lm•escigad01· lrzvitado. Dpto. Esllldios de Área
U11iversidad de Tokio
El asentamiento en Filipinas, los conflictos con los Países Bajos, la presión
portuguesa dentro de la Unión Ibérica y los beneficios de la venta de plata,
convirtieron a Asia en un objetivo exterior de importancia para la monarquía
española entre fines del siglo XVI y principios del xvn. Después, ha dejado de
serlo, sin recuperarse siquiera cuando la pérdida de la mayoría de territorios
en América, convirtió a Filipinas en la colonia de mayor extensión del Imperio.
El desinterés hacia este archipiélago y su región, de hecho, constituye el desequilibr
io más agudo entre la importancia de un territorio y el esfuerzo que los
decisores de la política exterior de España le han prestado. Esta anomalía es
achacable a ra.wnes de índole mu) diferente: domésticas, históricas, de política
internacional e incluso de percepción, puesto que Asia fue interpretada en
clave etnocéntrica como un espacio donde se extendían los Imperios occidentales.
A lo largo del presente trabajo, por tanto, analizaremos el curso de los
acontecimientos desde la perspecti,·a interdisciplinar que creemos necesita.
1 . El siglo xrx
España, instalada en el archipiélago Filipino y dominando el mejor puerto
de Asia, en donde tenía lugar un intercambio de seda por la plata que luego servía
como medio de pago en toda la región, era percibida al comienzo del siglo
XD< como una potencia de primer orden. Pero Filipinas ya no era un trampo!
fn para los españoles hacia Asia oriental, sino un obstáculo, por la decisión
a principios del siglo XVII de primizar la cristianización en el interior frente a
los contactos con el exterior, y apenas había dos vínculos importantes, el Galeón
de Manila anual con Nueva España y los comerciantes de Fujian que vendían
y compraban los productos chinos en Manila. La colonización española,
además, ya no gozaba de la vitalidad de antaño. Sus misioneros apenas viajaban
ya en busca de conversiones; Manila había sido atacada en numerosas
ocasiones por las notas holandesas, los británicos la habían conquistado tem342
LA POLITICA EXTERJOR DE ESPAÑA ( 1800-2003)
poralmente (1762-1764), y las reformas durante el período de la Ilustración
quedaron en un impulso limitado y temporaL A p1incipios del siglo XIX, en definitha,
los españoles estaban aislados en Manila’ sus alrededorel., l.in muchas
posibilidades de extender su presencia más aliá del archipiélago.
1.1. LA CONTI U lOAD (1800-1840)
El cambio al nuevo siglo ya mostraba los primeros avances en el área de
Francia y el Reino Unido, aunque la región siguió sin cambios importantes. La
Revolución Francesa y los conOictos en Europa ralentizaron su expansión desde
el subcontinente Indio, tal como ocurrió con el asentamiento francés en
Vietnam, aunque los británicos pronto encontraron impulsos para una nueva
base en Asia, asentándose en 1821 en Singapur. La presencia de España en
Asia oriental, por su lado, más que por lo ocurrido en Francia, fu e afectada por
el encadenamiento de crisis en la metrópoli: las alianzas fallidas con Francia
contra el Reino Unido fueron seguidas por la guerra de la Independencia, que
dio paso a la liberación de la gran mayoda de sus colonias en América y, después,
al reinado de Fernando VII, en el que los problemas internos dominaron.
Filipinas mantuvo su dependencia de la Corona, pero su posición necesitaba
un replanteamiento total, porque hasta entonces había dependido, incluso
en el aspecto financiero, de Nue\’a España. No obstante, las reformas fueron
muy leves, como los cambios en las rutas con España, a través del cabo de
Buena Esperanza. y una profundización en la presencia en el interior del archipiélago
obligados por las reformas (iscales. El incremento del comacto con
Asia oriental fue escaso. Sin transferencias de capital notables desde la América
hispana a rafz de la independenda y con una emigración desde la Península
que apenas empezaba a despuntar y a extenderse fuera de la capital, los principales
esfuerzos fueron la declaración de Manila como puerto franco en 1837 y
el fomento de la producción de azúcar. Miemras tanto, despuntaron los primeros
síntomas claros de la pérdida de posición de España en la región, con la
aparición de propuestas tendentes a relegarla del territorio filipino. En la década
de 1830, Francia propuso la compra de Basilan, una pequeña isla en el
sur de Filipinas con población musulmana, con el fin aparente de utilizarla
como base para expandirse por la región.
1.2. LA OPORTUNIDAD COLONIAL (1840-1864)
El gran cambio en Asia odental se produjo a partir de la primera guerra
del Opio (1840-1842). La derrota china no sólo condujo a la inlotalación de los
británicos en Hong Kong, sino que desencadenó el desmantelamiento del sistema
sínico tradicional de relaciones internacionales. Beijing era incapaz de
defender su propio territorio y ello disminuyó decisivamente su influencia sobre
otms paises, además de acelerar la ofensi\’a occidental, mientras que el
resto de gobernantes asiáticos, sobre todo los japoneses, se dieron cuenta de la
imposibilidad de expulsar a esos nuevos llegados por la fuerza, al menos con
los armamentos pmpios. Los países europeos obligaron a los gobernantes
LOS ESCENARiOS CEO HISTÓRICOS: LA MIRADA HACIA EL EXTERIOR 343
asiáticos a acepl.ar un estatus secundario. Su consecuencia más palpable fueron
los llamados tratados desiguales, que establecían unas lasas máximas a la
importación de sus productos y el derecho a la extraterritorialidad, esto es, que
los posibles delitos de esos extranjeros sólo podían ser juzgados por tribunales
f01·mados por nacionales de su propio país.
España también compartió esas expectativas y se preparó para expandir
su presencia en Asia. Como consecuencia de ello, fue enviado en misión Sinibaldo
de Mas, que firmó con el gobierno chino en 1842 el Tratado de Nanjing,
seguido en 1864 por otro de Amistad y Navegación, que dio pie a la puesta en
marcha de la presencia diplomática en la región. La expansión colonial fue
otro objetivo, coincidiendo con el peiiodo de gobierno del reinado de Isabel II
más estable, el dominado por la Unión Liberal, que también impulsó expediciones
a México o Manuecos. El escenario fue la península Indochina, en el
afio 1857, a raíz del asesinato de un misionero dominico español, donde los gobiernos
español y francés declararon que las excusas ofrecidas por el gobierno
de Annam no eran suficientes y enviaron una expedición de castigo, compuesta
principalmente de tropas filipinas. La expedición a Conchinchina tliunfó
militarmente, derrotando al ejército enemigo, tomando la ciudad de Phom
Pehn y doblegando a los regímenes nativos.
