1994 Fiji y la caza del cerdo salvaje

Poblacion y fresco

Cuando llegué a Fiji iba alucinado de ver a tanta gente. Al fin y al cabo son un millón de habitantes y cuando cogí el taxi con la madre del hijo cooperante pensé, uyy, pero si hay vacas aquí. Y tenían montañas, y además para llegar al hotel eran como quince kilómetros y todo. Bueno, lo más increíble de todo, hacía fresco. Y es que estaba en el trópico de cáncer y allí en el hemisferio sur es invierno: claro, llegué el 20 de julio, en los días más fríos del año. De nuevo menos mal que tenía la chaquetilla verde esa que la tengo tan maltratada y que no suelo usar nunca, pero que me ha venido tan bien en el viaje de Vietnam y es este viaje. Cuando hice la maleta, dije, bueno, no sea que haya algún sitio donde me vaya a hacer frío

Sin sonrisas y sin mestizaje

Suva si que es una ciudad, 80.000 habitantes. La gente que por la mañana sale con prisa, autobuses, corbatas, oficinas ya en plan occidental, parques y todo eso; pero sigue conservando el encanto de la gente del Pacífico. Me sorprendió que vas andando y la gente te saluda y te sonríe si tú les sonríes a ellos. Vale que te lo hagan en Tuvalu o Kiribati, pero no te lo esperas allí. Lo malo es que me acostumbré, es una cosa que ahora en Manila echo de menos, la sonrisa de la gente sin que haya motivo aparente. Yo lo he hecho varias veces, pero la gente es como en todos lados; pasas al lado y parece que no existieras. Pero si hay algo interesante en Fiji es la mezcla racial, porque la mitad son melanesios y la otra mitad son hindúes, y no hay prácticamente nada de mestizaje: en todo un siglo parece que apenar hubo 200 matrimonios interraciales. En Melanesia y que de repente viera a todo el personal negrote, también, pero no tanto. Un algo que les diferencia de los negros de África, no sé qué: que no tienen la bemba, ni colorá ni ná; el estilo quizás, porque las mujeres de Senegal les dan cien vueltas vistiendo. Las faldas son la parte mas llamativa de a vestimenta: campeones del mundo de rugby pero con los cataplines al aire.

Golpes de Estado y división interna

Fiji fue colonizado por los ingleses, eran una gente bastante guerrera y cuando llegó la Perfida Albión les costó un montón la conquista. La isla tenía mucha capacidad para la plantación de caña de azúcar y así que vieron que a los melanesios no les conseguían incitar con bienes que justificaran el trabajo duro, dictaron una orden prohibiéndoles trabajar en las plantaciones e importaron mano de obra del Imperio. Los británicos dejaron una democracia formal con Parlamento y demás, pero en el año 1987 hubo un golpe de Estado en Suva (en realidad, fueron dos), precisamente por el enfrentamiento y el poco mestizaje entre las dos comunidades: o eres de unos o de otros, no como en los territorios antiguamente españoles. El General Rabuka (se dice ranbuca) dio un golpe para evitar que el poder en la isla cayera totalmente en manos de los indios, los que controlan la economía de la isla. Incluso ahora lo mantienen, y aunque el gobierno promociona que los fijianos sean más emprendedores, con créditos y demás, no parece que está consiguiendo mucho. Es evidente al llegar al aeropuerto, todos  los taxistas son indios. Al fin y al cabo son dos mentalidades de vida totalmente diferentes, para los fijianos y para los oceánicos en general el dinero o hacerse rico no es precisamente lo más importante en la vida, tienen otros objetivos, pero para los indios, o para los vietnamitas tal como pude ver en las navidades, quizás su Dios es el dinero. Supongo que las diferentes presiones demográficas han llevado a ello, pero la verdad es que hasta ahora los oceánicos no han tenido que trabajar mucho para ganarse la vida, al contrario que los asiáticos. Quizás Oceanía es una de las ultimas partes que quedan en el mundo donde hacerse rico no es la principal preocupación de la gente.

