España, espiada por Estados Unidos durante la II Guerra Mundial

Florentino Rodao

 

Desde enero de este mismo año se puede comprobar documentalmente lo que ya era posible intuir desde hacía algún tiempo: Washington decodificó durante la guerra mundial las comunicaciones de más de 30 naciones, tanto enemigas como neutrales y aliadas.

Desde el año 1978, con la apertura parcial al público de unos boletines llamados Magic Summaries o, mas tarde, Magic Diplomatic Summaries, se supo que EE.UU. había descifrdo, sin apenas errores, las comunicaciones secretas enviadas y recibidas por los diplomáticos japoneses durante la Guerra Mundial a lo largo del mundo. Esos Magic Summaries se editaban diariamente y eran una selección de las partes más interesantes de los telegramas descifrados por el servicio de contrainteligencia norteamericano del Departamento de la Guerra. Tuvieron una importancia clave en el desarrollo de la guerra aunque el número de copias distribuidas no llegaba a 20.[1] Una carta del Jefe del Estado Mayor del Ejército, General Marshall sintetiza esa importancia:

“[…]La Batalla del Mar del Coral estuvo basada en los mensajes descifrados y por tanto nuestros pocos barcos estuvieron en el lugar apropiado en el momento justo. Además, fuimos capaces de concentrar nuestra fuerzas limitadas para enfrentarnos con su avance naval sobre Midway, cuando de otra forma habríamos estado casi seguramente unas 300 millas fuera del lugar[…]  Las fuertes pérdidas de las que se informa de tiempo en tiempo que ellos sufren a causa de nuestra acción submarina resultan principalmente del hecho que nosotros sabemos las  fechas de partida y rutas de sus convoyes, y podemos notificar a nuestros submarinos que esperen en los lugares apropiados”[2]

El revuelo propiciado al saberse la decodificación de códigos japoneses afectó directamente a España, puesto que sus diplomáticos en Estados Unidos fueron acusados de espiar a favor de Japón. Ciertamente, uno de los descubrimientos más llamativos fue conocer la existencia de una Red de espionaje, Tô (Oriente), compuesta por españoles y dirigida desde Madrid, que recogía información para los japoneses, tanto desde Londres como desde Estados Unidos, pero sólo un diplomático formó parte de esta red, Francisco de Kobbe Chinchilla, y además desde territorio canadiense.[3]

Palabras, líneas, párrafos y hasta páginas enteras siguieron censuradas en los Magic después de 1978.  En el caso de las palabras, la principal razón fue mantener oculta la identidad de personajes sin carácter oficial y, por ejemplo, el nombre del jefe de esta red Tô, Ángel Alcázar de Velasco, aparecía siempre tachado, al contrario de los que ostentaban cargos públicos, como en el caso de Ramón Serrano Suñer. Sobre el censura de líneas, la razón principal fue el ocultamiento de cuestiones relativas al funcionamiento técnico del contraespionaje,  como eran las referencias a los mensajes decodificados completos.[4] En el caso de los párrafos y las páginas completas, por el contrario, la razón fue impedir que se supiera que la labor de contraespionaje no se había limitado a los diplomáticos japoneses y a los alemanes (sus mensajes aparecen también en ocasiones), sino que se hizo lo mismo con otros países. Esta conclusión se podía intuir teniendo en cuenta algunos datos, como que la proporción de partes tachadas en el boletín aumentaba según avanzaba la guerra y se iban cerrando más y más legaciones diplomáticas japonesas. Los boletines editados desde la primavera del año 1945 ya aparecían censurados en gran parte, aumentando progresivamente hasta noviembre de 1945 (cuando Magic deja de editarse), en que las partes permitidas a la consulta son mínimas. No se pueden aún consultar estos boletines desde el fin de la guerra mundial, pero es de suponer que, además de las estrategias de los diplomáticos japoneses ante su próxima entrega a los aliados, también incluirían noticias sobre las estrategias para la paz de muchos otros países. Por otro lado, resultaba extraño entender porqué no constaba en los Magic ninguna comunicación italiana interceptada; Mussolini y su gobierno no tienen fama de haber poseído una tecnología especialmente avanzada en comunicaciones secretas.

