1994 Turismo en Vietnam del Sur

En acabando Danang, el placer de pasar de la profesión

Ciegos cantando con guitarra eléctrica

El día siguiente, el día 4, lo pasé casi todo en el tren a Nha Trang, que se pronuncia más bien Ña chan. Se hizo un tanto coñazo eso de conocer como viajan los vietnamitas. La comida del tren decía la Lonely que era mala, y realmente lo era, con lo que hubo que comprar algo por ahí. Un estudiante que iba de vacaciones a ver a su familia se enrolló conmigo y me contó como era el sistema de estudios. Tenía una beca del gobierno: 50 dólares mensuales, casi lo que me gastaba yo en dos días. Entre la gente que pedía dinero (no muchos), lo más auténtico eran los ciegos que cantaban canciones con un lazarillo, pero no a viva voz, sino con guitarra eléctrica y con altavoz. Quedaba muy auténtico.

Compras y hoteles con diferente suerte

Nha Trang es un lugar con muchas posibilidades turísticas, tiene unas playas preciosas y realmente se nota que el tipo de turismo es distinto de los macuteros que me había encontrado en el viaje. Pillé un triciclo de esos, busqué hotel y tuve más suerte que en Hue porque encontré uno que estaba bien, solo que en otro hotel que visité antes y que no me gustó, con esto de coger la bolsa y dejarla se me debió de caer el reloj, un Philippe Patreck que me había comprado en Tailandia en el 92 que se me había despegado el cristal en Madrid. He ahí las ventajas de tener relojes falsos, fue casi una alegría el perderlo, porque ya se le notaba mucho lo descolorido que estaba. En Tailandia me compré otro que es como de piedra con los números romanos grabados. No tiene marca pero es muy bonito y además hasta ahora me ha funcionado muy bien. Ha valido las mil quinientas que me costó. A propósito de cosas falsas, compré unos zapatos Lee en Saigón, preciosos, pero al día siguiente los miro y ya se había descosido una parte. Me lo cambiaron y luego les he tenido que pegar la suela y en un día de lluvia se me destiñeron y realmente están con una pinta horrible. Pero los conservo por lo cómodos que son, y además, por las 3000 pelas que me costaron (los vendían por 5500) no hay problema.   

Relax playero

 En Nha Trang hay también monumentos para ver, pero no están excesivamente concurridos. Y como lo principal que hay son las torres de Po Nagar Cham y luego la pagoda Long Son, pues cumplí con ese trámite y me dediqué por primera vez a actividades menos intelectualoides. Subí a un promontorio con unas vistas muy bonitas, el Hon Chong y me tomé una coca-cola, aunque no estaba excesivamente fría. Y de ahí me fui a la playa, a tomar el sol, que ya me apetecía. Me pegué una comilona por cuatro duros en un chiringuito de estos de la playa (sin verdura, por si acaso) muy bien puesto, con música y todo y me tumbé a la bartola. Poco tiempo tuve de relajarme y ponerme moreno, y además como el sol se ponía y se iba y el viento arreciaba no hizo cosa de meterse al agua.

“Manicur” y masajista

No obstante, por esto de pasar el rato le dije a una masajista que vale, que me masajeara el cuerpo y me dijo si me importaba que me lo hicieran dos por el mismo precio. Pues luego trajeron a otra amiga para “manicur, manicur” y le dije que vale, que me arreglara las uñas, con lo que tuve trabajando para mí a tres señoras (no eran jóvenes). Me sentía un emperador romano, mientras que una me masajeaba un brazo, la otra me daba cachetes en las piernas y la otra cortándome la uñas, limpiándomelas. Cuando me dijeron que si también los dedos de los pies, cómo voy a rechazarlo. Me dura todavía el abrillantador ese que me pusieron en los dedos gordos. Y todo por cinco dólares, media hora o tres cuartos que estuvieron las señoras. Solo me faltaba un negro abanicando, beneficiado de las desigualdades inherentes al sistema capitalista. Si lo hubiera visto Makinavaja igual me había pegado un tiro por explotador.

