1994 Palaos. El independentista vasco en el paraíso

79 Islas

Las Islas Palaos tienen uno de los paraísos naturales que hay en la tierra, las 79 islas. Son una serie de islotes de roca que han quedado en una zona de mar poco profunda con unas aguas cristalinas; que están llenos de vegetación y que por la erosión son más estrechos por abajo que por arriba. Uno de los recorridos más preciosas que se pueden hacer, pero sobre todo también es un placer verlo desde arriba.

Paseo por barca y diversión

Alquilamos un barco para dar una vuelta por las islas y gracias que lo hicimos conjuntamente, porque alquilarlo uno solo habría sido un palo.

Al final paramos en una playa de tantas preciosas

Coral y betel

Más allá de la maravilla, aprovechamos lo que pudimos. Hicimos también un viaje típico, llegar al único resto de avión japones que queda; parece que quitaron los demás y lo han dejado para disfrute turístico. La austriaca no se quiso bañar, pero yo sí, y gocé como un enano.

Socializamos con los locales y otra vez que me tuve que poner a mascar el betel; sigue sin gustarme ni nada, pero es muy bueno para que te consideren. Me ofrecieron hasta un canutito que decían estaba hecho en base al coral. Lo pasamos muy bien y, lo bueno, me posaron para fotos, incluso pescando. No pude menos que hacer reciprocidad, aunque con eso de no saber fumar me escaqueé fácil: en cuanto tomé una calada, me lo notaron.

Vistas desde miradores

Las 79 islas, además, las fotografiamos desde todos los ángulos posibles, más allá del avión y desde dentro, en cuento veíamos un recoveco bonito en la carretera, ahí estábamos

Comer tortuga

Estuve en el D.W. Hotel y fui desde el aeropuerto con una chica austriaca con la que había coincidido en el hotel de Yap, luego en el viaje a Palaos y, por supuesto, cogimos el mismo hotel, en habitaciones separadas. Fuimos a un restaurante japonés, comí unas cosas de cangrejo que estaban buenísimas, de más rico que he comido nunca. Me parece que estaba hecho en salsa de coco, una delicia. También pedí tortuga, que estaba demasiado seca para mi gusto. Me empezó a decir que no le parecía bien lo de comer especies protegidas. Me lo imaginaba, estuvo llorando en un hotel por una cacatúa que parecía tristona; ella se quejó porque la jaula debía ser como diez veces más grande y además acompañada de otro ejemplar. Le dijeron que ya lo había dicho mucha gente, pero que no se había hecho nada. Al sacarme lo de la tortuga, supongo que para provocarla, le dije que además he comido ballena en Japón (no le dije la de gente que he llevado a la ballenería de Shibuya [Kujiraya], incluidos nipones que hacía años no la comían) y la discusión que tuvimos fue bastante interesantilla. Estaba realmente mosqueada; cuando me decía cosas ni me miraba a la cara. Era de World Wildlife Fund y Greenpeace y todo eso y yo le contesté que mi simpatía personal hacia su labor se compensa, en el caso de comer ballena o tortuga, con la simpatía hacia otras culturas y la conveniencia de relegar las opiniones propias en territorio ajeno. Me dijo que en Fiji vio que estaban matando a unos cerdos y que aunque estaban sufriendo la gente reía y por eso salió en defensa del único cerdito que quedaba vivo para que le dejaran en paz. Decía que toda persona que tuviera corazón tenía que salir en defensa de los pobres animales y yo le dije que yo creo que tengo corazón. En Fiji, precisamente, llegaron los occidentales regañando a los locales por ir desnudos asegurando que debían ir vestidos y ahora ocurre lo contrario. Hay gente que sigue pensando que las ideas occidentales son universales,  pero a mí me parece más importante entender bien la cultura y luego, en todo caso, criticarles lo criticable, y vicecersa. Perdón, pero demasiado lastimero eso de preocuparse tanto por el animal: sin muerte no hay vida, otra cosa diferente es que la crueldad sea gratuita. Al final, saqué mi tema favorito, los toros y estuvimos hasta que cerró el restaurante (tampoco muy tarde). Pero vamos, una chica muy maja que ha estado un año viajando por el Pacífico Sur; dice que las islas más bonitas son las de la Polinesia Francesa, que hay unos paisajes que son espectaculares y unas puestas de sol que son como de mentira porque es difícil que te puedas creer que sean así.

Viaje con chofer

Alquilamos juntos el coche por dos días y así nos pudimos ir por las islas a verlas un poco. Eso sí, no se puede ir por todos los lados porque en la parte norte de la isla principal hay cosas nucleares guardadas y a los coches alquilados no les permiten ir por allá. Eso constaba en una de las cláusulas del coche: no se puede ir más que por los dos distritos al sur de la isla grande esta. Fue un placer de viaje y me imagino que también para ella, que le encantaba conducir; el último día me lo preguntó en plan educación “¿Quieres conducirlo tu?”: si fuera rico, tendría chofer.

