Inicialmente, la cultura se expresaba en una diversidad de imaginerías populares basadas en los sistemas de creencias religiosas. El budismo había conformado una estructura de celebraciones anuales por estaciones: por un lado, las que rememoraban los momentos especiales, tales como los equinoccios de primavera y de otoño (el nenjū gyōji), y, por el otro, el O-bon, la fiesta del 15 de agosto para celebrar la visita de los espíritus de los difuntos a sus antiguos hogares. En ocasiones se solapaban con los festivales shinto, o matsuri, cuyo origen y sentido está en disputa: para recibir a los kami de forma respetuosa y reverente o para invitarles a aparecer. Su estilo es diferente: preparación de ofrendas, procesión de un mikoshi o capilla portátil, a propósito de una competición o una representación artística o para obtener una mejor cosecha. Con el tiempo, estas ofrendas, los ritos de purificación y las comidas con los dioses han perdido importancia frente a las conmemoraciones, incluidas las comerciales, porque el término pasó a usarse para designar la invitación a visitar lugares, ya fueran puertos o espacios remodelados, pero también para ofrecer descuentos especiales en grandes almacenes. Y después de la guerra, los desfiles han sido la gran novedad, con la Exhibición Internacional de Osaka de 1970 como la primera vez que se organizó un matsuri y se gastaron recursos para convertirlo en un espectáculo, con el objetivo de revivir las tradiciones y, si era factible, atraer foráneos.