siglo XX. La transnacionalidad era una de las características de estas órdenes religiosas y ello permitía cambios de su nacionalidad cuando era necesario, como ocurrió, por ejemplo, cuando España perdió los derechos de Extraterritorialidad en China en 1937 o cuando, al comienzo de los años 1920, los jesuitas decidieron que era mas conveniente adaptarse a las nuevas autoridades reemplazando los españoles con miembros norteamericanos. Por otro lado, los recursos económicos obtenidos por estas ordenes durante el período español habían hecho de las Filipinas un centro clave para la presencia de religiosos en el área de Asia-Pacífico: gracias a los recursos generados en  este Archipiélago las misiones eran sostenidas financieramente y desde allí, también, recibían algún tipo de instrucciones. Los misioneros asignados a Asia, por ejemplo, viajaban primero a Manila, donde las Ordenes tenían sus Conventos Madre (Santo Domingo, San Agustín, San Nicolás, San Francisco…) y desde allí eran enviados después a sus destinos definitivos.[10]

Por territorios, la presencia de clérigo regular español es de la siguiente manera, a grandes rasgos:

En el Archipiélago Japonés, los Padres Dominicos estaban instalados en la Isla de Shikoku, en zonas rurales pobres y alejadas. La sede de la prefectura era la Iglesia de Matsuyama, con el otro grupo viviendo en Takamatsu. Había también un parvulario en Niihama, una iglesia en Uwajima y otra para la infancia en Enoguchi (kochi). El reducido número de jesuitas españoles, mezclados con padres de otras nacionalidades, estaban en Yamaguchi y en Kojimachi (Tokio). En la capital había también un Marianista y un Salesiano. Entre las religiosas, estaban las Hermanas Mercedarias de Berriz, que tenían una escuela en Koenji y las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, en Azabu, también en Tokio. Las Adoratrices del Santísimo Sacramento poseían una casa en Yokohama y otra en Kojimachi (Tokio). Había  también una Franciscana en Fujisawa y dos hermanas de San Mauricio.[11]

En la Micronesia, los cambios de colonizador fueron frecuentes después de la salida de los españoles, en parte porque tener a cargo el cuidado de estas islas no era excesivamente deseado por las órdenes. Los agustinos españoles fueron sustituidos por los alemanes desde 1899 hasta el fin de la I Guerra Mundial, en que los japoneses las tomaron y mantuvieron  bajo la misma bandera una gran cantidad de territorios conquistados durante el conflicto. Tokio solicitó al Vaticano enviar a Micronesia misioneros de países que se habían mantenido neutrales durante la Gran Guerra y  por tanto los españoles volvieron a ejercer el proselitismo, esta vez jesuitas que no tenían otra opción que aceptar las ordenes del Papa partir  de 1899, pero volvieron tras la I Guerra Mundial, cuando, al pasar a dominio japonés, Tokio pidió al Vaticano misioneros de países neutrales[12]. Tenían residencias en Yap, Belau (Palaos), Truk y Ponapé. A partir de 1937, en la llamada “Procura de Nanyô” (Mares del Sur) se legisló que los misioneros debían conocer la lengua japonesa y ello motivó que algunos tuvieran que ir a Japón a aprenderla. En Guam, expulsados los Agustinos Recoletos tras la derrota española, éste territorio bajo dominio de Washington pasó a ser jurisdicción de los Capuchinos españoles hasta que en 1936 se empezó  a encomendar a los misioneros estadounidenses de esta Orden. Hubo un progresivo proceso de sustitución y, cuando la guerra del Pacífico comenzó, sólo dos españoles permanecían, el Obispo, Monseñor Olano y su Secretario, Ramón Jáuregui[13].