Relación con Estados Unidos e ingresos estatales

La asociación con Estados Unidos es el principal problema de Palaos porque significaba almacenar armas nucleares, aunque la constitución dice que no es posible. Una contradicción que sólo se podía resolver reformando la constitución por más de dos tercios en un referéndum, que no salió, lo que llevó a una presión económica de Estados Unidos a suprimir la ayuda económica y que se quedaran en la calle más de la mitad de los empleados del gobierno. La burocracia es la profesión más frecuente en las islas del Pacífico, en especial los nativos. En parte es comprensible, hay servicios necesarios, aunque haya poca población, y la dispersión en las islas aumenta la necesidad de maestros, policías, justicia o funcionarios sobre pesca, etc. Por eso, se hizo un nuevo referéndum sobre la asociación con Estados Unidos y se aprobó con la promesa de una ayuda masiva de dinero. Me lo contó el padre Bizcarra; un 30% está a favor, y es precioso sumar un 30% de funcionarios y sus familias, y con eso han llegado a los dos tercios. Por ahora Washington creo que ha dado el dinero, pero dentro de dos años o algo así que Estados Unidos deje de tener tanto interés en la zona.

Fotos en comandita

Estuve con la chica de Greenpeace visitando varios lugares en las zonas permitidas. Resulta que le gusta hacer fotos como a mí, con lo que andábamos los dos locos a la caída de la tarde buscando un sitio apropiado para hacerlas. Y cuando creímos encontrarlo, ahí que nos quedamos. Decía ella que con otras personas no habría podido dedicar tanto tiempo a las fotos y a mí me habría pasado lo mismo. Cuando yo decía, “para, que aquí hay foto,” ahí que ella desenfundaba también su cámara. Y con lo del sol, estuvimos como media hora esperando, pero al final la foto no fue excesivamente bonita. Además, a ella le gustaba conducir y yo no toqué para nada el volante, una gozada. Si alguna vez soy rico, un chofer y una chacha es lo que me gustaría tener. En Manila, con tanto atasco, no sé qué sería de mi si estuviera al volante de un coche; en un taxi, por lo menos, paso el tiempo pensando o leyendo e incluso me sacaba el walkman para oír música de salsa. Es horrible el tiempo que pierdes en el tráfico.

Museo

Lo más bonito, los edificios históricos, en especial el Museo Nacional  de Belau

Muy nacionalista, pero algo olvidadizo

Fui a ver a un cura español que estuvo en Japón durante la guerra Mundial, el padre Bizcarra y lo primero que me dice: “yo no sé cómo serás tú, pero yo soy muy nacionalista.” Estaba superenterado de lo que ocurría en España: me dijo quién había ganado la liga, y que si la victoria de no sé qué equipo había sido en el último minuto, cosas de esas. Recibe semanalmente el ABC y parece que la principal ocupación de su hermana, que ya tiene 80 años, es recortar periódicos para mandarle noticias a él. Al fin y al cabo, el nacionalismo vasco se siente más pegado a la idea de España que los catalanes, que al fin y al cabo se desentienden más de Madrid. Parece que las columnas más leídas en Euskadi son las que cuentan las cosas de Madrid y las “putadas” que se les hacen, pero eso ya no ocurre en Cataluña, están como en una fase distinta. Quedé con él al día siguiente para hablar más en detalle y le dije que le llevaría un ordenador. Antes del ordenador me sacó una copa de coñac y luego le estuve entrevistando y preguntándole cosas sobre Japón en la Guerra Mundial, pero el hombre ya había muchas cosas que no se acordaba e incluso se confundía. Hay que tener mucho cuidado con la historia oral, me dijo por ejemplo que el embajador tenía muy buenas relaciones con un líder de la independencia filipina, Ricarte, pero luego le pregunte y esa idea la debe tener simplemente por una foto que vio. Aparecería por alguna fiesta o algo así, pero no hay prueba de que la relación fuera importante.

Gente tranquila

Con la gente de Belau fue difícil hablar sobre política. Lo único que me preguntaron es por el Palau de los JJOO o de la Generalitat; eso de que su nombre hubiera llegado tan lejos los sabían bien. Pero fijaros que la gente aquí no son chorizos, había el monedero de una japonesa que se lo había dejado, lo abrieron y se pusieron a cotillear, pero no les interesaba más que eso, ni se les pasó por la cabeza quitarlo a algo así. Nos contaron de unos chicos que se encontraron una cámara y lo que hicieron fue jugar con ella y hacerse fotos desnudos y cosas de esas. Luego, cuando la cámara fue devuelta al propietario y reveló los carretes creó que montó una bronca. Por lo demás, en estas islas hay bastante población, unas setenta mil personas, y se nota bastante la presencia de extranjeros, filipinos y chinos, sobre todo, aunque las comunidades están bastante separadas. En la disco, lo mismo que los demás, mucha cerveza hasta reventar

Mosquitos

Salí preparado para el viaje, en parte porque estaba preocupado con la visita a Salomón y a Vanuatu y me compré una especie de lejía para hacer que el agua sea potable y también una cosa para los mosquitos. Lo más usado es algo así como una espiral verde que al quemarse ahuyenta los mosquitos, la pones en el suelo y puedes estar tranquilamente; bueno, pues venden también una caja para que puedas ir llevando esta espiral mientras vas andando y así no te atacan. Parece que venden también un aparato electrónico que emite unas ondas que alejan a los mosquitos, te lo pones en la cintura y puedes ir adonde quieras. Pero vaya, solo he usado una vez la espiral esta, pero es muy latoso llevar las dos cajas, la de metal y la de las espirales. Lo que he usado más ha sido el repelente, me llevé dos y cuando iba a salir a algún lado, ahí que me lo ponía; y cada hora y pico, por si acaso dejaba de hacer efecto, más repelente.

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