Florentino Rodao
INTRODUCCIÓN
Los estudios sobre los contactos hispanos con el Asia Oriental carecen de una perspectiva globalizadora. Han girado de forma excesiva en torno al análisis de relaciones bilaterales, principalmente con China o con Japón y con ello se echa en falta una mayor profundización en la idea de Asia Oriental como el entorno del centro de su presencia, las Islas Filipinas. Pocas semejanzas han compartido España o este archipiélago con esos países, ni en tamaño ni en población ni en valores socio-culturales. Por otro lado, tampoco ha habido estudios sobre España en Asia Oriental a lo largo de un período tan largo, contemplando 1898 y el fin de la presencia en Filipinas como una variable más. En consecuencia, hemos optado por intentar solucionar estas carencias para el análisis de la presencia hispana en Asia Oriental aportando una perspectiva distinta: los contactos con un país pequeño menor, Siam.
Sus ventajas como ejemplo son importantes. Tanto España como Siam han sido semejantes en población y extensión territorial, e incluso su evolución política tiene algunas semejanzas interesantes. Por su parte, las relaciones de Siam con el Archipiélago Filipino, con el que comparte importantes características culturales, han tenido una mayor continuidad a lo largo de su historia. Así lo prueban la multitud de intentos de retomar los contactos y las relativamente continuas referencias a Siam dentro de la bibliografía española sobre Filipinas: Antonio de Morga, el Padre Aduarte y un buen número de escritores se refieren a hechos relacionados con este Reino. La proporción es mayor que con otras regiones, como las Molucas, donde los contactos fueron más intensos en un período pero menos extendidos en el tiempo. A pesar de las posibilidades que brinda la documentación, falta un análisis global de los contactos entre siameses y españoles y con este objetivo nos hemos decidido a realizar este trabajo, que ha de verse complementado con el estudio de la documentación en lengua thailandesa.
Otras dos características importantes de Siam ayudan para que podamos considerar estas relaciones como modelo de las que España ha tenido en Asia Oriental: su independencia frente a la colonización europea, lo que ha ayudado a clarificar la percepción del país y, por otro lado, el balanceo que siempre ha caracterizado su política exterior, a saber, el deseo de contraponer a unas naciones con otras ‑europeas o no‑ para evitar tentaciones hegemónicas o de conquista. Siam, en consecuencia, ha sido el país asiático más fácilmente identificable como tal y más abierto (o menos cerrado) a la presencia de españoles a lo largo de su historia. Las influencias de China, de los Países Bajos o del Reino Unido nunca han impedido que Ayuthya fuera un objetivo definido en Manila ‑no en Madrid‑ y viceversa.
Este libro, en definitiva, trata de estudiar la presencia hispana en Asia Oriental por medio de los contactos con un país comparable en extensión y población, que además ha mantenido su territorio e incluso un gobierno independiente desde que llegaron los primeros españoles. Soy consciente de las matizaciones que se podrían hacer a tal afirmación por la imposibilidad de delimitar claramente tanto la idea de Siam, como la de su territorio, o la propia identidad de los personajes que aparecen a lo largo de este trabajo. También, no obstante, de la necesidad de adoptar criterios amplios. Los problemas metodológicos para definir hasta dónde se llega o qué se estudia han sido importantes. Para delimitar el espacio físico surge el problema de cuáles eran los límites territoriales en el Asia Oriental en los tiempos anteriores a la dominación europea, puesto que el concepto de frontera no era físico, sino influido principalmente por la lejanía o cercanía a los diversos centros de poder. En un mismo poblado se podía decidir que las casas construidas sobre pilares debían lealtad a un señor mientras que aquellas con el suelo sobre la tierra se la debían al rival. No ha habido problemas para esta delimitación de dónde empieza y dónde acaba el territorio siamés en la época contemporánea pero, durante los primeros contactos, los españoles viajaron por el interior de la península Indochina sin saber bien a qué monarca debía sumisión cada poblado por el que pasaban. El mejor ejemplo de ello es, precisamente, el primer español que pisó territorio siamés, puesto que llegó a Patani, un territorio cuya dependencia hacia el rey thai era escasa.
