Japonizar España: La imagen española de la modernización del Japón Meiji

 

Florentino Rodao (Universidad Complutense) / David Almazán Tomás Universidad de Zaragoza

Modernizar España 1898-1914. Congreso Internacional: Comunicaciones,

 Guadalupe Gómez-Ferrer Morant (ed.)

Depto. De Historia Contemporánea (UCM), 2006. ISBN: 84-689-8305-5

 

 

Japón también tuvo su parte de protagonismo cuando se hablaba de la modernización de España. La consciencia de que Japón había comenzado una etapa de renovación el mismo año, en 1868, con el período Meiji[1], permite que las imágenes sobre este país no sólo reflejen su evolución sino también los propios perceptores desde la península. La comparación se convirtió en una excusa para criticar la situación de España y por ello es factible asegurar que la representación de Japón también fue un reflejo de las ansias de modernidad en España.[2]

En la imagen de Japón comenzaron predominando las evocaciones exóticas, basadas en las ensoñaciones de autores como Pierre Loti[3], para ser hegemónica a principios del siglo XX la percepción de un país moderno, con un poderoso ejército pero también con otros avances decisivos para el progreso del país, tales como la educación. Durante la Gran Guerra, de hecho, se puso de moda el slogan, Japonicemos España, y el socialista Julián Besteiro lo repitió en más de una ocasión.[4]

Esta comunicación, por tanto, busca analizar la imagen de Japón, pero también los progresivos cambios que vivió. Para ello, consideramos especialmente relevante la prensa ilustrada,[5] que tuvo un papel protagonista en acuñar la imagen de Japón tanto por su cantidad y calidad, comparable a la de otros países occidentales, como por la carencia de especialistas sobre el país, un hecho que Madrid intentó solventar con el envío a Japón de un agregado militar permanente adjunto a la Legación de España en Tokio, Eduardo Herrera de la Rosa y la escasa actividad diplomática española en Japón. Los libros que consideramos más significativos para acuñar esa imagen[6] son los de Pierre Loti, junto con la obra del diplomático francés André Bellesort[7], La sociedad japonesa (1905), publicada por la popular editorial Montaner y Simón, pero especialmente los del famoso escritor guatemalteco Gómez Carrillo[8], autor de El Alma japonesa (1906) y, sobre todo, el célebre Dai Nipon (1905) de Antonio García Llansó, coordinador del pabellón japonés en la Exposición Universal de Barcelona[9] de 1888 y activo divulgador de la cultura japonesa[10]. Tras este libro, late la influencia del principal acuñador de la imagen de Japón en estos años, Lafcadio Hearn[11], cuya obra Kokoro: impresiones de la vida íntima del Japón fue también publicada en español poco después de finalizar la Guerra ruso-japonesa. Junto con un amplio repertorio de prensa ilustrada, hemos consultado también el diario barcelonés La Vanguardia durante los tres momentos más relevantes que permiten comprender la evolución de esa imagen durante los primeros lustros del siglo XX; como fueron el final de la Guerra Chino Japonesa, el mes de agosto de 1895, la victoria sobre el Imperio Ruso, el mes de septiembre de 1905 y, para la muerte del emperador Meiji, el mes de agosto de 1912.

Este trabajo está estructurado a través de las diferentes imágenes que proporcionaba Japón en esos momentos, que además de ser descritas y analizadas se intenta describir su evolución. Además, evita cubrir dos facetas de la imagen que tuvieron importancia en los años tanto anteriores como posteriores al período que cubre este congreso. En los años previos, Japón fue asociado con la idea del peligro amarillo, por la amenaza real que presentaba a las Filipinas, especialmente desde su dominación colonial en Taiwán, a pesar de la firma del Tratado de Límites en 1895. Después de la I Guerra Mundial, por su parte, la imagen del Japón imperial pasó a ser cada vez más un predominio de la derecha, pero tampoco lo consideramos relevante en este período.

 

El emperador Meiji como motor de la modernización

El emperador Mutsuhito (1852-1912) fue una de las figuras más destacadas y conocida por los lectores españoles, gozando de un tratamiento informativo cuidado y respetuoso, y apareciendo ya durante su juventud, en 1875, en La Ilustración Española y Americana[12]. A partir de la Guerra Sino-japonesa, su imagen se popularizó, apareciendo en publicaciones como Blanco y Negro, semanario que siempre contó en su nómina con dibujantes de primera fila. Una serie de nueve caricaturas del dibujante Mecachis aparecieron agrupadas bajo el título de “La vera efigie del emperador del Japón”[13], donde se ironizaba sobre la imagen de Mutsuhito en revistas imaginarias de Alemania, Bélgica, Italia, Inglaterra, Portugal, Estados Unidos, Francia, Rusia y, por último, en Móstoles. Es una de las escasas caricaturas del emperador japonés realizadas en España, si bien sí que se publicaron algunas, en época de guerra, tomada de periódicos extranjeros.

