Los coreanos han creído siempre apasionadamente en sí mismos. La Guerra de Corea la empezó el propio Kim Il Sung pensando que podría ocupar toda la península sin ayuda de nadie más. Así se lo dijo el propio Kim a Santiago Carrillo, aunque los comunistas coreanos siempre han negado oficialmente que atacaran ellos primero. Han luchado contra los restos de la ocupación japonesa como hicieron antes contra la influencia china y se han esforzado por mejorar una renta per cápita que en 1960 era semejante a la del Congo. A veces, esa bravura les ha salido mal. En 1950, por no avisar, la URSS no bloqueó el envío de tropas de las Naciones Unidas en defensa de Corea del Sur. Otras veces les ha salido bien, como en la economía. O en este Mundial, que casi ha desaparecido en Japón tras la derrota contra Turquía, a la que asistí en medio de un público futbolero circunspecto, entre el que las dos únicas coreanas no pararon de cantar y gritar. Casi al final, uno (latinoamericano, por el acento) las chistó. Pero ellas siguieron. No iba a ser para menos. Ahora deben estar cantando entre los grupos que se han congregado en Shinjuku. Suelen ser los típicos de estos momentos, pero no faltan las frases para chinchar a los japoneses. Y en japonés. Se viven pocas emociones así.
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