Florentino Rodao
A partir del 7 de Julio de 1937, con el estallido de la Guerra Chino-japonesa, Japón fue ocupando un lugar cada vez más importante en el aparato propagandístico de la España franquista. En esos momentos previos al estallido del conflicto mundial, los intereses políticos de la relación con Japón adquirieron una importancia cada vez mayor a raíz de su entrada en guerra y la propaganda en relación con éste Imperio sobrepasó rápidamente el interés meramente exótico que había tenido hasta entonces. Lo ocurrido en el otro lado del mundo podía tener repercusión también en la propia península y, en consecuencia, las imágenes de Japón experimentaron una evolución interesante que merece ser estudiada en este artículo, que vamos a dividir en tres períodos principales. En primer lugar, el que va del comienzo de la Guerra Chino Japonesa hasta el fin de la Civil española en 1939, uno posterior hasta el comienzo de la Guerra del Pacífico, en diciembre de 1941 y, por ultimo, el que va a lo largo de la Guerra del Pacífico hasta el verano de 1945. Con ello pretendemos mostrar la utilización de las imágenes para los objetivos propios de la propaganda nacional, sobre todo su maleabilidad, que permitió usarlas en contextos muy diferentes.
Por ello, aparece conveniente hacer un pequeño repaso a las imágenes de Japón en la España anterior a la Guerra Civil en un plano político[1]. Cuatro características aparecen como las más destacables: 1) La admiración por el progreso del país, dentro del cual destacaba la proferida hacia su arte militar y por su victoria ante Rusia en 1905.[2] Según esta idea, a pesar de la falta de una cultura occidental, Japón lo había podido suplir, aparentemente, copiando sus invenciones. 2) Asimilación del país con el resto del Extremo Oriente y, sobre todo, con la mala imagen de los chinos.[3] 3)La identificación como pueblo conservador, que vino reforzada en los tiempos anteriores a la Guerra Civil por una creciente imagen de país anticomunista.[4] 4) Inexistencia en España del temor al “Peligro Amarillo”.[5]
COINCIDENCIA DE GUERRAS EN ESPAÑA Y EN CHINA
Las dos guerras que sirvieron de prólogo a la II Guerra Mundial tuvieron lugar en los dos extremos del continente eurasiático y pronto hubo ese sentimiento mutuo de coincidencia de objetivos. Los republicanos se solidarizaron con la lucha china contra la invasión japonesa mientras que los nacionales lo harían con los japoneses, basándose en esa lucha contra el comunismo que ambos divulgaban. Los nacionales aceptaron pronto que Japón había de ser el gendarme en Asia y, lo que es más interesante, dejaron de considerar a este país como asiático. Cuando se referían a la “barbarie asiática” en consecuencia, no incluían a Japón. La propaganda mutua se envió por canales cada vez más diversificados, al declinar el anterior predominio de las agencias estadounidenses, pero tuvieron funciones diferentes. Mientras en Japón hubo un progresivo deslizamiento de la opinión pública oficial cada vez hacia posiciones más favorables a los nacionales, hasta el punto de no permitirse ninguna película favorable a los republicanos a partir del reconocimiento oficial, en la España franquista no se puede hablar de un sentimiento susceptible de cambio. El conflicto estalló en China cuando España ya llevaba casi un año en armas y no se vio, ni sentimiento pro-chino en la España nacional, ni sentimiento pro-japonés en la republicana: los campos ya estaban delimitados.
Por ello, es interesante señalar las cuatro principales características de las imágenes usadas por la propaganda de estos momentos en la España Nacional:
1) Influencia italiana al forjar una nueva imagen mutua. El papel clave de Italia en la formación del nuevo estado nacionalista se dejó sentir fuertemente, también, en la propaganda relativa a Japón. Así, en las informaciones sobre la Guerra Chino‑japonesa se puede percibir más bien un sentido anti‑británico que propiamente anti‑chino, mientras que por otro lado se puede notar que el interés de la prensa española por lo ocurrido en China no fue inmediato, sino que vino de la mano del interés y del reforzamiento de los lazos con nipo-italianos, a partir de fines de 1937 y principalmente desde 1938.[6]
No obstante, convendría que nos detuviéramos ligeramente en lo que podríamos llamar el “niponismo” italiano porque se puede afirmar que precede al español y en este período podemos comprobar algunas características que en la península se dieron una vez ya acabada la Guerra Civil: sin conocer el país ‑o quizás, precisamente por ello‑ Japón llegó a ser percibido de forma idealizada. La propaganda fascista se encargó de realzar los valores y exaltar las cualidades del miembro asiático del Pacto Anti-komintern de una forma exagerada, hasta el punto que se les podía llegar a considerar “más niponistas que Japón”. Tokio, de hecho, quedó sorprendido por ese apoyo tan decidido a su lucha en China, mucho antes que lo hiciera Alemania y quizás el mejor ejemplo es una anécdota del Conde Galeazzo Ciano, Ministro de Exteriores de Mussolini, que podemos encontrar en su diario a propósito del “Incidente del Panay”, un buque norteamericano que fue atacado por la aviación nipona. Ya que murió un periodista italiano por el bombardeo japonés, el Embajador de Tokio le fue a pedir disculpas, pero durante la entrevista, tal como relata el italiano: “Tomé nota del hecho, pero no hice protesta. Fui más allá, diciendo que considero tales incidentes normales dentro de los acontecimientos que ocurren en una guerra a gran escala. Si los americanos no quieren bombas, deben salirse.” El propio ministro añade: “Él estaba sorprendido y fuera de juego por esta actitud nuestra”.[7]
También es clave en esa propaganda en relación con Japón la ideología militarista que subyace y es significativo que el principal trabajo cultural realizado en estos años, un diccionario, se viera también imbuido de las necesidades del momento, incluyendo un apéndice de términos militares.[8]
2) Paralelismo entre las Guerras en España y en China. La similitud anticomunista de las dos luchas es el gran tema de los artículos en la prensa de estos años y de la cantidad de artículos entresacamos un párrafo significativo: “El comunismo no tiene nada que hacer en Oriente y gracias al Japón, y tampoco en Occidente, gracias a España y a los otros estados totalitarios”.[9] La resistencia contra la penetración soviética en China también es objeto de comentario en ABC, donde tras señalar una serie de países en los que había “triunfado el bien”, señala “Y son ahora España y Japón, raza junta a raza, las que buscan aires frescos de paz futura[…] Es inútil, pues, que la mirada pacifista y conciliadora de los diplomáticos se pose suavemente sobre los verdes campos de Tien‑tsin [Tianjin] o sobre las llanuras pardas de Brunete. La URSS continuará implacablemente matando tradiciones, extinguiendo bibliotecas…”.[10] Entre los artículos costumbristas en estos años también se reforzaba esa idea del paralelismo y lo podemos ver en los escritos de dos personas que habían estado en la zona, Tato Cumming y Julio de Larracoechea, bajo el seudónimo de Alberto González.[11] Este último era un diplomático vasco cercano al nacionalismo, que había sido expedientado por su actitud pro-republicana de los primeros momentos del conflicto. Es interesante que fuera Larracoechea el que, dentro de esta imagen de paralelismo y de similitud de objetivos, enlazara dos ideas más allá del comunismo: la religión (“Cuantos de nuestros tantos misioneros habían caído bajo el odio y la barbarie de las hordas comunistas”)[12] y Filipinas en 1898 “[…]Prensa japonesa fue el único defensor que tuvo España […]debemos agradecer a los japoneses el habernos prevenido durante el conflicto de los envíos de armas a los insurrectos, a [Emilio] Aguinaldo y sus correligionarios”[13]