La tendencia fue a percibirle, de una forma similar a lo ocurrido con Alfonso XIII en la prensa norteamericana de la época,[14] como uno de los escasos modernizadores de un país inclinado hacia el anquilosamiento y la tradición. Este papel quedó reflejado en numerosos artículos, especialmente destacable en el caso de Juan Mencarini (1860-1939), un personaje clave como puente con Asia Oriental, primero oficial de la administración china para asuntos de aduanas, después trabajando como diplomático para el Ministerio de Estado y a su regreso a España por sus artículos, conferencias y como autoridad en Asia Oriental, siendo encargado de pabellón chino en la Exposición Universal de Barcelona de 1888.[15] Mencarini recalcó el papel de la monarquía en la industrialización y en los logros educativos japoneses en varios artículos, con un mensaje que iba recalcado con las fotos de los monarcas japoneses acompañando los textos.[16]

Tras su fallecimiento, el ya Emperador Meiji fue destacado en varias revistas ilustradas,[17] como Alrededor del Mundo, que le llegó a calificar de “el más glorioso soberano de nuestra época”[18]. La revista recalcó su protagonismo en la restauración imperial, en la supresión del feudalismo, en la modernización del país y en la creación de “una marina poderosa y un ejército aguerrido” que habría sido la causa de la victoria en las guerras con China y Rusia. La Vanguardia, por su parte, reflejó los cambios que se habían producido en la imagen de Japón y los artículos que comentaron su muerte y sucesión enfatizaron las ideas positivas ya apuntadas a partir de la Guerra Ruso-Japonesa, como la decisión de romper con las tradiciones anquilosadas, de occidentalizar su país o, en una vena con claras implicaciones políticas, su austeridad “El difunto mikado fue personalmente enemigo  de todo fausto […] el y su familia gastaban menos que cualquier príncipe de uno de los estados europeos en miniatura relativa”.[19]

 

El ejército y las victorias militares

El ámbito militar fue el más relevante en la imagen de Japón durante los años que cubre este congreso[20] que se prolongó hasta el final de la II Guerra Mundial, dejando un poso en la imagen de Japón como una sociedad militarizada que permanece en la actualidad.   Esta producción tan numerosa resulta especialmente relevante si la comparamos con la escasez en otros aspectos, por ello resulta necesario resaltar los momentos cuando las noticias sobre el ejército japonés fueron especialmente relevantes en España; la Guerra Chino-Japonesa de 1894-95, la guerra hispano-norteamericana de 1898, la llamada Revuelta Boxer de 1900 y, por último, la Guerra Ruso-japonesa (1904-05)[21].

La participación nipona en la Guerra de 1898 fue vista de forma positiva, en especial a raíz de los rumores sobre su alianza con España y en general mejoró la imagen de Japón, aunque también aparecieron noticias sobre el apoyo verbal que Japón estaba prestando a la revolución filipina por medio de los Shishi o luchadores que viajaron a Filipinas a apoyar la lucha independentista. Las dos guerras en relación con China, tanto la de 1894-95 como la provocada por la rebelión Bóxer en 1900, también elevaron ligeramente la consideración internacional de Japón, especialmente esta última, por participar junto al resto de potencias occidentales. Las ansias de expansión colonial en Asia, ya fuera en Corea o en Manchuria, eran vistas como un impulso a la civilización, y la consolidación de las reformas modernizadoras se afianzaba al ser Japón percibido como el ejemplo positivo frente a las noticias negativas predominantes desde China, en especial por el tratamiento a los cristianos occidentales.

La guerra contra el imperio ruso de 1904-05, no obstante, significó un salto cualitativo. Luchando frente a uno de los principales ejércitos del mundo[22], los japoneses demostraron una efectividad y una resolución que les condujo hacia la victoria y hacia la admiración internacional. España también acusó el impacto por la sorpresa nipona, con multitud de artículos y libros analizando la marcha de la guerra. Las referencias a los aciertos militares nipones fueron múltiples, destacando los escritos de Aurelio Matilla para Nuevo Mundo, con comentarios de especialistas[23] y análisis pormenorizados sobre distintos aspectos del ejército japonés, como el reglamento militar japonés para la movilización total[24], el inteligente uso del ferrocarril en la guerra[25] y la precisión en las maniobras[26]. El ejército español  también destinó a funcionarios para recoger información de primera mano, como el teniente coronel de Artillería José Sanchís o el capitán de Estado MayorEduardo Herrera de la Rosa[27], y otros analistas militares completaron las informaciones, como el coronel de Ingenieros de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, José Marvá y Mayer, quien señaló la modernidad de los planteamientos tácticos de la guerra en los transportes y telecomunicaciones[28].

La imagen de Japón evolucionó tras este conflicto, por ser calificada por primera vez de gran potencia.[29] Después, la prensa se centró en sus crecientes tensiones con los Estados Unidos a partir de la publicación de un libro sobre los dos países y subtitulado “El conflicto yanqui-japonés.[30] Esa consideración de gran potencia conminaba a la prensa a buscar nuevos enemigos para Japón, sin poder desarrollar una coherencia en los planteamientos y por tanto aceptando por primera vez la contradicción de las explicaciones superficiales como base para las informaciones. Un reflejo de ese Japón que de exótico ha pasado a incomprensible es una caricatura publicada en 1907 por Alrededor del Mundo titulada “Cordialidad yanki-japonesa”[31], donde aparecían un norteamericano y un japonés brindando mientras se apuntan con sus cañones.

