1991 Macao, obligación de historiador

Teixeira en la Revolución Cultural 

Macao era una obligación. El viaje desde Hong Kong se hacía en barco y duraba cuatro horas en un buque regular y dos más en uno rápido, aunque se había inaugurado también un puente para unir la isla con la parte continental, el Taipa, que en Google aparece como Gobernador Nobre de Carvalho. Al cruzar la puerta de entrada pensé en el padre Manuel Teixeira comprando documentos históricos en los días de la Revolución Cultural; gracias a ello ha sacado decenas de libros, incluido Portugal na Tâilandia (1983) que utilicé mucho para mi Españoles en Siam (1997)

Portuguesidad en el bucle

La portuguesidad de Macao era pura apariencia. La estuve buscando, pero era solo apariencia Los chinos de Macao no me hablaron ni una palabra de portugués, incluso aunque pregunté a un montón si lo falaban; y me extrañó, porque los japoneses, en cuanto saben una palabra de un idioma con el que empatizar, te la sueltan a las primeras de cambio. Un portugués residente me dijo que los letreros de las tiendas tan visibles eran por obligación legal y que los chinos que viven en la colonia solo intentan usarlo Macao cuando van a algo oficial. En definitiva, está en los mapas y en las emociones patrias, pero poco más. A principios del siglo xx, Portugal lo quiso vender, pero no se hizo por eso del orgullo nacional. El que vendió la isla de Flores a Holanda en el siglo xix, que ahora es parte de Indonesia, creo que acabó suicidándose. Las apariencias engañan, una constante que también hay en el refranero japones: samurai gordo, palillo mondadientes usado. Y es difícil salir del bucle.

Edificios refrescantes

Arquitectónicamente, es otra cosa. Un parque Vasco de Gama, la iglesia Penha, los hoteles Estoril o Lisboa y, sobre todo, un estilo portugués en las edificaciones que es un placer para la vista, sobre todo por eso de ser una isla en un escenario tan radicalmente diferente.

Fundaçao Oriente y los pelotaris

Afortunadamente, los estudiosos portugueses lo tienen mejor. Macao vivía de los chinos que iban a Macao a jugarse su dinero en los casinos y una parte obligatoria de ese dinero del juego iba para Fundaçao Oriente. Gracias a ello muchos investigadores portugueses han podido hacer obras excelentes y, de hecho, nos han superado a los españoles. Y también quedaba el casino Jai Alai, como en otras ciudades de Asia, de los tiempos en que la pelota vasca era uno de los lugares preferidos para ir a apostar. Abrió después de la Segunda Guerra Mundial, yo ya publiqué sobre los pelotaris que ocuparon el consulado español en Shanghai en 1944 en mi Franco y el imperio japonés. Sobre este Jai Alai imagino que escribirá el profesor del Instituto Cervantes de Shanghai, Ramiro Cabañes, que ya escribió su TFM sobre los peloratis y trabaja ahora en su tesis doctoral conmigo.

Isla en mitad de los negocios

Por lo demás, la ciudad es muy auténtica. Nada más montarme en el autobús ponía que no se podía escupir dentro, en portugués y en chino. Hay cosas chinas, como el templo Koon Yun Tong, pero lo bonito de esa isla en mitad de un mar de negocios y dinero es el relax: no hay tantos negocios ni tanto dinero, y eso se transpira en el uso que se da a los monumentos históricos. Sentí que eran las fotos más bonitas del viaje.

Culíes chinos para el azúcar de Cuba

Los más encantador: el templo de los marineros, Ma Kok Miu. Me imagino incluye también a los culíes, los «emigrantes» chinos que no eran esclavos, pero lo parecía; más bien eran siervos con contrato temporal. En el siglo xix, Macao fue el lugar desde donde se podían evitar las leyes chinas con más impunidad que en Hong Kong y cuando lo prohibieron las autoridades chinas, los culíes salían desde allí. Investigué sobre ello para un artículo «Esclavitud, servidumbre y abolición en el Extremo Oriente: el caso español». Salieron muchos en dirección a Perú, uno que se escapó en Yokohama provocó el famoso «incidente María Luz», que sacó a la luz el maltrato y la explotación. También, muchos fueron a Cuba, que los necesitaba para su industria del azúcar cuando daba unos beneficios astronómicos. En esos tiempos era tan valioso como hace años el petróleo y, por ello, el consulado general español estuvo en Macao hasta 1868. Lo saqué en un artículo en la revista de mi entonces departamento, aunque ahora lo ha ampliado David Martínez Robles en su libro sobre Sinibaldo de Mas.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Más información
Privacidad