3) Reforzamiento del bloque en lucha por un “Orden Nuevo”. El ataque a Londres y con menor intensidad a Estados Unidos es otra característica, normal en esos tiempos,[14] pero esta crítica fue aparejada a la idea de Londres como principal perdedor en el conflicto: surgieron los primeros esbozos de una idea que se configuró más claramente tras acabar la lucha, la de la aceptación del Asia Oriental como zona de influencia de Japón[15]. La opinión de Camilo Barcia, uno de los pocos comentaristas de entonces con un conocimiento más profundo de la situación internacional, es sumamente interesante a este respecto; según él, la expansión nipona no era una mera expansión territorial, sino una necesidad económica. La construcción de un Imperio sobre bases industriales había comenzado ya en el siglo XIX y el problema era que Japón estaba excluido de comerciar en otros territorios, ya que el Imperio Británico lo había hecho de sus mercados; en consecuencia, tenía que crear un Imperio para poder aprovisionarse de materias primas: “ahora el Japón quiere completar esta idea autárquica con la penetración en China, especialmente en la China del norte”.[16]
4) Escasa significación a nivel popular. Hay escasos ejemplos de que esa identificación hispano-japonesa de la propaganda penetre a un nivel popular, entre los que destacaron las Madrinas de Guerra. Mujeres encargadas de escribir cartas y enviar regalos a los soldados que estaban en el frente. Surgieron algunas a raíz de unos anuncios en la prensa japonesa y entre los soldados que se beneficiaron de ellos estuvo el entonces teniente Jaime Milans del Bosch.[17]
La propaganda, en definitiva, fue un factor clave en las relaciones hispano‑japonesas de estos años y quizás sin éste añadido es difícilmente comprensible la fuerte relación política en este período. La política hacia el exterior, de esta forma, tenía una función también hacia el interior: alinearse con Japón fue una forma de demostrar la fuerza de los aliados con que contaba el régimen de Franco, mientras que la Guerra en China suponía la constatación de esos temores sobre la expansión del comunismo que presuntamente había provocado el 18 de julio. La culpable de la Guerra en China también era la Unión Soviética y Japón había tomado a su cargo luchar contra ello; dos países, por tanto, estaban enfrentados contra un mismo enemigo en los dos confines del continente eurasiático. Así, por medio de esta propaganda, puede ser percibido lo que se quería decir por parte del Gobierno y en qué sentido éste lo quería utilizar para sus propios fines.
PROPAGANDA ENTRE LA GUERRA CIVIL Y LA DEL PACIFICO
La amistad política con Japón continuó tras acabar la Guerra Civil y por ello las características de las imágenes respectivas no variaron en lo esencial. El contexto mundial, sin embargo, cambió y el objetivo al que se dirigía esa amistad adquirió nuevos matices. En función de los nuevos acontecimientos, se “remozaron” estas imágenes; veamos algunos de estos matices propios de este período:
1) Del predominio de la función anticomunista a la antialiada.
Desde el momento en que la lucha de los países del Eje se enfocó hacia las potencias aliadas tras el pacto germano-soviético y el estallido de la Guerra entre Alemania frente al Reino Unido y Francia, sus aparatos propagandísticos soslayaron la lucha anticomunista. En España y Japón, a pesar de la lucha directa contra la Unión Soviética (unos frente al armamento usado por la República y los otros en la batalla de Nomonhan, ocurrida en el verano de 1939), se llegó a producir un fenómeno semejante y, por un período de tiempo, predominaron las referencias contra Gran Bretaña, Francia e incluso contra Estados Unidos. Principalmente esta enemistad frente a Estados Unidos fue la que dio un nuevo sentido a la amistad mutua; antiguo ministro de Exteriores, Ramón Serrano Suñer, declaraba con posterioridad sobre ello: “No es que yo tuviese preferencia por los nipones sobre el gran pueblo americano, pero a nuestro juicio, el Japón venía a fortalecer lo que a la política española le interesaba: la victoria del Eje sobre los aliados.[…] Por lo demás, yo no tenia ningún motivo de admiración por el Japón”.[18] Esta declaración es en relación con la red de espionaje y ciertamente señala que dentro de ese “anti-aliadismo”, el anti-norteamericanismo fue la nota predominante respecto a Japón, claramente perceptible a partir del verano de 1940. Por supuesto, no faltó, ni antes de ello ni después, la referencia anti-británica y ésta se pudo percibir claramente durante la crisis de Tientsin [Tianjin]en 1939, un enfrentamiento de Japón contra las potencias europeas a propósito de la detención de los culpables de un asesinato.
2) Exaltación de los valores guerreros.
En tiempos de guerra como eran, éstos valores tuvieron una gran ascendencia y ya hemos visto que aparecieron también en Italia, con un diccionario acompañado de un apéndice de términos militares. En España hubo dos imágenes de Japón que se ajustaban en esa propaganda del momento; por un lado, la admiración ya mencionada en los ambientes militares ‑principalmente en la Marina‑ por la estrategia llevada por Japón durante la Guerra Ruso-japonesa de 1905, que llevó a la publicación de un libro sobre el comandante en jefe de la flota japonesa en este conflicto, Tôgô Heihachirô.[19] Si había un caso en el que se admiraba la compenetración de los ejércitos de Tierra y de Mar en un conflicto, éste era el caso de Japón en su Guerra con Rusia. El propio Carrero Blanco señala su admiración por Japón: “Treinta y cinco años después podemos apreciar hoy la solidez de aquellos cimientos y los buenos resultados que proporcionan el trabajo y la perseverancia en un pueblo cuando sabe adónde va y quiere llegar a su meta”.[20]
Por otro lado, fue la imagen del Bushidô, o luchador dispuesto a dar la vida en la batalla sin mayor pregunta, la que simbolizó mejor los tiempos que se vivían y muestra de ello fue la reimpresión, financiada por la Legación japonesa en Madrid, de un libro ya traducido en 1908, Bushido. El alma del Japón, con un prólogo del General Millán Astray. Este militar, en su preámbulo, escribía: “En el Bushido inspiré gran parte de mis enseñanzas morales a los cadetes de infantería en el Alcázar de Toledo, cuando tuve el honor de ser maestro de ellos en los años 1911‑12, y también en el Bushido apoyé el credo de la Legión…”.[21]
3) Predominio de la solidaridad del Eje frente a la defensa de los intereses occidentales en Extremo Oriente.
En consonancia con Italia, España aceptó renunciar en China a los privilegios de los que había gozado como potencia occidental. Aunque en unos primeros años hubo una esperanza de beneficiarse de la estela japonesa en Asia, progresivamente hubo que aceptar con resignación que la lucha de japón era también frente a Occidente. Se acabó aceptando expresamente el declive de occidente en la región.[22] Así ocurrió con la renuncia a los privilegios de extraterritorialidad o con el fin del sistema llamado de “Puerta Abierta”. Cordero Torres explicó claramente las razones que traslucieron en ésta aceptación resignada de los españoles en función de intereses políticos más importantes: “La llamada “solidaridad de la raza blanca” ha sido hasta ahora un arma de propaganda de los países que no hace mucho expulsaron a España del Pacífico”.[23] En consonancia con estas aspiraciones, desde Madrid se pasaron a apoyar algunas causas que podrían ser identificadas, hoy día, como de solidaridad con los países del Tercer Mundo, tales como la lucha independentista en el subcontinente indio.[24]
4) El desarrollo tecnológico japonés.