En Filipinas, la presencia de clero hispano siguió siendo muy numerosa después de 1898 y pro tanto conviene hacer un listado por orden alfabético. Recoletos Agustinos: Llegaron en 1608. Estaban a cargo de la Prefectura Apostólica de Palawan y de la diócesis de Bacolod. Poseían también el convento de San Nicolás de Tolentino, el Convento‑Iglesia de San Sebastián, otro en Cebú, y el Instituto de Santo Tomás de Villanueva en San Carlos, en Negros Occidental. Agustinos: fueron los primeros establecidos en el país, desde la década de 1570. Tenían a su cargo el Convento de San Agustín en Intramuros y los del Santo Niño en Cebú e Iloilo, administrando también  parroquias en Pampanga, Iloilo  y Cebú. Benedictinos: Establecidos en 1895, estaban sustituyendo paulatinamente a los miembros españoles; poseían el Colegio de  San Beda y atendían los Hospitales de Santiago, y del de San José, uno en Arlegui y otro en Balmes. Capuchinos: Llegados en 1887, se dedicaban casi exclusivamente a su actividad parroquial y tenían parroquias en Manila, Tarlac, Pangasinan y Cavite. Dominicos: Establecidos en 1587, su labor era la más importante en el aspecto educacional, cuyos exponentes son el Colegio de Letrán y la Universidad de Santo Tomás. Poseían un santuario en Rizal, otro en Pangasinan, un Convento en Batanes y  un “Dominican Hall” en Baguio. Franciscanos: Llegados en 1577. Además del convento en Intramuros, poseían  tres residencias, un convento‑colegio y una parroquia en San Francisco del Monte (Ciudad Quezón) y 10 parroquias en la Isla  de Samar y las provincias de Albay y Sorsogón. Paúles: Llegados recientemente a Filipinas, su gran obra era la dirección de los Seminarios Diocesanos, donde fueron formado gran parte del clero y el episcopado filipino. Su Casa Central era el Convento y parroquia de San Marcelino y tenían confiados  los Seminarios de El Sagrado Corazón de Bascolog, San Carlos en Sargao (Cebú), San Vicente en Calbayog (Saman), San Vicente Ferrer en Jaro (Panay); San Carlos (Camarines Sur) y el Rosario, en Naga. Los Jesuítas habían sido los primeros en sustituir a los españoles por padres norteamericanos, aunque para la Guerra del Pacífico quedaban algunos. Entre las congregaciones de religiosas: Hermanas (o Hijas) de la Caridad (17 colegios en Cebú, Iloilo, Baguio y Manila, como el colegio de Santa Rosa). Las Hijas de Jesús (3 colegios en Iloilo y Pototal), las Misioneras de Santo Domingo (5 colegios en Santa Catalina y Pangasinan), las Siervas de San José (4 Colegios en Panay), las Agustinas Terciarias (10 colegios), las Agustinas Recoletas (6 colegios),  la Congregación de Religiosas de la Virgen María (37 colegios), las Misioneras Dominicanas (4 colegios) y lasFranciscanas Misioneras de María (15 colegios).[14]

Los misioneros en China tuvieron sus momentos más difíciles tras el comienzo de la Guerra Chino-japonesa. Los Jesuitas (desde 1912) estaban en las provincias de Anhui (referida como Anwei o Ahnwei) y Hubei. Tenian un vicariato apostólico en Wuhan (Hubei) desde 1921, con una residencia principal y otras 21 secundarias, con otro seminario en Suanchen y 25 residencias secundarias. En la provincia de Anhui, tenían una residencia principal y 21 secundarias. Sus propiedades estaban valoradas en 12 millones de pesetas. Los Agustinos estaban en la provincia de Hunan y tenían un vicariato en Xiangtan, cerca de la capital, Changsha, donde sufrieron bombardeos japoneses, así como en Jishou y Lichou. Estaban instalados también en Nanchang (Jiangxi) y Shanghai con unas propiedades valoradas en 8 millones y medio de taels. Los Dominicos (instalados desde 1900) predominaban en la provincia de Fujian (Fukien), con misiones residencias principales en Fuzhou, Fuding y Xiamen (o Amoy, con la concesión extranjera de Kulangsu), con 76 residencias secundarias en total.  Además, el Noviciado instalado en Hong‑kong, el Convento de San Alberto Magno. Sus propiedades estaban valoradas en total en 17.150.000 pesetas. También estaban en Formosa, bajo dominio japonés, con casa principal en Taizhong (Taichu) y una iglesia en Kaoshiung (Takao). También había Agustinos Recoletos desde 1925 en diversas misiones católicas de Hunan. Su misión principal en Kweitehfu fue saqueada durante la invasión de la provincia por las tropas japonesas, donde tenían además 10 secundarias. Sus propiedades en total estaban valoradas en 3 millones de pesetas. Los Hermanos Paúles estaban en la Escuela de Artes y Oficios de Aberdeen en Hong‑kong y en las provincias de Marampur y Sharampur [sic].  Los Franciscanos llegaron por primera vez en 1633 y tuvieron un Vicariato Apostólico desde 1911 en Shaanxi septentrional, en la provincia de Yan’an, con propiedades por 5.775.000 pesetas. Los Capuchinos estaban en la provincia de Jiangsu (Kansu) y en Xinjiang, con 29 residencias secundarias. En cuanto a las Madres religiosas, Hijas en Jesús en Pekín y Anquing, Mercedarias Misioneras de Berriz en Wuhu y  Agustinas terciarias en el Hunan Septentrional[15].