Madrid, no obstante, fue incapaz de rentabilizar políticamente las victorias
militares. Recibió la mitad de la indemnización de guerra estipulada en el tratado
de paz, pero Francia consiguió la victoria política, consiguiendo la influencia
necesaria para dar los pasos que llevaron al traLado de Alianza entre Francia y
Tun.kfn, que acabaría convirtiéndose en protectorado. Además, a la frustración
de la expedición de Conchinchina sigtúó la crisis definitiva de la monarquía isabelina
en la Península,lo que condujo al punto de no retorno de la presencia colonial
hispana en Asia: las perspectivas favorables fueron sobrepasadas por los
temores de un negro futuro. Esta transformación radical de las expectativas
puede observarse a través de la marcha del acuerdo mutuo de Amistad, Comercio
y Navegación con Siam, la actual Thailandia. Comenzó a gestionarse en
1858, apenas dos años después de que el Reino Unido firmara el primero de
ellos, y al año siguiente se preparó el envio de una misión. Las instrucciones a su
ministro plenipotencia1io muestran que ese tratado con Bangkok pensaba utilizarse
como trampolín para aumentar la presencia hispana en Asia, esperando
apoyarse en ese previsto éxito de la expedición en Conchinchina. No obstante,
no hubo tal viaje, y hubo que esperar una década más para la firma, durante la
cual se vivieron las frustraciones ante Francia. Así, cuando la misión a Siam saÜó
definitivamente y las instrucciones fueron reescritas, su sentido pasó a ser
casi el opuesto, recalcando expresamente al plenipotenciario atención para no
aceptar ninguna cláusula, por reciprocidad o de alguna otra manera, que pudiera
perjudicar a España. El significado del acuerdo había cambiado. De pensar
en Jas oportunidades por aprovechar, se pasó a hacerlo para no desmerecer a
otras naciones, temiendo que con el acuerdo otros se beneficiaran de los resquicios
que dejaba el declive español. A la defensiva y mientras otras naciones seguían
incrementando su presencia en Asia, Madrid pasó el último tercio del siglo
XJX temiendo por el territorio fiüpino.
344 LA POLÍTICA EXTERIOR DE ESPAÑA (1800-2003)
1.3. EL TEMOR ESTRATÉGICO (1864-1898)
El último tercio del siglo XIX en Asia oriental está marcado por el camino
divergente entre la presencia europea y la ibérica. Mientras que Portugal asistía
al declive definitivo de Macao, España veía sus problemas acrecentados.
Aunque la estabilidad aumentó en la Península, Filipinas vivió las primeras revueltas
internas, como el llamado «motín de Cavite}} que acabó con el ajusticiamiento
del filipino padre José Bw·gos, muestra de un descontento que volvería
a explotar a fin de siglo. La creación del Ministerio de Ultramar, en lugar
de contribuir a la coordinación de los recursos, supuso un nuevo obstáculo
para la gobernación de las Filipinas. Bajo este contexto general, los tres ejes de
la presencia hispana en el último tercio del siglo se centraron en el envío
de coolíes a las Antillas, el comercio y los nuevos esfuerzos de expansión.
Trasladar trabajadores coolíes desde las costas asiáticas a los ingenios
azucareros de Cuba fue la principal preocupación de España en Asia a lo largo
del siglo XIX. Desde que aumentaran las dificultades para el trasporte de esclavos
desde África, los grandes capitales de los ingenios azucareros cubanos implicaron
al estado en la búsqueda de trabajadores alternativos, y China fue una
alternativa desde la firma del tratado de 1842 por Mas. Las protestas por las
condiciones del traslado y el trabél;jO llevaron a que el reclutamiento y embarque
en China fuera dificultado por Beijing, y el puerto de Macao pasó a servir
de base para el tráfico, razón por la gue España mantuvo su consulado general
de China en este puerto hasta una fecha muy tardía. Por último, una vez
que la presión internacional en 18 7 4 obligara a equiparar sus derechos laborales
de los cooJíes con los del resto de extranjeros en Cuba, perdieron su ventaja
comparativa en costes, y España buscó nuevos lugares de captación, entre
otros el sureste de Asia, en un esfuerzo en el que los plenipotenciarios contaron
con unos medios que nunca estuvieron al alcance de otros objetivos, menos
aún los meramente diplomáticos.
El comercio con los territorios asiáticos, en segundo lugar, fue escaso, en
parte por la escasez de comercio. Para España, los productos tradicionales de
exportación tenían escaso mercado, como el jerez, las pasas o las armas, por lo
que las cifras totales son de escasa cuantía, así como las importaciones, principalmente
de lo que se llamaban entonces productos del bosque y de productos
comprados por razones coyunturales, como la pimienta. Filipinas tuvo una dependencia
crucial de Hong Kong y Singapur para su comercio exterio1? puesto
que de allí se redireccionaban los productos; importó principalmente manufacturas
de algodón y arroz traído directamente de Conchinchina, mientras
que sus exportaciones principales fueron abacá y azúca1:
La ambición expansionista, en tercer lugar, nunca dejó de existir. A raíz de
la celebración de la Conferencia de Berlín de 1885, en donde se decidió que la
ocupación efectiva en un territorio tenía más validez que los derechos históricos,
los actuales Estados Federados de Micronesia (Yap, Pohnpei [Ponapé],
Kosrae [Kusiae] y Chuuk [Truuk]) pasaron a ser el objeto principal de la atención
española. Así, se envió tma expedición para legalizar sus derechos ten·itoriales
a Yap que llegó apenas con cuatro días de adelanto sobre otra alemana
con el mismo objetivo. No obstante, Berlín no aceptó que ese retraso le obstaculizara
sus planes y argwnentó defectos de forma para conseguir que se recoLOS
ESCI:.NARJOS GEOHISTÓR1COS: LA MIRADA HACIA E.L E.XTERTOR 345
naciera su soberanía. la disputa se internacionahzó y para su solución se recunió
a la mediación del Papa, León Xlli, quien dictaminó la valjdez de los derechos
españoles aunque aclarando que se debía conceder el derecho al comercio
a las empresas alemanas. De esta fonna, el beneficio económico fue
para los alemanes y su compañíalaluit Geshellschaft, mientras que Madrid ostentó
el dominio nominal? hubo de afrontar una rebelión en Pohnpei que nunca
pudo sofocar. tra? la que detu\’o la ocupación de los islotes más occidentales
que le correspondían, alrededor de Kosrae.
