1991 Hong Kong me cambia mi vida: comida y Filipinas

La primera vez que visité China fue en junio de 1991, para el típico congreso masivo de historiadores de la IAHA (International Association of Historians of Asia), en el que participaron unas 400 personas y fue inaugurado por Wang Gungwu. Apenas sabía que estaría presidido por Mabel Alampay, profesora de la Universidad De La Salle, con una larga presencia en España, y José Eugenio Borao, viejo conocido que enseña en la Universidad Nacional de Taiwán y era consciente que hablar de España tenía poco interés. El título de mi participación no era, como me pusieron en un principio, «Spanish Flange in Asia» —qué puñetas de bridas ni rebordes—, y lo modifiqué para que fuera más evidente: «Spanish Falange Party in Asia, 1936-1945». Pero ese congreso, aunque sea una exageración, me cambió la vida. Los filipinos estaban no solo atentos, sino que los comentarios de todo tipo fueron evidentes y después sus preguntas dejaron claro que eran muy conscientes de la importancia de mi charla, de los falangistas y de su papel en Filipinas. Allí conocí a Nita Churchill, de la Universidad de Filipinas, Norman Owen, de la de Hong Kong, Eloisa de Parco, de la de Santo Tomás, Grant Goodman, de la de Kansas, y otros profesores, que además me recibieron después de forma fenomenal en el mundo de los estudios sobre Filipinas. Son de otra pasta, más cercana a la mía que a la japonesa y, tras la experiencia, fue consciente de que debería seguir trabajando sobre Filipinas.

Dos contextos para visitar una misma ciudad

En Hong Kong visitamos esas calles repletas de anuncios, más horizontales de lo que es normal en otras ciudades chinas o en Japón. Los autobuses de dos pisos entonces eran lo más llamativo, pero para mí lo fueron los rascacielos de viviendas apelotonados: si se caía uno, el efecto sería como un dominó y, además, carecían de escaleras para escapar si se estropeaba el ascensor. Pero Eloisa de Parco se apuntó y fue un placer escucharle unas palabras de chabacano de Cavite. Eso sí, al comprar postales, ella se compraba las de los rascacielos y yo las de los templos y las de vida china: contextos diferentes.

El Corresponsal de EFE hace su labor

Comimos un día con Josep Bosch, el conocido corresponsal de EFE que acaba de sacar un libro excelente sobre uno de los personajes más atrayentes del siglo xx, Norodom Sihanouk. El dios-rey guerrillero de Indochina (2021). Nos contó sus problemas por una noticia dada por el ABC sobre un avión estrellado; era pura invención, pero la habían dado en primera página y desde España le habían insistido para que lo comprobara. A José Eugenio Borao le pidió su dirección y teléfono para que, en caso de invasión China, le dijera «por lo menos, de qué color son los tanques». 

Asianización: relamerme para toda mi vida

La gastronomía cantonesa y cómo disfrutan los chinos cuando comen fue lo que más me ha quedado de ese viaje. Empezó con el profesor chino en Estados Unidos con el que compartí habitación, que me propuso pasar del desayuno del hotel e ir a uno de esos restaurantes de comida cantonesa con carritos de comida pasando tapas. No era lo más apropiado para un desayuno, pero fue otro aldabón en mi asianización: relamerme de placer con la comida. Luego, unos lichis en ramo que llevaba uno por la calle cuando iba con el catalán-americano. Le paramos, se los compramos y al final tuvimos que dejar la mitad porque estábamos llenos: los más ricos que he tomado en la vida; cuando los tomo siempre recuerdo ese sabor.


Y por último, Josep Bosch, otro que ya no desayuna ni con cruasanes, ni mermelada o cosas dulces, sino tofu en sopa o pescado en conserva, hasta el punto que es «irrecuperable», como le ha dicho mi querido amigo Ramón Vilaró. Bosch me dijo una frase que siempre he recordado: «La comida china es excelente, pero los postres no», y hace poco me ha insistido: «El gran respeto que tengo por la comida china se cae al suelo cuando pienso en el abuso que hacen algunos cocineros y restaurantes del MSG, el glutamato monosódico o potenciador del sabor, que es un fraude y cada vez usa más también aquí la industria alimentaria». China es sabor, cuando hablan del dominio chino, siempre pienso que acabaremos comiendo mejor.

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