 

LA CONTRAINTELIGENCIA NORTEAMERICANA Y ESPAÑA

La labor de censura de los boletines fue realizada por archivistas de forma muy profesional y resultaba difícil encontrar resquicios en las partes tachadas sobre qué razones habían llevado a censurar los párrafos. Algunas referencias cruzadas en boletines indicaban temas, pero no las razones concretas de la censura. Sólo en dos ocasiones pudimos encontrar indicios que permitían suponer que también se incluían comunicaciones españolas en los Magic, gracias a los encabezamientos de los bloques de noticias, que señalaban el lugar de procedencia del, o los, mensajes en relación con un tema. En los boletines de 30-XII-1942 (p. 9) y de 15-XII-1943 (p. 8) se podía ver el lugar de procedencia de un párrafo tachado al aparecer: “Madrid; Washington”. En el caso de la capital española era posible leer la información, firmada por Suma Yakichirô (el nombre después del apellido), Ministro nipón en España; pero en el caso de Washington, todo el párrafo aparecía censurado. Era difícil que ninguna agencia del Eje pudiera enviar información desde el mismo corazón de Estados Unidos, por lo que sería factible pensar que proviniera de un país con representación allí. Siguiendo esa idea, la temática sugería que esa otra información procedente de Estados Unidos podía provenir de la Embajada Española en Washington, precisamente porque Madrid estaba implicado en esos asuntos; en el primer caso la información era sobre la desaparición de unas perlas enviadas desde Tokio, por medio de la valija diplomática española, aparentemente con el objeto de pagar actividades de espionaje y en el segundo caso, la noticia era sobre el tratamiento a los detenidos japoneses en Estados Unidos, tarea que estaba encargada a España como representante de los intereses japoneses en todo América del Norte.

La principal prueba que podía demostrar que se conocían las comunicaciones diplomáticas españolas, no obstante, era un telegrama del Ministro español en Tokio, Santiago Méndez de Vigo, de 26 de octubre de 1943, que se refería a sus dificultades para seguir una normalidad durante la guerra y en el que mencionaba también una atmósfera derrotista en Japón, así como una fuerte insatisfacción hacia el primer ministro, Tôjo Hideki. Lo interesante de este telegrama es que se leyó tanto en Londres como en Washington. En Magic de 16 de Octubre de 1943, aparecía este telegrama de una forma extraña, quizás por eso salvando la censura del archivero: “El 7 de octubre el embajador norteamericano [Carlton H.] Hayes informa desde Madrid que el Ministro español en Japón [Méndez de Vigo] ha avisado a su gobierno de…”, apareciendo después varias páginas tachadas. El texto pudo haberse modificado para no parecer una interceptación[5] o incluso alguien del Ministerio de Exteriores español podía haberlo entregado de motu propio, pero las sospechas van dirigidas a la interceptación por parte de Estados Unidos, gracias al hecho que este mensaje se puede encontrar también en el Public Record Office de Londres, en donde aparece el mismo telegrama de Méndez Vigo, recibido por medio del Comité de Inteligencia Conjunto (Joint Intelligence Commitee).[6]