Además de delimitar el marco espacio-temporal, también resulta muy difícil saber quiénes eran españoles y quiénes no, entre otras razones porque las fuentes documentales no suelen ser muy explícitas. Siempre que sea posible, se distingue entre los novohispanos y los peninsulares y, por supuesto, entre los hispanos y los portugueses, pero a veces no lo es, tanto por la confusión propia de la documentación como por esos años en que estuvieron juntas las dos coronas ibéricas. Por último, pocos de los mismos protagonistas de los primeros capítulos se sentirían como tales españoles; castellano, gallego o extremeño eran ideas más comprensibles para nuestros primeros personajes que la identidad comenzada a crear a partir de los Reyes Católicos. En Siam, un proceso similar ocurrió durante los cuatro siglos que cubre este período, y prueba de ello fueron los continuos cambios de fronteras, que han llegado hasta la inmediata posguerra mundial.
Este libro tiene cinco capítulos. Los cuatro primeros están divididos temporalmente, aunque hayan sido desiguales en cuanto a duración e intensidad. He considerado conveniente presentar en cada uno de ellos una extensa introducción del contexto asiático, mencionando tanto la situación interna siamesa como la española en Filipinas y diferenciando los tres principales tipos de impulsos que animaron estas relaciones; los de carácter propiamente estatal, los misionales y los comerciales, aunque nunca dejaron de estar fuertemente imbricados los unos con los otros.
El primer capítulo cubre la breve etapa de la expansión ibérica en el Asia Oriental, en la cual podemos encontrar el aspecto más llamativo: las correrías de Diego Belloso y Blas Ruiz por Camboya, Siam y Laos. Hemos incluido un extensa referencia a los proyectos de conquista de China, anteriores a las expediciones a la península Indochina, por su significado como antecedente, aunque nunca llegó a salir ejército alguno con ánimos de conquista.
El segundo capítulo es el que expresa mejor los intentos fallidos por conseguir una relación más intensa. Está simbolizado por el galeón de Manila y una buena parte gira en torno al comercio (y contrabando) mutuo; las esporádicas embajadas comerciales desde Filipinas intentaron incorporar al Reino de Siam a ese tráfico anual con América, cuya principal limitación fue la obligación, establecida en 1605, de pasar por Acapulco.
El tercer capítulo cubre el período de dependencia directa de Manila a Madrid, a lo largo del siglo XIX. Filipinas sigue como referencia obligada entre Siam y España, pero América desaparece. El beneficio económico de Manila estuvo siempre en el punto de mira hispano, pero nunca se consiguió una relación mutua provechosa por la falta de un proyecto claro para Filipinas tras las independencias al otro lado del Océano. Los contactos con Siam difícilmente pudieron substraerse a la decadencia general hispana.
El cuarto capítulo cubre desde la crisis de 1898 hasta el final de la guerra de España. Perdidas las Filipinas, el único lazo entre Madrid y Bangkok pasó a ser su entidad como gobiernos independientes (y de segundo rango) en la Sociedad Internacional. El lento surgimiento de organismos multinacionales sirvió para enmarcar la evolución de los contactos mutuos, desde la Guerra de los Bóxer hasta el creciente interés mutuo por la situación política interior en la década de 1930.
El último capítulo referente a las imágenes mutuas nos ayuda a entender las motivaciones subyacentes, los modos y medios que han servido de marco a los contactos. La bibliografía, para concluir con este repaso, trata de ayudar al estudio de la historia del Asia Oriental y de la presencia hispana en esa región, dos temáticas que, a pesar de su importancia, siguen siendo relativamente desconocidas en España cuando se escriben estas líneas.
