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En Manila, la información sobre la comunidad española fluye y no han faltado entrevistas y problemas de todo tipo. En 1992 residí primero en casa del cónsul, a quien conocía de los tiempos del Colegio de África, y cuando regresé en 1994 podía estar tranquilamente en la casa de Rico Jose y Lydia Yu en Cubao, en donde pude seguir la evolución de tres gatos huérfanos, desde la candidez de los primeros días de vida a su relativa juventud, cuando ya se tenían que buscar la comida. Fue una suerte ser tan bien acogido.
Algunos han preferido evitar hablar, como los Cuervo, que se fueron a Filipinas y otros me han enviado fotos o recuerdos por escrito, como Urbina. También he entrevistado a gente en los márgenes de la comunidad, como el alemán Edgar Bubi Krohn, que me dio un libro del Club Alemán, y me contó lo que sufrieron con los deseos de influir desde Alemania más que por el número de nazis en Filipinas, que aseguró que no llegaban a la decena. El Club Alemán y el Casino Español estaban cerca y había tanta comunicación que se abrió una puerta trasera entre los dos.
El punto álgido fue la entrevista con Pedro Picornell (hijo del corredor de bolsa del arzobispo, a la izquierda), Joaquín Porta y Carlos Muñoz (a la derecha) el de 3 junio de 1994. Ya los conocía, Picornell ya me había escrito unas largas cartas a propósito de mi artículo de la Falange y haber coincido en el barco de ida a Filipinas con el también mallorquín Martin Pou y también conocía a Porta y Muñoz, del Casino Español. Me citaron en el Manila Yatch Club con una cierta intención, porque nos hicimos una foto con los retratos de los presidentes del club. Entre ellos está Rafael Antón, el juez que participó en el juicio contra José Antonio, y se hizo famoso como periodista en la cadena de Alejandro Roces con el seudónimo de Ramiro Aldave, con pajarita en el centro de la fila superior.
Sobre hablar español en Manila, Muñoz contesta: «Desde Vito Cruz para arriba, ya no se hablaba español». A partir del año 36 los periódicos en inglés superaron a los de español (sic).
Sobre la guerra civil, para Carlos Muñoz los ataques a Franco fueron por culpa de las células de izquierdistas. Gastón Willoquet, el cónsul de Francia que apoyó la Segunda República, era muy antiespañol. La crítica que hacen a mi artículo de la Falange es que «no se merece tanta atención». Sobre el liderazgo de la comunidad en esos momentos, señalan a Carlos Brías y a Adrian Got, íntimo amigo de Quezón, igual que Francisco Ortigas Melián. Los Peracamps, también.
Tras estallar la Segunda Guerra Mundial, no solo se sacó de Filipinas al falangista García Albéniz, sino también al padre Sancho, pero más diplomáticamente, coincidiendo con lo asegurado por el padre Ángel Aparicio (UST).
Sobre la ocupación japonesa. Respecto a las críticas negativas, achacan la culpa del informe negativo de la CIC sobre la Falange tras la toma de Manila a Bill Mazen, un australiano que había estado en las Brigadas Internacionales. Niegan que hubiera una política específica contra lo español al regresar Estados Unidos; los buldóceres efectivamente derribaron del todo iglesias españolas, pero fue para evitar enfermedades. Recuerdan que aún vive Julio Alejandro de Castro Cardús, que dio una conferencia en la Casa de Falange y vivió en Filipinas durante la guerra, famoso guionista de cine (fallecido en 1995).
Las órdenes religiosas españolas sufrieron especialmente durante la guerra. Recibieron el War Damage, que debía haber sido usado para reconstruir las iglesias, pero al final no lo hicieron porque se gastaron el dinero en otros asuntos.