Si hasta entonces la imagen de Japón había estado fundamentada en la archimencionada idea de la tradición y la modernidad,[25] en estos años este equilibrio se quebró a favor del segundo de estos dos conceptos, llevado por la admiración hacia su progreso científico[26]. Y los progresos se observaban no como simple curiosidad, sino que interesaron en función de una posible autarquía. El hecho de que una llamada “Misión Económica Española” no fuera a Japón simplemente a disfrutar del viaje al que les habían invitado, sino a aprovechar y conocer los inventos japoneses y su modo de producción, dividiéndose la búsqueda de ideas según los miembros, da idea de cómo ésta idea estaba ya implantada en las élites dirigentes franquistas.[27]
Esta idea del progreso parece ser una de las razones principales para que a Japón se le considerara como a una nación occidentalizada más que a un país asiático. Ello tiene importancia porque entonces el comunismo se identificaba como producto de la “barbarie asiática”; José Antonio Primo de Rivera ya había expresado esta idea en 1935[28] y se siguió repitiendo después. El Consejo de Ministros español, por ejemplo, ante la Guerra soviético-finesa de 1939-40, expresó en su nota a la prensa: “España, que luchó contra la barbarie asiática, muestra su honda simpatía hacia los finlandeses”.[29] Resulta ciertamente extraño, pero en estos años el concepto de Asia no incluía, o no podía incluir, a un Japón que estaba en su “camino occidental”[30] y que era aliado del régimen: “El Comunismo sólo será posible en el triunfo del Oriente revolucionario contra el Occidente imperialista: tendrá lugar cuando el mundo sea de los rusos, de los indios y de los chinos”.[31]
5) Pro-niponismo en clave anti-alemana.
No podemos ofrecer en este apartado sino documentación italiana, pero parece bastante probable que el sentimiento de apoyar a los japoneses para aliviar de alguna forma la presión alemana también se dio en España. En Italia hubo una nueva ola de nipofilia a propósito de las primeras victorias niponas, en lo que se podía ver como una “tabla de salvación”, no solo del Eje sino principalmente de Italia, ante la aplastante hegemonía alemana a partir de la primavera de 1941. El conde Ciano describió en su diario este sentimiento del que era partícipe su suegro, pero no él mismo: “Mussolini es siempre pro‑japonés y lo es cada vez más cuanto menos le gustan los alemanes (…) El Duce piensa que no tiene vuelta de hoja lo que ocurre en Oriente y en el Pacífico”.[32] Es factible pensar que personajes en España tan identificados con Italia como el Ministro de Exteriores, Serrano Suñer, pudieran pensar lo mismo.
6) La Historia como un arma política.
En este período, la Historia fue un arma arrojadiza. Junto con las referencias a San Francisco Javier y a la religión católica en Japón como hija de los mártires hispanos, la referencia más popularizada de estos años fue la de la expedición de 1858 a la Península Indochina, por medio del famoso libro Reivindicaciones de España. Además de ello, la revista Mundo inició una serie de artículos dedicados a la historia de los españoles en América y en el Océano Pacífico, de la que la mayor parte corresponde a esta región. La serie comenzó en octubre de 1940, disfrutó de una regularidad envidiable y la propia revista mencionaba su relación con los acontecimientos en la región: “Comenzamos esta serie de artículos dedicados a la historia de nuestra dominación en el Pacífico (empieza con el núm. 71) impulsados por la actualidad que al tema daban las alarmantes noticias recibidas del Extremo Oriente. Aunque ausente nuestra bandera hace casi cincuenta años de aquellas aguas, la presencia espiritual que dan varios siglos de gloriosa historia, subsiste. Y, por ello, en plena guerra, continuamos estos artículos, dedicados a recordar episodios inolvidables de nuestra historia[…]”.[33] En el mes de septiembre de 1942, coincidiendo con la salida del Ministerio de Exteriores de Serrano Suñer, desaparecieron los artículos, y no se volvió a reanudar la serie ‑y apareciendo de forma irregular‑ hasta abril de 1943, fecha a partir de la cual los artículos fueron publicados de forma muy irregular, dan la impresión de ser los restos de la serie que ya habían sido escritos.
El interés político mutuo, como hemos visto, creció en ambos países, dentro de la limitada repercusión que podía tener entonces la imagen de Japón.[34] Lo más interesante, no obstante, es que, en un proceso normal de referencias a la especial amistad mutua,[35] se llegara a hablar del paralelismo mutuo de forma tan intensa; es un proceso que ocurre con otros países, pero que es difícil encontrar respecto a Japón, y de forma tan intensa, en otros momentos. La exaltación militar sirvió para ello y fue difundida también entre sectores no ligados al ejército; la introducción al libro sobre Japón del jesuita Moisés Domenzain, se señala que existía algo “extraordinariamente común entre los dos pueblos[…] su exaltación del valor del espíritu”.[36] En Japón llegó a producirse un fenómeno parecido aunque aparentemente de menor intensidad, el Ministro Méndez Vigo, llegó a afirmar, de forma excesivamente optimista, que el interés por aumentar el comercio con España había aumentado el interés por la cultura española y el español, afirmaba: “Existe también en ciertos círculos intelectuales una noción, no del todo infundada, de que hay notables semejanzas y afinidades de carácter entre ambos países, lo que indudablemente contribuye a estimular la curiosidad”, en lo que califica sin ambages como un momento favorable.[37]
Parece claro, en definitiva, que surgió una imagen ideal de Japón en España ‑no tanto al revés‑, producto de esos momentos en los que Tokio estaba en el mismo lado que Madrid en el esfuerzo de implantar un “nuevo orden” mundial. El desconocimiento real de lo japonés quizás puede explicar esta desproporción entre lo razonable y lo exagerado. De esta forma, la imagen del Japón dio un salto cualitativo en su significado y, en algunos casos, pudo ser comparable para la derecha con lo que la Unión Soviética había sido para la izquierda. Este último país representaba la imagen del lugar ‑también lejano‑ en el que se estaba haciendo algo diferente, algo nuevo y en este concepto, también completamente idealizado, participaron personajes bastante alejados ideológicamente del Partido Comunista, como Antonio Machado, que en algunas ocasiones escribió loas al Estado Soviético.[38]
Si hubo una imagen ideal hacia Japón, lo cierto es que se fue diluyendo a medida que se veía que Japón no atacaba a la Unión Soviética tras el ataque alemán. El cambio no fue radical, pero Japón perdió progresivamente esa imagen ideal que tuvo en España de una manera fugaz. Cuando entró en guerra medio año después, con Pearl Harbor, esa admiración ya no tenía el componente de idealismo, de confianza plena, que significaba luchar en pos de unos objetivos semejantes. Se sabía que Japón colaboraba y que tenía los mismos enemigos, pero también que no estaba dispuesta a renunciar a su propio orden de prioridades.
Los difíciles malabarismos propagandísticos tras Pearl Harbor
Al tener noticia de las victorias japonesas, no faltaron los motivos de alegría y de esperanza en el triunfo final del “Nuevo Orden”, pero era ya un distinto tipo de amistad. La imagen de Japón pasó a estar totalmente mediatizada por la guerra y las relaciones con el Eje, sin que apareciera característica propia alguna. Los artículos alabando a Japón ya no se referían a los aspectos positivos (las semejanzas mutuas, etc.), sino a los negativos, a saber, los enemigos comunes.