La última década del siglo estuvo centrada en las crecientes amenazas al
dominio español sobre las Filipinas, en tanto que los capitales privados por
primera vez centraron su mirada en Filipinas y en su mercado. Madrid y Manila
vivieron un debate sobre cómo defender de forma más eficaz las Filipinas,
que tuvo su plasmación, por una parte, en los esfuerzos presupuestarios por
dotar de buques a la Armada en Asia y, por otra, en la política migratoria, puesto
que los efectos beneficiosos a largo plazo de la llegada de emigrantes japoneses
o chinos a Filipinas y Micronesia no conseguían atajar los recelos contra
su llegada: podían convertirse en quintacolumnistas. Mientras tanto, la Revolución
Filipina en 1896 y la den·ota española en Ca vi te frente a Estados U nidos
impusieron la salida definitiva y acabaron con los planes de mantener lns Filipinas
aunque se perdiera Cuba. El fin de los tres siglos de presencia hispana,
no obstante, no pareció ser un acontecimiento especialmente luctuoso: la
bolsa de Madrid subió tras la delTota del almirante Montojo contra Estados
Unidos.
1.4. EL ÚLTIMO SIGLO DE DOMI?IO COLOi\’lAL E:-J ASIA
A lo largo de un siglo definido por la expansión colonial, España vivió en
Asia una evolución opuesta; en lugar de expandirse, fue la primera potencia
europea en se¡· expulsada. Esta evolución opuesta al resto de Europa occidental
fue debida, sobre todo, a la pobre situación de la metrópolis y al surgimiento
de una elite nacionalista en Filipinas, y sus tres características principales
son la carencia de medios, el rol obstaculizador de Filipinas y la implantación
de las imágenes de carácter exótico.
España, en primer lugar, tu\·o una implantación oficial dispar. Las legaciones
diplomáticas permanentes estuvieron en China y Japón y los consulados
generales estaban en Yokohama, Singapur y, en China, Macao hasta 1868,
seguido por Shanghai. Ese despliegue diplomático-consular tuvo unas característica
especiales frente a otras regiones: la chancillería o los derechos que se
pagaban al canciller por su trabajo se siguieron cobrando hasta fechas más
tardías; el número de representaciones fue relativamente alto por este motivo;
el gobierno de Manila apenas financió la presencia consular (sólo hay constancia
de ayudas económicas al consulado de Singapur para el transporte del correo
con la Península) y China impidió utilizar cónsules honorarios, es decir,
que ejercier·an su labor sin ser de carrera. Para este amplio despliegue en Asia,
no obstante, España apenas contó con el personal adecuado, porque a la necesidad
de cubrir tantos puestos se juntaron un buen número de casos problemáticos
o de funcionados desmotivados, muchos a punto de acabar su carrera
346 LA POLíTICA EXTERIOR DE ESPAÑA ( 1 800-2003)
profesional, y las escasas posibilidades de especialización por la inestabilidad
en los destinos. Asia oriental fue un destino de compromiso para los diplomáticos
y salían de allí en cuanto era posible.
Filipinas, en segundo lugar, fue un factor distorsionador porque no se solucionó
su histórica separación con la región a la que pertenecía y siguió siendo
un obstáculo hacia Asia, en lugar de un trampolín. Por un lado, apenas hay
individuos en el siglo XJX con una larga trayectoria y vinculación intensa por
acercar Asia oriental: Sinibaldo de Más, Eduard Toda, AJi Bey o Mas Ferré. Por
el otro, al seguir siendo Filipinas una colonia de importancia secundaria, no
hubo un esfuexzo importante por superar esas carencias: la administración
poco eficiente de Manila y la carencia de capitales importantes impidieron que
Filipinas reivindicara más atención en la Península. Los intereses cubanos
para el transporte de culíes, así, influyeron más en las relaciones con Asia
oriental que la necesidad de impulsar la economia filipina por medio de un comercio
más intenso con la región.
El dominio de las imágenes indirectas, en tercer lugar, dificultó el entendimiento
mutuo. Predominaron no sólo las imágenes exóticas orientalizantes,
sino las generadas por y en función de las necesidades de los países colonizadores.
Las representaciones acuñadas por la Europa de la Revolución Industrial
en función de su empuje colonialista, fueron adaptadas por los españoles
para sus objetivos en dos ideas complementarias sobre cómo actuar ante los
gobiernos asiáticos, el protocolo y la fuerza. Se consideró que el « lujo y pompa
» era necesario en esos países y que, en caso de que éste fracasara, el siguiente
paso previo a la guerra debía de ser la «diplomacia de la cañonera»: asustar
con barcos de guerra que dejaban a la vista de la población el adelanto armamentístico
europeo. En Asia, la imagen de las elites modernizadoras asiáticas
sobre España también estuvo teñida por el filtro anglosajón, y estaba sobrecargada
de las referencias a la crueldad y al exotismo. Independientemente de su
veracidad, estas representaciones no se acoplaban a la escasez de medios de la
presencia hispana en Asia, generando una frustración imposible de solucionar.
Tampoco a lo que España podía ofrecer a los países asiáticos. Uno de los
barcos comprados por suscripción popular para la defensa de Filipinas, en lugar
de asustar, fue comprado por los siameses, aparentemente por su mala calidad
en las pruebas realizadas. Poco después, su rey, Chulalongkorn, visitó
España en 1897 en un recorrido meramente turístico (Sevilla, Toledo y «arte
de cúchares») y las posibilidades de dar pie a una relación más intensa fueron
frustradas por unas noticias de fuente francesa que azuzaban las imágenes de
los gobernantes asiáticos y que enrarecieron la visita.
La carencia de medios humanos y materiales y de objetivos fehacientes,
en definitiva, dominó la relación de España con Asia. La instrucción telegráfica
más frecuente enviada desde Madrid a sus representantes fue: «haga lo que
resto de potencias>>. Pero la inactividad no sólo fue en asuntos multilaterales
con esas otras potencias europeas cuyos intereses se presumía compartir. Llegó
mas lejos y condujo a que los propios asiáticos fueran quienes sustentaran
Los contactos con los españoles. Así, la ptimera línea de vapores entre Japón y
Filipinas (Yokoharoa-Manila) fue inaugurada por una empresa japonesa. Pero
también el otro país que permaneció independiente, almque menos poderoso,
Siam, también superó a España en las atenciones diplomáticas, porque míenLOS
ESCEJ\ARIOS GEOIIISTÓRJCOS: LA J\URADA HACIA EL EXTERIOR 347
tras los asiáticos mantuvieron las visitas protocolarias, los españoles las abandonaron
por falta de presupuesto. En contra de esa autopercepción, España
no llegó a ser potencia en Asia.
2. El siglo XX
El siglo xx comenzó con tres acontecimientos que obligaban a ree\’aluar la
importancia de Asia. La den·ota con Estados Unidos, en primer lugar, obligó al
fin de la colonización española en Filipinas y Gua m, formalizada en el Tratado
de Paz de París, en el que se \’endió un teJTitorio con habitantes incluidos, de
los que se ignoraron los sentimientos nacionalistas, que el 12 de junio de 1898
había proclamado la pdmera república asiática, en Malolos, con Emilio Aguinaldo
como su presidente. Los tenitorios no afectados po1·la transición anterior
fueron \’endidos al Imperio alemán, de Forma apresurada y de nuevo sin
contar con la opinión de sus habitantes micronesios. La guerra de los Bóxer en
China, en tercer lugar, fue la primera revuelta con un tinte claramente antioccidental
que expresaba un sentimiento creciente entre los pueblos asiáticos, ya
perceptible también de una forma más pacífica en la política exte1·ior de Japón
por su empeño en negociar la anulación de sus traLados desiguales.