 

En el sudeste asiático y descontando las Filipinas, podemos encontrar tres Ordenes en tres territorios claramente definidos. En la Indochina Francesa todos los misioneros eran dominicos, de la llamada “Provincia de Tunkín”, con misiones en Banc‑Ninh, Cat‑dam y Thai‑bihn, una escuela Apostólica en Hai‑phong, y seminarios en Nam‑Dihn y Quang‑Puong.  En Siam estaban los Hermanos Gabrielistas en Bangkok, al cargo de los prestigiosos Colegios de la Asunción y en Borneo las Carmelitas Descalzas.

Es difícil poder dar una cifra concreta de los misioneros españoles en el Oriente, ya que tardaban en inscribirse en la Legación e incluso se nacionalizaban en las representaciones de otros países europeos, principalmente Francia, un país que deseaba ser visto como el defensor de la religión católica en China, si tenían un Consulado más cercano.[16] En Japón es donde hemos podido determinar más exactamente el número de religiosos, pudiéndolos cifrar entre 150 y 160 miembros, entre la metrópoli y los territorios insulares dominados.[17] En el Asia Suroriental había un número algo superior al medio centenar, con diez gabrielistas en Tailandia, 42 dominicos en Indochina (63 según el informe del Consejo Superior de Misiones), cuatro Carmelitas Descalzas en Borneo y quedaban dos jesuitas en Guam.[18] Una labor mas difícil de realizar es en China, donde su número decrece ligeramente hasta 400 al final de la Guerra del Pacífico.[19] No poseemos cifras completas sobre Filipinas, pero su número había de ser mayor al de China.[20]

El monto exacto de sus propiedades e inversiones, independientemente de la valoración hecha por ellos mismos, es motivo de especulación, puesto que las mismas Ordenes eran recelosas de ofrecer datos concretos -principalmente a las autoridades españolas- por cuestiones fiscales y la diversidad de nacionalidades de sus miembros facilitaba enormemente la opacidad. Solo podemos asegurar que en Filipinas les fueron reducidos los privilegios de que habían gozado durante el período español con la nueva administración norteamericana, pero siguieron teniendo un gran poderío económico[21]. Hay numerosos testimonios que se refieren a un fuerte poderío económico de estas órdenes religiosas, aunque ninguno está documentado suficientemente.[22]

Los principales problemas que les acosaron fueron derivados de los cambios políticos, ya fueran pacíficos o violentos. En el Archipiélago Japonés algunos cargos ostentados por españoles pasaron a manos de nipones como consecuencia de la política nacionalista. En China, la pérdida de la Extraterritorialidad por España tras pasarse todos los  representantes diplomáticos al bando franquista cuando comenzó la guerra civil ‑no reconocido por el gobierno chino‑ supuso problemas adicionales y para salvaguardarlos fueron cambiadas sus propiedades de nacionalidad. En Filipinas, las Ordenes siguieron diferentes estrategias para adaptarse al nuevo poder norteamericano y mientras que los jesuitas españoles, por ejemplo, fueron sustituidos por los norteamericanos en 1921, los dominicos instalaron en la primera década del siglo su casa de Noviciado en los Estados Unidos. Después del estallido de la Guerra Civil en España fue muy difícil enviar limosnas a las misiones, no sólo en el bardo republicano, sino también desde el territorio franquista, por las prohibiciones a la exportación motivadas por la política monetaria de entonces[23].

La violencia directa fue otro de los azotes de las misiones. En España, la Guerra Civil paralizó el envío de nuevos religiosos y, en algunos casos, murieron los que estaban preparándose para salir. Entre los territorios japoneses, fueron asesinados siete jesuitas en la Micronesia, todos ellos presumiblemente por soldados japoneses.[24]  En China fue donde se sufrió de forma más continuada la violencia, tanto política como social, puesto que ya desde antes de 1937, los misioneros sufrieron las acciones de bandidos, con algunos secuestros en busca de fuertes recompensas monetarias. Al estallar la Guerra Chino-japonesa se sufrió principalmente por los bombardeos y por las acciones indiscriminadas de los soldados japoneses y, por último, tras comenzar la del Pacífico, aunque la violencia no se recrudeció especialmente, su situación se agravó extraordinariamente por serles cortadas totalmente las rentas desde Filipinas. No obstante, se puede afirmar que las pérdidas humanas no fueron excesivas, teniendo noticias sólo de algún muerto en bombardeos, pero no en enfrentamientos armados o en ocupaciones sangrientas.[25] En Filipinas, la destrucción, aunque se concentró en los momentos finales de la Guerra Mundial, fue la más extensa, muriendo un total de 52 religiosos a causa del conflicto (13 agustinos, 6 recoletos, 9 capuchinos, 2 Dominicos, 8 Franciscanos y 14 paúles). Sus pérdidas materiales se calculan en un total de 1.489.391 pesos filipinos, de los cuales 8.023.371 se calculan causadas por los japoneses, 5.656.487 por los norteamericanos, 15.900 por las guerrillas, otras tantas por las “turbas” y 77.735 de procedencia desconocida. Todas las órdenes sufrieron pérdidas, pero entre ellas la que más proclamó fue la de los Predicadores, o Dominicos, con cerca de cuatro millones y medio de pesos.[26]