Mas allá de la exitosa estrategia militar contra el imperio Ruso, la imagen de Japón se benefició especialmente de las explicaciones sobre esa victoria, que por primera vez apuntaron de lleno a factores propios de la sociedad nipona en lugar de a intervenciones extranjeras. La relación de esas explicaciones con el ámbito castrense era directa en algunos casos, como fueron las informaciones sobre el valor de los nipones, con un himno que comenzada proclamando, según la traducción ofrecida: “¡Gloria! El amor patrio es un sentimiento más fuerte que una piedra[32]. El impacto sobre la imagen de Japón llegó también más allá de los círculos militaristas. La consulta y comparación de los comentarios sobre Japón después de la Guerra contra China y tras la de Rusia son significativos, puesto que apuntan a adjetivos novedosos para explicar esa última victoria; Juan Buscón en La Vanguardia de Barcelona se refería no sólo al pueblo japonés “que pocos años atrás todavía miraba la Europa con desdeñosa benevolencia considerándole como medio salvaje aún”, sino que le calificaba de “conciliador y generoso”, a sus dirigentes de magnánimos e incluso apuntaba que era un ejemplo de la “raza amarilla” para la “raza blanca”  de “caballerosidad e hidalguía”[33]. A. Riera en el mismo periódico asociaba a Japón a ideas tradicionalmente defendidas por la izquierda como la solidaridad “inconcebible para un europeo, que forma la base misma de la vida social del Japón, y que hace que el individuo se eclipse ante la comunidad”[34]. El relato de un periodista británico embarcado en un buque japonés incidía también en los valores proclamados por la izquierda, desde una educación extendida “Casi todos los oficiales de a bordo eran inteligentes, amantes de acrecentar sus conocimientos y hablaban o escribían el inglés o alguna otra lengua extranjera”, una armonía universal “buena armonía que reinaba entre todos, hasta el punto de tratarse como hermanos” e incluso una relativa igualdad “figuraban entre ellos dos príncipes japoneses, sujetos a los mismos peligros que los demás camaradas”.[35]

 

La educación como fuente de progreso

La imagen del esfuerzo Meiji por asimilar la técnica y ciencia occidentales fue una de las más positivas de Japón que a lo largo de los primeros lustros del siglo XX no hizo sino aumentar. Las descripciones sobre el sistema educativo fueron numerosas, casi unánimemente positivas y se extendieron al ámbito científico y universitario. Antes de la guerra contra Rusia, en 1900, un extenso articulo de la revista Por Esos Mundos,[36] se encargaba de exponer la función crucial de la educación en el progreso de Japón, denominándole la Inglaterra del Pacífico. Fue seguido por otra nota informativa dedicada en exclusiva a “La Universidad de Tokio”[37], y con otros trabajos ofreciendo estadísticas, como “Notas del Japón de hoy día”[38]. Incidían en un aspecto que en los momentos de malas relaciones podría ser interpretado de forma opuesta: la facilidad de aprendizaje de los japoneses en el extranjero: “Lo mismo que en su vida industrial, ha ocurrido con la enseñanza en el Japón. Enviaron estudiantes de todos los ramos del saber humano a las Universidades a los centros intelectuales más célebres. Los que no tenían dinero para ir al extranjero, llenaron los establecimientos oficiales. La rapidez con que los estudiantes se asimilaban todo el saber extranjero, probaba su inteligencia y el empeño que ponían en su empresa.”

Dentro de esa consideración elevada, algún científico japonés también obtuvo  relevancia mundial, y en consecuencia en España, como el bacteriologo Hideyoshi Noguchi (1876-1928), cuya labor fue reconocida en diversas revistas españolas, como La Ilustración Artística o La Esfera[39]. A lo largo de su carrera, Noguchi realizó importantes aportaciones al estudio de la  parálisis infantil, de los venenos de serpientes o de la rabia, descubrió el agente de la tracoma y contribuyó decisivamente en el estudio de la sífilis y de la fiebre amarilla, enfermedad esta última que contrajo y le causó la muerte en Ghana, cuando investigaba sobre ella. Noguchi era reconocido como un gran descubridor con un bagaje doble porque si bien era japonés, incluso con orígenes samurai, también había marchado a estudiar al Rockefeller Institute de Nueva York. Por ello, reflejaba la tendencia a considerar los avances dentro de la ciencia japonesa dentro del contexto de la ciencia occidental, y  a sus aportaciones como una aportación más dentro de un progreso de la humanidad definido por los parámetros occidentales.

 

La modernización de la sociedad

La imagen de los esfuerzos nipones por adquirir las técnicas occidentales tiene una evolución diferente a las anteriores, porque fue la primera, ya que surgió al poco del triunfo de la Renovación Meiji, y en los primeros años del siglo XX la noticia eran, antes bien, el impacto de esos esfuerzos de modernización.

Dentro de esta noción general de la lucha por la modernización, los aspectos visuales de ese cambio habían sido los más llamativos. Las vestimentas occidentalizadas, las ciudades con edificios asemejables a los europeos se mezclaron pronto con las noticias sobre la puesta en marcha de infraestructuras, especialmente las comunicaciones, como ocurrió con la construcción de la primera línea férrea entre Tokio y Yokohama, coincidente con la del paso de la gran embajada de Iwakura Tomoni. La Ilustración Española y Americana relacionó ese esfuerzo por aprender de Occidente con la puesta en marcha inmediata de los proyectos más importantes, asegurando:“Un camino de hierro ha sido construido entre las ciudades de Yeddo  [Tokio] y Jokojama [sic]; y muchos hay en construcción y en proyecto; faros fijos alumbran nuestras costas y sirven como guía seguras a los navegantes; una fábrica de moneda, otras fábricas y establecimientos industriales, también existen ahora en partes donde antes no se conocían ni aún de nombre.”[40]

