Foto: Festival Casa Asia, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde fue invitada la artista japonesa Yuki Yaura, autora de los ideogramas pintados sobre cuerpos para la película de Peter Greenaway, El libro de la Almohada (1995), por el libro de Sei Shonagon, escrito hacia el año 1000.

 

Sei Shonagon fue una cortesana enfrentada a Murasaki Shikibu, la autora del Romance de Genji, una obra considerada entre los textos cumbre de la literatura japonesa y universal. Murasaki y Sei eran dos mujeres muy distintas. Murasaki era tímida, poco sociable y dulce en el trato, mientras que Sei era famosa por su ingenio sarcástico, osada y dispuesta a responder ante las críticas. El Romance de Genji relata la vida amorosa de Genji, «el príncipe resplandeciente», mientras que el Libro de la almohada es un ensayo, o zuihitsu, literalmente, «fluir del pincel». Cada una se centró en unos valores estéticos diferentes; Murasaki se enfocaba más en los sentimientos y centró su Genji en torno al mono no aware, lo que agita los sentimientos refinados con un toque de belleza, tristeza y de la consciencia de la belleza efímera, según Edwin Cranston. Sei, una mujer más curiosa y con una mayor chispa intelectual, giró su Almohada en torno al okashi, elegancia que incluye matices de curiosidad, viveza, diversión e ingenio, según Federico Lanzaco. Las dos también eran parte de un mundo irrepetible, en el que los valores estéticos estaban por encima de cualquier otra consideración, y despreciaban tanto los asuntos militares como de la administración y, en general, todo lo que fuera ajeno a su mundo cortesano, aunque servían a consortes diferentes.

 

La diversidad, la calidad intelectual y la competitividad de las dos escritoras japonesas de hace mil años sirve para explicar la necesidad de cambiar la imagen de las mujeres japonesas. El Japón reciente obliga no sólo a hablar de su empoderamiento y de los cambios vertiginosos, sino de su diversidad. Porque si siguen existiendo las sumisas retratadas antaño, cada vez hay más mujeres con su propia personalidad que expresan sus sentimientos abiertamente y que son dueñas de su vida. Y si ha habido y siguen habiendo matrimonios arreglados por familiares tras haberles presentado y mostrado en un papel sus estudios, los Omiai, lo que define ahora el matrimonio son unas expectativas laborales que permitan tener hijos de una forma responsable. Recuerdo mis sorpresas tras regresar a España después de dos años viviendo en Japón: ver que la cajera del banco estaba trabajando en vaqueros. Antes, los jefes obligaban a vestir y comportarse de una forma determinada en el trabajo, pero ahora la situación ha cambiado: el movimiento #Kutoo (los zapatos duelen) reivindica una mayor comodidad al trabajar y, sobre todo, decidir sobre su propia vestimenta. 

 

Las mujeres también podrán dirigir el país pronto. El propio gobierno está impulsando la creciente implantación de las mujeres en el mercado laboral por razones obvias, ya que el declive de la población impide marginar más a tanta mujer preparada que desea volver a trabajar tras dar a luz. Una consultora cifró en un 13% del PNB la ventaja económica de su incorporación al mercado laboral. Las ventajas de otro tipo quizás serian mayores, entre otras razones porque muestran un mayor deseo de internacionalización que los hombres. Y está claro que estas mujeres están preparadas para asumir sus responsabilidades políticas.

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