Kosrae, donde llegué al día siguiente de Truk, tenía más encanto. Además, tras haber visitado ya Yap, Chuuk y Pohnpei, ya tengo visitados los cuatro Estados Federados de Micronesia (FSM): misión completa como nunca le ocurrió a España, porque aunque le correspondía colonizar la isla (en español, Kusiae), ni siquiera mandó una guarnición. Bastante tenía con los problemas en Ponapé y con la extensión si sumamos el agua, cercana a Estados Unidos.
El hito turístico son las ruinas de Leluh, muy parecidas incluso en antigüedad a las de Nan Madol en Ponapé. Un antiguo reino que tuvo su auge un siglo antes de la llegada de Magallanes con casas, tumbas reales y espacios sagrados construidos con bloques de basalto y coral que impresionan a la vista, pero ante todo hacen pensar cómo los habitantes de una isla tan pequeña pudieron hacer esas construcciones. Una cosa parecida a lo de la Isla de Pascua, pero la verdad es que estas islas debieron de tener poblaciones mucho mayores antiguamente; parece que la venida de occidentales y las enfermedades han causado el declive de la población. En Vanuatu, por ejemplo, hay ahora 50.000 personas, pero se calcula que hace siglo y pico al comenzar los contactos, debía de haber un millón; en Yap hay ahora 8.000 pero se calcula que había como 50.000 personas.
Aparte de ver las ruinas, también alquilé un coche para ver la isla. Es espectacular desde cualquier punto de vista, imagino que discutirán con los de Pohnpei sobre cual es mejor, pero el paisaje es inigualable. En FSM y las Marshall es necesario del todo usarlo porque no hay nada de transporte público; un ejemplo obvio de la influencia norteamericana. El Pacífico Norte es como un lago americano.
Fui de punta a punta gracias al sistema de carreteras que rodea más o menos la mitad de la Kosrae e incluye ahora una pequeña islita donde de siempre ha vivido la gente importante de la isla, donde están las ruinas esas de Lela que se ha unido a la más grande por medio de una carretera) Aquí, aunque la población es menor, las carreteras no son tan malas ni hay tantos baches (lopholes, he aprendido esta palabra).
Se vive mucho en las playas aunque hay mucha piedra de la que luego se utilizó también Leluh. No es tanto espacio arenoso.
Había alguna playa preciosa. En los sellos también aparece una para la que es preciso primero coger una barca en Walung, que tarda como hora y pico.
Me tocó una puesta de sol preciosa, eso que gané
Lo primer que hice fue buscar cintas de música kosraeana. Pregunté a unos chavales dónde se podían comprar y estuvimos de punta a punta de la isla preguntando en almacenes, una hora y pico. Fracaso, pero cuando les dejé, volví a uno de los sitios donde habíamos preguntado, repleto de gente y ruido de canciones. Paré a preguntar y resulta que era un funeral. Una señora que se había muerto como hacía una semana antes y resulta que tras el entierro, la gente va a la casa del difunto a cantar canciones para consolar a la familia. Fuera de la casa te dan comida y demás y hay gente viéndolo, mientras que dentro está el grupo de gente cantando, con algún que otro discurso diciendo lo que sienten la muerte, etc. Me tocó ver el grupo que pertenecía a la familia del Primer Ministro de la Isla, o el presidente o algo así. Estuve como una hora y seguían cantando canciones (religiosas) y gente que estaba a la salida me estuvo contando que la cosa va por grupos, igual un día es la gente del mismo pueblo, otro la familia de la mujer, otro la de los cuñados y así hasta que la familia dice que vale. Los funerales pueden durar una semana, pero eso depende de la familia, puede estar como quince días o un mes ordenando a la gente que les vaya a consolar. Por ahí debe haber alguna foto que hice con cierto recato, y se le ve al hijo de la difunta con cara de pena; pero yo no sé si de tantas canciones que debía de llevar escuchadas o por la muerte de la madre. La gente se llevaba libritos con los textos de las canciones, no me extraña. Y precisamente la gente con la que hablé afuera eran del pueblito ese de la playa de Walung, que salían sobre las dos de la madrugada para tomar la barca para ir allá. El camino debe ser muy bonito, lleno de manglares, árboles que nacen en las costas en zonas inundadas por el mar y que son tan buenos para preservar el medio ambiente. No me pareció pedirles si me podía ir con ellos, y a esas horas tampoco me apetecía.
Dormí en un bungaló en la playa, toito para mí. Lo de playa, me refiero a que había arena hasta que llegabas al mar, pero llegado el agua, te destrozas los pies con las piedras. Mi bungalow tenía un cobertizo y cuando llegué la noche del primer día vi que había una fiesta. Total, salí con el libro que más me ha apasionado en muchos años: Cisnes Salvajes, una historia de la China moderna contada a través de la vida de tres generaciones. Creo que está traducido en español y la verdad que, si alguna vez llego a enseñar Historia de Asia, lo mandaré leer. La fiesta cercana era de americanos y nadie se dignó a invitarme ni nada; solo a la media hora fue Claude Phillips, un micronesio, el que me invitó. Otra vez, la racanera amabilidad de los occidentales. La había organizado él, para sus amigos norteamericanos en la isla porque era el 4 de Julio. Yo ya había cenado, pero acepté de inmediato y allí estuve.