El desarrollo comercial de Japón fue quizás el aspecto menos mencionado en España, incluso en el siglo XIX, a pesar del posible impacto para la colonización en Filipinas. Sólo algunos escritos ocasionales, como los redactados con ocasión de la Exposición Universal de Barcelona de 1888 lo recalcaron: “De la nación japonesa puede decirse que es una nación que no se descuida. Apenas rompió con las antiguas preocupaciones que la tenían alejada del comercio del mundo, demostró prontamente hasta que punto comprendía las ventajas del cambio……El Japón se ha puesto en relaciones con Europa: el día en que sus artistas y obreros hayan aprendido en ella los secretos de la industria que hasta hace poco les era completamente desconocidos, la vieja maestra tendrá en aquel país un competidor harto temible”[41].

A principios del siglo XX, por tanto, la imagen del esfuerzo modernizador tenía un trasfondo básicamente político, impulsada por la reciente aprobación de la constitución japonesa y de la constitución de los primeros gobiernos siguiendo las normas democráticas occidentales, apuntando también, por ejemplo, hacia la existencia de una organización política moderna como una de las razones para explicar la victoria sobre Rusia.[42]

Los contactos diplomático-protocolarios entre españoles y japoneses ayudaron a reforzar esa imagen, como ocurrió con la visita del príncipe japonés Kuni para entregar a la reina Victoria una insignia imperial. Las fiestas proclamadas en su conmemoración y su estancia en Madrid llenaron portadas de revistas[43] y numerosas páginas de sociedad que dieron pie a esa nueva visión del Japón modernizado.[44]

La percepción de los logros conseguidos desde 1868 por Japón llevó a numerosos parabienes desde los primeros años del proceso renovador Meiji, incluso con alguna predicción excesivamente temprana, como la escrita en 1872, asegurando que “en un porvenir próximo, el imperio japonés tratará de igual a igual, en punto a civilización y progreso con las naciones más ilustradas del globo.”[45]

 

La perspectiva racial

En esos años, no obstante, predominaba un darwinismo social que adjudicaba un pobre futuro a las naciones no occidentales, presuntamente no apropiadas para sobrevivir en un futuro más o menos próximo por su incapacidad innata para adaptase. Japón era una contradicción flagrante a esas hipótesis de Darwinismo social y por eso sus victorias sirvieron para dar la vuelta a las teorías raciales predominantes en esa época. Durante la visita del príncipe Kuni, ya mencionada, el periodista José Fernández Bremón comentó que se le miraba “con curiosidad simpática, como queriendo ver en su rostro los misterios de esa raza de gigantes de corta estatura y aliento poderoso, que tienen la grandeza encerrada en corazones de colosos.”[46]

Otros, en lugar de desafiar las teorías del darwinismo social, prefirieron utilizarlas para negar un futuro brillante al imperio japonés. Así, el miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Manuel Sales y Ferrer pasó a ser el principal adalid de la visión pesimista sobre el futuro de Japón, asegurando que estaba incapacitado biológicamente para un progreso tan acelerado. Sales y Ferrer reconocía los avances del proceso nipón, pero señaló que se estaban dirigiendo “desde arriba”, y por tanto se debía en exclusiva al emperador, a su ejercito disciplinado, modernamente adiestrado y equipado y a los ecos del valeroso espíritu guerrero samurai: “Resumamos: la restauración del Shintoismo [sic], los hábitos militares y la religión de la lealtad han sido las causas de la transformación que acaba de realizar el Estado japonés, en sus varios momentos de restauración política del Mikado, decisión de apropiarse la civilización europea, rapidez en realizar esta decisión y sorprendente victoria ante los rusos.”[47]

Así, Sales y Ferré prefirió caracterizar el cambio en Japón como superficial, su Renovación Meiji más externa que interna,[48] y apuntar a sus limitaciones. Así ocurrió con las pobres condiciones laborales que mostraban maestros, obreros, mujeres o niños, una demostración  de la fragilidad de ese auge en ojos del académico catalán: “Los hechos aducidos ponenme de manifiesto que la sociedad japonesa continúa basada sobre el comunismo de la época feudal, en la que apenas han hecho mella la nueva Constitución y las leyes”[49].

Las críticas de Sales y Ferré partieron más bien, no obstante, de los estereotipos predominantes en esos años sobre la presunta incapacidad congénita para innovar de las llamadas “razas orientales.” En su análisis sobre La transformación del Japón, declaró: “¿Se dirá todavía que el Japón se ha apropiado del sistema educativo de Europa? Se ha asimilado las formas, el alma se le ha escapado…. Esto nos permite fijar, casi medir, la diferencia de complexión mental entre los japoneses y los occidentales. El japonés es incapaz de elevarse de por sí, en el desarrollo de la actividad mental, más allá del punto que alcanzaron sus antepasados y que exteriorizaron en la organización de la sociedad; incapaz de formar juicio propio sobre ningún elemento social y percibir sus deficiencias…. El Japón, con todo lo que se ha apropiado de la civilización europea, no parece haberse elevado un tilde de su nivel mental anterior.”[50]

 

Conclusiones: las razones de una admiración por Japón

Las menciones no exóticas sobre Japón, en definitiva, comenzaron con la Guerra Chino-Japonesa, pasaron a hacerse especialmente recurrentes a partir de 1898 y vivieron su culminación con 1905, con la inesperada derrota del imperio ruso. Durante ese período, la representación de Japón fue reflejo cada vez más de esa creciente autofrustración española especialmente lacerante ante el auge nipón puesto que este país mostró a la España de comienzos del siglo XX que era posible acercarse a las grandes potencias. Era factible compararse con Japón y darse cuenta de que había tomado un camino diferente al de las grandes potencias que, a pesar de todo, le estaba dando resultados sorprendentes. Después de 1898, España no podía aspirar a compararse con el poderío británico o francés, pero el ejemplo nipón era visto como una aspiración factible.

