Naomi Osaka, el ejemplo más evidente del cambio de mentalidad en torno al mestizaje.
La nación ha dejado de ser un único referente y las clasificaciones por países están igualmente en declive. También en Japón, en donde la nihonjinron resulta cada vez más obsoleta para explicar cómo es y deja de ser Japón. Las fronteras han perdido importancia y los estudios culturales son cada vez más útiles para interpretar las sociedades. Si en el siglo XXI un español difícilmente puede hablar de su identidad sin referirse a Europa, el japonés tampoco puede proclamar su «japonesidad» sin mencionar los valores asiáticos. Ello, sin necesidad de recordar que Japón también está entrando en el camino irremisible de la internacionalización y que una buena parte del futuro estará a cargo de hafu y de mestizos varios, a los que preguntarles sobre identidades nacionales no provoca tanta emotividad. El público interesado en comprar esos discursos es cada vez menor. El futuro de Japón difícilmente irá envuelto en elucidaciones de exclusividad.