Timos y disputas por 3$

El único cabreo por ser timado ha sido precisamente en Fiji y por un indio. Estaba el último día en Nadi para salir a Vanuatu y quería volver al hotel. A la ida había ido por cincuenta céntimos, unas cincuenta pelas, en taxi compartido, y la tarifa de autobús, unas camionetas de Toyota en las que caben diez o quince pasajeros, son unas 30 pelas. Pues bien, voy por la calle para ir al Hotel Melanesio, paro una camioneta de estas, pregunto si es un autobús y me responden afirmativamente. Y al salir, le doy cinco dólares y me devuelve sólo 1 dólar: me cobró como si fuera un taxi y además caro, porque los normales son tres dólares. Tuvimos una bronca, yo le decía esto no es un taxi, y el “que siii¡¡¡”. Le pregunté a un tío que estaba por ahí, “¿es esto un taxi acaso?,” y respondió tajante “no, esto no lo es” y el indio, “que si, que si es un taxi,” y llamo a otro circundante, y responde lo mismo y el indio entonces dice, “que no, es un taxi, este que viene conmigo también paga. Es para alquilar.” Fue una bronca buena, se quedó con las pelas y yo me tuve que callar porque no tenía suelto; si no le hubiera entregado un billete tan grande, no le doy pie. Es lo típico de ver un turista y decir, hombre, a este se le puede sacar pelas. Pasa en todo el mundo, pero no en Oceanía. En Manila en el aeropuerto me volvió a pasar con que el taxista me quería sacar un montón de dinero, pero no se salió con la suya, uno aquí ya está preparado.

Alerta con la cascada

Suva no tiene nada de especial, estuve paseando y allí tuve que tomar la decisión de no ir a Tonga. Lo sentí mucho, pero hice cuenta del dinero que me quedaba y vi que ya no quedaba mucho después de tener que pagar como unas ciento noventa mil pelas para los billetes de Fiji a Papúa y de Papúa a Filipinas. Fui a la oficina de la Air Marshall, pero la de la oficina pasó de mi totalmente. También me enteré que había que sacarse un visado para ir a Papúa Nueva Guinea (pi’en’yi, tal como se dice normalmente por las iniciales). Uno de los días fui a un parque Colo-i-Siva que tenía una catarata muy bonita, Wairoro, pero parece ser que había robos. A la puerta le pregunté al guardián y me dijo que dejara todo lo que llevara; así, me quedé apenas con la cámara de fotos y algo de dinero para que si me atracaban por lo menos se llevaran algo. Pero a mitad de camino me volví; tampoco era cosa de que me jugara un encuentro desagradable total por una cascadita, yendo solo como iba. Y cuando vuelvo, el señor de la puerta me dice, “Uyyy, qué bien has hecho.” No sé si los chorizos serían indios o fijianos, pero un fijiano que me saludó al salir de la caseta del guarda podía estar en el ajo; justo cuando salía de la ruta, él estaba de camino a donde yo había pasado y me dijo, “qué poco tiempo has tardado”.

Mercado

Había esos días una fiesta de la gente de una isla para sacar dinero y estaban vendiendo cosas auténticas de Fiji, pero no compré nada. Estuve comiendo unos platos de carne que estaban muy ricos y me senté con ellos a charlar. Fue muy agradable porque además al lado se pusieron a cantar canciones suyas, la gente de la isla lo hacía para ellos mismos, aunque eran canciones un tanto tristes, por cierto. La pena es que no hubo bailes, y es que los melanesios no son tan dados al baile como los polinesios. Luego conocí también a unos argentinos, les vi paseando y les oí hablar, creía que hablaban en italiano y les saludé en la lengua de Dante. Viven en el sur de Argentina y hacia no sé cuantos meses que estaban en Australia para sacarse dinero. Y lo que es esta gente, se sabían todos los precios y todo lo más barato que había por esos lados. Llevaban en los macutos de todo, desde tienda de campaña hasta el jabón para lavar los platos y cuando yo les dije que estaba en un hotel yo solo por 4000 pelas, dicen, “Uyy, que caro¡¡”, ellos estaban los dos por 2000 pelas. Si es que no hay nada como esta gente para poder ahorrar, en Tokio también algunos latinos (y los rusos) se sabían los precios más baratos para todo.