 

INTERESES DEMOGRÁFICOS

La forma más usada de dividir la colonia española en la región durante estos años era hacerlo entre laicos y religiosos, con predominio de los segundos en todos los territorios excepto en Filipinas. En Japón, con aproximadamente 200 súbditos, la mayoría de religiosos era aplastante, con sólo 34 seglares en 1937, en su mayoría dedicados al comercio o a la enseñanza. En China, la cifra más concreta que poseemos es del año 1927, con 605 súbditos, de los cuales 305 habían nacido fuera de España; después ésta hubo de haber crecido, tanto por las nuevas llegadas de religiosos como por la apertura de dos frontones de pelota vasca en la década de 1930, empleando a unas 50 familias, entre pelotaris, cesteros y jueces. Los no nacidos en España eran principalmente de origen filipino, y mantenían la nacionalidad por los derechos de extraterritorilidad que conllevaban; según un funcionario,  “por rehuir la legislación indígena y sin saber a ciencia cierta hacia dónde cae España ni hablar español desde luego”[27].

Sobre Filipinas, el consulado comprobó la situación de cada ciudadano durante la ocupación japonesa, señalando que poco antes de comenzar ésta había registrados 3.500 individuos y que, tras un minucioso balance en 1944, se habían reducido a unos 3100, con  1735 varones, 1365 mujeres y 190 niños menores de 14 años. Aparte de los misioneros, el grupo más numeroso era el de empleados en empresas comerciales, industriales y agrícolas, tanto españolas como extranjeras. Seguían en importancia los comerciantes, industriales y agricultores dedicados por su cuenta y casi no había braceros ni trabajadores manuales ‑tal como ocurría en la América Hispana‑, siendo el número de indigentes muy reducido. Además de ellos, calcula en unos cinco o seis mil los “españoles de hecho” que habían adoptado la ciudadanía filipina, especialmente en los seis o siete años antes de la Guerra del Pacífico. Sobre los “individuos de procedencia española”, como los mestizos o los cuarterones (un cuarto de sangre filipina), que conservaban educación, gustos y costumbres hispanas, afirma que quizás llegaran al medio millón.[28]

 

CONCLUSIONES.

Como hemos visto, la presencia española en Asia tenía dos pilares `principales hasta la Guerra del Pacífico: los misioneros y la oligarquía hispano-filipina. Estos intereses estaban fuertemente entrelazados tanto por las relaciones personales, por las afinidades ideológicas y por los lazos económicos: las ordenes religiosas invirtieron mucho dinero en las firmas de sus compañeros de liderazgo entre la colonia española. La importancia de ambos era grande en China y en Filipinas, pero no en Japón, donde los intereses económicos eran débiles y la localización de los misioneros dispersa. También estaba balanceado entre ambos, los misioneros estaban extendidos a lo largo de la región y ellos tenían un mejor conocimiento de la lengua de los habitantes, mientras que las familias estaban más adaptadas al funcionamiento de la sociedad y tenían mejores lazos con el poder político y nacional.

Por tanto, la opinión de estos dos grupos era muy importante, si no determinante, en el proceso de toma de decisiones en España en relación con Asia, no sólo entre los diplomáticos españoles que estaban destinados en la región, sino también entre los diferentes ministerios en Madrid. Los diplomáticos asignados a una representación en Asia podían meterse en un problema grave si decidían resistir sus demandas: la oficina del Consulado Español en Manila, por ejemplo, estaba funcionando sin pago dentro del Casino Español, que estaba gobernado por las familias poderosas y en caso de que algún diplomático decidiera buscar una cierta independencia de su directiva (como hizo la Falange durante la Guerra Civil) debería de empezar por pedir dinero a Madrid para instalar una oficina fuera de ese consulado, algo que tomaría, como mínimo, una gran cantidad de tiempo.

La situación cambió completamente al acabar el conflicto mundial. El cambio de ciudadanía de una parte importante de la vieja elite española en las Filipinas y el comienzo del colapso de todas las compañías importantes que continuaban siendo españolas disminuyeron definitivamente la importancia de esos lazos privados. Por otro lado, la importancia económica de las Ordenes religiosas había sido afectada fuertemente por los desastres ocurridos durante la Batalla de Manila (por ejemplo, la mayoría de esos Conventos Madre fueron destruidos) y después, una vez que los Comunistas tomaron el poder en China en 1949, se desvanecieron del país tras ser desahuciados.

