Castigo al plagio

En 2014, fui miembro de una Comisión de Reclamación por dos estudiantes que tenían un “0” por haber plagiado. Tras escuchar a los dos estudiantes y al profesor, la Comisión emitió un amplio informe considerado probado el plago, haciendo notar las paginas web de donde había sido tomado hasta el 70% del total del texto y apoyando el suspenso. A pesar de ello, los estudiantes presentaron un recurso de alzado asegurando que no estaban de acuerdo, en medio de comentarios de profesores que suavizaban el daño: “total, sólo tres o cuatro universidades españolas castigan el plagio”, “qué habrás hecho (dirigido al profesor que les había suspendido)” Un alto cargo de la facultad aseguró, incluso: “Los españoles somos dados a la trampa”, “. llovieron las críticas por asustarles demasiado, porque no es para tanto.

Tras un nuevo informe, dos meses sin contestar, y comentarios informales asegurando que no estaba clara la decisión final (una alumna aseguraba que estaba en muy mala situación económica). Envié ese mensaje al vicerrectorado. Enfaticé la necesidad del “Castigo al Plagio” escribiéndolo en papel japonés, y con la sangre del dorsal de la mano, con unas gomas para concentrarla y sacarla mejor. Una autolesión no es masoquismo, quería expresar, sino una demostración de que era preciso castigar por ese plagio, explicando además lo que implica este hecho en Japón y en general en Asia. El escrito se entregó oficialmente y nunca tuve una comunicación oficial de haberlo recibido; una profesora amiga me dijo que los funcionarios me consideraron, como mínimo, un loco, y la vicerrectora nunca me contestó. Algo muy frecuente. Pero los alumnos finalmente suspendieron la asignatura (no la matrícula del curso entero) y en diciembre de 2016 la facultad aprobó una normativa algo más estricta contra el plagio en los exámenes. 

Más allá de esa laxitud para aprobar tan generalizada en algunas carreras, el reglamento de faltas de la UCM se basa en el reglamento franquista de 1954, la única normativa  sobre ello, que utiliza el concepto de la “falta de probidad” (carecer de rectitud de ánimo, honradez o integridad al actuar), y menciones a la pérdida de toda la matrícula, que apenas permitían asustar a los alumnos. Por eso, será un paso adelante la futura Ley de Convivencia penalizando plagios como los cometidos por esos alumnos. El profesor había informado con anterioridad de las preguntas que podría poner, tal como había hecho cuando enseñaba en Estados Unidos: eran intencionados. Un profesor calificaba hace poco a la Universidad española como “territorio de impunidad”; estamos en Europa y tiene que mejorar sí o sí. Entre los avances para el futuro, espero que esté la apertura hacia Asia y a forzar a que los profesores impartan docencia en el área de la que son especialistas, aunque algunos lo quieran rechazar por intereses laborales.

 

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