A partir de 1993, estas sospechas sobre la cobertura del espionaje americano se pudieron comprobar gracias a Gar Alperowitz, investigador del Institute for Policy Studies de Washington, DC. Alperowitz presentó un pleito a la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) bajo la Ley de Libertad de Información (Freedom of Information Act) argumentando que las consideraciones políticas fueron mucho mayores que las militares en la decisión de usar la bomba atómica. Para comprobar su hipótesis, alegaba, necesitaba poder consultar enteros los boletines del año 1945. La NSA se negó durante tres años afirmando que la difusión de esa información causaría un “grave daño” a la seguridad nacional, hasta que tuvo que rendirse a la decisión de los tribunales y abrir al público sin censura los boletines Magic, desde enero de 1945 hasta el fin de la guerra mundial. Así, a partir de Agosto de 1993 se pudo saber que Estados Unidos había interceptado las comunicaciones de, al menos, 33 países: Bélgica, Bolivia, Bulgaria, Chile, China, Colombia, Dinamarca, Ecuador, Egipto, Finlandia, Francia, Grecia, Irán, Italia, Liberia, Luxemburgo, México, Holanda, Noruega, Paraguay, Perú, Polonia, Portugal, Arabia Saudí, España, Suiza, Siria, Turquía, Uruguay, Venezuela y Yugoslavia, así como las de Japón y Alemania.[7]

Después, a partir de enero de 1995, se ha facilitado la consulta de todo el boletín Magic, sin censura; desde su comienzo, en marzo de 1942, hasta el final de la guerra, aunque quedando aún en penumbra esas partes censuradas desde el final de la  guerra mundial hasta finales de noviembre de 1945. Gracias a ello se han podido leer completamente las partes censuradas del boletín, tanto los nombres anteriormente ocultos como los párrafos que, efectivamente, correspondían a telegramas procedentes de países diferentes a Japón o Alemania.

 

RAZONES PARA EL ESPIONAJE A NEUTRALES Y ALIADOS

La lógica en la interceptaciones no dejaba de tener sentido dentro de su esfuerzo de guerra: Washington sabía que los diplomáticos aliados o neutrales podían dejar pasar información confidencial al enemigo, tanto inadvertidamente como a propósito. Durante la guerra, por ejemplo, los controles de las valijas diplomáticas fueron normales a pesar de que teóricamente debían de contener únicamente mensajes oficiales y tanto España como Suiza, Suecia, Portugal y otros países tuvieron que pasar la humillación durante la guerra de tener que abrir su correspondencia oficial a la inspección militar. No iban descaminados estos controles; uno de los telegramas a los que nos hemos referido antes era sobre el intento de financiar la red de espionaje en España por medio de unas perlas de la firma Mikimoto, las cuales fueron introducidas en la primera valija española que salió de Extremo Oriente durante la guerra, aparentemente sin saberlo los diplomáticos hispanos.[8] En el caso de los mensajes, Estados Unidos desconfiaba que el Eje pudiera descifrar informaciones enviadas a sus gobiernos por representantes como el Mexicano.[9]

Por otro lado, tanto en tiempos de guerra como en los de paz, las naciones tratan de conocer lo que piensan o planean los demás y los límites para recoger información confidencial no están en la ética, sino en la capacidad tecnológica. El especialista norteamericano en inteligencia, Thomas Polgar, declaraba al New York Times: “Tú espías donde tienes intereses. El espionaje está limitado únicamente por la disponibilidad de los recursos. Si tienes recursos para hacerlo, lo haces” (11 de agosto de 1993) Los Estados Unidos ya habían reconocido anteriormente que no habían esperado al ataque a Pearl Harbor para intentar descifrar lo que pensaban y planeaban los que serían después sus enemigos japoneses: al tiempo que se abrió Magic fue publicado un informe realizado en 1944 sobre la información que poseía Estados Unidos previa al comienzo de la Guerra del Pacífico, titulada The “Magic” Background of Pearl Harbor (Los antecedentes Magic de Pearl Harbor). Eran un total de cuatro volúmenes de texto más otros tres con comunicaciones diplomáticas japonesas descifradas desde 1940 y en el prologo se señala que a partir de otoño de ese año el contraespionaje norteamericano habían conseguido desentrañar algunos de los sistemas criptográficos de mayor nivel del Ministerio de Exteriores Japonés o Giamushô. Obviamente, Washington no había esperado a que cayesen las bombas en Pearl Harbor para preocuparse por decodificar los mensajes japoneses. El único dato nuevo sobre el comienzo de esta decodificación a los japoneses es que hay que remontarse más temprano, hasta 1934, fecha desde la que también se descifraron algunas comunicaciones diplomáticas japonesas con la llamada Red Machine, que había sido introducida  por la Marina Japonesa en 1931 y cuyos fondos también se pueden consultar en los Archivos Nacionales de Estados Unidos desde 1994.[10]