Desde entonces, los dos principales pilares sobre los cuales se basarían los lazos entre España y Asia Oriental serían el celo misionero y los intereses políticos desde Madrid. Aunque estos pilares podrían ser similares a los interese que ya hemos mencionados previos a la Guerra del Pacífico, el paso de unos a otros produciría un cambio radical ya que estos dos últimos sostenes tenían una base mucho más débil. Y, peor aún, eran más mutables. En el primer caso, la influencia de la iglesia no podía ser mas, como había sido antes, el resultado de ese poder basado en su propia riqueza y en su propio conocimiento de la región, sino que dependió principalmente de la situación política en España: El gobierno de Franco le había ofrecido un apoyo abierto. En el segundo caso, el gobierno de Franco sintió un fuerte interés político hacia Asia Oriental debido a su aislamiento internacional y a la necesidad de mejorar sus lazos con Washington. Asia Oriental empezó a ser vista como una especie de “puerta trasera” que podría servir para mejorar esas relaciones con Estados Unidos por tres razones: 1) Las crecientes tensiones con la Unión Soviética (principalmente en la región, debido a la Guerra de Corea) realzaron la posición estratégica de España como un aliado localizado en un territorio bien protegido por los Pirineos ante un hipotético ataque de la Unión Soviética. 2) El ascenso del Comunismo (principalmente, por la victoria comunista en China) fue una “confirmación” de los avisos españoles sobre la creciente amenaza de Moscú. 3) Los regímenes anti-comunistas de la región (principalmente Manila, Bangkok y Tokio) eran lugares excelentes para establecer contactos con los altos oficiales de Estados Unidos. Mientras que la oposición al régimen de Franco era un tema ampliamente debatido entre la opinión pública en el resto del mundo, estos representantes franquistas no tenían en Asia Oriental problemas para contactar sus colegas norteamericanos[29]. Ciertamente, los hechos ocurridos en Asia precipitaron el comienzo de la Guerra Fría y por tanto influyeron fuertemente en el fin del aislamiento internacional de España a partir de 1953, cuando España estableció relaciones con el Vaticano y con Washington.

Sin embargo, estos intereses desde Madrid cambiaron con el tiempo Las oportunidades para cristianizar Asia decrecieron pronto, no sólo por el ascenso del comunismo en China, sino porque el interés en el Cristianismo en Japón decreció una vez que acabó la ocupación norteamericana. Algo similar ocurrió con los intereses políticos: una vez que el reconocimiento internacional después de 1953 aprobó la continuidad del régimen de Franco, las razones para mantener los contactos con Asia pasaron a ser mínimas. Desde estos comienzos de la década de 1950, no ha habido ninguna razón política (ni religiosa) hasta la última década, para profundizar en la relación y los contactos  con Asia Oriental, mientras que los intereses privados españoles han casi desaparecido de las Filipinas. Sólo recientemente las empresas españolas están mostrando un interés en Asia, como una parte necesaria en ese objetivo de la globalización. Desde que esa presencia hispana alcanzó su punto más bajo en 1945, la situación ha mejorado ligeramente, pero todavía percibimos los efectos de la falta de interés que vino desde 1898.

 

Citas

** Una versión previa de este trabajo, bajo el título “Presencia Española alrededor de 1945” fue publicada en las Actas del Tercer Congreso de Hispanistas de Asia, Tokio, Asociación Asiática de Hispanistas, 1993, pp. 1069-1079.

[1] Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores (AMAE), Legajo (Leg). 2910, expediente (exp). 9. Informe del Cónsul Castaño al Ministro en Tokio Méndez de Vigo, Manila, 9 de Octubre de 1943.

[2] “…el juego desenfrenado a la bolsa ha arruinado a la mitra, al clero, a las casas comerciales españolas y a muchas filipinas. Filipinas no es el mismo país que era en 1937, cuando todos ganaban el dinero a talegadas con el “bluff” de las minas de oro”. AMAE, Leg. 1736, exp. 21. Despacho 280 del Cónsul Maldonado a Ministro de Asuntos Exteriores (Mae), Manila, 12 de septiembre de 1940.

[3] Afectó a prácticamente toda la colonia española con grandes propiedades. La subordinación española al Eje produjo nerviosismo tras el comienzo de la II Guerra Mundial y cuando los aires de guerra se percibieron más nítidamente en el Oriente se produjo una defección masiva de la nacionalidad española. Entre el verano de 1941 y el comienzo de la guerra mundial, una parte cualitativamente esencial pasó a tomar la nacionalidad filipina.