Volvió una breve ola de “japonesismo” a principios de 1942 y se pueden encontrar varias referencias a un renovado entusiasmo. El ministro japonés declaró a la prensa de su país que le dolía la espalda de los “golpecitos” de felicitación en la espalda[39] y el que fuera Agregado Militar en Japón, Fernando Navarro Ibáñez, recordaba años después que los miembros de la Legación japonesa en Madrid “consiguieron extraviar a la opinión pública española, que los recibía en todas partes con grandes muestras de simpatía y amistad”.[40] No obstante, esa ola fue breve y de ahí se pasó a una idea que estudiaremos más adelante, y de la cual podemos tomar referencias en las opiniones del falangista Herrera de la Rosa desde Japón: se comparten las razones, no los métodos. Este hombre, delegado de Falange en Japón, estaba claramente identificado con la idea de establecer un “Orden Nuevo”, pero progresivamente se fue distanciando de este país, precisamente por esos modos de los funcionarios y por la creciente propaganda antioccidental. Y si durante el período de Serrano Suñer al frente del Ministerio las razones se superpusieron a los métodos, ya no sería así tras su salida, en agosto de 1942.
Lo más importante de este período, no obstante, es el cambio que progresivamente hubo de operar la política exterior española, porque la entrada de Estados Unidos en la Guerra tuvo unas consecuencias inmediatas: las entregas de petróleo fueron suprimidas. El cambio siguió siendo paulatino y, en los primeros momentos de la Guerra del Pacífico, la palabra que mejor expresa la relación mutua sea susceptibilidad. No era nueva, y se percibe claramente entre aquellos españoles que vivieron o visitaron la región, tales como los miembros de la Misión Económica de 1940 o los diplomáticos,[41] pero en a partir de Pearl Harbor la crítica soterrada pasó a la prensa. Un ejemplo muy interesante es el del columnista sobre Hispanoamérica de Mundo, la revista oficiosa sobre Política Exterior, Rodolfo Reyes, quien en un artículo titulado “Pacífico” en el que se refería a la necesidad de que México fuera el país que parara el asalto de nuevas culturas por el Pacífico, hablaba expresamente de los Estados Unidos, pero también señalaba a la cultura japonesa como otro “asalto indeseable” en el continente.[42]
Pasados unos meses y tras aumentar las dificultades militares, las tensiones internas entre el Eje se dispararon; los deslices que antes se podían perdonar, en el año 1942 llegaban a ser motivo para la irritación. De nuevo por medio del diario de Ciano, se puede ver un ejemplo de la tensión que genera la relación con los japoneses: “El Duce telefonea indignado contra el embajador japonés Shiratori, que ha hecho unas declaraciones verdaderamente incalificables: el Japón espera el dominio del mundo, el Mikado es el único Dios en la tierra y hará falta que el Duce y Hitler se resignen a esta realidad.”[43] A estas tensiones, además, se sumaron los esfuerzos enemigos por profundizarlas y España no había de ser una excepción. Por ejemplo, el Ministro japonés, Suma Yakichirô, por ejemplo, señaló que la “guerra psicológica” llevada por la BBC ‑refiriéndose a la propaganda que estaba orientada racialmente para dividir a los países del Eje entre sí‑ era un “arma formidable” y que el propio ministro Serrano Suñer consideraba que estaba teniendo un tremendo efecto en España.[44]
Así, después de los años de amistad política y de uso propagandístico de la amistad con Japón, durante el período del Ministro Jordana se vivió una cierta “vuelta a la normalidad” propagandística hacia este país, entendiendo por ello una escasa atención hacia Japón, parecida a la que había anteriormente. Dos aspectos son indicativos de ello: Japón ‑y la Guerra del Pacífico‑ apenas apareció en la prensa a lo largo de los casi dos años que estuvo Jordana, y por otro lado, se volvió a sustentar la idea de la “solidaridad de la raza blanca” en el Oriente. Las razones de esta vuelta a una situación “normal” son varias: las noticias sobre las victorias en la guerra del Pacífico eran escasas y la esperanza de un “Nuevo Orden” en el mundo, desvanecida. Con ello, esas ideas que la necesidad política había hecho válidas anteriormente, tales como esa exaltación de los valores guerreros o la similitud entre los dos países, se derrumbaron y, con ello, las consecuencias políticas que llevaban, tales como la consideración de Chiang Kai-shek [Jiang Jie-shi] como un comunista o la disposición a renunciar a los derechos de Extraterritorialidad en China.
Este cambio en la orientación propagandística fue relativamente rápido desde la llegada de Jordana en septiembre de 1942 , en parte, porque el terreno ya estaba preparado. Así, desde poco después de haberse hecho cargo, contradijo totalmente el manual que había servido de índice en la etapa anterior, el libro ya mencionado de Cordero Torres[45], tal como podemos ver en su conversación con el Embajador británico Samuel Hoare, en febrero de 1943:
“por las mismas condiciones de solidaridad europea [que contra la URSS], deseamos el restablecimiento de los intereses europeos en Asia, y al hablar de la solidaridad europea no pensamos únicamente en las conveniencias económicas, sino también en nuestra cultura y en la obra civilizadora que han realizado allí las naciones de raza blanca y que nuestra nación realizó en aquellas tierras del Oriente, como también en la difusión de la fe cristiana, que desaparecería con el triunfo de Japón así como con el de China o Rusia. Estos argumentos justificarán, según creo, a los ojos del embajador y del gobierno británico, las inquietudes que siente nuestra nación y nuestro deseo de una estrecha colaboración europea, en defensa de intereses comunes, que haría resolver, de una vez por todas, el gran problema del comunismo; restablecería nuestra posición y nuestro prestigio en Asia, contendría la expansión del Japón y restauraría la normalidad en el continente africano”.[46]
VUELTA A LAS IDEAS TRADICIONALES
Este cambio se debe a tres razones principales relacionadas con la marcha de la Guerra: 1) La propaganda aliada hizo sus efectos. Es difícil asegurar la efectividad de la propaganda antijaponesa puesto que en muchos casos eran panfletos o rumores de cuya efectividad difícilmente puede quedar constancia en los Archivos. No obstante, hemos visto ya referencias de que España era un objetivo importante de la propaganda aliada, en donde aparentemente estaba teniendo éxitos; el propio Suma se quejaba que “panfletos antijaponeses son distribuidos por todas partes”[47] y de la incapacidad suya para contrarrestarlo por el desdén hacia éste tipo de actividad por Tokio, que estaba gastando todo su dinero en cuestiones puramente militares.[48] 2) La ausencia de un ataque a la Unión Soviética en la primavera de 1943 descartó definitivamente las anteriores esperanzas de conseguir una victoria frente a Stalin por medio de un ataque desde el Este. Con ello, las posibles dudas anteriores quedaron descartadas y se percibió a un Japón que desertaba definitivamente de sus amigos. Uno de los principales activos en la amistad hispana desapareció y, además, hubo de influir fuertemente en los ánimos de los que habían sido los mas exaltados pro‑niponistas en España, los falangistas. 3) Las quejas por los desmanes de las tropas japonesas en las zonas ocupadas de Asia Oriental fueron cada vez más evidentes, además de que se atendieron más: “se hicieron oídos” a las voces discrepantes. La amistad política mutua se desvaneció y ya no pudo valer, como en tiempos de Serrano Suñer, para tapar las grietas.