Para Madrid, las consecuencias de esa salida obligada, de la otra voluntaria
y de esos hechos violentos que anunciaban el fin de la dominación europea
fue un cieno sentimiento de liberación y el deseo de no entrometerse en los
asuntos de la región. Madrid no en\’ió tropas para proteger el Barrio de las Legaciones
donde estaban resguardados los occidentales durante el con nieto Bóxer,
a pesar de que lo prometió, de la desaparición del embajador español (por
ende, decano del cuerpo diplomático), y de la respuesta positiva de las otras
naciones europeas con las que gustaba colocarse por encima, como Bélgica o
Austro-Hungría. Además, el gobierno español se planteó la desaparición de
una de sus dos legaciones en la región, Beijing o Tokio, como reOejo de ese desintet
·és consciente. No se hizo �· se mantuvieron las dos representaciones,
pero a un nivel mu? bajo. España mostraba poco interés por una región donde
se vislumbraba el desafio de tratar por igual a los gobiernos de poblaciones
consideradas como infeliores.
2.1. LOS LAZOS PRIVADOS ( L898·1936)
Ese rol de las relaciones con Asia, revisado más aún a la baja, fu e desafiado
sólo desde Filipinas, por la cada vez más pudiente colonia española. Además
de las relaciones políticas y comerciales, por tanto, es necesado analizar
el papel de los lazos privados desde el archipiélago que había pasado a colonización
estadounidense. Por último, Jos acontecimientos de la década de 1930,
en los que el auge de las potencias autoritarias y las tensiones políticas, afectaron
también a la relación española con Asia. Nada de lo que ocurriera en el
mundo era ajeno a E paña, menos aún a su política extedor.
Las relaciones durante la plirneras décadas del siglo tienen una importancia
limitada. En el ca o de Japón, durante la guerra ruso-japonesa de 1904-
348 LA POLfTlCA EXTERIOR DE ESPA,- A ( 1800-2003)
1905, España tuvo una escasa participación permitiendo el carboneo a la escuadra
rusa del Báltico en su largo viaje al Pací[ico para luchar en Vladivostok,
y en la Primera Guerra Mundial, tuvo a su cargo la ¡·epresentación de los intereses
de Tokio, una vez que entró en la guerra contra las potencias centrales.
En China, por otro lado, Madrid nunca se atrevió a arriesgar prestando dinero,
a pesar de las ofertas recibidas tras la caída de su monarquía en 1911, aunque
siguió cobrando la indemnización por la sublevación bóxer. Los esfuerzos chinos
y siameses por librarse de los u·atados desiguales apenas tuvieron respuesta
española, que esperó a lo que hicieron las potencias decisivas, aunque los diplomáticos
mostraron una relativa liberalidad para renunciar a esas prebendas,
producto de los escasos intereses económicos a defender. La estructura
consular existente en el siglo XIX se mantuvo, con una disminución importante
de ]a categoría de los puestos y con una creciente importancia de la legación en
Japón, producto del auge de este país. Los consulados abiertos en las entonces
Indias Orientales holandesas y en el subcontinen te indio en los últimos tramos
de la presencia española se mantuvieron, abriéndose el de Manila. Los problemas
de personal continuaron. Aunque la presencia real disminuyó, ya que
muchos de estos puestos fueron honorarios, estaban a cargo de personas que
apenas los atendían, y el consulado de Shanghai, la ciudad sobre la que giró la
economía china durante décadas, estuvo durante años sin encontrar siquiera
alguien que pudiera hacer esa labor honoraria, por lo que quedó a cargo de un
residente en Manila. Mientras se siguió con la práctica de enviar a Asia a diplomáticos
que ocasionaban problemas; algunos casos muestran el pobre estado
de la estructura diplomática y consular que era simplemente reflejo de lo ocunido
en España. Las instrucciones del ministerio de Estado a sus representantes
recordaban por norma general las repercusiones de sus acciones en otros
escenarios más importantes. Los más optimistas colocaban a España en una
posición intermedia entre las potencias secundarias y las de primer rango,
pero había poca duda de que el límite de su importancia pasaba por La disposición
a realizar gasto o no: Bélgica o Austro-Hungría por ejemplo, contaron
con unos destacamentos militares en China, que Madrid sólo sirvió de forma
esporádica, como fue la visita a Shanghai del destructor Sánchez Barcaiztegui,
en 1927.
El comercio se considera escaso en líneas generales. España básicamente
importó maderas y especias de esas regjones; destacaron los perfumes y las sedas
de Japón, corno resultado en buena parte de modas de japonesismo entre
los consumidores; mientras que la exportación se basó en productos agrícolas
con escaso valor añadido, tales como las pasas, además de jerez o armas de pequeño
calibre. Al contra1·io de otros países europeos, como Ita1ia, para la que el
comercio con Asia tm·o un papel creciente, ni las empresas ni la administración
española apostaron nunca por la oportunidad asiática, aparentemente
producto de un marco cogruti\’o que buscaba confirmar la decisión de abandonar
Asia tras 1898. El texto del tratado de Comercio entre España y Siam de
1925, por ejemplo, aseguraba que el comercio era nulo, a pesar de que no era
así y España, de hecho, había comprado ocasionalmente cantidades importantes
de arroz suyo en Port-Said. Las estadísticas, ciertamente, son sólo un indicativo
que es necesario completar, tal como muestra la divergencia entre este
comercio en las publicadas por España y por los países asiáticos, que además
LOS ESCENARIOS GEOHJSTÓRICOS: LA MIRADA HACIA EL EXTERIOR 349
en ambos casos están distorsionadas por el papel de los puertos británicos intermedios,
Hong Kong, Singapur y Port-Said, además de por el protectorado
de Marruecos, que tuvo una importancia cuantitativa crucial dentro de las exportaciones
japonesas a Europa. Es factible pensar que estuvo muy por encima
de las cifras que disponemos. Para Tokio, por ejemplo, el comercio fue una
faceta crucial y la única vez que el ministro de Asuntos Exteriores japonés convocó
al embajador en Tokio, Santiago Méndez de Vigo, durante el periodo republicano,
fue para preguntar sobre los aranceles de los cepillos de dientes.
Las importaciones de baratijas Made in Japan, vendidas en muchos casos por
los múltiples vendedores chinos ambulantes que pululaban España en la primeras
décadas del siglo, pudieron haber entrado en España sin ser contabilizadas
en las aduanas.