De ahí ya a Saigón, y además por la noche para llegar por la mañana. Hay un sitio que me hubiera gustado ver, Dalat, que es un sitio en las montañas al interior, el lugar donde los colonialistas franceses iban a veranear, pero no había tiempo. Coincidí en la cabina con dos australianos, la chica parecía que era la hija de una gamba. Y esa noche no debí de hablar mucho, les noté normales por la mañana.

Un repaso al centro económico vietnamita

Circuitos para pasear en moto

Saigón o Ciudad Ho Chi Minh (nombre que no creo que dure mucho tiempo), es más bulliciosa que Hanoi. Ciertamente lo es, las calles son más grandes, hay más coches y es un ambiente menos familiar que en Hanoi, pero no obstante las motos siguen siendo el paisaje característico y se siguen notando poco las desigualdades entre unos y otros. Lo más curioso son los circuitos que se hacen en moto para pasear los sábados por la tarde; como ir en moto debe de ser signo de distinción, hay un circuito por el centro de la ciudad por el que van cientos y cientos de motos, simplemente por el hecho de pasear. De tantas que había creía que no iba a poder cruzar la calle; en cambio, en la otra dirección el tráfico es normal. Me recordó también cuando fui a Lula, una de las ciudades más al norte de Suecia, donde veíamos a continuamente coches con los que ya nos habíamos cruzado antes; no nos seguían, sino que no tenían otra

Excursión por el delta del Mekong

Llegamos de Nha Trang a las cinco de la mañana o algo así y fui con los australianos hasta un hotel que está muy bien, el Vien Dong (extremo oriente) pero era tan temprano que ni siquiera estaban los de la recepción. No había dónde ir y menos mal que las puertas del hotel estaban abiertas. Tuve suerte, porque con esas tuve tiempo para buscar un café que me había dicho la japonesa cotorra que organizaba excursiones para guiris, el Singh Café. Estaba en la misma calle y ese mismo día a las nueve salía una excursión por el delta del Mekong de cuatro días y tres noches y había doce plazas y once apuntados. Fenomenal, dejé Saigón para el final (que era lo que tenía previsto en previsión de riesgos) y la habitación reservada y pagada para que no hubiera malentendidos y ahí me apunté. El precio por el viaje, en camioneta nueva, con un conductor, dos guías y un chaval para cuidar el coche, doce dólares. Supongo que tendría beneficios. En el precio no entraban la comida ni el hotel; eso lo podía escoger, pero todo el mundo fue al más barato.

Viajeros tacaños

Los colegas de viaje eran a cuál más tacaño, mayores incluidos. Unos ingleses viajaban porque tras quedarse parado él, decidieron alquilar la casa e irse un año por la zona, incluyendo visitar a todos los amigos a gorronearlos. Otros franceses de ir de amantes en viaje secreto, ella me dijo primero que era francesa, luego suiza, no sé, no le pegaba ir por allí porque parecía muy fina, pero también era tacaña. Había también otra holandesa, un canadiense, cuatro israelitas y dos alemanes, a cuál más colgado. Además, dos franceses muy bon vivant de no sé qué pueblo por cerca de Marsella; unos solteros cachondos que no hablaban una palabra de inglés, con barriga de meterse buenas cervezas. Estos me cayeron mejor. Los alemanes no hablaban inglés y estaban como avergonzados, pero los franceses pasaban de todo. Hicimos un recorrido típico de agencia turística, pero de esto que lo están aún poniendo en marcha, porque allá donde fuéramos parecía que no habían visto un guiri.

Nos llevaron a una plantación de flores, muy bien; fuimos a otra granja que tienen productos para exportar y nos comimos una Teak Fruit cortada allí mismo. Pero luego íbamos andando y pillamos una boda. Se armó la marabunta con la gente ofreciéndonos comida y nosotros haciéndonos fotos, muy cachondota la cosa. Ando ahora buscando por el mapa el camino que hicimos, porque apenas lo sé, cuando te llevan es que desconectas.