Tras el período de inactividad se volvió, por tanto, a usar propagandísticamente la mentalidad tradicional. El hecho de estar en tiempo de guerra, no obstante, dio unos matices nuevos ‑en ocasiones temporales, en ocasiones que perduraron más allá‑ a la imagen de Japón: la defensa de los valores tradicionales apeló a la imagen de España como país defensor del cristianismo, a la vinculación entre el catolicismo y la cultura española basada en la herencia de la “época grande”.[49] Ello llevaba a la idea de que España había de ser la defensora de la cultura occidental en el Asia Oriental y, con ello, el hecho de que España tenía más perder que ganar con el dominio japonés en el Archipiélago Filipino. Mientras que en la Guerra de Europa las afinidades podían ser ideológicas, en la Guerra del Pacífico, estando en juego esa “supremacía de los valores occidentales”, lo normal para España era ser partidaria de Estados Unidos y así se expresó en ese período. Era más fácil para España ser proaliada en Asia que en el caso de Europa y por ello España se paso al bando aliado primero por medio de la Guerra del Pacífico; no es casual que, cuando el agregado militar alemán se quejó de unos artículos en Arriba con noticias contrarias a su país desde ciudades aliadas,[50] se refirió expresamente a los tomados desde Melbourne ‑es decir, los referentes a la Guerra del Pacífico. Aparecían noticias de esos presuntos corresponsales del periódico falangista desde Argelia, Túnez, Washington y varios centros neurálgicos más, pero las noticias de la guerra en el Oriente eran las que podían mostrarse favorables a las victorias de los aliados de una forma más abierta..
Otra idea que surge en diversas ocasiones es producto de la mentalidad tradicional sobre el Oriente: lo que ocurre allí, es secundario. Al fin y al cabo, lo importante que se estaba decidiendo en esos momentos era en Europa. La idea del temor al comunismo proveniente del Oriente es anterior al conflicto mundial, pero desde estos años se mezcla con la de una presunta expansión asiática. Para ello, puede resultar interesante el editorial de Arriba de 11 de abril de 1944 propugnando que la guerra se acabara lo antes posible. Se refería, no obstante, a la Guerra en Europa: “(…) cuanto más se prolongue la guerra en Europa, más se afianza la situación en el Pacífico” y acababa señalando que Rusia tenía en el centro de Asia “masas inagotables para invadir Europa”.[51]
La conexión de Japón con la URSS se asocia aún vagamente, comparando con el período posterior. Tras el “Acuerdo de Pesquerías”, por el que Moscú y Tokio firmaron un acuerdo relativo a petróleo, renovando también las concesiones de pesca, publicaba Arriba en primera página:
“Un artículo del Journal de Genève pone hoy de relieve el reforzamiento de la solidaridad asiática de la URSS y del Japón, que acaban de concertar un acuerdo […] A propósito de este reforzamiento de la “solidaridad asiática” se subraya aquí el realismo de la política soviética, que antepone las conveniencias prácticas a las consideraciones ideológicas. Sin embargo no deja de llamar extraordinariamente la atención de los círculos políticos el hecho de esta “Neutralidad paradójica” que mantienen entre sí las dos grandes potencias asiáticas, que reporta a ambas grandes ventajas en un momento en que cada parte contratante se halla empeñada en una lucha a muerte contra los aliados de la otra”.[52]
Respecto a Filipinas, la situación política dio un giro tan brusco que no se puede hablar exactamente de una vuelta a la normalidad, sino de un movimiento de péndulo que llevó a alabar el período norteamericano como uno positivo para la pervivencia de la cultura hispánica. La idea de que España tenía más que perder en Filipinas con el dominio japonés permitió transmutar la opinión sobre la dominación americana; si bien durante el siglo XX la dominación de Washington había sido la gran enemiga de la cultura española, ahora pasó a ser la que estaba sufriendo los mismos avatares que la española ante el empuje oriental y de ahí a ser alabada. El dominio norteamericano era preferible al japonés, se concluyó, pero además convenía alabarlo de forma propagandística para establecer una “puerta trasera” en las relaciones con Washington.
Mientras tanto, la opinión japonesa sobre España no cambió esencialmente. Al contrario que con Latinoamérica, no hubo una política clara y la propaganda japonesa fue prácticamente inexistente por estar dedicada casi exclusivamente a la lucha en el aspecto militar.[53] Los medios de comunicación se encargaron de difundir las crecientes presiones aliadas sobre el General Franco, pero sin mostrar hostilidad hacia España; al fin y al cabo, Japón no tenía nuevos países amigos con los que compensar unas malas relaciones con España. Ni interesó mucho lo que pensaran los españoles sobre Japón, como ya hemos visto en las quejas del Ministro Suma, ni lo que pensaran los propios japoneses sobre España en un momento en que la amistad se diluía.
En el último año de la guerra, el proceso propagandístico volvió a marcar un período de exceso. Al igual que había ocurrido en el capítulo de la imagen ideal de Japón, en éste período el proceso tuvo aspectos semejantes, pero totalmente opuestos. Frente a la imagen de Japón como lo positivo del período de la amistad, se pasó a identificar lo japonés como lo bárbaro y ésta llegó a ser la característica principal de la imagen de Japón en el año que cubre este último capítulo.
Se produjo, por tanto, un movimiento de péndulo en esa imagen de Japón, por el que tras haber asumido imágenes falsamente positivas se pasó a asimilar ideas de Japón que en muy raras ocasiones habían aparecido. Podemos calificarlas, por tanto, de extrañas, ya que es la primera vez que aparecen con tal intensidad en España del siglo XX conceptos como 1) El temor al peligro amarillo, 2) La inclusión de las Filipinas dentro del mundo hispánico o 3) El halago a los Estados Unidos por su acción en Filipinas. El desconocimiento real volvió a marcar el contexto en el que se desarrollaron las relaciones.
La aparición de conceptos racistas en la propaganda española parte del concepto de la superioridad de la cultura occidental y cristiana. Bastantes ejemplos nos da la prensa de estos momentos de esa idea que sigue tan arraigada en la actualidad. Así, por ejemplo, a propósito de la victoria norteamericana en Luzón se señala lo que tenía Estados Unidos que agradecer a España por haber europeizado las Filipinas durante siglos, “Tienen por tanto que dar las gracias por inculcar la cultura española y las enseñanzas cristianas”. No sólo eso, sino que se siguió con la idea ya expresada en tiempos de Serrano Suñer, de la superioridad de este Archipiélago frente a sus vecinos, expresando la confianza de que Estados Unidos distinguieran entre los filipinos y los malayos, Sumatra o Java, “los cuales con el sistema holandés nunca se han sentido unidos a Europa.”[54] Arriba señala en otro comentario: “Españoles y filipinos han caído junto a las balas asiáticas […] ante esta realidad nuestro mayor deseo es llegar a ver la unión cerrada del Occidente en defensa de unos principios y de un sistema de vida […]es la hora de las coincidencias vitales…”.[55]
De esta idea, no obstante, se pasa a imágenes que escasamente habían aparecido en España, como la del “Peligro Amarillo”. En este sentido, se siguió el camino de la propaganda en Estados Unidos, donde la forma más benigna de dibujar a un japonés era hacerlo con forma de mono, cuando no de gorila. Esas imágenes racistas de Estados Unidos hicieron que la lucha en el Pacífico fuera más cruel de lo que era en el terreno europeo. Los enemigos de Estados Unidos eran los fascistas, los nazis y los japoneses, con ello se indicaba que frente al italiano o al alemán malo, había la posibilidad de una relación con el que no había apoyado al régimen. No ocurría así con los japoneses, no se sabía distinguir entre unos y otros. El régimen franquista tampoco supo diferenciar y cayó en la misma trampa de la discriminación racial.
