1994 La modernidad de Papúa

Temores infundados

Papúa Nueva Guinea, la mitad de esa isla que deberían estar unificada, fue la última etapa del viaje-excusa para asistir al congreso de la Pacific History Association en Kiribati camino a Filipinas. Port Moresby era la posibilidad más factible para ir a Manila. En Guam le dije a la de la Agencia los países a los que quería ir, pero solo hasta las Salomón. A partir de ahí, suponía que no habría vuelo directo desde Honiara a Manila y que tendría que pasar por algún otro país. Sugirió primero Bali, y después de varios días me dijo que Papúa era la única solución. Pues qué remedio, un país nuevo para conocer. Llegué un día seis y el vuelo siguiente a Manila fue un día ocho. Dos días en la capital.

Pedro Saura

No era la intención primitiva país, en parte porque no me atrae demasiado y en parte porque necesita mucho tiempo más para poder conocerlo bien, es casi un continente en sí mismo y con partes que me atraen a horrores, como ese volcán con la fauna con su propia vida en su interior. También, por las noticias sobre una tribu que se habría comido un sobrino de Paul Getty; curioso, no encuentro ninguna referencia en internet cuando escribo estas líneas para la web, aunque si las del que perdió una oreja en un secuestro. El tema de la antropofagia estaba presente y me provocó un cierto retintín, pero el gran profesor de la Escuela de Bellas Artes, Pedro Saura, tiene amistades en las Islas Solomon y en Nueva Guinea. Le conocí en Japón con Matilde Muzquiz, cuando venía de hacer los últimos retoques a la copia de las cuevas de Altamira realizada para el Parque España de Shima (hicieron otra copia para el Museo Arqueológico), pasamos horas hablando, primero en casa del profesor Shozo Masuda y después en su hotel, y me animó a ir a Papúa. Siempre viajó solo con sus cámaras y nunca le ha desaparecido nada. Sus fotos son excepcionales, y tras entregarme una copia de una revista (FV núm. 45), pues claro, cambié de opinión.

Port Moresby

Más que antropofagia, pobreza

 La verdad que no faltaron las bromas sobre la antropofagia; el ministro de agricultura de Salomón se echó una risa cuando supo que iba para allá: “ten cuidado si te invitan a una fiesta, tú puedes ser el motivo principal”. En la agencia de viajes también me contaron algo parecido sobre la llegada de Mendaña: el jefe local fue a su poblado y cortó el brazo de un niño, no sé si como regalo o para que comiera nuestro antepasado. «Lugares comunes»: estereotipos que atraen la atención y que difícilmente desaparecen. En Fiji también eran caníbales y supongo que también en Vanuatu, pero la fama de ser la ciudad más peligrosa del Pacífico de Port Moresby es por razones más vulgares: robos, atracos, asesinatos y demás. El motivo tampoco es nada especial. Al fin y al cabo, la ciudad es grande, tiene sus suburbios, su gente es pobre y sus chavales ven gente sobrada de dinero. Yen la televisión ansían lo que no está al alcance de su mano, pero sí de su navaja.

Inflación con la moneda

El país tiene otro problema, el alto valor del Kina. Al principio de la independencia estaba igual que el dólar australiano y ahora le dobla en valor, superando incluso al norteamericano. Llegué y me monté en un autobusillo: son unas camionetillas de Toyota como en otros países, pero con rutas numeradas, ya en plan moderno. En un principio, con ese de ser primerizo, pensaba “veo el país desde el autobús, pero no más,” pero al final bajé en una playa y me fui andando hacia la ciudad. A disfrutar del país.

Iba un poco a ciegas porque no había sacado la Lonely Planet, pero me dijeron los del hotel que no sacara la bolsa al hombro, que parece ser que llama mucho la atención y es fácil de dar un tirón a una bolsa al hombro. La playa bien bonita, luego fui a una iglesia a ver la gente como se movía y nada, noté que eran tan amables como en cualquier otro lado del Pacífico. Por cierto, que es curioso que aquí hay mucha gente con bolsas, son muy peculiares, muy coloridas y muy típicas, pero las llevan sobre la cabeza, anudadas al cuello o de cualquier forma, pero muy pocos al hombro, como se llevan los bolsos en otros sitios. No tomé apenas fotos, solo saqué fue la cámara de fotos pequeña, y metida al bolsillo para que no la vieran. El canguis se mantuvo.