La colonización estadounidense en Filipinas tuvo un efecto inesperado sobre
la acción española en Asia. A partir de 1907, Washington facilitó el acceso de
los productos filipinos en su territorio, dando pie al comienzo de una bonanza
económica de la que se beneficiaron principalmente los sectores eA.’J)Ortadores,
entre los cuales había un buen número de empresas de individuos españoles o
hispanizados, tales como la Compañia General de Tabacos de Filipinas, con
sede en Barcelona; Andrés Soriano, propietario de la Cerveza San Miguel, los
Elizalde o los Zóbel de Ayala, parlicipantes en numerosas empresas, e incluso
también las órdenes religiosas, que les confiaban sus inversiones. Con tanto dinero
disponible, la actividad hispana en Filipinas despuntó. Fueron fundadas
agrupaciones de todo tipo, desde el Hospital de Sanliago para los necesitados de
la colonia hasta los Casinos españoles de Cebú, Jloilo o Manila, en los cuales se
celebraban numerosos actos sociales de carácter hispanista. Además, numerosos
conferenciantes fueron invitados a viajar desde la Península, como el escritor
Vicente Blasco Ibáñez, el profesor Canúlo Barcia Trelles o el charlista Federico
García Sanchíz. La vinculación de esta colonia con España, por otro lado,
permitió compensar el fuerte déficit para España de la balanza comercial con
Filipinas, producto de las importaciones de tabaco filipino, por medio de las
cuantitativamente importantes remisiones de capital a la Península. La relación
con España, por tanto, pasó a estar impulsada desde Asia, y sobre todo, con un
importante engarce económico que permitía a las empresas relacionadas con
Filipinas presionar a la administración para que defendiese sus intereses. Así,
con unos vínculos tan fructíferos. España llegó a percibir Asia en función de
cómo pudiera afectar a su presencia en Filipinas.
La República española, en 1931, inició una nueva fase en la que los intereses
políticos pasaron a tenerse también en cuenta. Su proclamación fue recibida
con un cierto rechazo en Tokio y Bangkok, cuyos gobiernos tardaron
en reconocerlo por razones emanadas de su propia política interior: el propio
rey siamés sufrió un golpe de Estado en 1932 que le obligó a transformarse en
monarca constitucional, y en 1935 fue depuesto. La política exterior republicana,
por otro lado, favoreció el fortalecimiento de la Sociedad de Naciones y
los principios societarios. Por ello, su representante en Ginebra, Salvador de
Madariaga, protagonizó un enfrentamiento con Tokio tras estallar el llamado
Incidente de Manchuria, el mismo año de 1 9 3 1 , ya que era la primera violación
importante al sistema de relaciones internacionales instaurado tras la
Primera Guerra Mundial. España, de hecho, jugó un papel importante en el
350 LA POLÍTICA EXTERlOR DE ESPAÑA ( 1800-2003)
llamado Comité de los Cinco, junto con llalia, Francia y Reino Unido impulsando
reuniones y presidiendo sesiones para tratar sobre el incidente y sus
diplomáticos rueron los encargados de informar a los gobiernos chino y japonés
de las decisiones tomadas en Ginebra. El significado de sus acciones, no
obstante, cabe interpretarse como el deseo de representar los intereses de los
países pequeños, es decir, en preservar los objetivos de la Sociedad de Naciones
como baluarte frente a las violaciones del sistema internacional. En Ginebra,
ciertamente, las grandes potencias estaban más interesadas en proteger
sus intereses económicos y estratégicos en la región, y adoptaron una
actitud más conciliadora ante Tokio, mientras que España pensaba a más
largo plazo. Como apenas tenía intereses allí, no necesitaba calcular las consecuencias
inmediatas.
El incidente de Manchuria, además. resulta un ejemplo interesante de las
tres características principales de esa diplomacia española en Asia. Preocupaban,
en primer luga1? los aspectos con repercusiones más directas, es decir, tal
como expresaba Madariaga, el duelo «Tokyo-Ginebra» interesaba más que el
«Tokyo-Pekín». Asia oriental era percibida como trampolín para escenarios
más cercanos. Los beneficios o desventajas para las relaciones españolas tanto
con China como con Japón, en segundo lugar, apenas contaron dentro del proceso
de toma de decisiones y sólo se utilizaron para motivos internos: atacar
indirectamente a Madariaga, alegando los perjuicios ocasionados en el comercio
con Japón por su política tan de[ensora de China. En tercer lugat? la autononúa
tan completa de los funcionru.ios. Aunque el ministro de Estado AlejandJ
·o Lerroux participó en Los primeros momentos del con[licto, los temas relativos
a Asia en muy contadas ocasiones fueron motivo de atención de los altos
cargos ministeriales y se dejaron a cargo de los diplomáticos residentes. El
propio Madariaga recibió el sobrenombre de «Don Quijote de la Manchuria» a
costa de la opinión de sus superiores. que hubieran preferido una actuación
más moderada y menos enfrentada con otros países, que no habrían permitido
de forma tan ligera caso de que el incidente hubiera estado localizado en un lugar
más importante políticamente.
La relación hispano asiática había comenzado a adquirir una importancia
política. Los recelos ante la caída de Alfonso XIII fueron un ejemplo interesante
de cómo los asiáticos percibieron los problemas de España como parecidos
a los suyos, de la misma forma que el interés español por conocer mejor el contexto
político de la caída y abdicación del rey Prajadhipok en su hijo Ananda
Mahidol muestra que ocurría algo parecido desde España. Además, por primera
vez empezó a preocupar la opinión pública ante esos países poco antes percibidos
como colonizables, tal como muestran los telegramas solicitando se
dejaran de emitir películas consideradas atentatmias de la imagen de España
(por ejemplo, la protagonizada por Mar] ene Dietlich, The Devil is a \VOI7ta17). El
cambio de actitud era claro, y el estallido de la guerra civil y la firma del Pacto
Antikomintern reforzaron e] cambio del marco cognitivo utilizado para interpretar
lo sucedido en Asia.
LOS ESCENARIOS CEO HISTÓRICOS: LA MIRADA HACIA El EXTERIOR 351
2.2. MILITARISMO Y ORDEN NUEVO (1936-1945)
En Europa y Asia, los años treinta estuvieron inmersos en una creciente
politización. Este periodo fue especialmente violento, afectado directamente
por cuatro guerras importantes, la chino-japonesa, la civil española, la europea
y la del Pacífico. Fueron «guerras totales», en las que la lucha en el frente
de batalla era meramente una parte de ese choque generalizado, donde se buscó
también acabar con la capacidad económica del enemigo o con su moral de
combate, ya fuera depreciando la moneda o provocando rumores. La propaganda
fue crucial para ese esfuerzo bélico y dio un valor adicional a las relaciones
hispano-japonesas que no tuvieron en otros momentos, ni posteriores ni
anteriores. Ya no se veían todos los habitantes de un país definidos exclusivamente
por pertenecer a esta nación sino que, al buscar similitudes y argumentos
para la lucha propia, se empezó a diferenciar, siquiera temporalmente,
enlre siameses monárquicos y republicanos, o entre japoneses comunistas y
anticomunistas. Por primera vez en la época contemporánea, la hegemonía
exótica disminuyó y permitió visiones que buscaban diferenciar dentro de los
habitantes de cada país entre amigos y enemigos.