La inclusión de Filipinas en el mundo hispánico es un hecho que se da en escasas ocasiones; sin embargo en ésta época convenía fuertemente al régimen español la inclusión de éste Archipiélago en la esfera de lo hispánico. El editorial del diario Arriba a propósito de la ruptura de relaciones es elocuente a éste respecto al señalar la pesadumbre porque las Filipinas hubieran caído bajo la influencia de un Imperio no cristiano y de signo oriental: “Nadie habrá para negar la legitimidad de nuestra creencia, en nosotros, sobre la superioridad y el destino favorable de lo hispánico, aun contra la capacidad agresiva de los pueblos amarillos”.[56] En la orden a la prensa del 14 de mayo de 1945, como justificativo del deseo de victoria aliada se alude, como una de las razones, “el sentimiento de una comunidad atlántica, que nos lleva a defender denodadamente todo vestigio en que se manifiesta la cultura occidental”.[57]
La alabanza a los Estados Unidos por su período en Filipinas es algo que sólo aparece en éste período. En España y entre los españoles en el archipiélago filipino, la relación con Estados Unidos había sido desigual, porque si bien les había privado de poder en el Archipiélago, después les hizo ricos. Y si bien había seguido habiendo lazos importantes con este país, el sentimiento en España era claramente antinorteamericano, por lo que chocan fuertemente algunas afirmaciones en periódicos de estas fechas. El 6 de marzo, por ejemplo, fue reproducido en el diario Arriba un discurso que había pronunciado el Ministro de Justicia, Eduardo Aunós, sobre “La Tragedia de Manila”: “España tuvo que abandonar aquel rincón de Oriente[…] Otro pueblo joven, lleno de intrepidez y técnicas nuevas, llego aquí para sustituirnos. Bajo su mundo nuestras escuelas permanecieron inalteradas y los grandes basamentos de la civilización filipina que allí quedaron no fueron quebrantados en lo sustancial”.[58] La necesidad de halagar al futuro eje de las relaciones exteriores de España hizo aprovechar el día de la independencia de Estados Unidos para señalar su papel de “paladín de la cultura occidental que la gran nación americana juega en su lucha contra Japón”.[59] Tras el lanzamiento de la bomba atómica no hubo ninguna crítica a su lanzamiento.[60]
Junto a estas ideas se juntaron otras en moldes más tradicionales, como pudieron ser las referencias históricas[61] y tampoco hemos de olvidar que la campaña contra Japón no caló lo suficiente como para provocar un sentimiento que hubiera movilizado a la población a cometer actos contra los japoneses en España. Antes bien, no hay referencia a ningún acto contra la colonia residente en España y en la nota que envían al Ministerio de Exteriores tras la ruptura señalan “ningún miembro de la Legación ha sentido amenaza personal […] por el contrario, tenemos recibidas numerosas pruebas de amistad”.[62]
Lo más interesante, no obstante, es la aceptación, consecuencia de éste ambiente anti-nipón, de ideas que no habrían sido tomadas en consideración en momentos normales y que fueron producto de esas noticias mezcladas con el sustrato existente anteriormente. Así, podemos ver que el gobierno aceptó como válidas algunas ideas que eran claramente producto de la excitación del momento, como “la orden emanada de Tokio para la sistemática destrucción a los españoles”, tal como se expresa al finalizar la representación de intereses[63] o la de que era posible de nuevo una masacre en China o en Japón, la cual pudo motivar un mayor interés por evacuar a los españoles del país o incluso pudo haber evitado la declaración de guerra. Con Japón, en definitiva, se produjo un vuelco en las visiones que no se podía haber dado ni con respecto a Alemania ni con Italia. Japón fue un aliado volátil.
Citas
[1] También sobre imágenes de Japón en España en el período anterior a este estudio, los trabajos de David Almazán con Elena Barlés Báguena, Belén Pozuelo Mascaraque y Luis Caeiro, titulados respectivamente “Japón en las Revistas Ilustradas de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX”, “El caso de la Ilustración Española y Americana”, “Imágenes de Japón en España a través de algunas publicaciones de principios de siglo” y “La Percepción española del Expansionismo Japonés por el Pacífico (ss. XIX): Las Islas Marianas”, en Actas del II Congreso de la Asociación de Estudios Japoneses en España, s.l., 1995, sin paginación.
[2] Para una visión del mismo año 1905, “en igual época, en igual año [1868], el Japón y España alzáronse contra poderes históricos, derrocaron una dinastía, abrieron las puertas a la civilización y al estado modernos. La diferencia esta en lo que es hoy el Japón y lo que es España, mereciendo aquel ser comparado con Prusia y nosotros con Turquía”. Luis Morote, en El Heraldo de Madrid, comentando la aparición del libro de Luis Reynoso “En la Corte del Mikado”, 13/V/1905. Después, el futuro Primer Ministro, Luis Carrero Blanco, calificó esta campaña de maestra y escribió sobre esta victoria frente a una de las naciones más poderosas de entonces: “El japonés, inteligente y trabajador, perseverante y dotado de un espíritu crítico y de observación, se asimila rápidamente la ciencia y la técnica occidentales[…] El Shintoismo […] es, en el fondo, la religión de la Patria. El japonés no tiene apego a la vida porque cree que si la pierde pasa a ser nada menos que divinidad y, lógicamente, esta indiferencia ante la muerte en el hombre que maneja con técnica perfecta el resultado es un instrumento bélico del máximo rendimiento”. La Guerra Aeronaval en el Mediterráneo y en el Pacífico, Madrid, 1947. pág. 105. Sobre la actitud hacia Japón durante este conflicto, Víctor Calderón de la Barca, “Las Salpicaduras de una Guerra Lejana. La Guerra Ruso-Japonesa y España”, en Revista Española del Pacífico, vol. 5, pp. 151-170.
[3] La confusión entre chinos y japoneses no era exclusiva de estas fechas, pero sí lo era la mala imagen del vendedor chino de baratijas en los mercados. “Al chino le gusta el vino/ Al chino le gusta el pan/ al chino le gusta todo/ menos trabajar.” era una cancioncilla popular de esos tiempos. Entrevista con Hayashiya Eikichi, Tokio, 5 de noviembre de 1990.
[4] Hemos encontrado referencias a ello en el periódico Ya, pero en los Arriba anteriores al 18 de julio del 36 no se puede vislumbrar una actitud definida hacia este país por parte de los falangistas. Ver, por ejemplo, en este periódico, “Japón y la Sociedad de Naciones”, 4/IV/1935, o “Nacen nuevos problemas en Extremo Oriente”, 13/VI/1935. Entre los artículos en Ya, ver “Ultimátum japonés a China”, “Japón hará de China Norte una barrera anticomunista” y “…espiritualmente están sintonizados el Japón e Italia y cada vez se van dibujando con más claridad en el mundo entero los dos frentes de batalla”, de 6, 8 y 13 de junio de 1935. Para la opinión de un diplomático, AMAE, Leg. 1466, exp. 14. Dcho. 93 del Embajador Méndez Vigo a Ministro de Estado, Tokio, 6/IV/1936.
[5] Después de 1898 no quedaron motivos para ese “peligro amarillo”, en cuanto no hubo mercancías españolas para competir en los mercados con las japonesas. Ver, por ejemplo, por Ramón Escohotado, “Sobre el peligro amarillo”, en Arriba, 18 de diciembre de 1941. También, AGA, AE, Caja 5179. Dcho 136 de Méndez Vigo a Ministro de Estado, Tokio, 12 de mayo de 1934.
[6] En el Doble diario de la Guerra Civil del ABC, por ejemplo, no hay mención alguna a Japón en los volúmenes II y III, hasta julio de 1937 y sólo una referencia en el IV, hasta noviembre de 1937. También se puede comprobar en la Colección de El Diario de Burgos.