A la disco acompañado

Volví al hotel antes de que anocheciera, que es cuando parece que comienza el peligro en la ciudad, sobre todo si eres un blanco andando solo. Pero me enrollé con el recepcionista del hotel para salir juntos a tomar unas copas y fuimos a la discoteca más moderna y más cara de por allí. La entrada fueron 12 kinas, unas mil quinientas pelas (10 Euros)  y la discoteca estaba bien. Esa es la más sana, por decirlo de alguna manera, porque en Papúa el problema también es la falta de moderación al ingerir bebidas alcohólicas (principalmente, cerveza), y las peleas o los ataques racionalmente injustificados también son moneda corriente. Me alegré por disminuir las probabilidades de encontrarme con borrachos, pero no desaparecieron porque había gente dormida y también vi alguno caer tumbado por los efectos etílicos. La diferencia con otras discos fue que los guardas se los llevaban afuera. Lo que eché de menos de un ambiente más popular fue con la música autóctona; oí más canciones conocidas que en todo el viaje, aunque con más reggae que en una discoteca de Europa. Mucha gente se bajaba de la pista entre canción y canción pista. Cuanto más pija es la discoteca, pues eso, más pija es y menos popular, con lo bueno y con lo malo. Había unas chicas por ahí que no tenían mucho que envidiar a Judit Mascó, al menos para mi gusto. Y es que, al fin y al cabo, Port Moresby es una ciudad grande, con sus rascacielos, aunque relativamente moderados: quince plantas como mucho. Hubo que esperar a las dos de la mañana para que nos viniera a buscar una camioneta (con lo caros que estaban los precios, ni soñar en un taxi) y al salir iba con cuatro locales; me sentí seguro: «aquí no me atracan ni de casualidad».

Novios en el bus

Al día siguiente era domingo y estuve en la ciudad desde la mañana hasta la tarde. Hay una colina interesante para ver el paisaje cerca de la ciudad y desde allí estuve por la playa de nuevo haciendo fotos al personal. Les encanta tanto como a cualquiera de las otras islas. Pasé por el mercado y se me fueron juntando locales. El primer día se me juntó uno; en la parada del autobús junto a la iglesia a la que pasé se montó otra pareja. Como yo le pregunté si era el autobús, y que si hasta qué hora y cosas de esas, nos pusimos a  charlar y les dije que las mujeres locales eran muy guapas. Él me dijo que la chica era su novia, y cuando respondí amablemente señalando lo guapa que era, me dijo que no, que él tenía más novias y yo que sé cuántas cosas de esas. La novia le decía que se sentara con él y lo hizo, pero luego la novia se bajó y él se quedó conmigo solo y acabó bajándose conmigo en el hotel y confraternizando; me dio su dirección y no sé qué cosas más y final quedamos en que nos escribiríamos. Sin problema.

Visita al Parlamento

Los del día siguiente lo mismo, lo único que me costó dinero fueron unas cocas colas y algún agua que compré por ahí que compartí con ellos. Prefería ir solo que (mal o bien) acompañado y además su conversación no era muy fluida y su inglés tampoco era del estándar creado por Shakespeare. El padre de uno de los amiguetes que hice en el motel vino y me llevaron también al parlamento. Tiene un mural interesantillo porque es de la parte del río Sepik (el Nilo de Papúa) y lo quería fotografiar porque lo vi en un libro que compré por ahí. Nada, la ciudad no tiene nada especial, particularmente de cosas antiguas, y los rascacielillos son bajos, pero están bien y los hay por todos lados.

Diferencia entre melanesios

La gente de nuevo es la interesante y ver las distintas etnias y demás, yo creo que sabría diferenciar un papúa de los melanesios de otras partes y, por supuesto, de un negro americano o africano. Esta gente tienen cara de viejos (al menos, de adultos) ya al nacer, tenéis que ver algunas fotos que tengo de niños e incluso de una recién nacida. Luego, los hombres se dejan barbas y se quedan calvos por delante, no sé, es algo muy típico de este país. Supongo que tienen sus diferencias según las regiones y estuve preguntando por eso, parece que también en Moresby se juntan por lugares de procedencia. Pero me da la impresión que hay también una cuestión clara de clases sociales, porque otra gente no tiene las mismas trazas.

Despedida y cierre

Pensaba hablar allí con Pedro Saura. Hablé con él por teléfono desde el aeropuerto de Tokio para decirle cuando pasaría y me dijo que por agosto estaría en Papúa. Me dio unos teléfonos en Mount Hagen, en el interior del país y allí le llamé, pero parece que ya se había vuelto a España. Tenía la secreta esperanza de que diera la casualidad que estuviera en Moresby y me dijera que me fuera con él a filmar una tribu por ahí, pero bueno.

  El último día, lunes, hice el típico recorrido de las obligaciones que tengo al llegar a cada país. Postalitas, escribirlas, ir a correos a mandarla, buscar a ver si hay algo baratito para comprar, mirar a ver si puedo comprar algún vestidito para mi sobrina cuando nazca, ir a ver el museo, buscar libros sobre el país (lo que más), etc.  Siento es haber dejado de comprar los pendientes tan bonitos que vi en Vanuatu, no los he vuelto a ver así de bonitos. En fin, que en los dos días que estuve gasté 320 dólares, casi cuarenta mil pelas, y eso que tuve cuidado y que desde Honiara ya tuve la precaución de reservar un hotel (por el tema de la seguridad, no quería quedarme colgado en el aeropuerto) y gracias a eso conseguí uno barato; 56 kina, unas siete mil pelas la noche. Y así se acabó el viaje este, con las pelas que quedaban compré un lava-lava del país, aunque no viene el nombre.

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