Cuando estalló la guerra civil española en julio de 1936, y sobre todo cuando,
un año más tarde, los chinos y los japoneses se enfrentaron de forma generalizada,
la importancia de los contactos entre españoles y japoneses pasó a niveles
insospechados poco antes. Unos y otros entendieron que vivían un conDicto
semejante. Los nacionales españoles entendieron la lucha en Asia como
una repetición de lo ocurddo en España, identificando a los japoneses
como sus amigos anticomunistas y a los chinos como sus enemigos comunistas,
a pesar de que Jiang Jieshi (Chiang Kai-shek) y el Kuomintang estaban
muy imbuidos de ideas totalitarias y tenían fuertes vínculos con la Alemania
nazi. Los republicanos españoles entendieron de la misma fom1a la lucha y
por ello es posible encontrar halagos en la prensa anarquista a Sun Zhongsan
(Sun Yat-sen) y a Jiang Jie-shi. Los comunistas chinos fueron quienes más utilizaron
ese esquema. El ejemplo español fue utilizado para galvanizar sus tropas
y sus gentes, no sólo con eslóganes tipo «No pasarán�>, sino con planteamientos
de unidad popular para la defensa nacional, tal como les formularon a
los nacionalistas del Kuomintang para la defensa de la capüal donde se habían
instalados tras ser expulsados de Nanjing o Hankou. Lo que hadan los japoneses
en China se pensaba que beneficiaba directamente a la lucha de los nacionales
en la península Ibérica, y viceversa.
La España fTanquista comenzó a andar en Asia de la mano italiana. El momento
más crucial fue el reconocimiento del gobierno de Franco por Japón, el
1 de diciembre de 1937, que se debió en buena parte al empeño italiano, que se
implicó hasta el punto de aceptar la propuesta japonesa del reconocimiento
del Estado del Manchukuo, el 30 de noviembre de 1938, en un paso adelante
decisivo en la configuración de los dos bloques que se enfTentarian en la guetTa
mundial, porque la decisión de Italia arrastró a Alemania, que reconoció
también al Manchukuo a los pocos meses. Tras la guerra civil, la Italia fascista
::.iguió teniendo un papel clave para la reinstalación de España en China. Fue
una subordinación mutuamente beneficiosa. porque Roma mostraba su estatUs
de gran potencia mientras que la España fTanquista solventaba su carencia
352 LA POLíTICA EXTERIOR DE ESP&?A ( 1 800-2003)
de medios a cambio de un prestigio en un área que no le importaba excesivamente.
En los primeros años de la guerra mundial, la España de Franco tuvo una
posición paralela a la del Japón militarista, porque ambos regímenes apoyaban
decididamente la lucha del Eje sin participar directamente en la refriega
europea. Además, estaban unidas indirectamente, primero por medio del Pacto
Antikomintern ( 1 936) y después también por el llipartito (1940), firmado
por España en secreto. La amistad política condujo a Japón, al entrar en
guerra contra Estados Unidos en diciembre de 1941, a solicitar a Madrid la
ayuda más importante que podía prestarle un país neutral: representar sus intereses
y los de sus súbditos en los países enemigos y conseguir información de
inteligencia en el continente amelicano, principalmente en Estados Unidos. El
ministro de Exteriores, Ramón Serrano Suñer ( 1 940-1942), aceptó, pero la
marcha de la guerra obligó a modificar los planteamientos tan favorables al
Eje. Después, con el conde deJordana ( 1 942-1 944), Tokio fue el banco de pruebas
para el camino hacia la neutralidad, y con José Félix de Lequerica
( 1944-1945) Japón pasó a ser percibido en función de los beneficios que un enfrentamiento
podría provocar en la posguerra, cuando el régimen franquista
quedara aislado y sin poder recurrir a sus antiguos patrocinadores nazis y fascistas.
Madrid pensó en declarar la guerra e incluso mandar una División Azul
contra Japón, lo que no se hizo ante l a respuesta escasamente favorable de los
gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, por lo que las medidas japonesas
se quedaron en la cancelación de la representación de los intereses japoneses y
la ruptura de relaciones diplomáticas.
Fue un giro especialmente brusco, de la amistad y la admiración al odio y
la declaración de guerra, en apenas dos años. Para explicarlo, es necesario recurrir
al proceso de decisiones, en el que, a falta de especialistas, llevaron la
batuta los «enterados», incluido el general Franco, quien sólo podía entender a
los japoneses asociándolos a otros «orientales», los matToquíes. La propaganda
y la necesidad de modificar el marco cognitivo hicieron el resto. Si en unos
años se recurrió a las imágenes positivas, después no se crearon unas nuevas,
sino que pasaron a utilizarse otras que antes habían estado simplemente dormitando,
pero no olvidadas. Y si pudieron volver con tanta fuerza fue porgue
el sentimiento de superioridad racial espaii.ol frente a los japoneses ayudó a
despreciarles como «Orientales». La guerra del Pacíñco fue más cruenta que la
de Europa porque tuvo un componente racial que tampoco faltó entre los españoles,
aunque no lucharan directamente.
2.3. LA OTRA PUERTA TRASERA ( 1 945-1975)
El final de la guetTa del Pacífico marca el punto más bajo de la relación española
con Asia oriental. España fue marginada también en Asia e incluso e]
Kuomintang suprimió la delegación franquista en 1946, a pesar de la guerra
civil y el auge contra los comunistas. Los intereses privados de Filipinas, por
su parte, perdieron mucha de su anterior importancia. En parte por los destrozos
causados por la lucha en el archipiélago, donde murió una buena parte de
la comunidad española, en parte por su desvinculación con la Península en
LOS ESCENARIOS GEOHlSTÓRlCOS: LA MlRADA HACIA EL EXTERIOR 353
momentos donde primaba lo inmediato y, por último, porque la imagen de
España salió malparada de la guena del Pacífico. La relación española con
Asia de nuevo declinaba y perdía los pilares que le habían mantenido hasta entonces,
los intereses políticos que la habían impulsado desde los años treinta, y
los lazos privados que la habían mantenido desde 1898. A lo largo de la dictadura
franquista, volvió a limitarse a ser escenario para las relaciones con países
u objetivos más importantes.
