La Hoover, repleta de documentación

La Universidad de Stanford tiene otro estilo y al salir de la Hoover Institution of War, Revolution & Peace, para rematarlo, me apareció un conejo. Cuando en un campus  de Estados Unidos ves a alguien haciendo fotos a una ardilla, piensas, viene por primera vez. También había ciervos y pavos salvajes en Berkeley Hills, pero conejos, es la primera vez.  En fin, volvamos a la Hoover: pedí sobre Japón y me dieron 23 folios a dos caras de colecciones de documentos donados de particulares o adquiridos de alguna forma; sobre Filipinas, 14 y sobre la II Guerra Mundial, 105. Envidia, obvio, porque en España se prefiere guardar los documentos y tirarlos cuando ya no hay espacio, aunque parece que se implanta la idea de entregarlos a los archivos, y no sólo libros que no caben en estanterías a las bibliotecas. Encontré unas diez memorias de norteamericanos internados durante la Guerra del Pacifico en la Universidad de Santo Tomas, ojalá hubiera podido encontrar algo así de españoles en Filipinas. La misma bibliotecaria que encontré en 1994, dedicada y amante de su trabajo, dando las normas a cada nuevo investigador como si fuera la primera vez. Dormí en Palo Alto, por eso de estar observar Google desde otra perspectiva (y porque el motel era barato)hoover1

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