Cuando se fueron la mayoría, charlé con dos de los invitados, abogados trabajando en Ponapé como consultores del Parlamento para la redacción de las leyes. La Constitución está redactada siguiendo los moldes de la de Estados Unidos, y las leyes se tienen que acoplar de algún modo a este sistema por lo que ellos estaban encargados de esa adaptación. Uno de ellos me dijo que lo único que había llegado a comprender en los dos meses que estaba trabajando allí, era lo poco que sabía sobre la isla. Bajo el manto democrático de las instituciones funcionan toda la serie de costumbres y tradiciones antiguas. Es un tema superinteresante, cómo esta gente sigue manteniendo su forma de ser a pesar de tantos pesares, como que a veces más de la mitad de la población está viviendo fuera de la isla. Hay algunos países en el Pacífico donde hay más población viviendo en Nueva Zelanda o en Australia que en las propias islas, pero la gente al fin y al cabo vuelve. Claude Phillips era uno de los dos senadores de la isla en el parlamento de estatal en Palikir (Ponapé) y le estuve martilleando a preguntas sobre un montón de temas. Claude encantado, pero decía que para conocer el país había que vivir un buen tiempo, que en dos días no se puede conocer nada.
Al día siguiente volví a encontrarme con alguien conocido, Dirk Ballendorf, uno de los principales expertos en Micronesia en el mundo. Enseña en la Universidad de Guam, es “uña y carne” de Bob Rogers, está en el Centro de Investigaciones de la Micronesia y está deseando venir a España una temporada, por lo que me repitió varias veces que cuando sea profesor nos intercambiamos la posición por un año. Pues nada, resulta que fui por la mañana al bungalow a hacer no sé qué tras haber comido y veo que hay otra fiesta. Lo original de esta era que había unas locales cantando a unas occidentales y ahí que me metí corriendo a hacer unas fotos. Pues nada, acabó la cosa y de nuevo los locales (que no los occidentales) me invitaron a comer y de nuevo no lo pude rechazar. Los occidentales eran chicas de los llamados “Peace Corps” que habían venido conmigo en el avión. Son algo así como gente que está trabajando en plan voluntario para ayudar a los isleños. Les pagan 200 dólares al mes, una birria, les dan casa y algo más, y se están como dos años haciendo labores de todo tipo, desde ayudar en las cuentas en el banco, enseñar la lengua del Imperio o estar en el hospital. Son una especie de misioneros en plan laico y resulta que las locales las estaban cantando una especie de bienvenida. Aunque allí la gente habla inglés en general, las del Peace Corps se dedican durante un año a aprender el Kosraeano. Pues nada, que fue divertido encontrarme allí a Ballendorf. Quedamos luego a cenar y allí estaba también otro profesor que conocía de Guam. Los dos estaban enseñando durante un período en una especie de Instituto de Secundaria de la isla, no creo que fueran cosas muy profundas, pero parece que les pagan bien. Estuvimos hablando de cómo parece que están malgastando la ayuda que reciben, un poco por propia dejadez y un poco por la falta de incentivos. Ellos preguntándome por España, pero lo más que les llegaba de España era preguntar cómo había sido la incorporación a Europa, hacía casi una década. En el restaurante donde estábamos resulta que vendían un periódico de Guam, pero con una semana de retraso cuando hay aviones que llegan cada dos días. En un almacén vendían la revista Pacific Review y digo, qué bien, voy a leerla; y resulta que era del mes de enero. Cosas así, no se ve que haya mucha ética por estas islas de competir por el cliente.
En Kosrae vi una de las cosas más horteras, con respeto. Son gente que religiosamente son protestantes, no me acuerdo ahora de cual iglesia exactamente y deben de ser más papistas que el papa; de tanto haber abrazado la religión extranjera ahora prácticamente no se sabe nada de los pensamientos espirituales o la religión antigua. Bueno pues resulta que hay tumbas que son como unos pequeños panteones cerrados con plásticos, y con flores dentro. Las flores juraría que eran de papel, pero lo que es increíble es tener un ventilador funcionando. Vi la tumba de una señora que había muerto hacía ya más de cinco años, no sé a qué tienen que gastar tanta luz. Parece que no es único de esta isla, ahora está de moda en Oceanía. También hay gente que rodea la tumba de botellas o incluso de latas de coca-cola.
Esto es en esencia lo más importante de la isla, aparte de que comí Breadfruit o Pan de Fruta, por primera vez en el entierro. No lo había oído en mi vida. En Micronesia lo hacen como hervido y lo vas sacando a trozos tirando hacia el centro como si quitaras astillas de una rama redonda, luego en Kiribati lo fríen en rajas como el melón y era una de las cosas que más me gustaba. Es una de las comidas esenciales en los trópicos. En Truuk, por cierto, si hay algo que recuerdo es el perfume a la jackfruit (yaca) caída. No se me olvida, lo olía por todos lados.
En el aeropuerto volví a encontrarme con alguien conocido, Hiroshi Nakajima, el presidente de la Sociedad del Pacífico de Japón (Taiheiyo Gakkai), que también iba al congreso. Por cierto, en el aeropuerto de Truk también me encontré con Vicente Díaz, otro profesor del MARC (Micronesian Area Research Center) que también iba al congreso y que vendrá a España algún día, hijo de un juez filipino que habla español y que me ha dicho cosas interesantes sobre la Tesis.