[7] Malcom Muggeridge (int.) Ciano’s Diary, 1937-1938, London, Methuen & Co, 1952, p. 44. Por esa misma fecha, entregan también los italianos a los japoneses, de motu propio, unos planos de Singapur que había conseguido el Cónsul de Italia en este puerto. Al recibirlos, el agregado Militar, “estaba muy impresionado con el gesto”. Ibíd., entrada de 1/XII/1937 (p. 39). Sobre la inteligencia de la marina japonesa, ver Champan, J.W.M., “Japanese Intelligence, 1918-1945: A Suitable Case for Treatment”, en Endrew & Noakes- Intelligence and International Relations, 1900-1945, Exeter, University of Exeter, 1987, pp. 145-189
[8] Dizionario Italo‑giapponese, con un’appendice dei termini militari, Tokio, 1940.
[9] “El comunismo, el mayor enemigo de la Humanidad. Los triunfos japoneses en China”, por José María Castro, en Diario de Burgos, 10/XI/1938.
[10] “Tentáculos del pulpo soviético”, por Federico de Urrutia, ABC [Sevilla], 18 de agosto de 1937.
Para otros artículos nipófilos en Diario de Burgos: “En Extremo Oriente como en España. Los soviets abastecen intensamente al Ejército Chino”. 17 de septiembre de 1938; “La situación. El frente asiático”, por “Para bellum”, 11 de agosto de 1938. También los misioneros se identifican con la publicística sobre las semejanzas de los dos pueblos en la lucha contra el comunismo en los dos extremos de la masa continental. “Haruna Maru”, por F.R., en Misiones Dominicanas, Avila, enero de 1939, pp. 7-9. Sobre la similitud de las dos guerras en la prensa japonesa, hay un artículo interesante titulado “Japón y Franco”, quizás escrito por algún misionero. AMAE, Leg. 1466, exp. 14. Informe de Diciembre de 1937.
[11] “En el Imperio del Sol Naciente. Un país moderno y de ensueño”, por Tato Cumming, Diario de Burgos, 23/XI/1938. Los de Julio de Larracoechea se pueden encontrar en su expediente personal en el AMAE, todos ellos publicados en El Correo Español [Bilbao] “Crisis Chino‑japonesa” (2/X/1937), Dinastías de Broadway (7, 8 y 9/I/1938) “Las tres cabezas del dragón”, “La Señorita Crisantemo” (5/V/1938)
[12] “Cruzada antimarxista en Oriente”, El Correo Español, 22 de octubre de 1937.
[13] “Cruzada antimarxista en Oriente” y “La Conferencia de Bruselas”, El Correo Español, 22 y 31/X/1937.
[14] “El conflicto chino‑japonés no nos ha sorprendido” por Herluf osterkamp, Diario de Burgos, 19/X/1937.”Las operaciones japonesas en China. En Hankeu reina el pánico, pero el Generalísimo Chino trata de resistir”. Diario de Burgos, 25/XI/1938; “Las victoriosas operaciones japonesas en china. Las tropas chinas se retiran en desorden. El Japón no cejará hasta que haya constituido una China nueva”, Diario de Burgos, 27/XI/1938. “Orígenes de la Guerra Chino‑japonesa”, por José María de Castro, Diario de Burgos, 17/XI/1938.
[15] “Por qué el Japón hace la Guerra”, por Justo Huart. Diario de Burgos , 26/I/1939.
[16] “El conflicto en Extremo Oriente. La Autarquía nipona y el continente asiático” y “De Tokio a Kalgan. La trayectoria imperial nipona”, Diario de Burgos, 17/I/1938 y 19/II/1938.
[17] El representante español en Tokio, Francisco José del Castillo, recibió varias carta de oficiales del ejército y de la marina interesándose por estas madrinas, por lo que se hizo una reseña y desde entonces, según afirma en un despacho, se comenzaron a recibir decenas de cartas, que eran remitidas a España, a la séptima bandera y al Crucero baleares. AMAE, Leg. 1007, exp. 8. Dcho. 30 de Castillo al Ministro de Asuntos Exteriores (en adelante, Mae), Tokio, 30/I/1938. Ramón Molla, por ejemplo, publica su carta en el diario Asahi Shimbun, 18/VI/1938, así como los tenientes Jaime Milans del Bosch y Uvaldo de Mier.
[18] Saña, Heleno, El Franquismo sin Mitos. Conversaciones con Serrano Suñer, Barcelona, Rialp, 1982., p. 244.
[19] Nuñez Iglesias, Juan Ignacio., El Almirante Togo. (Héroe Nacional del Japón), Madrid, Editorial Naval, 1942.
[20] Carrero Blanco, Luis, España y el Mar, Madrid, 1941, p. 126, en el Capítulo “comunicaciones marítimas en las guerras del siglo XX”.
[21] Traducción del francés en colaboración con Luis Alvarez del Espejo. Madrid, 1941.
[22] Ver, por ejemplo, en Mundo, “Las influencias europeas en Asia se hallan en decadencia. Ha fracasado el antiguo sueño de los soviets de construir los Estados Unidos asiáticos con capitalidad en Moscú. Musulmanes, indios y chinos, que forman mundos separados, serán probablemente enemigos el día que desaparezca la influencia de Europa.”, núm. 11, 22/VII/1940.
[23] Cordero Torres, José María: Aspectos de la Misión Universal de España., Madrid, Vicesecretaría de Educación Popular, 1942, p. 91. cap. XI.
[24] Ver, por ejemplo, “Las potencias del Tripartito colaboran con el Pueblo Indio en la conquista de sus aspiraciones”, por Luis de la Barga desde Roma, Arriba, 20/VII/1943.
[25] Ver, por ejemplo, el artículo en el Diario El Alcázar, Madrid, 11/XII/1941, “Breve historia del Japón moderno y antecedentes del actual conflicto. En veinte años paso el país de la antigüedad fabulosa del Oriente a la gran potencia industrial contemporánea”.
[26] Esta admiración por el desarrollo tecnológico continúa cuando las victorias japonesas ya eran cosa del pasado. Ver, por ejemplo, en Mundo, la sección “Las ideas y los hechos”, n. 176, 9/IX/1943: “Estamos ante un Imperio que prepara luces de ciencia para una porción vastísima del planeta”.
[27] Sobre ello da una conferencia en el miembro de la Misión Económica, Antonio Robert, en el Círculo de la Unión Mercantil en abril de 1941, titulada “la expansión económica y política del Japón en el mundo”. En Arriba, 26/IV/1941. También, ver, en la Revista Mundo, “Japón prepara la autarquía para ejecutar su política sin temor a las represalias económicas de los anglosajones”, núm. 83, 7/XII/1941.
[28] “Observad adónde nos ha conducido la descomposición postrera del liberalismo político y del liberalismo económico, a colocar a las masas europeas en esta espantosa disyuntiva: o una nueva guerra o el comunismo, que será la entrega de Europa a Asia”. Editorial en Arriba, 8/IV/1942, “Argumentos permanentes”. Palabras de un discurso en el Círculo de la Unión Mercantil. El editorial se refiere entonces a las jornadas que habría de vivir Europa “ante el hostigamiento feroz del Oriente semiasiático”.
[29] En Arriba, 8/XII/1939 “El Consejo de Ministros se ocupa de la invasión de Finlandia”.
[30] “Tres Guerras”, por J. Pabón, Vértice, Madrid, s.n. [1940], p. 32. Para otro ejemplo del olvido español del “peligro amarillo”, ver el editorial de Mundo a propósito del Pacto Tripartito: “el Oriente y el Occidente se dan, fraternalmente, la mano en Berlín, augurando un fecundo equilibrio universal”, Núm. 22, 6/X/1940.
[31] Ibíd.
[32] Ciano, G.: Diario 1939-1943, Int. y notas de Ugo d’Andrea, Milán, Rizzoli, 1946, Entrada de 3/V/1942 (p. 523). También, ver entradas de 4 de diciembre de 1941, (p. 477), de 14 de abril de 1942 y de 3 de mayo de 1942 (p. 548). Asimismo, el prólogo del primer semestre de 1942, p. 493.