Playa y ruinas

Salí de Suva por tierra porque el avión para Vanuatu era desde Nadi y me quedé dos días en el camino, en un hotel con unos bungalows recomendado por estos argentinos por lo barato que era, 1100 pelas al día. Aparte de los bungalows tenían un edificio de habitaciones que estaba bastante bien y allí estuve. La playa era de coral y era muy buena para bucear o para tostarse al sol, pero la verdad es que hizo un frío y un viento de cuidado; total, ni buceé ni me puse al sol. Lo que hice fue ir por los alrededores a conocerlo. A cinco minutos andando había un hotel de turistas de primera categoría y allí fui a comer varias veces y a desayunar y también a ver un espectáculo de andar sobre el fuego. Es casi como en el pueblo ese de España donde andan sobre las ascuas con una persona encima, pueden hacerlo porque al pisar fuerte sobre la piedra la dejan sin oxígeno para quemarse y simplemente queda caliente. Pisan igual, con los dedos de los pies para arriba para evitar que se quemen, con la diferencia de que en Fiji lo rodean de un ritual religioso para hacer ver que son los dioses los que les conceden el derecho de andar sobre las piedras en ascuas.  También fui a unas ruinas  de una ciudad cercana, Sigatoka con población india y fijiana por igual. Me encantan las mujeres indias en el sari, por cierto. El sábado fui a un concierto de un grupo de los más famosos en Fiji, era de dos y media a cinco; esas horas tan intempestivas eran porque estaba organizado para sacar fondos para el grupo de baloncesto local, y estaba lleno de chiquillos y de madres. Habría como trescientas personas y yo era el único occidental, fue una gozada sentirme en medio de la ésa gente; yo solo, ahí. Por la noche fui al Hotel ese a tomar algo.

Nadi y la playa bideportista

La última etapa del viaje a Fiji fue Nadi. Llegué el domingo y tenía reservado participar en un viaje haciendo trekking por la isla, organizado por una agencia de viajes, Rosie. Nadi es la ciudad turística por excelencia de Fiji, me apetecía la idea, aunque eso de que fuera algo tan típicamente de turistas no me molaba mucho. Eso sí, la playa está ocupada principalmente por locales y me quedé con una imagen que explica los problemas del país, los hindúes por un lado jugando al fútbol y los fijianos al rugby, su deporte favorito y en el que son bastante buenos. No vi ningún grupo en el que hubiera gente de los dos lados. Si que vi a unas niñas indias jugando al fútbol, pero se quejaban de que no las pasaban la pelota. De hecho, a la llegada, todos los taxistas indios diciéndome lo bien que había jugado España y la pena de que hubiera perdido. Hindú que veía, hindú que me decía que había visto a la selección española de fútbol y que había jugado muy bien. En esos días la popularidad de España en Fiji era por el mundial de fútbol.

Proposicion de Rao

Total, que mientras iba  a la playa de Nadi para pegarme un bañito, se me acerca un tío y me dice que me lleva en su coche, 200 pelas. Vale. Y de camino me pregunta que de qué país soy. Digo de un país que jugó muy bien pero que perdió y él dice, “Italia?,” No, “Argentina?,” No, “España.” Hombre, eso es otra cosa y ahí que nos estuvimos riendo. Y me dice que qué voy a hacer para el día siguiente, respondo que tengo contratado un tour para ir a hacer trekking. Y dice, “nada, déjalo” y vente conmigo a cazar cerdos salvajes por la mitad de precio. “Cuánto te cuesta, 350 dólares (35.000 pelas)?”, pues puedes estar allí los tres días con los cazadores de cerdos en las montañas por 15.000. ¿Que te dan también alojamiento y comida? Pues te vienes a mi casa a dormir y a comer y vives con mi familia. Le dije que vale. Aproveché a ver templo hinduista en construcción, Sri Siva Subramaniya, que parece es el más grande del Pacífico, de nuevo la gente encantadora, pero además al lado pasa una línea para transportar caña de azúcar, me pasé de hacer fotos, pero de algún modo simboliza la presencia india en la isla. Me recordó a Filipinas.

