Últimamente un buen número de vocablos japoneses, procedentes de ámbitos muy diversos, están formando parte del español. El gastronómico (sushi, sashimi, wasabi, wagyu, umami…), pero también el cultural (manga, anime, otaku, tsundoku, maneki-neko…) son ejemplos. Los fenómenos sociales que ha vivido Japón se ven como precursores, y todos somos conscientes de que no solo se da en Japón el karoshi (la muerte por exceso de trabajo), ni los hikikomori (los apartados de la vida social, al menos por seis meses), ni los NEET (ni-ni) ni los «solteros parásito» (los que gorronean de los padres). La juventud parece la más abierta a las palabras niponas: kaiji (bestia grande), visual kei (una forma de vestir entre músicos japoneses con bailes extravagantes y estética andrógina), o las purikura (fotografías instantáneas con iconos añadidos), pero estamos bien atentos al envejecimiento de su sociedad y las palabras japonesas aparecen desde ámbitos muy diversos, como la propaganda, y yorokobu aparece así, sin traducir, en la propaganda de un banco.
Las expectativas, las recapacitaciones y los exámenes serán más o menos gratificantes, pero vivirán nuevas oportunidades.