Pero las condiciones políticas para recuperar esos objetivos indirectos en
territorio asiático se dieron pronto, si bien con parámetros diferentes. Por un
lado, las órdenes religiosas se convencieron de que era el momento de cristianizar
los países de la zona y destinaron a Asia un buen porcentaje de esfuerzos,
que se mantuvieron por muchos años, pensando en unas perspectivas favorables
para la c1istianización, sobre todo en Japón, tal como Franco llegó a pensar,
al menos, hasta 1959. Por el otro, Asia se convirtió pronto en un escenario
privilegiado de la confrontación entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.
Los avances comunistas en China dieron la victoria al partido comunista en
1949, mientras que las guelTillas estaban en pleno auge en muchos puntos de
la región, incluyendo Filipinas. Además, a partir de 1950, Estados Unidos pasó
a estar implicado directamente en Corea, tras la ofensiva de los comunistas
norcoreanos en el sur.
AJ estallar la Guerra Fría, Asia volvió a tener sentido para la relación de
España con el exterior. Los triunfos comunistas allí tenían un sabor agridulce,
porque si bien eran victorias enemigas, apuntaban indirectamente a valorar e]
régin1en franquista como país fuertemente anticomunista y bien protegido
geográficamente de una posible invasión soviética. Al realzar su valor estratégico,
Asia pasó a ser un escenario clave para que Washington cambiara de opinión.
Los españoles dispusieron de varios caminos en Asia para consegtúr que
Washington acabara con su aislamiento intemacional: la posibilidad de dialogar
y convencer a los funcionarios estadounidenses sin un entorno negativo de
opinión pública; el apoyo del entorno del Cuartel General de Douglas C.
MacArthur en Japón, en especial del general Charles A. Willoughby, jefe de su
servicio de información, y las cada vez mejores relaciones con los principales
aliados de Estados Unidos en la zona: Filipinas (Tratado de amistad en septiembre
de 1947), Japón (Tratado de amistad en 1952) y Thailandia (Tratado
de amistad, comercio y navegaci.ón en 1952). Asia, de esta forma, fue una puerta
trasera para reanudar las relaciones con los Estados Unidos y, con ello, conseguir
el reconocimiento internacional del régimen de Franco en 1953.
Fernando Morán, en su libro Una Política Exteriorpara Espa(ía , se refuió a
la diplomacia franquista hacia Iberoarnérica y el mundo árabe como «políticas
de sustitución», porque se atendían para acceder a los gobiernos más poderosos
cuando estaban más reticentes a las relaciones con Madrid. Se puede
considerar de la misma forma a las relaciones franquistas en Asia oriental,
porque también fueron percibidas en función del beneficio probable hacia terceros
países, y también desatendieron en cuanto los gobiernos políticamente
más importantes reaccionaban a los impulsos. La característica de esa poi ítica
de sustitución hacia Asia fue su brevedad, porque sólo se dio en los primeros
años de la década de 1950, con vistas a la aceptación de la España de Franco
para centrarse en exclusiva hacia Washington y no excluir medidas violentas,
354 LA POLfTICA EXTERIOR DE ESPAÑA { 1800-2003)
ya que Madrid quiso declarar la guerra y mandar soldados a la región, esta vez
contra Corea del Norte, a pesar de que ni siquiera era miembro de las Naciones
Unidas.
El resto de la relación con Asia oriental hasta el fin del franquismo transcun·e
en medio de un aumento creciente del número de países independientes,
que antes de la guerra mundial se limitaban a China, Japón y Siam, renombrada
como Thailandia en 1938. El régimen estuvo bien atento no sólo a la guerra
de Corea, sino a las luchas de liberación en el sudeste de Asia, sobre todo a la
caída de Sukarno en Indonesia o l a victoria del Vietmi oh en la guerra de liberación
vietnamita. Por su lado, el rey Shihanuk de Camboya visitó España en
1958 para compensar las visitas a países del Este. La decisión más difícil de
explicar se produjo en 1973 cuando España y la República Popular China establecieron
relaciones diplomáticas. El acercamiento estadounidense y las relativamente
frías relaciones con el régimen del Kuomintang, en donde permaneció
el mismo embajador durante dos décadas y media, pueden explicar esta decisión,
aunque parece influyeron también tma cierta admiración de Franco
por Mao Zedong (y por el Jfder nacionalista vietnamita H6 Chi Minh), junto
con un mantenimiento de esas imágenes de tiempos de la guerra civil en las
que se asemejaban todos los chinos a comunismo.
El franquismo de la posguerra, por tanto, puede considerarse como el
punto más bajo del interés español por la región, por la desaparición de los
últimos intereses que favorecían ese contacto, como eran esos grupos oligárquicos
hispano-filipinos que después de la guerra perdieron esos vínculos,
aunque no el poder económico. Para España, Asia tuvo un interés por asuntos
extrarregíonales, como ser otro lugar clave en la batalla política contra el comunismo
y por ser un posible caldo de cultivo para la cristianización.
3. Asia y la política exterior democrática ( 1 977-2002)
La democracia ha desencadenado cambios importantes en la política exterior
española, tanto en los objetivos como en su tratamiento y en el propio
concepto de polftica exterior. Así, junto a una creciente presencia en el mundo
y una imbricación cada vez más intensa en los organismos internacionales, el
proceso de decisiones y los objetivos se han descentralizado y diversificado,
tanto por la participación de Comunidades Autónomas como de unas empresas
españolas con una presencia internacional cada vez más extendida. Asia,
por su parte, ha adquilido una importancia creciente en la sociedad internacional,
tanto por ser la región con el crecimiento económico más significativo
como por incluir los dos países que han sido vistos como la principal amenaza
a largo plazo para la hegemonía estadounidense, Japón hasta la década de
1990 y la República Popular China después.
España ha sido partícipe de l a estrategia asiática de la Unión Europea a
partir de la cumbre de Essen de 1994 que ha devenido en el proceso ASEM
(Asia Europe Meeting) . Surgido como alternativa a APEC (Asia Pacific Economic
Cooperation Forum), en donde se reúnen todas las áreas económicas ribereñas
del Pacífico (desde Taiwan a Australia, México, Perú o Estados Unidos) y
cuyos objetivos iniciales son puramente arancelarios ASEM tiene miembros
LOS ESCENARIOS GEOHISTÓRICOS: LA MmADA HACIA EL EXTERJOR 355
sólo europeos y de la llamada APT (Asean Plus Three, los países de la Asociación
de Naciones deJ Sudeste de Asia, ASEAN, junto coo Corea, Japón y China),
está dando una especial preeminencia a los países del Sudeste de Asia y
sus cumbres incluyen discusiones relativas a temas políticos, como los derechos
humanos. La primera cumbre de ASEM fue en Bangkok en 1996, seguida
por Londres (1998), Seúl (2000) y Copenhague (2002), creando la Fundación
Asia-Europa (ASEF) para impulsar los contactos en el plano cultural.
