Foto: Shinzo Abe disfrazado de Mario, con su gorra pero sin su bigote, saliendo de una tubería para dar paso a los Juegos Olímpicos de Tokio en la Ceremonia de Clausura de los juegos de Rio de 2016. 

 

Entregar el testigo a los japoneses fue más allá del significado típico de la ceremonia de clausura de unos Juegos Olímpicos. Rio tuvo momentos emocionantes y éxitos deportivos, como la victoria brasileña en fútbol, con Neymar Jr. besando el balón emocionado. El calor personal fue el protagonista de esos días. Pero esos mismos brasileños que trataron tan cordialmente a los visitantes respiraron igual de aliviados tras la ceremonia de clausura, al acabar sin mayores problemas. 

 

Brasil organizó el Mundial de Fútbol en 2014 y Rio de Janeiro los Juegos Olímpicos en 2016. La ciudad aprovechó la ocasión para alargar una línea de metro y hubo una importante renovación centrada en Plaza Maua y en el área del puerto, que mejoró mucho. Pero los resultados no fueron tan buenos, y no solo porque el país cayó en recesión y las fracturas de la ciudad entre ricos y pobres permanece. El parque Olímpico de Rio ha quedado como un centro de cemento sin árboles que dieran sombra ni apenas formas de acoger a los visitantes, incluso fue cerrado de forma temporal por falta de seguridad. Y la bahía de Guanabara ha quedado como el testimonio fehaciente del fracaso. Era la bahía donde se tiraba en torno a la mitad de la basura de la ciudad, alguna de ella directamente desde las favelas, sin tratar, y los JJOO lo hicieron más visible que nunca, como el ejemplo visible de lo que se debería haber hecho. Designada para la realización de un buen número de pruebas marítimas, la falta de tratamiento provocó que tuvieran lugar competiciones en agua sucia con detritos de todo tipo, peces muertos y olores nauseabundos. En algunos casos se utilizaron helicópteros que localizaban bolsas de materia orgánica para ser evitadas en las competiciones. 

 

Las expectativas eran altas. Eran los tiempos de las BRIC, las potencias emergentes que entonces provocaban una admiración especial, y se veían como las potencias del futuro: Brasil, Rusia, India y China, a las que se sumó Sudáfrica. Tras los Juegos de México en 1968, Brasil era el país llamado a liderar la expansión del olimpismo en América Latina, y el éxito de Barcelona 92 fue el espejo en el que miraron tantos dirigentes brasileños. Era factible pensar que Brasil podría dar un salto cualitativo.  Pero las expectativas no se cumplieron y bastante fue acabar sin mayores problemas.  Para el olimpismo, porque se quedaron sin dinero para los juegos paralímpicos, y el Comité Olímpico Internacional ni siquiera estuvo presente en su clausura definitiva, como recuerda el periodista especializado Stephen Wade.  El presidente de la Sociedad Internacional de  Historiadores Olímpicos, David Wallechinsky dice que cree que el COI no volverá a nominar una ciudad en desarrollo. Para la imagen de Brasil, porque no hubo la previsible riada de información favorable al país. Muchos artículos que debían haber sido elogiosos se dedicaron a los problemas que persisten en Brasil y quedó claro que las Olimpiadas fueron una de las cuestiones accesorias que llaman la atención de muchos políticos en lugar de mejorar la vida de la gente. Rio expuso los peligros del enorgullecimiento hueco, cuando faltan tantas cosas básicas.

 

La política sufrió de ese fracaso, porque la corrupción ha sido la palabra asociada a los Juegos. Ya se vio en el Campeonato Mundial de Futbol de 2014, porque, aunque la FIFA exigía solo 8 estadios nuevos o renovados, se construyeron 12. En los Juegos, los sobrecostes fueron también norma, desde la línea de metro hasta las numerosas construcciones. El presidente del Comité Olímpico Brasileño Carlos Nuzman fue detenido brevemente por comprar votos y tener unas cantidades impropias en bancos en Suiza. Los Juegos, de hecho, coincidieron con un impeachment, con manifestaciones masivas populares por la corrupción en empresas (la petrolera Petrobras o la constructora Odebrecht) y a los pocos días de acabar los JJOO se produjo la detención de la presidenta Dilma Rousseff. La fiscal Fabiana Schenider dijo; “Los Juegos Olímpicos fueron usados como un gran trampolín para actos de corrupción.” Como señala Stephen Wade, los Juegos fueron una oportunidad perdida para Brasil y un bochorno para el  COI.

 

La llegada de Abe disfrazado de Mario cambió radicalmente los términos de la discusión. Porque, aunque el gobierno japonés utilizó el personaje más popular de los videojuegos, ya que millones de usuarios han jugado con Mario, Japón no tiene previsto utilizar mucho los videojuegos. Su imagen es más global que los personajes de manga y anime, asociados directamente con Japón. Alfonso Gallardo y Anjahara Gomez Aragón aseguran que es factible pensar que los personajes de videojuegos se seguirán usando, seguramente de forma sorpresiva, y en especial teniendo en cuenta las nuevas ediciones de Mario y Sonic, y por supuesto en los Pokemon. Pero salir de una tubería era una oportunidad especialmente apropiada en Rio. De la cloaca de Rio a la seguridad de Tokio. 

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