La transliteración de los nombres thailandeses a la escritura occidental no tiene una norma única, por lo que usamos las grafías comunes actualmente, suprimiendo las puntuaciones añadidas y abusando del uso de normas adaptadas a la lengua inglesa. El nombre de Thailandia aparece de esta forma porque Tailandia es una simple adaptación de los términos ingleses, al igual que Malaisia; el sonido “Th” y “T” son diferentes en la lengua de este país y, resulta particularmente molesta la confusión para los conocedores de ambos significados. Para el grupo étnico, no obstante, usamos la palabra “tai”, proveniente del término usado para referirse a la minoría radicada en el sur de la República Popular China. Los títulos de nobleza son, de mayor a menor rango: Chao Phraya, Phraya, Phra, Luang, Khun. Los apellidos, por su lado, sólo se comenzaron a usar en el siglo XX y siempre han tenido una importancia inferior al nombre. Ello fue motivo continuo de error para los españoles, que se referían en la expedición de Bustamante al Primer Ministro denominándole con el cargo (Barcalam, proveniente de Phra Chao Luang) o a su enemigo del siglo XVI como el malayo Lacasamana (laksaman, “nombre del hermano de rama” o Almirante). Una última advertencia, las fechas se escriben usando la Era Cristiana: el año siamés se cuenta por la Era Budista, sumando 542 años a la Cristiana, y comenzaba el 1 de abril hasta 1941.
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El presente trabajo es el resultado de la ampliación y revisión de una Tesis de Licenciatura o Tesina, aprobada en la Universidad Complutense de Madrid el 11 de octubre de 1985 bajo el título Relaciones entre España y Tailandia hasta la II Guerra Mundial. Durante los diez años posteriores he dedicado una buena parte del tiempo a otras dos investigaciones, una de las cuales ya ha sido plasmada en una Tesis Doctoral y la otra espero que me convierta, en un futuro, en doble doctor. La relación de estos trabajos con la temática del libro es en un sentido amplio: he estudiado la presencia hispana en Asia Oriental en lugares donde no se ha ejercido un dominio. No obstante, a excepción de este contexto semejante, poca relación tiene este estudio con las relaciones entre Japón y España entre 1937 y 1947 o con el declive de lo hispano en Filipinas entre los años 1935 y 1945. La documentación, también, está en lugares diferentes, aunque localicé casualmente, en los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores japonés, un editorial de un periódico thai sobre España, fechado en 1931. He podido sacar tiempo para completar en lo posible las lagunas documentales de las que adolecía la Tesina visitando, por ejemplo, el Archivo General de Indias, el Archivo Alvaro de Bazán o la Biblioteca de la Siam Society. Con estos nuevos datos y con las partes sacadas del antiguo trabajo que he ido publicando como artículo en diversas revistas, se puede decir que poca relación tienen el trabajo presentado en 1985 y el de ahora. Espero haberlo mejorado, pero también he de señalar que, sin haber podido aprender la lengua Thai, ni me siento especialista en el tema ni creo sea un trabajo completo; Ferdinand C. Llanes sigue trabajando en las relaciones entre Filipinas con Siam y espero que este estudio le haya servido como punto de partida. Las referencias a España son mínimas en los ficheros de los Archivos Nacionales en Bangkok, y la documentación a la que remiten es principalmente de carácter protocolario y sin mayor interés, pero ello no exime de la necesidad de investigar más a fondo y, en definitiva, del deber de confrontar la documentación española.
Guadarrama, marzo de 1996
AGRADECIMIENTOS
Muchas personas me ayudaron para realizar ese trabajo, entonces y ahora. Entre ellas quiero agradecer en primer lugar al prof. José U. Martínez Carreras, cuya dirección ha sido esencial para configurar este trabajo y para trabar una amistad que sigue perdurando. Dhiravat Na Pombejra, Tack, profesor de la Universidad de Chulalongkorn en Bangkok, siempre me ha proporcionado una valiosa ayuda al encontrarnos en las diferentes ciudades donde hemos coincido: Lisboa, Madrid, Hong Kong, Tokio y Bangkok. También han colaborado desinteresadamente y con especial dedicación Narisroj Fuangrabil, Nick, y José Luis Porras, presidente de la Asociación Española de Estudios del Pacífico hasta su muerte en 1996.