La guerra Ruso-Japonesa tuvo un efecto en la sociedad muy diferente que la victoria sobre China de 1895: “Cuando se declaró la guerra Ruso-japonesa, era Japón poco menos que desconocido para Europa, y de repente, aunque guarde parte de su incógnito, es para nosotros casi familiar”[51] Ciertamente, coincidió con un esfuerzo importante desde Japón por acuñar una imagen diferenciada del resto de países asiáticos. Por esos mismos años El Bushido fue escrito y publicado por Nitobe Inazō, al igual que la famosa ópera Madame Crisantemo, producto ambos del nuevo Japón que se reflejó victorioso en los campos de batalla. El impacto en una España en busca de referentes fue obvio, a tenor de los comentarios ya apuntados en este trabajo, como la preocupación pro la enseñanza, el esfuerzo de modernización, la camaradería interna, la solidaridad para sacar proyectos comunes, o la evitación de los gastos superfluos de la familia real.

La frustración fue recurrente al comparar. Un conocido testimonio escrito por Francisco de Reynoso, quien fuera tercer secretario de la legación española y autor del libro En la Corte del Mikado: bocetos japoneses:

““Cuando la Corte imperial se trasladó a Tokio, el gobierno… ofreció ceder a cada potencia, solares donde pudieran edificar las Legaciones acreditadas en la nueva Capital; oferta que fue aceptada con verdadero apresuramiento por las naciones que tienen grandes intereses en el Extremo Oriente, como Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos y China y aún por otras que no los tienen o son tan limitados como los de Austria e Italia, pero cuyos gobiernos comprendieron la imperiosa necesidad de que sus Representantes residiesen cerca del Soberano, en la sede del Gobierno, Capital del Imperio. Para que decir que entre las naciones invitadas, lo fue también España y que no se aprovechó de la oferta, olvidando que por el imperio colonial que poseía en Oriente y por la proximidad de la Isla de Luzón al imperio Japonés, debería haber aspirado a que su Representante cerca del Soberano  de un pueblo de  mas de cuarenta millones de habitantes tan audaces como aguerridos, ejerciera entonces legítima influencia y hubiera seguido con escrupulosa atención, los interesantes sucesos allí desarrollados, que tanto nos interesaban, por lo que pudieran a afectar la posesión por España, del ahora perdido Archipiélago Filipino. Con esa clásica apatía que nos distingue de todos los demás pueblos occidentales, donde la frase “Cosas de España” ha adquirido cara de naturaleza  para explicar lo inexplicable, ni contestamos la oferta ni la rehusamos, no nos quisimos tomar el trabajo ni aun de contestar…”[52]

Pero la muerte del emperador Meiji en 1912 desencadenó también comentarios que apuntaban directamente a la necesidad de aprender del modelo japonés, provocando preguntas como “¿Cómo se rehace un pueblo? ¿por qué caminos se levanta rápidamente desde su abatimiento a la grandeza?”[53] Pero junto a ellos, se produjeron también los comentarios negando la posibilidad de desarrollo propio de los nipones o atribuyendo sus logros en exclusiva a la influencia occidental, como Adolf Hitler haría más tarde en su Mein Kampf.

 

 

Occidente percibió Japón a través de un caleidoscopio en el que se fundían el encanto de la recreación literaria, la admiración estética del fenómeno delJaponismo y una admiración teñida de envidia y recelo hacia ese vertiginoso proceso de modernización. La visión recelosa hacia Japón emergió en el siglo XIX ante la posibilidad de expansión hacia el Sur tras instalarse en Taiwán, una vez había vencido a la China imperial, pero se mezcló con la del reconocimiento de los evidentes logros y con los esquemas generales del darwinismo social negando a los pueblos no-blancos una serie de capacidades como la innovación o la madurez. En esta obvia contradicción se movieron las conclusiones que debería llevar el ejemplo japonés, esto es, si Japón había de ser objeto de imitación y en que factores.

 

[1] AKITA, G. Foundations of Constitutional Government in Modern Japan, 1868-1900, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1967. BEASLEY, W.G.: The Meiji Restoration, Stanford, Stanford University Press, 1972.BEASLEY, W.G. Historia contemporánea de Japón, Madrid, Alianza Editorial, 1995. BURUMA, Ian. La creación de Japón, 1853-1964, Barcelona, Mondadori, 2003. DOWER, J.W. (ed.). Origins of the Modern Japanese State, New York, Pantheon, 1975. DUUS, P. The Rise of Modern Japan, New York, Houghton Mifflin, 1976. HALL, John Whitney y otros. Cambridge History of Japan, Cambridge, ed. Cambridge University Press, 1988. IROKAWA, D. The Culture of the Meiji Period, Pricenton, Priencton University Presss, 1985. JANSEN, M.B. y ROZMAN, G. (eds.). Japan in transition: From Tokugawa to Meiji, Pricenton, Pricenton University Press, 1986.LEHMANN, J.P. The Roots of Modern Japan, London, St. Martin’s, 1982. NAJITA, T. Japan: The Intellectual Foundations of Modern Japanese Politics, Chicago, Chicago University Press, 1974. PYLE, K. The Making of Modern Japan, Lexintong, Mass., Heath, 1978. SHIVELY, D.H. (ed.): Tradition and Modernization in Japanese Culture, Pricenton, 1971.