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Ante la nueva documentación surgen preguntas adicionales; ¿Queda más material para ser abierto a la investigación? ¿Porqué estuvo tanto tiempo funcionando Magic sin darse cuenta, aparentemente, los japoneses? ¿Los españoles sabían que les estaban espiando sus comunicaciones? ¿Cómo utilizó Estados Unidos esta arma con España­? Sobre la documentación que puede seguir esperando a la autorización para ser consultada, ha de ser bastante aún, y esperemos que se haga lo antes posible. La apertura podría seguir con esos documentos que ya fueron incluidos en Magic cuando la paz estaba recién inaugurada. También se podría permitir pronto la consulta de las comunicaciones de los militares japoneses (en Magic aparecen solo las de diplomáticos) que, tal como nos muestra la carta del general Marshall, también fueron decodificadas. Su consulta puede ser menos emocionante, pero también puede ayudar a responder casos concretos, como la muerte del General Yamashita o la misma necesidad militar, o no, de utilizar la bomba atómica, tal como suponemos que Gar Alperowitz desea saber. Además, es de desear que el mayor número posible de países sigan el ejemplo de los Estados Unidos y de sus archiveros, que ahora parece planea autorizar la consulta de material en lengua alemana; Gran Bretaña ya ha dado el paso de permitir el acceso a documentos en los que también se puede comprobar que las comunicaciones españolas también fueron interceptadas por su contraespionaje. España, donde los Archivos militares aún no se sabe oficialmente dónde están localizados, podría tomar también alguna iniciativa.

Volviendo al espionaje durante la Guerra Mundial, habría que preguntarse si los actores de estas historias, y más concretamente los diplomáticos japoneses, eran conscientes del doble y triple vigilancia a la que se estaban sometidos. Evidentemente, era difícil saber hasta qué punto los Aliados sabían sobre sus actividades; no obstante, una de las principales incógnitas que aún quedan sobre la guerra es porqué los japoneses confiaron tan ciegamente en su sistema de comunicaciones y no cambiaron el sistema de códigos durante casi siete años (la Máquina Red fue sustituida gradualmente por la Magic a partir de 1938). No es lugar este estudio para extenderse en un tema tan complicado, pero si es remarcable señalar que a los nipones no les faltaron indicaciones para dudar de la fiabilidad de su sistema. Desde el verano de 1941, incluso, los alemanes ya les informaron que sabían perfectamente sobre sus conversaciones secretas con Estados Unidos para evitar la entrada en la Guerra; tras enterarse del hecho, el Gaimushô preguntó a su representación en Washington y el propio Embajador, Nomura Kichisaburo, reconoció tras una investigación que, efectivamente, habían sido descubiertos algunos códigos, pero no se hizo nada. Después, en 1943, Francisco José de Cárdenas (embajador hispano en Washington, que debía tener una cierta simpatía a Japón por haber sido destinado allí con anterioridad) se lo comentó a su colega Suma en una entrevista personal durante un viaje a España; el japonés relata que “por dos veces sus párpados bajaron y dijo meditadamente,  considerando con un cuidado especial, en una voz suave y medio preguntándose: “Es extraño lo rápido que los Estados Unidos descubren sobre asuntos como éste [La interceptación del envío de perlas por medio de la valija española]. Me pregunto si los códigos japoneses son seguros””.[11] La contestación vino a los pocos días, cuando desde Tokio respondió su Ministro, Shigemitsu Mamoru: “He estudiado el asunto desde diferentes puntos de vista, pero no puedo creer que esto sea el resultado de que ellos hayan descifrado nuestros códigos”.[12] Meses mas tarde, Morishima Morito, Ministro japonés en Lisboa, envió un informe en el que se afirmaba: “Estados Unidos está usando unos 200 expertos en japonés para preguntas  a prisioneros de guerra y descifrar mensajes en código”.[13] Tampoco fue tomada medida alguna.

