He mirado ya tu libro, que me ha parecido muy completo y muy interesante. Como mi blog está dedicado a extremismo y democracia, se me ocurren las siguientes preguntas para publicar una entrevista, asociadas sobre todo a “memoria histórica”. Puedes responderlas como te vaya mejor e incluso añadir alguna nueva si la consideras importante. Es importante que al contestarlas hagas como en el libro y pienses que los lectores del blog no tienen conocimientos previos de los temas. Aquí van las cuestiones:
Por supuesto que hay sentimiento de culpa, y muy intenso, en muchos casos he oído a japoneses sacarlo sin venir a cuento. El recuerdo de la guerra, eso sí, ha estado más politizado y usado por los políticos que en España, yo creo que porque más al juzgar a los presuntos criminales de guerra ha predominado la nacionalidad sobre la posible culpa. Se ha pensado que ser japoneses predominaría sobre la culpa que hubieran cometido. Frente a una Alemania que ha aceptado las peticiones de juzgar alemanes como criminales de guerra en otros países, en el caso japonés ha sido diferente. En parte, por el mal ejemplo que dio el Tribunal de Guerra de Tokio, que ha sido visto como Justicia de los vencedores
La masacre de Nanjing es la más conocida de la Guerra Chino-Japonesa, en torno a 70.000 personas, cometida con la intención de acabar con el ejercito nacionalista chino: se buscó en especial a los que tenían botas o vestimenta del ejército nacionalista. Por ello, los comunistas la marginaron inicialmente. A partir de los años ochenta, la multitud de visitas a un museo de esta masacre (que cifra en su entrada 300.000 muertos, en grandes letras) y un libro de Iris Chang, La violación de Nanjing (1997, 2016 en la edición en español) que lo describe con mucha emotividad han ayudado a recordar la masacre. De hecho, el museo ha sido ampliado recientemente, del éxito que ha tenido. Japón lo vive algo desconcertado, porque al comienzo de los años noventa del siglo XX había una gran expectativa de colaboración conjunta, de hecho Tokio fue el primer país que ayudó a China a aliviar el aislamiento tras la masacre de Tiananmen en 1989. Parece que Japón confió demasiado en el efecto de la cooperación al desarrollo que estuvieron brindando y descuidó las imagenes remanentes del pasado.
Desde un punto de vista que considere que el Jefe del Estado es el responsable de las maldades cometidas en nombre del estado, si. Desde otros puntos de vista, también, porque se utilizó su figura para militarizar el país e incluso los paquetes de tabaco de los soldados aseguraban que era un regalo del emperador, también. Y Una vez que el país entró en guerra, el emperador también deseaba que ganara su propio país. Ahora bien, otra cosa es si realmente el emperador tenía autoridad para detener la espiral militarista en la que estaba inmerso el país. Un intento de negociación del Primer Ministro Fumimaro Konoe en China con la idea llegar a un acuerdo con el presidente Roosevelt de Estados Unidos, por ejemplo, se fue al garete porque los propios militares detuvieron al mediador al llegar a China. La idea era llegar a un acuerdo con Estados Unidos que fuera aprobado inmediatamente por el emperador, con lo que los militaristas no podrían negarlo. Frente al Pensamiento de Grupo, la capacidad de reacción era limitada, incluso para el emperador japonés.
Se produjo una democratización en cuanto se permitieron de forma inmediata los sindicatos, partidos políticos y se puso en marcha una constitución democrática, muy avanzada para su época incluso en los derechos de las mujeres más que en Estados Unidos. El militarismo y todo lo que oliera a fascismo fueron asociados con las tres lustros bélicos y la democracia pasó a ser vista como la palanca para la modernización. En definitiva, se produjo una desmilitarización total y absoluta. Y se acabaron una buena parte de las razones que llevaron al militarismo, como una reforma agraria radical que igualó las rentas en el país. Pero cuidado, no confundamos eso con el autoritarismo y el control social, que ha seguido vigente.
Más allá de personajes curiosos como Yukio Mishima, un participante asiduo en las manifestaciones de izquierda que creía en la divinidad imperial, poca cosa. Los militares son pocos y no están muy entusiasmados en entrar en guerra. Además, cada vez están más identificados con las actividades humanitarias, como en tantos otros países, desde que ayudaran a la democratización de Camboya, en los años noventa. Ahora hacen campañas de afiliación porque la vida del ejército no atrae mucho a la juventud, como en tantos otros países
Tiene una característica parecida a la italiana, su vinculación con la mafia, la yakuza. Desde comienzo del siglo XX, el lumpen ha sido utilizado para minar las campañas de protesta, bien portando palos, espadas, porras e incluso pistolas para reventar mítines o intimidad oponentes políticos, en parte porque el uso de fuerza física era aceptado tácitamente. Después de la guerra, la violencia es mucho menor, pero están comprobados los planes para utilizar a la mafia con el fin socavar las manifestaciones previstas ante la visita del presidente Dwight Eisenhower a Japón en 1960 para firmar el Tratado de Seguridad, Anpo. A través de Yoshio Kodama, la mafia ofreció 18.000 gánsteres para contrarrestar los cientos de miles de manifestantes opositores que se preveían, aunque la visita se canceló. Después, ha aparecido de forma recurrente en escándalos de tipo político: pueden dar mítines contra determinados políticos y pueden dejar de darlos contra otros