[2] Sobre el tema de las relaciones históricas entre España y Japón en la época señalada véase RODAO Florentino. Relaciones Hispano-japonesas, 1936-1945. Tesis Doctoral , Madrid:,  Universidad Complutense, 1993 (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Texto Completo en pdf.); PLANAS GARCIA DE DIOS, Ramiro. “Fuentes bibliográficas españolas sobre Japón en la época contemporánea” en AA. VV. El Extremo Oriente  Ibérico. Investigaciones Históricas: Metodología y Estado de la Cuestión, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional Centro de Estudios Históricos del CSIC, 1989, pp. 327-342; ISHIKO, Teruo (ed.): Cien Sacos de Arroz de  Yuzo Yamamoto y Japón y el mundo hispánico: panorama histórico y sus relaciones en el siglo XIX, Chunambei shimbum-sha, 2003 y TOGORES SÁNCHEZ, Luis. Extremo Oriente en la política exterior de España (1830-1885), Madrid,  Prensa y Ediciones Iberoamericanas, 1997. es bibliográficas españolas sobre Japón en la época contemporánea” en AA. VV. El Extremo Oriente  Ibérico. Investigaciones Históricas: Metodología y Estado de la Cuestión, Madrid, Agencia Española de Cooperación Internacional Centro de Estudios Históricos del CSIC, 1989, pp. 327-342. ISHIKO, Teruo (ed.): Cien Sacos de Arroz de  Yuzo Yamamoto y Japón y el mundo hispánico: panorama histórico y sus relaciones en el siglo XIX, Chunambei shimbum-sha, 2003.

[3] Para un estudio de la imagen de Japón transmitida por los escritores de finales del XIX y principios del XX véase la tesis defendida en la Universidad de Ginebra de Setsuko Ono A Western image of Japan: What did the West see through the eyes of Loti and Hearn?, Ginebra, 1972.

[4] Lamo de Espinosa, Emilio, “Desobedéceme,” El País, 22/VII/1996.

[5] Este es el campo de investigación principal de uno de los autores de este trabajo, cuya tesis doctoral Japón y el Japonismo en la prensa ilustrada española (1870-1935), defendida en la Universidad de Zaragoza en 2000, presenta de manera sistemática la importancia de esta fuente de documentación. Empleamos documentación de las siguientes revistas ilustradas: La Ilustración Española y Americana, La Ilustración Artística, Nuevo Mundo,Blanco y Negro, Por Esos Mundos y Alrededor del Mundo. .

[6] Para una presentación de la difusión de la cultura japonesa en nuestro país véase el artículo  de Elena Barlés Báguena: “Luces y sombras en la historiografía del Arte Japonés en España”, Artigrama, nº 18, Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2003, pp.23-82.

[7] BELLESSORT, Andrés. La sociedad japonesa: usos, costumbres, religión, instrucciones; traducción de F. Sarmiento, Barcelona, Montaner y Simón, 1905, col. Biblioteca Universal.

[8] Véase GONZÁLEZ MARTEL, Juan Manuel. Enrique Gómez Carrillo, Obra literaria y producción periodística en libro, Guatemala, Tipografía Nacional, 2000, y TORRES-POU; Juan. “En busca del Otro: Reflexiones sobre el viaje al Japón de Enrique Gómez Carrillo”, CILCA, XI. San José, Costa Rica, 2003. Las principales obras del autor sobre Japón fueron: De Marsella a Tokio, París, Garnier Hemanos, 1905. El alma japonesa, París, Garnier Hermanos, 1906 y El Japón heroico y galante,  Madrid , Renacimiento, 1912.

[9] ALMAZÁN TOMÁS, David: Japón y el Japonismo en las revistas ilustradas españolas (1870-1935), Tesis doctoral de once tomos,  dirigida por Elena Barlés y leída en el Departamento e Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza en el año 2000, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, edición en microficha, 2001 (véase parte dedicada a las exposiciones universales) y NAVARRO POLO, Sergio.Arte japonés en la Exposición Universal de Barcelona de 1888 y el Japonismo en Cataluña”, 1996, Seúl, Actas del IV Congreso de Hispanistas de Asia, pp. 805-809.

[10] Médico y erudito catalán fue conservador de la Biblioteca y Museo Balaguer (Vilanova i Geltrú) Su libro Dai Nipon fue una obra rigurosa y sobre todo muy bien documentada ya que, como señala en la presentación, contó con el asesoramiento de los miembros de la comisión  japonesa de la Exposición de 1888, así como la referencia bibliográfica de los estudios sobre Japon de diversos autores extranjeros  como W.S. Aston, B.H. Chamberlain, Leon de Rocín, el Conde de Montblanc, E. Lamaraisse, Rodolfo Lindau, Villetard de Laguerie, Rodolfo Lindau, E. Brans, Louis Gonse y Pierre Loti. Antonio García Llansó ofreción diversas noticias sobre Japón (historia, geografía costumbres, religiones, la dinastía imperial, comunicaciones, ejercito, industria, comercio, instrucción y educación, prensa, política y literatura, poesía, proverbios, cuentos, teatro y arte).