Desde una perspectiva actual es difícil comprender porqué no cambió Tokio el sistema de comunicaciones tras estos avisos, pero es necesario quizás situarse en esos momentos y en esa situación. Para explicar de una forma racional el comportamiento japonés habría que tener en cuenta el costo que debía suponer poner en marcha un nuevo sistema de comunicaciones, así como las tretas que hicieran los norteamericanos para mantenerlos engañados (Tokio, por su parte, parece que también interceptó algunos documentos secretos de Washington).[14] Sin embargo, para comprenderlo mejor hay que remitirse a la mentalidad nipona de entonces (y de ahora, de alguna forma) que consideraba tan difícil que un extranjero pudiera conocer bien el japonés; un occidental que habla bien su idioma es un henna gaijin o extranjero extraño. Esta idea de la imposibilidad de descifrar sus códigos y de conocer su lenguaje perfectamente tuvo que estar en el fondo de los escasos esfuerzos por rehacer el sistema de comunicaciones, además de ser escasamente comprensible en el ambiente ultranacionalista del Tokio de la guerra que japoneses viviendo en Estados Unidos pudieran servir de motu propio en la lucha contra “su propio Imperio”. El ambiente xenófobo del país en aquellos tiempos había de ayudar a dudar de afirmaciones que ahora nos parecerían palpables.

 

FUNCIONARIOS ESPAÑOLES Y CÓDIGOS SECRETOS

Los diplomáticos españoles, por el contrario, bien hubieron de saber que sus comunicaciones podían acabar también en Washington, Berlín o Londres.  Ya desde antes de la Guerra del Pacífico, el Ministro en Tokio, por ejemplo, añadía a lápiz los comentarios más interesantes de sus despachos y Cárdenas, en Washington, bien había de saber que sus pasos eran considerados sospechosos. En marzo de 1942 ya salieron unas informaciones en la prensa afirmando que la Embajada de Japón en Madrid era un centro de propaganda para difundir noticias tendenciosas por los Estados Unidos.[15] Después, esa desconfianza hacia la legalidad de las actividades gobierno de Franco la hizo pública el propio Secretario de Estado, Summer Welles, al afirmar, en un discurso celebrado en Boston en octubre de 1942, que agentes de Eje en Chile y Argentina estaban enviando información por medio de Cuba y Barcelona.[16] En los archivos del Ministerio de Exteriores se pueden también encontrar referencias a la fragilidad en las comunicaciones; en el caso de Tokio, el propio Agregado Militar, enviado en 1943, solicitó se le enviaran nuevas códigos secretos: “indispensable sustituir [la] clave [de la] legación [de España en Tokio,  que] seguramente [es] conocida [por lo que] no ofrece garantía”.[17] La respuesta fue que no era posible por razones técnicas, entre otras la imposibilidad de enviar otra persona más de Japón a España en plena guerra, y por tanto se le instruyó a “decir discretamente cuanto crea oportuno y no resulte comprometido para el ejercicio de su misión allí, si los despachos fueran descifrados.”[18]

Por último, sería interesante saber cómo utilizó Washington esa presunta ventaja sobre España (quizás el gobierno franquista también fue capaz de descifrar alguna comunicación de Washington, aunque parece difícil que llegara a tal nivel). Obviamente, el principal perjudicado había de ser el funcionamiento de la Red de Espionaje y todo traspaso de información confidencial a Japón; desde fines del mes de junio de 1942, aunque aún no se conocía la existencia de la Red Tô, ya se sabía en Washington detalladamente cómo los japoneses recogían información en España por medio de los telegramas y despachos de los diplomáticos españoles, de los informes del servicio secreto español desde Inglaterra y de cualquier otra información confidencial que le llega a Suñer. Saber por adelantado lo que opinaban los españoles e incluso las notas que se les iba a presentar oficialmente, obviamente, tenía que ser una ventaja para Washington en todo tipo de negociaciones con Madrid. A pesar de ello, en ocasiones se envanecía el Embajador Cárdenas de sorprender a los americanos.