Negociaciones difíciles

Por la tarde quedé con este hombre, Rao, e hicimos un viaje para encontrarnos con los cazadores de cerdos. Ahí ya le inquirí más sobre el plan, digo, van a ser tres días en la montaña cazando cerdos, dice, no es un día, pero los otros días estas; hay que descansar de lo fatigoso que es. Por cierto, que antes me había subido el precio tras preguntarme de nuevo cuanto iba a pagar, me dijo, 200 dólares. Y luego tras verme insatisfecho con eso de tanto descanso, dice, hombre, me pagas a mi lo mismo que a Rosie’s (los del tour de Trekking) y yo te llevo a ver la isla con mi coche. Y eso es lo que hicimos. Él era muy pesetero, pero yo no le dije que en realidad el precio del Tour eran 375, tampoco yo tenía menos cuidado por preservar mi dinero. Fuimos a ver a los cazadores y quedamos en que íbamos el martes y que nos teníamos que levantar a las cuatro de la mañana.

El futbolista que ganó el Mundial

Luego fui a cenar con su familia. Tenía cuatro hijos y la mayor, una hija, estaba estudiando en Nueva Zelanda. Y los chavales estaban excitados por conocerme porque les dijo que había conocido a uno que jugó cuando España ganó la copa del Mundial de Fútbol en 1975. Los chavales se quedaron alucinados y le pidieron montar en la camioneta para verme; dice “no, que luego va a venir a cenar.” Total, que cuando llego a su casa, el padre ya me había aleccionado sobre la mentira y no tenía más opción que continuarlo: allí estaban con una cara para verme que no podían ocultar la emoción. Yo les dije que había sido en el 80 y que había jugado de defensa y después me había retirado. Mirar mis fracturas y para ello me sirvió la herida de la rodilla, que fue defendiendo un gol seguro de la otra selección, e incluso las cicatrices en el pie, del accidente de Ibiza, pero les dije que fueron por el pisotón de un delantero a mala leche. Y los chicos preguntándome qué clase de preparación y qué ejercicios hay que hacer. Yo les hablé de los ejercicios para fortalecer los músculos de la barriga, que es lo único que me acuerdo de haber visto en la tele. Que cuál era mi nombre de jugador, que si tengo fotos, yo que se cuántas cosas. Querían que jugara y todo. Uno trabajaba en una gasolinera, el mayor, y luego tenía otros tres churumbeles, Tinu (12), Suvu (11) y Rajú (6) que me imaginaba como iban a ir a la escuela el día siguiente. Muy bien, conocí a la mujer y de cena, obviamente, cena india.

Areare y la zona montañosa

Al día siguiente fuimos a ver la zona norte, a la ciudad de Areare y a la cordillera de montañas más larga del país. Muy bonito, pero lo que me quedaba alucinado es lo seco que estaba todo. Me recordaba a los paisajes de Castilla en una zona que tendría que ser selvática. Y es que hay mucho cambio climático dentro de la propia isla según los vientos. En la zona de la capital, Suva, llueve bastante, pero no en otras zonas y claro, al fin  y al cabo, son los trópicos. En el de Cáncer está el Sáhara y a poca distancia y a la misma altura de allí está el norte de Australia, que es zona desértica. No sé, pero no me lo esperaba. Algunas fotos se diferencian poco de pueblos de Segovia como Boceguillas o de Armuña, aunque también se pueden ver algunas palmeras.

Ceremonia Yagoba

Fuimos también a un pueblo ahí en las montañas donde me hicieron la ceremonia de la Yagoba: te dan la bebida esa que es de Kassava, unas raíces que saben horribles para los invitados para homenajearlos. Tomé el vaso que me dieron con dificultad, pero insistieron en que me bebiera otro más. Bueno, al fin y al cabo es conocer su cultura, dan tres palmadas antes de que empieces a beber. Pero de nuevo lo curioso es la diferencia entre los indios y los fijianos, ni mezcla entre unos y otros ni nada. En los pueblos se puede saber inmediatamente quién vive; los indios viven en solitario, una o dos casas, mientras que los fijianos lo hacen en grupos más grandes. Además los pueblos hindúes tienen a la entrada unos troncos de bambú muy altos con unas banderas encima. Rao me mostró un chaval que era hijo de indio y fijiano en un pueblo de fijianos, pero poca mezcla más hay. Parece que en Nadi, unos treinta o cuarenta mil habitantes, no hay mas que diez parejas mixtas, y él es de los pocos hindúes que habla fijiano. Sus hijos no hablan nada, me quedé alucinado, hablan hindú y inglés, pero de fijiano ni pajotera idea. Eso significa que todos sus amigos son del mismo grupo y que la lengua usada para comunicarse con los fijianos es el inglés. Y como ellos, todos.