[4] AMAE, Leg. 2910, exp. 20. Informe de Francisco Ferrer a Mae, Manila, 30 de noviembre de 1945.

[5] Información proporcionado por el Cónsul José del Castaño, enfrentado con Soriano. AMAE, Leg. 1736, exp. 26. Despacho 179 de Castaño a Mae, Manila, 24 de julio de 1941.

[6] José de Ygual, Cónsul en Shanghai, lo denomina como “flamante negocio”. AMAE, Leg. 1736, exp. 21. Despacho 40 de Ygual a Mae, Shanghai, 17 de julio de 1940.

[7] AMAE, Leg. 3196, exp. 4. Despacho 6 de González de Gregorio a MAE, Shanghai, 2 de Octubre de 1945. Según datos de 1932, en el Consulado de Shanghai se encontraban registradas empresas industriales por valor de 171.000 ptas. y comerciales por 733.500 ptas. OJEDA, Mercedes: “Relaciones entre España y China entre 1927 y 1937”, en Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, Vol. I, Madrid. 1980, pág. 222.

[8] Sobre ello, ver RAFAEL, Vicente: “Anticipating Nationhood: Collaboration and humor in the Japanese Occupation of Manila”, en Diaspora (EE.UU.), vol. I, págs. 67-82 y Rodao, F. “Spanish Language in the Philippines”, in Philippine Studies, vol. 45, 1, pp. 94-107.

[9] Camilo Barcia, Federico García Sanchíz, Conrado Blanco o Vicente Blasco Ibáñez  fueron algunos de los invitados a viajar por las Filipinas. Ver, por ejemplo, BARCIA, Camilo: Puntos cardinales de la Política Internacional Española, Madrid, 1939, pág. 159.

[10] AMAE, Leg. 5521, exp. 15. Informe del Ministerio de Asuntos Exteriores a Francisco Franco, Madrid, 18 de abril de 1945.

[11] Archivo General de la Administración (AGA), Secretaría General del Movimiento (SGM), Leg. 74. Memoria‑resumen de Eduardo Herrera a  [Falange Exterior], Katase, 29 de enero de 1941 y AMAE,  Leg. 3195, exp. 25. Nota de Jefe de la Sección de Relaciones Culturales a Director de la Sección de América, Madrid, 14 de abril de 1945. También, DELGADO GARCIA, José P. “Los dominicos en la provincia del Rosario en Japón, 1904‑1979”, Huellas Dominicanas, Madrid, 1979. pág. 13.

[12] Entrevista con el padre Bizcarra, SJ, Koror, 30 de mayo de 1994. Ver también Hezel, Francis, SJ, The Catholic Church in Micronesia, Loyola House Press, 1991 y Rodao, F., The Spanish Culture in the Pacific after 1898, en Alaima Talu and Max Quanchi (ed.), Messy Entanglements, Brisbane, Pacific history Association, 1995, pp. 173-179.

[13] Olano, Miguel Angel de, Diary of a Bishop. Since the Invasion of Guam. Manila, University of Santo Tomas, 1949.

[14]  AMAE, Leg. 2910, exp. 20.”Informe acerca de la Colonia española de Filipinas”  por Francisco Ferrer, Manila, 30 de Noviembre de 1945. También, Leg. 1735, exp. 32. Informe de Consejo Superior de Misiones  a MAE, Madrid, 5 de junio de 1943. Véase, CASTRO Y CALVO‑MAGAZO, José F.: Relaciones Hispano-Filipinas.Madrid, 1956. Tesis inédita de la Escuela Diplomática. págs. 30‑33. Ver, entre otros libros relativos a la presencia de Ordenes, DELA GOZA,[sic] Rolando, CM & CAVANNA, Jesús Ma., CM.- Vicentians in the Philippines, 1862-1982, Manila, 1985 y De la Rosa, Rolando V., OP.- Beginnings of the Filipino Dominicans, Manila, 1990 y González, Jose Mª., Historia de las Misiones Dominicanas en China, vol. 4: 1900-1954

[15]  AMAE, Leg. 3200, exp. 13. Informe de Carlos Martínez de Orense, Madrid, anexo al Despacho de 11 de febrero de 1947; Leg. 1004 exp. 9, Despacho 96 de Méndez  Vigo a Mae, Tokio, 7 de abril de 1938; Leg. 1736, exp. 7. Volante de Jefe de Relaciones Culturales a Jefe de Ultramar. Madrid, 4 de abril de 1944 y en Leg. 1734, exp. 36. Despacho 35 de Pedro de Ygual a Mae, Shanghai, 30 de julio de 1939. El valor de las propiedades está tomado de Ojeda, art. cit., págs. 228-29, procedente de AMAE, Leg. 859, exps. 1, 2 y 3 y Leg. 721, exp. 136, en donde no se indica fecha.