Los americanos fueron los que pudieron sacar mejor partido al “elemento sorpresa”, gracias a esta calidad de sus fuentes de información, puesto que no puede haber fuente de inforación confidencial mas fiable que las propias comunicaciones secretas de los otros países. El ejemplo más claro de utilización norteamericana del contraespionaje en su relación con España, quizás, fue con el llamado Incidente Laurel, durante el que se vivieron los momentos más tensos en las relaciones hispano-estadounidenses durante la II Guerra Mundial. El Incidente se originó en octubre de 1943, cuando José P. Laurel, Jefe del Gobierno filipino apoyado por los japoneses, envió un telegrama informando de la proclamación de la independencia. Fue contestado después de varios días con un texto muy diplomático en el que no se reconocía explícitamente la independencia, pero que iba dirigido a “José Laurel, Presidente de la República de Filipinas”. El Eje utilizó el telegrama propagandísticamente y después de ello, pasados unos días, el Departamento de Estado mostró una dureza inusitada ante Madrid: prohibió a su Embajador Hayes que conversase con el Ministro de Exteriores, Jordana y en Washington impidió que Cárdenas pudiera visitar a ningún funcionario con responsabilidades, mientras que la prensa renovaba sus acusaciones al gobierno de Franco y se disparaban los rumores sobre un posible desembarco aliado en España. Todo ello, en un momento especialmente tenso para España por la celebración de la Conferencia de Teherán entre los Aliados y no saberse aún qué se había decidido. La reacción de Washington no estuvo motivada solamente por ese presunto reconocimiento (los propios americanos tuvieron claro desde un comienzo que ese telegrama estaba redactado de tal forma que no incurría a España a hacer nada; de hecho, los ingleses también conocieron el envío del telegrama, pero no hicieron nada), sino por haber captado un telegrama de Suma Yakichirô a su ministro en Tokio en la que informaba de una advertencia del Jefe de Inteligencia del Ministerio de Exteriores, el Marqués de Rialp, para que el telegrama no se utilizara de forma propagandística: El telegrama [a Laurel] “muestra la real preocupación de los funcionarios españoles y la población sobre las Filipinas, por lo que les aconsejo a ustedes japoneses que vayan con tiento”.[19]

Conocer las dudas del gobierno español hubo de ser crucial para que inmediatamente después de decodificarlo estallara el Incidente (diez días después del telegrama de Jordana) con la orden a Hayes para evitar todo contacto con el Ministerio de Exteriores. El “Incidente Laurel” consiguió poner al régimen franquista contra las cuerdas y minarle la moral para acceder a la celebración de unas conversaciones que acabarían, casi medio año más tarde, con la aceptación por España de no vender mas wolframio a Alemania. Visto desde la lejanía, el aprovechamiento del Incidente, aparentemente gracias a la intercepción de mensajes, fue excelente: las fuertes tensiones ya existentes entre España y Japón, que los americanos conocían -tanto por los mensajes descifrados como por las conversaciones de Hayes con Franco y Jordana- fueron traspasadas a las relaciones entre España y Alemania, algo que interesaba mucho más a los aliados. Así, una vez que Madrid accedió a comenzar estas negociaciones, después de dos semanas de tensión, el presunto enfado norteamericano por ese telegrama a Laurel se diluyó inmediatamente y Washington contribuyó a echar tierra sobre él. El objetivo se había conseguido.