Hijos que adoran a su padre

Vinieron sus hijos también a la excursión porque era el día de la constitución o algo así y se lo pasaron en grande. Mi único problema es cuando fuimos a un pueblo fijiano, que había un balón y que tuve que jugar con él. Empecé a hacer una demostración de esas de pegarle pataditas con la rodilla, pero no dio resultado y al final acabé dando una patada que casualmente fue a parar a uno de los chavales. No se quedaron muy impresionados por la demostración de habilidad, pero con esto acabé la prueba de mi futbolería. Fuimos a comer a un restaurante indio y los chavales se pidieron fish & chips, típica horterada de origen británico que supongo será sustituida por la hamburguesa. Luego en la carretera los chavales le pedían al padre que adelantara a todos los coches, íbamos a ciento diez y ciento veinte y yo estaba acongojado, pero él me decía, es que me lo piden los chavales. Al final no dormí en su casa, sino en un Hotel que él me busco; me puso la excusa de que la hermana de su mujer iba a ir a visitarles y para mí también mejor no dormir en la cama que me había asignado, porque en su casa los mosquitos picaban que era una delicia. Volví a cenar con ellos y los chavales me llamaban tío y me pedían que les contara cosas, me lo pasé muy bien con ellos. Les enseñé a manejar una cámara fotográfica y no sé cuántas cosas más.

Caza frustrada

La Caza de los Cerdos Salvajes fue al día siguiente, martes. A las cuatro quedamos y a las cinco menos cuarto estábamos ya en la casa de los cazadores. Ellos no estaban tan preparados, todavía roncaban y entre pitos y flautas no salimos hasta que empezaba a amanecer. Eran dos cazadores, uno iba a caballo con una camada de 10 perros y el otro se vino en la camioneta con nosotros y con tres perros. Y con una lanza, esta gente caza con lanza, parece ser que hay otra que lo hace con rifle, pero está prohibido. Y nosotros nos fuimos por un camino y el del caballo se fue por el otro a la otra parte del valle. Parece que lo suelen hacer así para que cuando ataquen unos perros, el cerdo huya en dirección a donde están los otros perros. Y nada, desde que llegamos a nuestro lado del valle tuvimos que esperar horas y horas y nada, que no había forma. A mí me extrañó que los perros no ladraran, pero es que se lo tienen prohibido porque claro, si ladran el cerdo se pone al loro y escapa. A los perros les tienen entrenados además para hacer la caza en grupo; el cerdo es más rápido por los arbustos, y más fuerte, pero los perros van detrás y le muerden una pierna y mientras se le quita de encima, viene otro y así. Al final, el cerdo se cansa y los perros le rodean hasta que viene el cazador con la lanza. A veces incluso lo que hace el cerdo es meter la cabeza en la tierra y con eso se piensa que ya no hay peligro, como los avestruces. Pero vaya decepción con la caza del cerdo, porque allí no apareció nada. Sobre las diez y pico ya apareció a nuestro lado el del caballo, que sus perros no habían encontrado ningún cerdo y entonces fuimos a otro lado. Y ahí, sobre la una y media, de repente, unos perros empezaron a ladrar y todos salieron inmediatamente a meterse en los arbustos. “Guau, guau,” sí, escuché un montón de ladridos, pero ver, no veía nada. Salió en caballo uno de los cazadores y digo, hombre, por fin, ya podemos volver satisfechos. Pero nada, ni cerdo ni nada, parece que se escapó y sobre las cuatro de la tarde ya nos fuimos a casa. El cazador jefe estaba fastidiado, es mala leche eso de salir y no cazar; para evitar la mala suerte siempre que se sale se divide en partes iguales la carne del cerdo, excepto las entrañas que son para los perros. Lo que más le fastidiaba fueron los tres perros que no volvieron. Se debieron de perder mientras le estaban persiguiendo al cerdo y es que parece que entrenar a un perro de estos es bastante complicado, deben de saber latín. Cuando nos fuimos se quedaron los cazadores, decían que volverían finalmente los perros.