Guías con un inglés mejorable

Dormimos en Chau Doc, al lado de Camboya. Al día siguiente fuimos al Templo de Lady Chua Xu y luego subimos a una colina desde la que se veía Camboya, Sam Mountain, y por donde parece que venían los guerrilleros a infiltrarse. En el templo ese de la Lady que estaba en la falda de la colina fue divertido, porque los guías nos estuvieron explicando no sé cuántas cosas, pero es que no entendíamos nadie nada. Tras acabar ellos nos preguntábamos luego cada uno qué era lo que habíamos entendido y gracias a que algunos sacábamos las guías era como podíamos descifrar lo que decían. Estuvimos a ver un mercado flotante que por ese sí que no pasaba un turista, no como los de Thailandia. Solo nosotros y la verdad que dábamos el cante un montón porque toda la gente iba en barcas bajas y vendiendo y nosotros con camisetas de turista y sentados en sillas para contemplar mejor. Ese debía de ser el mercado flotante de Long Xuyen, aunque ni entonces lo supe ni ahora sé averiguar bien cual ciudad era.

Una boda chino-vietnamita

Al volver a Chau Doc había otra boda y ahí que entramos y que me hice una foto con los novios. Me dio corte subir arriba que era dónde tenían la ceremonia (los invitados esperaban abajo, papeando), aunque me dijeron que subiera. Luego, eso de que nos hiciéramos una foto montó una movida. Una pena que la foto haya salido oscura. Eran chinos-vietnamitas y se notaba que la gente tenía más dinero que los de la boda primera.

Estuvimos de pasada también a ver cómo pescan en el delta; resulta que tienen montadas unas redes muy grandes que prácticamente cubren todo el cauce del canal, y hay un mecanismo de polea con el que cuando la chica subida va para el centro, la red se baja y cuando va para el lado se sube. Entre ir al centro y al lado esperó cinco minutos, pero no tuvo suerte la mujer cuando estuvo con nosotros, no pescó ni un pez y lo hizo otra vez y sólo pescó un cangrejo. Ya veréis en diapo los artilugios. La zona, por cierto, está llena de patos, supongo que para comerlos a la naranja. Por supuesto, se volvió a reunir un montón de gente para ver tanto turista.

Un hotel bien decorado

Dormimos en Can Tho, que es el centro comercial del Delta del Mekong. Nada especial en cuanto a bellezas monumentales, pero allí estuvimos en un hotel que eran amigos del dueño y cuando volví con el canadiense de dar una vuelta resulta que estaban todos, los guías y los dueños, comiendo como descosidos. Parece ser que era el aniversario del hotel, aunque no me lo creo mucho, supongo que sería por ganas de diversión del dueño que se le veía muy contento de estar con los guías. Nos invitaron a unirnos y aunque el canadiense pasó, yo me enrollé. Nada, pura amabilidad tercermundista a la que luego se unieron también los franceses, los presuntos amantes suizos y la solitaria holandesa. No hacían más que decirme que bebiera y que comiera, acabé hasta el gorro pero fue muy cachondo. El hotel se llamaba Phon Nha y en la tarjeta pone “Well-decorated, Convenient, Warm and qualified services”. Supongo que ese día no sacó muchos beneficios. Si era Convenient, estaba en centro de la ciudad. Los ingleses, sin embargo, no pudieron dormir porque el vecino de al lado dejó la luz encendida y se veía. Cuando apagó la luz, creo que a las cinco de la mañana, comenzó el programa de la radio para hacer ejercicios. Cuando la radio acabó a las seis de la mañana, se levantó el presunto y cuando el presunto se fue, quedaron como diez minutos para que se tuvieran que levantar ellos. Los hay pijoteros. Yo ni oí nada, ni me molestó luz alguna ni creo que me picara mosquito alguno (allí se duerme con la red), se les veía enfadados a los ingleses en paro, pero yo había dormido como un tronco.