[11] HEARN, Lafcadio. Kokoro: impresiones de la vida íntima del Japón; traducción del inglés por Julián Berteiro, Madrid, Daniel Jorro, 1907.

[12] Martínez de Velasco, Eusebio: “El Micado y la Emperatriz de Japón”, La Ilustración Española y Americana, año XIX, n° 13, 8/4/1875, p. 218.

[13] “La vera efigie del emperador del Japón”, Blanco y Negro,  año IV, n° 176, 15/9/1894, p. 582. Cat. 40-48.

[14] Sánchez Mantero, Rafael “La imagen de España en los Estados Unidos, 1898-1931”, en Rafael Sanchez Mantero, José Manuel Macarro Vera y Leandro Álvarez Rey, La Imagen de España en América, 1898-1931, Sevilla, EEHA, 1994, p. 17-60.

[15] Juan Mencarini  legó sus objetios artísticos al político y escritor Víctor Balaguer (1824-1901) para su Biblioteca Museo en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), donde hoy todavía se conservan.

[16] Mencarini, Juan: “El Imperio de Japón”, Por Esos Mundos, año V, n° 109, 1/2/1903, p. 138. Cat. 124 y 125; “Notas del Japón”, Alrededor del Mundo, año V, n° 239, 31/12/1903, p. 461. Cat. 140 y 141.

[17] “Japón: Fallecimiento del emperador Mutsu-Hito y proclamación de Yoshihito”, La Ilustración Artística, año XXXI, n° 1597, 5/8/1912, p. 515; La Ilustración Española y Americana, año LVI, n° 29, 8/8/1912, p. 65 y 67, Cat. 697 y 699; año LVI, n°36, 30/9/1912, p. 200.

[18] “El Mikado ha muerto: ¿Quién era Mutsu-Hito?”, Alrededor del Mundo, año XIV, n° 690, 21/8/1912, p.145 y 146; Cat. 702 y 703. Otros artículos sobre los funerales de Mutsuhito en Alrededor del Mundo fueron: “El Japón de ayer y hoy”, año XIV, n° 691, 28/8/1912, p. 185; y “Los funerales del emperador de Japón”, año XIV, n° 697, 9/10/1912, p. 289 y 290.

[19] “La fortuna de los emperadores del Japón”, La Vanguardia, 30/VIII/1912; “La educación del príncipe imperial del Japón”, La Vanguardia, 29/VIII/1912.

[20] AA. VV.  Rusos y japoneses: apuntes políticos y militares, Madrid,  Hijos de M. G. Hernández, 1904. ABBAD, D. M. Notas militares sobre el Japón.  Madrid: Imp. Del Cuerpo de artillería, 1896. AUÑÓN Y VILLALÓN, Ramón, Marqués de Pilares. El Combate naval de Ya-Lu entre chinos y japoneses, Madrid,  Estab. tip. de R. Alvarez, 1895. AVILÉS ARNAU, Juan. Historia de la guerra ruso-japonesa (1904-1905), Barcelona,  Pons y Ca, 1906.El Conflicto Ruso-Japonés: noticias históricas, geográficas y militares extractadas de los datos que existen en el Depósito de la Guerra, Madrid, talleres del Depósito de la Guerra,  1904. FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA Y REMÓN ZARCO DEL VALLE, Luis (Marqués de Mendigorría). Campaña ruso-japonesa: memoria, Madrid, Fortanet, 1908. ÍÑIGO,  Carlos. La Marina del Japón, Madrid, imprenta Hijos de R. Alvarez, 1898. MARTÍN ARRÚE, Francisco. Breve estudio de la guerra ruso-japonesa 1904-5: ampliación al Curso de Historia Militar, Toledo, Rafael Gómez Menor, 1908. KUROPATKIN, Alessio Nicolajevic. Memorias del general Kuropatki: causas de la guerra ruso-japonesa, motivos que influyeron en su resultado, hechos militares en la Manchuria, Port-Artur, Valdivostok. Barcelona, Montaner y Simón, 1909.

[21] Sobre ello, Almazan, David, “Imagen naval japonesa e ilustración gráfica: un análisis de la imagen española de Japón en la Guerra Ruso-japonesa (1904-1905)”, comunicación presentada en el “VII Congreso de la Asociación de Estudios Japoneses en España”, celebrado en la Universidad Complutense de Madrid en octubre de 2002; publicado en Japón: arte, cultura y agua, Prensas Universitarias de Zaragoza, Asociación Española de Estudios Japoneses, The Japan Foundation, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 2004, pp. 317-329.

[22] Cuenca, Carlos Luis de: “Las escuadras rusa y japonesa”, La Ilustración Española y Americana, año XLVIII, n° 39, 22/10/1903, p. 246. Cat. 136. Nuevo Mundo, “La Guerra Ruso-japonesa: Las escuadras de Rusia y Japón” año XI, n° 528, 18/2/1904.

[23] Emilio Figueras, Capitán del Estado Mayor, en una conferencia pronunciada a comienzos de la guerra en el Centro del Ejército y la Armada Nuevo Mundo, año XI, n° 532, 17/3/1904; El vicecónsul de Rusia en Hakodate, M. Hedenstrom, en Nuevo Mundo, año XI, n° 539, 5/5/1904..