Subiéndonos a los árboles para escapar

Una decepción pero bueno, al fin y al cabo tampoco ayudé a destruir la vida natural de los bosques, aunque los cerdos esos no son originarios de Fiji ni de la Melanesia. Los de Greenpeace no creo que se enfaden conmigo. El caso es que me llevó al hotel y cuando me volvió a buscar para ir a cenar, Rao de nuevo había inventado una historia para los chavales y otra vez que hubo que inventar cosas. Un cerdo había venido a por nosotros y nos habíamos tenido que subir a un árbol, doscientos kilos de peso por lo menos, otro que había pasado por la carretera y que si hubiéramos ido más rápido le podríamos haber pillado. Dice si hubiéramos ido a 70 kilómetros por hora le habríamos cogido, pero íbamos solo a cincuenta, y resulta que eran carreteras de la montaña que en ocasiones habíamos tenido que bajarnos a empujar el coche. Los chavales estaban emocionados, yo la gozaba con ellos, menos mal que no me preguntaron si tenía rasguños o heridas de haber subido al árbol. Les aseguramos que teníamos hecha una foto y no sé cuántas cosas más. Ese día yo ya noté que había alguien más en la casa, una mujer, pero no me la presentaron.

Boda Fijiana

El ultimo día cruzamos la isla por el centro para ver más montañas y más paisajes secos y naturales. Bien, bonito, con eso ya me consideré que conocía bien el paisaje fijiano. Lo más interesante es una boda a la que fuimos. Pasábamos por la carretera, vimos gente y le dije que parara. Pues era una boda fijiana en la que de nuevo me invitaron a la Kassava esa asquerosa de raíces. Parece que medicinalmente es muy buena, pero en esta ocasión conseguí tomarme solamente un vaso. La boda fue interesante, al igual que en Kiribati y en Tuvalu, había dos grupos de gente y unos estaban a un lado y los otros al otro. Por un lado los hombres y luego llegaron las mujeres y otra gente de la familia de la novia llevando todos los enseres de la casa; la cama, los muebles, las esteras…, todo.  La gente me pedía que le tomara fotos porque no había allí ningún fotógrafo para inmortalizar el evento, aunque también tuve que tener cuidado de no estar de pie. Y llegó la novia y estaba de bastante buen ver la mujer y había dos niñas con ella preciosas y luego me dijo Rao que eran hijas suyas. Curiosas estas costumbres, parece que la novia y el novio ya llevaban un tiempo viviendo juntos. Me invitaron a quedarme con ellos para la comida, además luego tendrían bailes y cosas de esas, pero esto de ir con otra gente te coarta y no podía hacerle esperar a Rao y a su hijo y a su sobrino que se habían apuntado a la excusión. Si hubiera estado solo me quedo, además me habrían dado un sitio para dormir si hubiera hecho falta. Vino un autobús y le pregunté cuando era el último, pero no había más que media hora de tiempo, con lo que me fui. Los chavales, el hijo y el sobrino, vinieron pero no entendían ni papa de lo que decía la otra gente. Rao parece que tuvo una novia fijiana y de ahí debe de venir el porqué habla la lengua, por lo que me contó estuvo unos años trabajando en Australia y al volver la novia tenía ya otro novio. Dice que cada vez que le ve por la calle le perjura ella a él, me da que Rao fue quien más tuvo la culpa.

Show de Johnny Lever

La noche también fue un tanto la cumbre del viaje. Me sentía un hombre feliz porque fui a un show venido de la India, el de Johnny Lever, un actor y comediante de Bollywood. Parece ser que es uno de los mejores comediantes de la India, la gente se ríe mucho con él y allí estaba reunida toda la comunidad india de la zona. Fue en el estadio de fútbol y había como cinco mil personas asistiendo, algo impresionante de cómo reaccionan ante estos espectáculos. Como la comunidad india en Fiji es más rica que la del subcontinente, llevan espectáculos sabiendo que puede ser rentable. Y bien que debieron de sacar en esa ocasión en que las entradas eran de 1000 y 700 pelas. Es una cantidad de dinero. Nos quedamos sin entradas Rao y yo, y mientras esperábamos a ver si abrían las puertas o algo así, Rao me contó las intimidades de la familia. Resulta que tres hijos suyos son con su mujer, pero otros dos, Tinu y Raju, son con la hermana menor de su mujer, la que presuntamente vino a visitar y que en realidad vive en la misma casa y que lo que pasa es que no me la quiso presentar. La explicación no fue nada de especial, un día que fueron juntos al cine dos en secreto y pasó lo que pasó. El segundo parece que fue ella la que lo quiso tener, porque una mujer india con un churumbel es casi imposible que encuentre marido y por eso debieron de tener hace seis años el segundo, quien por cierto no sabe aún las complicaciones de su vida familiar. En la noche fijiana se ven muy pocos y pocas indios, ella deben de estar metidas en casa para ser buenas mujeres.