La ayuda recibida en los Archivos ha sido siempre excelente, pero principalmente deseo agradecersela al personal del Archivo General del Ministerio de Asuntos Exteriores, donde estuve trabajando más tarde, y en especial a Ana Carrascón, una luchadora infatigable que un día perdió una batalla. En Bangkok, Khanita, O, de la Biblioteca de la Siam Society, me prestó una ayuda excepcional, así como los estudiantes y profesores del Departamento de Español de la Universidad de Chulalongkorn, gracias a la colaboración de Eduardo Martínez Suria.
A Joaquín Bosque Sendra le continúo agradeciendo esa ayuda para imprimir la que fue la primera Tesina redactada con ayuda de un procesador de textos en el Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid. Usaba entonces un ordenador personal muy poco fiable, causante de un retraso de varios meses en la entrega final y que hoy, afortunadamente, ya es historia, el Sinclair QL; sin embargo, me descubrió las posibilidades de la informática y para el siguiente trabajo decidí que debería usar un programa de almacenamiento de documentos, Knosys, que aún tardó unos años en aparecer y que de nuevo motivó retrasos. Patricia y Yasmina Unzaín me ayudaron cuando tuve que trasladarme a trabajar a la isla de Ibiza y el ordenador quedó aparcado. Teresa Agustín ha realizado un trabajo magistral corrigiendo el estilo de la versión final. Mi familia ‑particularmente José María- no ha dejado de apoyarme en los estudios. A Manuel Espadas Burgos y a Rafael Gómez, del CSIC, les agradezco, por su parte, ese interés especial que se han tomado para que el presente libro vez la luz, al igual que a la ayuda de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Mucha gente, en definitiva, me está ayudando en esta especialización que busco sobre Asia.
SOLAPA
Españoles en Siam estudia los contactos entre dos territorios a los que la acción pública no llega. Los individuos y su búsqueda de beneficios (comerciales, espirituales o puramente personales) determinaron los hechos que han jalonado las relaciones mutuas: expediciones con ánimo de conquista, embajadas para establecer lazos comerciales, intentos de evangelizar sin autorización superior, etc. Aventureros, misioneros y comerciantes encontraron en Siam un territorio apropiado para actuar sin estar atados más que a sus propios intereses. Como en muchos otros territorios, consiguieron atraer la acción estatal, provocando que ésta haya sido dominada de principio a fin por esos objetivos particulares.
El libro cubre desde 1540, fecha de la llegada de un gallego a Patani, un territorio sometido poco más que nominalmente al poder central siames, hasta 1939, año en que aparecen los primeros intereses políticos de Madrid por Bangkok, atraido el gobierno de Franco por la creciente influencia de Tokio en Asia. Siam fue uno de los ejemplos más claros de esa influencia japonesa y como consecuencia de ello, ese mismo año de 1939 pasó a llamarse “Thailandia”, o tierra de los hombres libres.
Los cinco capítulos del volumen cubren las fases de la presencia ibérica en Asia: ansias de expansión al principio, dominio del comercio en los siglos XVII y XVIII, el contacto directo entre Manila y Madrid y, después de 1898, unos contactos en los que predomina el desinterés. El quinto capítulo estudia la importancia de las imágenes y las percepciones, que en buen número de ocasiones preceden en importancia a los hechos en sí.
Florentino Rodao (Madrid, 1960) es Doctor en Historia Contemporáea por la Universidad Complutense y Candidato a Doctorado en Estudios de Area por la Universidad de Tokio. Es profesor asociado del Departamento de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología (Universidad Complutense de Madrid).
CONTRAPORTADA
La presencia de españoles en Siam muestra unas relaciones dominadas por los intereses particulares: aventureros, misioneros o comerciantes fueron los actores casi exclusivos de los contactos. Hasta mediado el siglo XX, la acción estatal siguió dominada por la búsqueda de provecho personal o de grupo, a pesar de la importancia del actual territorio thailandés para el desarrollo del dominio español en las Islas Filipinas hasta 1898.