Citas

[1] Su acceso, obviamente, fue muy limitado, hasta el punto de prohibirse mencionar su existencia por teléfono y de evitar el envío de copias fuera del país; solamente tenemos constancia de un telegrama interceptado que es remitido a España. Ver en Archivos Nacionales de Estados Unidos en Washington (en adelante, NARS). Record Group 226. Entry 119. Box 22. London X‑2‑pts‑72. Folder 162. Actualmente se puede consultar la copia original de los Magic en los mismos archivos, Record Group 457. SRS, Magic Diplomatic Summaries. Los textos completos  de los telegramas interceptados a Japón están bajo el epígrafe SRDJ, en el mismo grupo documental. Los Magic Summaries  son un total de 15 cajas y los SRDJ unas 165, ordenados los telegramas por el día en que fueron interceptados e independientemente del lugar de procedencia.

[2] George Marshall a Thomas E. Dewey (Candidato del Partido Republicano a la Presidencia), Washington, 27-IX-1944. NARS, File SRH 043. Modern Military Section.En Matthews, Tony.- Shadows Dancing. Japanese Espionage Against the West, 1939-1945. New York, St. Martin’s Press, 1994, p. 66-67.

[3] En Estados Unidos apareció en primera página,por ejemplo, en The Washington Post, 10‑IX‑1978: Spanish Diplomats Spied on U.S. for Japan in WWII; en Japón fue objeto de un documental en la televisión estatal japonesa, NHK, Watashiwa nihon no supai datta. Himitsuchuin berasuko  (Yo fui espía de Japón. Velasco, Agente Secreto), 20‑IX‑1982, además de algún libro; en Gran Bretaña, ver The Times, 21-X-1978. En España el interés se agotó pronto, ver Antonio Marquina Barrio,”TO”, Espias de verbena, en Historia16, vol. 32, 1978, pp. 11‑18; El País, 20 y 21‑X‑1978 y José Luis Gutiérrez, Madrid, lleno de espías, en Cambio16, 356 (1978), pp. 458‑468.

[4] Ver Magic Summaries (en adelante, MS) de 30-IV-1942, págs 1 y 2. Aparecían tachadas las referencias a los números y códigos asignados a los telegramas tras ser decodificados.

[5] La redacción en Magic podía ser modificada para no mostrar que era un mensaje interceptado a un país diferente de los enemigos. Ver MS no censurado de 8-V-1942, en una anotación al margen: “Debería mostrar que es un mensaje japonés” (p. 2)

[6] Londres también decodificó comunicaciones diplomáticas españolas durante la II Guerra Mundial, recientemente se han abierto a la consulta. Para el telegrama, ver Foreign Office, Serie 371, Exp. 35952, Carta 269/31/43 de 26 de octubre de 1943 desde Washington.  F5838/403/23.

[7] Yomiuri Shimbun, 2‑VIII‑1993 y New York Times, 11‑VIII‑1993.

[8] MS de 2, 5, 15 y 30 de 1942.

[9] Ver, por ejemplo, sobre la “casi segura” cifra militar mexicana  MS de 6-V-1942.

[10] Son dos cajas en total y están también en el Record Group 457 (NSA).

[11] MS de 22-V-1943.

[12] MS de 1-VI-1943.

[13] MS de 14-IV-1943.

[14] MS de 29-V-1942.

[15] Evening Star, Jap embassy in Spain declared center for anti‑us propaganda; New York Times, M’leish accuses japanese in Spain y New York Herald tribune Tokio[sic] embassy in Spain center of plots on US.

[16] The Times, 17‑XI‑1942.

[17] Tel 74 de 11‑IV‑1994. 1736‑13‑27a

[18] Alto Estado Mayor a Ministro de Asuntos Exteriores, Madrid, 5‑V‑1944, retransmitido a Tokio el 11‑V. AMAE, Leg. 1737, exp. 13.

[19] Telegrama enviado el 24, interceptado el 26, traducido el 27 (en SRDJ, Box. 53, pp. 44784-5) y editado en MS de 28-X-1943.

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