Rao el gorroncete

Pasamos al concierto tras permitir que se entrara a una parte pagando solo cinco dólares. A Rao le pusieron un sello y luego me lo pasó a mi con lo que él se evitó pagar (yo ya le había dado mi dinero de la entrada). Luego no nos dejaban entrar a la zona de los diez dólares donde estaban sus hijos, pero ahí dijo que su hijo le llamaba o no sé qué. Este hombre es más listo que el hambre, se coló al concierto a la mejor parte y con asiento sin pagar un duro y, además, con un paquete de tabaco gratis tras decirme que le prestara porque él no tenía suelto. No me lo devolvió, claro. Yo estaba en el concierto y estaba más feliz que otra cosa rodeado por todas partes de hindúes. No comprendí las paridas, pero me recordaban mucho a Fernando Esteso; cuando más se rió la gente es cuando apareció vestido de mujer -la evolución de las sociedades, sentí. Además, también sentí que la cultura india es lo suficiente fuerte como para resistir influencias occidentales; se va adaptando, pero no desaparece en absoluto.

 

La hermana menor me lo cuenta

Estaban conmigo Rao, la hermana de la mujer y sus dos hijos, Tinu y Raju. Yo estaba de pie, pero a la mitad del concierto la mujer le dijo a Rao que se levantara y me dejara sitio. Y ahí me contó su versión. No quería vivir más en esa casa, resulta que su hermana, la madre de los otros niños, no la dirige la palabra, como tampoco el hijo que trabaja en la gasolinera. Estaba realmente fastidiada de que Rao no nos hubiera presentado; dice, si te hubiera conocido antes habríamos podido salir por ahí y divertirnos. Me pidió mi dirección para escribirme y así que le di la tarjeta se la guardo enseguida para que no lo viera Rao, sin leerla ni nada. Además resulta que tiene el punto rojo en la frente de las mujeres casadas y le pregunté que porque y dice que se lo había puesto Rao. Será machista el hombre. Pero supongo la situación personal de la mujer, que por cierto tiene 32 años, incómoda en un grupo de gente pero sin poderse poner a vivir por ella sola con un trabajo de cajera en un supermercado.

Sentí que tenía ganas de contarle a alguien su situación y que yo era una persona ideal, de fuera de Nadi, para hacerlo. Allí en la ciudad debe de ser un tema superchismorreado. El propio Rao me dijo que era el único caso en Nadi y una vez que estaba con Rao un minuto en el bar del Melanesian Hotel me dice una, sin yo preguntarle ni nada, “es una mala persona.” Pudo referirse a que es un pesetero, pero supongo que también se referirá a su vida personal. Rao me dijo que trabajaba en el aeropuerto de Nadi pero que estaba por unos meses sin trabajar, a saber por qué habrá sido. En fin, que a Rao le debió de molestar vernos sentados y charlando en agradable compañía y le dijo a la madre de sus hijos que se levantara, que él estaba cansado.

Extrañeza final en el estómago

Así acabó mi estancia en Fiji y mi relación con la familia esta, porque al día siguiente me fui para Vanuatu. A la vuelta del concierto Rao no me dijo más intimidades familiares (cosa que no esperaba) ni me preguntó qué era lo que me había dicho la hermana de su mujer (cosa que si esperaba) y tanto una como otra montaron en la parte de atrás de la camioneta con el resto de la chiquillada, supongo que sin hablarse la una con la otra. Sentí despedirme principalmente por los chavales, de verdad que me encantó eso de que me llamaran Tío (uncle) y lo de tener una relación más o menos larga, cuatro días. Me sentí extraño en el estómago y por eso apenas comí, y tampoco dormí en toda la noche, pero al montar en el avión era no tener fiebre para que me dejaran montar y no se estropeara el viaje.

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