[33] Núm. 87, 4/I/1942, “La soberanía española se hizo plenamente efectiva en las Filipinas durante el Siglo XVII, cien años después de descubiertas”.
[34] Poco interés para España tuvo la opinión pública japonesa. En la carpeta del Archivo de la Legación en Tokio relativa a “Correspondencia con el Ministerio de Asuntos Exteriores relativa a la repercusión en la opinión japonesa de la política española con respecto a la II Guerra Mundial”, se encuentran muy escasos telegramas, el más importante de ellos notificando la ruptura de relaciones de Madrid con Chile. AGA, AE, Leg. 5180. Tel. circular 9 de Beigbeder a Tokio, Madrid, 17 /VII/1940.
[35] AGA, AE, Caja 5176. Dcho 462 de Méndez Vigo a Mae, Tokio, 14 /XII/1940, con declaraciones del antiguo Ministro en España, Yokoyama, al diario Miyako. Ver también AGA, SGM, Caja 76, exp. 25. Carta 91 del Delegado de FET y de las JONS, Eduardo Herrera de la Rosa, al Servicio Exterior de Falange, Katase, 29 /I/1941.
[36] Comentario en Mundo, núm. 142, 24/I/1942.
[37] El Comercio mutuo no aumentó hasta acabada la Guerra Mundial. AGA, AE, Caja 5176. Dcho 427 de Méndez Vigo a Mae., Tokio, 20/XI/1940. La confirmación de esas afirmaciones parece venir cuando el periódico Tokyo Nichi‑nichi (el más decididamente partidario del Eje en Japón) publicó una serie de 4 artículos sobre las afinidades culturales entre España y Japón, escritos por Kasama Akio, en los que se buscan motivos de todo tipo para mostrar esa afinidad”. Anexo a Ibíd.
[38] Conferencia pronunciada por José Luis Abellán, “El Pensamiento Español durante la Guerra Civil”, Tokio, Universidad de Sophia, 15/I/1991.
[39] AMAE, Leg. 1373, exp. 16. Informe reservado a Méndez Vigo, Katase [Kanagawa], 30/IV/1942.
[40] Texto de la conferencia pronunciada en la Escuela Superior del Ejército para el VI Curso de Mando de División, el 10/IV/1946. En AMAE, Leg. 3205, exp. 15, llegada el 22/VI/1946.
[41] Diego Lacruz Solanes se refiere a ello cuando habla del expansionismo japonés en China y en el sureste asiático y la potencia que ello daría al Imperio Japonés; ello “hace meditar de nuevo en el anticuado tema del “peligro amarillo”, que es sin duda lo que ha hecho observar una contradictoria política en Asia a muchas naciones y debe hacer reflexionar a otras”. Archivo de Presidencia de Gobierno, Sección de Jefatura del Estado, Leg. 1, exp. 4.2. Referencia a este tema también en Mundo, núm.14, 11/VIII/1940, “Situación presente de las colonias europeas en Asia y el Pacífico”.
[42] En Mundo, núm. 25, 27/X/1940.
[43] Diario 1939‑1943, op. cit., p. 577.
[44] Tel. de Suma al Ministro de Exteriores, Tôgô, Madrid, en Magic Summaries (en adelante, MS), 19/VII/1942. Horikiri, Embajador en Roma, afirma en junio de 1942 que cada vez más gente estaba cayendo en la propaganda aliada, que intentaba formar un bloque de los pueblos blancos contra Japón. Horikiri a Tôgô, Roma, en MS, 11/VI/1942.
[45] Op. cit.
[46] Respuesta de Jordana al Memorandum de Hoare como base de la conversación, en Hoare, op. cit., p. 240.
[47] MS de 17 de julio de 1943
[48] MS de 15 de enero de 1943. También MS de 27 de septiembre y 7 de octubre de 1942.
[49] Delgado Gómez-Escalonilla, Lorenzo, Diplomacia Franquista y Política Cultural hacia Iberoamérica, Madrid, CSIC, 1988, p. 85.
[50] Eran noticias tomadas de la radio, pero éste periódico lo hizo aparecer durante un tiempo como crónicas de corresponsales suyos, que difícilmente podrían obtener permiso para informar desde zonas aliadas.
[51] Arriba, 11/IV/1944, “¿Es posible la paz?”.
[52] 29/IV/1944, “Los soviets suministraran 50.000 toneladas de petróleo anuales a los japoneses.”, por Sánchez Cañamares. También sobre ello, Arriba, 4 de abril “Júbilo en Norteamérica por el acuerdo nipo‑soviético. Ha despertado risueñas esperanzas respecto a la ruptura de ambos países” y en 19 de mayo: “El acuerdo con la URSS ha permitido al Japón intensificar la guerra contra China”.
[53] Sobre la propaganda hacia Latinoamérica, centrada en estimular la independencia de los países latinos y de promover el sentimiento antinorteamericano, ver Tel. de Shigemitsu a Oshima, Tokio, 21/II/1944, en MS de 4/IV/1944.
[54] ABC (Madrid), “Huellas de España en las Filipinas”. Ref en Dept. Of State Decimal File relating to World War II. (en adelante, WWII) Microfilm, rollo 247. Dcho 3912 de Buttenworth a Depto. de Estado, Madrid, 24/I/1945.
[55] Arriba, “Los acontecimientos de Filipinas”, 18/III/1945.
[56] Arriba, 12/X/1944, “El sentimiento y la idea de hispanidad”. Ver también artículo de Camilo Barcia Trelles en El Correo Gallego, 4/II/1945 o Ya, de 30/I/1945, “Filipinas y el destino de los hispánico”.
[57] Río Cisneros, Agustín: Viraje Político Español durante la II Guerra Mundial, 1942.1945 y Réplica al Cerco Internacional, Madrid, Ediciones del Movimiento, 1965, p. 434.
[58] Arriba, 6/III/1945, “La Tragedia de Manila”, por Eduardo Aunós.
[59] ARE. Europe 1944-1949. Espagne 80, Relations Espagne-EE.UU. Dcho 194 de Renaud Sivan (Consejero de Embajada, encargado A.I. de la delegación del Gobierno Provisional de la República Francesa) al Ministere des Affaires Etrangeres, Madrid, 6/VI/1945. Ver Ya, o Arriba.
[60] Mundo, “Una bomba y Rusia contra el Japón” y “El fin de los países del Eje”, Editoriales de núm. 276 y 277, 12/VIII/1945 y 19/VIII/ 1945.
[61] WWII, Rollo 247. Dcho 219 de Buttenworth a Depto. de Estado, Madrid, 8/II/1945. Señala que la toma de Manila ha eclipsado otros temas, pero sólo habla de las reminiscencias históricas. Califica a un artículo de ABC como el más original, al comparar a MacArthur con Magallanes, “trayendo a las Filipinas al mundo cristiano y salvándola de Asia”
[62] AMAE, Leg. 3195, exp. 25. Nota de los funcionarios de Japón (firmado por Miura Fumio) al Mae, Madrid, s.f [13/IV/1945]. Hayashiya Eikichi rememora también esos momentos con agradecimiento hacia los españoles: “Fui encerrado en la embajada por 9 meses. Pero los españoles se compadecían de nosotros y eran muy amables. Mis amigos me visitaron con frecuencia”. En Correo de Japón, España e Iberoamérica, Tokio, N. 66, 1985.
[63] Ibíd. Nota del Mae a Legación de Japón, Madrid, 22/III/1945.