Dia entero en el barco

Al día siguiente tomamos otra vez un barco, pero esta vez no fue una horita, sino hasta las cinco de la tarde, terminamos hasta aquí de barco. Menos mal que no volvimos al mismo punto sino que el autobús nos fue a buscar y ya habíamos hecho camino para Saigón. Nos enseñaron una fábrica de tofu, otro sitio para hacer unas fibras de arroz que se comen mucho en el phō (desayuno que era lo que pedía yo siempre por ahí, aunque era complicado que me entendieran por eso del tono de las palabras). Fuimos a otro mercado flotante y paramos a comer en no sé donde; de nuevo ahí se junto la chiquillería (y la no chiquillería) alrededor de nosotros. Y eso que debía ser un restaurante en el que debían de parar en todas las excursiones: se juntaron allí como cien niños. Jugamos con ellos.

Museo de la guerra en medio del olvido

Por ultimo fuimos a Vinh Long, aunque no estoy seguro si es esa ciudad; lo digo porque estuvimos viendo un museo de la guerra y en la Lonely Planet no lo señala. Y en este museo de la guerra iba la gente como al parque, lo más curioso era ver a los niños esos haciéndose fotos con los aviones, encima de un tanque y cosas de estas, aparatos que quizás hubieran matado a su abuelo. Una última reflexión: no he notado ni pizca de antiamericanismo entre los vietnamitas, sólo un señor mayor en el mercado flotante de Long Xuyen que nos dijo algo, quizás que si nos habían derrotado, que no volviéramos, mientras sus hijas trataban de alejarle con una cara de querer mucho al padre pero estar hartas de sus berrinches. Lo mismo en Japón, tampoco puedes percibir nada de sentimiento anti-extranjero en Japón. Parece como si no hubiera existido la guerra. Un profesor de la Universidad de Guam que me encontré en Boston y que estuvo en Japón con las fuerzas de ocupación dijo lo mismo: hubo una historia de amor entre los soldados y la población desde poco después de llegar a Tokio. Se pasaron los odios de cinco años de guerra en cinco minutos. Lo curioso es el contraste con los japoneses en China o en el resto de Asia: son odiados casi lo mismo que el día después de acabar la ocupación. Las brutalidades de los soldados americanos en Vietnam y las de los japoneses en China tienen poco en que diferenciarse, y me pregunto por qué lo de unos está olvidado y lo de los otros no. Por supuesto que hay diferencias, entre ellas los americanos en contra de la guerra, de los que se sabe mucho más que de los japoneses pacifistas en la Segunda Guerra Mundial. Pero además están los sentimientos de superioridad racial: una cosa es que te conquiste uno que tú consideras superior a que lo haga uno que consideras un igual. Yo creo que pasó eso con los japoneses, se les consideraba iguales, si no inferiores: el cónsul español en Manila durante la guerra decía que los filipinos, sobre todo la clase superior, les miraban a los japoneses por encima del hombro. Les tenían conquistados militarmente, pero no se les admiraba.

Despedida en Saigón

El ultimo día en Saigón lo dediqué a ver las cosas que hay por allí, conocí a un chaval con esto de que la moto se me había parado y me llevó a un dormitorio donde estaba él. Cinco o seis en la misma habitación, luego me llevó a la habitación donde estaba su novia y allí se juntaron como diez chicas, muy bonito, estuve comiendo en un ambiente juvenil. Yo le había invitado a comer antes en un sitio turístico que además de ser una horterada salió por un pastón. Antes de salir para Bangkok también aproveché a alquilar un triciclo y que me enseñara la parte afrancesada de la ciudad. Bonito. Aproveché también para comprar los típicos regalos, entre ellos una bolsa de carne seca con curry que a mí me gustó, para la gente de la embajada. Fue un fracaso, en la Embajada nadie se lo comió, decían que si era carne de los soldados americanos estos desaparecidos que no encuentran.

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