[24] Nuevo Mundo, año XII, n° 586, 30/3/1905.

[25] Nuevo Mundo, año XII, n° 591, 4/5/1905.

[26] Nuevo Mundo, año XII, n° 599, 29/7/1905.

[27] Nuevo Mundo, año XII, n° 575, 12/1/1905.

[28] La Ilustración Española y Americana, año XLVIII, n° 44, 30/11/1904, p. 319.

[29] Juan Buscón “Busca, buscando”, La Vanguardia, 5/IX/1905

[30]J. Cascales y Muñoz “Japón y Norteamérica”, Por Esos Mundos, año IX, n° 158, 1/3/1908, p. 225-233; E. Retama,  “De Extremo Oriente”, Nuevo Mundo, año XV, n° 742, 26/3/1908, p. 636-638.

[31] Alrededor del Mundo, año IX, n° 443, 27/11/1907, p. 344, Cat. 627.

[32] Sirva como muestra del valor y la motivación de los japoneses la traducción que publicó Nuevo Mundo, año XII, n° 609, 7/9/1905, del himno japonés: “más puro que la límpida fuente de agua, más bello que el cielo, más hermoso que la flor de cerezo. Es un sentimiento nacido en nosotros desde el principio del mundo y que no se extinguirá aunque la tierra se hunda. Mas no nos basta ser sólo valerosos soldados. tenemos que ser gallardos generales que al morir tienen fama en los siglos y memoria verdadera entre el pueblo y en el Emperador. ¡Sea maldito el enemigo que nos disputa la victoria! Nosotros debemos perseguirle mientras tengamos armas, manos y sangre, donde quiera que esté. No debemos ni desentendernos ni dar un paso atrás, cualquiera que sea el número de los enemigos, sino avanzar en el santo nombre de la patria y del Mikado, sin escatimar nunca nuestra vida. Debemos luchar, luchar, vencer, vencer. Adelante, adelante!, Victoria, victoria!, Banzai, banzai!”

[33] Juan Buscón “Busca, buscando”, La Vanguardia, 5/IX/1905

[34] A. Riera, “Japón e Inglaterra,” 9/IX/1905.

[35] “A bordo de un acorazado japonés. Relato de un periodista”, La Vanguardia, 21/IX/1905.

[36] “La nueva generación japonesa” Por Esos Mundos, año I, n° 10, 17/3/1900.

[37] Por Esos Mundos, año I, n° 47, 1/12/1900

[38] Alrededor del Mundo, año V, nº 239, 31/12/1903, p. 461 y 462. Véase también Nuevo Mundo, año XI, nº 531, 10/3/1904.

[39] “El profesor Hideyoshi Noguchi” La Ilustración Artística, año XXXII, n° 1657, 29/9/1919, p. 642;  La Esfera, año II, n° 81, 30/6/1915.

[40] “Nueva embajada japonesa”, La Ilustración Española y Americana, año II, n° 14, 8/4/1872, p. 111.

[41]Yxart, J.: “Exposición Universal de Barcelona. En el Palacio de la Industria: El Japón”, La Ilustración Artística, año VII, nº 342, 16/7/1888, p. 233 y 234.

[42] La Ilustración Española  y Americana, año XLVIII, n° 18, 15/5/1904, p. 281, portada; La Ilustración Artística, año XXIII, n° 1168, 15/5/1904, p. 335. La Ilustración proviene, sin citar en el caso de la Ilustración Española y Americana, de un dibujo enviado por Melton Prior, corresponsal de The Illustrated London News, y fue publicado anteriormente en esta revista ocho días antes, vol. CXXIV, n° 3394, p. 687

[43] Nuevo Mundo, año XV, n° 741, 19/3/1908, portada;  La Ilustración Española y Americana, año LII, n° 11, 22/3/1908, p. 165.

[44]  Actos como la visita a El Escorial, donde fue recibido por el general Del Río, duque de Bivona, y el por capitán Carrión, además de una cena de gala en la Legación japonesa en Madrid y una excursión a Toledo. Nuevo Mundo, año XV, n° 741, 19/3/1908; Nuevo Mundo, año XV, n° 742, 26/3/1908, portada; Un amplio reportaje sobre estas maniobras militares fue publicado por La Ilustración Española y Americana, año LII, n° 11, 22/3/1908, p. 167-169.

[45] “Nueva embajada japonesa”, La Ilustración Española y Americana, año II, n° 14, 8/4/1872, p. 111.

[46] La Ilustración Española y Americana, año LII, n° 11, 22/3/1908, p. 165.

[47] Manuel Sales y Ferré: La transformación del Japón, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, Imprenta del Asilo de Huérfanos, Madrid, 1909,pp. 75.

[48]Ibíd.., p. 87.

[49] Ibidem. pp. 85.

[50]Ibíd., pp. 92-94.

[51] La Ilustración Española y Americana, año LII, n° 11, 22/3/1908, p. 165

[52] Reynoso, Francisco de, La Corte del Mikado. Bocetos japoneses, Madrid, Imprenta de Bailly-Bailliere e hijos , 1904, pp. 172-173.

[53] Baldomero Argente, “Los resortes de la grandeza. La fuerza espiritual”, La Vanguardia, 15/VIII/1912.

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