[16] Los Registros de los Consulados, aunque parecen el mejor medio para hacer un estudio cuantitativo, o han sido enviados a Madrid o bien siguen siendo utilizados, pero no aparecen como una fuente definitiva. Pedro de Ygual, por ejemplo, al llegar a Shanghai como Cónsul tras el final de la Guerra Civil, comprobó que había muchos españoles careciendo de Cédula de Nacionalidad y que muchos de ellos no habían sido inscritos en los registros correspondientes.  Para solucionarlo, insertó anuncios en la prensa y los envió a las Ordenes misioneras pero, aun así “para evitar seguras omisiones les ofrezco a los padres misioneros proporcionarles gratis, este año, las correspondientes cédulas”. AMAE, Leg. 1734, exp. 36. Despacho 35 a Ministerio de Asuntos Exteriores de 30 de julio de 1939.

[17] Es el único territorio donde hemos encontrado cifras completas con anterioridad a la guerra, aunque de 1937. Constan un número cercano a la centena en  el propio territorio japonés (7 jesuítas, 13 esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, 13 de Mercedarias de Berriz, 11 adoratrices y 11 dominicos), 43 en la Micronesia y 14 en Formosa. Archivo General de la Administración (AGA), Leg. 5176. Listado  de Francisco J. del Castillo al Secretario de Relaciones Exteriores (Salamanca). Tokio, 31 de julio de 1937, con añadido de 30 de agosto de 1937. Quizás la lista mas exacta, señalando sexo, es la que aporta el delegado de Falange en Japón, de enero de 1941: 82 en la metrópoli, 28 en Formosa y  51 en Micronesia. El Consejo Superior de Misiones, durante la Guerra Mundial, señalando  45 misioneras en Tokio ‑solo se refiere a las Mercedarias y a las esclavas de Jesús‑ 19 en Formosa y 67 en Micronesia. AMAE, Leg. 1736, exp. 7, Informe a Mae, Madrid, 4 de abril de 1944.

[18] AMAE, Leg. 3200, exp. 13. Informe de Carlos Martínez de Orense a Mae, Madrid, 11 de febrero de 1947. La Misión de Guam, apuntes por el P. Pastor de Arrayoz. s.f., pág. 18. Copia mecanografiada en Micronesian Area Research Center (Guam).

[19] El Cónsul Pedro de Ygual los evalúa en 1939 en unos 500 religiosos “pues sólo en la misión de Wuhu son unos 110″(AMAE, Leg. 1734, exp. 36. Despacho a Mae, Shanghai, 30 de julio de 1939) y el siguiente cónsul, Alvaro de Maldonado, los evalúa en 800(AMAE, Leg. 1734, exp. 24. Carta particular a Jordana, Shanghai, 4 de septiembre de 1942). Las cifras del Consejo Superior de Misiones, antes mencionadas, dan una cifra de 356, aunque no en todas las ordenes consta su número.  De los que podemos comprobar poco después de acabar la II Guerra Mundial ‑utilizando los datos del informe de Carlos Martínez de Orense elaborado en 1947 (vid. supra), cuando aún el flujo de misioneros posterior a la Guerra no ha comenzado‑ podemos conocer la proporción dentro de las órdenes: 13 Mercedarias, 124 Jesuítas (única Orden que señala la antigüedad de los misioneros, 38 de ellos en Wuhu y 86 en Anking), 72 Dominicos (21 en Hong‑kong, 19 en Fuchow y 32 en Amoy ‑Szeming‑), 16 Franciscanos, 13 Hijas de Jesús y 6 Maristas. Durante la Guerra Mundial, en el mismo informe mencionado anteriormente de 4 de abril de 1944 se cifra, en total, en la China dominada por el Kuomintang, 62 misioneros, 8 religiosas, 38 iglesias regidas por españoles, 101 oratorios, 3 orfelinatos, 2 asilos y 7 dispensarios y en la China ocupada por los japoneses, 259 misioneros españoles y 306 religiosas.