En el plano económico, la administración ha desan·ollado multitud de iniciativas.
A.demás de 1as Ex:potecn1a, Expohabitat, Expoconsumo, etc., organizadas
en distintas ciudades para la venta de productos españoles, cada país ha
tenido una atención particular. En el caso de Japón, su auge económico llevó a
la apertura de numerosas sucursales bancarias y de representaciones de numerosas
administraciones públicas, tanto terriloriales (Comunidades Autónomas
de Cataluña, Valencia, Andalucía, País Vasco o Ayuntamiento de Barcelona,
entre otras, normalmente en colaboración con las Cámaras de Comercio)
como ministerios (Industria, por ejemplo, con la Spa11ish Business and Technology
Office o SBTO), así como al desarrollo de programas de exportación, como
el Plan Integrado de Promoción Exterior, en 1992. La República Popular China
también ha vivido una proliferación de oficinas semejante y, en el plano de la
Cooperación al Desarrollo, Filipinas ha llegado a ser uno de los países que más
dinero han recibido, con un gasto creciente también en la República Popular
China. Los resultados están por debajo de los esfuerzos, puesto que aún no se
ha conseguido el nivel de intercambios deseable, las oficinas abiertas en periodo
de auge han celTado, las importaciones españolas superan fuertemente a
las exportaciones y, sobre todo, las inversiones están a unos niveles alarmantemente
bajos.
Los datos indican que la Administración española ha mostrado interés por
Asia, pero no ha apostado por impulsar los contactos. El aprecio del presidente
González por los motivos decorativos japoneses o los refranes chinos, impulsaron
algunos contactos empresariales y una atención de la prensa, pero apenas se
intentó promover una estrategia continuada. Los gobiernos populares, por su
lado, también han sido renuentes a gastar dinero sin un resultado inmediato, y
su contribución a ASEF está muy por debajo de sus posibilidades, mientras que
el coste de la organización de la cumbre de ASEM de 2002 llevó a declinar la posibilidad.
No obstante, ha puesto en marcha la primera política decidida, el Plan
Marco Asia-Pacífico 2000-2002. Aunque sus objetivos son principalmente económicos
y la aportación presupuestaria mínima, el resultado más aparente ha
sido de carácter cultural: la creación de Casa Asia en Barcelona y el impulso a
los estudios de Asia Oriental en la Universidad. Ello parece el reflejo de los problemas
que se ha encontrado la propia administración al comparar las soluciones
encontradas en otTOS y afrontar la puesta en marcha del Plan, tal como se
puso de manif-iesto en su inauguración, con un mapa ante e] que hablaron las
autmidades donde se incJuían La península arábiga e incluso Thrquía, pero no
AustraHa, y un conferenciante con un discurso orientahsta escasamente actual izado,
ensalzando a un sistema japonés «que funciona a las mil maravillas». Así,
aunque la formación de especialistas que sustituyan a los «enterados» es un objetivo
a largo plazo, pronto quedó patente que la garantía del éxito de cualquier
plan es saber qué es el continente y qué se puede conseguir allí, antes que esceni356
LA POLfTlCA EXTERiOR DE ESPAÑA ( 1 800-2003)
ficar incrementos de ventas o de \’isitas de turistas. Así. el impulso asiático, en
lugar de ser desencadenado por la creciente imernacionalización del país, podrá
Llegar a ser el producto de un esfuerzo genuino.
Lecturas recomendadas
Borao, E. J. ( 1993): Espm1a r China, 1927-1967, Taipei, Cenrral Book Publbhing.
Libro con documentación española y china a cargo de uno de lo? principales expertos,
con larga experiencia enseñando en l a Universidad acional ele Taiwan.
Bustelo, P. v Delage, F. (coord.) (2002): El 1111ei’O orden Ílllemacimwl en Asia-Pací{ico,
Madrid, Pirámide.
Recopilación de articulas de los principales especialistas esptu1oles sobre Asia, además
de los principales impulsores del Plan Asia ?· representantes diplomáticos de
Asia.
Elizaldc, M. D. ( 1 992): Es palia e11 el Paclflco. La colonia de las Carolinas, 1885-1899,
Madrid, CSLC.
Tesis doctoral escasamente crítica con las fuentes !>Obre la coloniz<�ción de Micronesia
con la documentación generada por la comandancia de Mo:1rina. la encargada
de llevar a cabo la documentación.
Pilapil, C. R. ( 1 980): «The Far East», en Cortada, J. W. (ed.), Spai11 i11 the Tirwtieth Celltlll)
ll’or/d. E:.says 011 Spanish Diplomac_,; 1898-1978, Westport. Conn., Green\\’ood
Press, pp. 21 3-234.
Capítulo predominantemente positi\’ista dentro del único libro sobre la política exterior
española que ha incluido un capítulo sobre Asia.
Rodao, F. (2002): Fra11co y el Imperio japonés. lmáge11es ,. propaga11da e11 tiempos de
guara , Barcdona. Plaza & Janés.
Un análisis centrado en las percepciones ? las necesidades propagandistas como
principal motor de la rdación mutua.
– ( 1997): EspGiioles e11 Siam (1 5?0-1939). Una a pon ación al estudio de la prt!se11cia
hispm1a e11 Asia, Col. Biblioteca de Historia, 32, Madrid, CSJC.
Relaciones con un país pequeño como ejemplo de la región, producto de una antigua
Tesina de Licenciatura.
Solano, F. de; Rodao, F. y Togores, l. E. (ed.) ( 1 989): El Extremo Orie11te Ibérico. i\lecoclolup,ía
y Estado ele la Cuestión, Madrid, Agencia Espnñob de Cooperación Internacional.
Centro de Estudios Históricos. CSIC.
La principal reft!rencia sobre documentación relati\’a a Asia en Archivos v sobre la
bibliografra existente.
·
Togore?. L. E. ( 1 997): Extremo Oriente e11 la política e.\’lerior de Espmla ( 1830-1895), Madrid,
Iberoamericana.
Recorrido por las relaciones con Asia desde una pcrspccti\·a escasamente critica
con el colonialismo.
W.AA. ( 1 995): Las relacío11es conten¡poráneas entre Es palla y Japón. Número monográfico
de Ret•ista Esp alio/a del Pacífico. \’OI. V.
Apottaciones desde dh·ersas pet·spectiYas ? nacionalidades al contacto hispano japonés,
predominando los artículos relativos a los rinalcs del siglo XIX y a los llamados
quince años de guerra « 1 9 3 1 – 1 945».
– (2000-200 1 ): Asia, 11111!\’a fi·owera comercial, número especial de Economía E.Herior,
n.” 15.
Empresarios, académicos y diplomáticos escribiendo sobre sus experiencias ? sobre
las perspectivas económicas de Asia en España.