[20] El canciller del Consulado en Manila durante la ocupación japonesa, Francisco Ferrer, los cifra, sin especificar, en el 17% de la colonia: 553 individuos, 390 religiosos y 163 religiosas. AMAE, Leg. 2910, exp. 20. Informe a Mae, Manila, 30 de noviembre de 1945. Excluyendo a los Agustinos Recoletos, en los que nunca consta el número de religiosos y haciendo una lista por provincias: 7 Siervas de San José en Antique, 7 Franciscanos en Batangas, 54 Franciscanos   en Camarines Sur, 21 en Cebú, entre Agustinos y Paúles, 44 en Iloilo, entre Agustinos y Paúles, 6 paúles en Laguna, 296 en Manila, entre Agustinos, Benedictinos, Capuchinos, Dominicos, Franciscanos, Paúles  y Hijas de Jesús, 12 en Negros Occidental sin contar los Agustinos Recoletos, y quedan sin saber las cantidades en Negros Oriental, Mindoro, Cavite, Bohol y Basco, en esta última provincia, ocupada por Dominicos. La recopilación más reciente sobre la cuestión, por Leandro TORMO.‑ “Bibliografía reciente sobre la historia de la Iglesia en Extremo Oriente relacionado con España”. en SOLANO, F., RODAO, F. Y TOGORES, L.E. (coord.) El Extremo Oriente Ibérico. Investigaciones Históricas: Metodología y Estado de la Cuestión, Madrid. Agencia Española de Cooperación, 1989, págs. 391‑413. En el mismo volumen otros trabajos sobre documentación en los archivos de diferentes Ordenes Religiosas.

[21]  Cuando acababa la dominación española se formaron compañías comerciales ficticias para seguir manteniendo la propiedad de las tierras en Filipinas; una de ellas, por ejemplo, denominada “Sugar Development Company”. Fernández, op. cit., págs. 10 y ss.

[22] Según el Embajador de España en Pekín en 1927, la cantidad no declarada por estas Ordenes era muy elevada y su exactitud “ni aún aproximada, era difícil de calcular” (Ojeda, art. cit., p. 223). Otras referencias en AMAE, Leg. 1465, exp. 25. Carta de “varios miembros de la colonia” al Ministro de Estado, Shanghai, 11 de mayo de 1933 y Leg. 1737, exp. 10. Despacho 2 de Ygual a Mae, Shanghai, 20 de enero de 1940. También, en un libro esencialmente literario, se afirma: “Los jesuitas tienen una casa de empeños en Manila y controlan una gran parte del negocio cambiario en Hong‑kong, los Dominicos monopolizaban en Shanghai el negocio de alquiler de los rickshaws, los Recoletos son los mayores accionistas de Cervezas San Miguel, más importantes que los Soriano y los Roxas, etc.”, GIL DE BIEDMA, Jaime.- Retrato del Artista en 1956, Barcelona, Lumen, 1992, pág. 78.

[23] AMAE, Leg. 2910, exp. 16. Resumen de José de Cárcer de una entrevista con Fernando Navarro, Madrid,  25 de junio de 1946.

[24] AMAE, Leg. 3206, exp. 21. Despachos 24 de Mariano Vidal a Mae, Tokio, 9 de mayo de 1946 y 1184 de Germán Baraibar a Mae, Washington, 14 de noviembre de 1947. También fueron destruidos algunos edificios de los dominicos en Shikoku o de las Adoratrices en Tokio.

[25] Era quizás el país donde recibieron menos protección estatal, en parte por la falta de agentes consulares o de vice‑cónsules que pudieran comunicarse fácilmente y además porque los misioneros rara vez pedían ayuda oficial. Los daños totales calculados después de la Guerra -a excepción de los Dominicos de Hong‑kong‑ se calculan en 2.673.842 Dólares. AMAE, Leg. 3196, exp. 6. Despachos 38 y 64 de González de Gregorio a Mae, Shanghai, 2 de agosto y 18 de octubre de 1946. Ver también en Archivo de Presidencia de Gobierno, sección Jefatura de Estado, Leg. 1, exp. 4.2.  Cartas del Procurador de Anking a Francisco Franco y al General Castro Girona,  Anking (China), 26 de agosto de 1940.

[26] Para los informes de las pérdidas durante la ocupación de Filipinas, ver el Expediente de AMAE, Leg. 5521, exp. 15.

[27] Ojeda, art. cit., pág. 222. AMAE. Expediente personal de Eduardo Vázquez Ferrer. Informe al Mae, Shanghai, 17 de Diciembre de 1940. También AMAE, Leg. 3196, exp. 4. Despacho 40 de Ygual a Mae, Shanghai, 17 de abril de 1940. Hubo también 14 marinos refugiados durante la Guerra del Pacífico. AMAE, Leg. 3196, exp. 4. Despacho 6 de González de Gregorio a Mae, Shanghai, 2 de Octubre de 1945.

[28] AMAE, Leg. 2910, exp. 20. Informe de Francisco Ferrer al Mae, Ferrer, Manila, 30 de noviembre de 1945.

[29] En relación con ello, ver Rodao, F., “Japón y Extremo Oriente en el marco de las Relaciones Hispano-Norteamericanas, 1945-1953”, en Revista Española del Pacífico, N. 5, 1995, págs. 223-241.

 

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